martes, 1 de enero de 2019

Última pesadilla del 2018


La madrugada del día 31 tuve la última pesadilla del 2018. Fue angustiosa. Consistía en que le había dado demasiada importancia a la traducción de Micó de la Divina Comedia, siendo infiel a Abilio Echeverría, sobre todo, pero también a Fernando Gutiérrez, e incluso a Ángel Crespo.

El último día del año fue, por tanto, de un gran alivio desde primera hora: el que tuve al despertar. Porque las traducciones de Dante no son mi tema, sino Dante y, con la redentora luz del alba, caí en la cuenta de que ya lo estoy leyendo en la versión original, apoyándome en las traducciones de unos y de otros, sí, pero nada más; y que no tenía, por tanto, que temer.

Al alivio de que la luz disipe las angustias de las pesadillas, se sumió la alegría de que, después de cinco años de jefe de estudios con pesadillas pedagógicas, por fin volvía a tener pesadillas pedantescas.

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