sábado, 21 de diciembre de 2019

Vacaciones



Entro en el baño después de mi mujer. Está impoluto, ordenado, brillante. Lo veo: es una trampa. Me afeito, me ducho, me peino de puntillas. Miro a mi espalda. Diría que esta vez he salvado el peligro.

(Con todo, lo que peor llevo de compartir el baño es encontrarme en la ducha todo tipo de acondicionadores de pelo y mascarillas, sí, pero el bote de champú, al final, y vacío.)

1 comentario:

Sergio Fernández Salvador dijo...

Mucho cuidado con las gotitas en el espejo. Pásales la toalla aunque sea. Me extraña la ausencia del secador.¿No te irrita ese invento del maligno?