domingo, 5 de noviembre de 2006

Pen-man

El apellido de don José María Pemán podría tener la misma raíz que Superman o Spiderman: o sea, que sería Penman, el hombre estilográfica. Sus muchos libros le hacen merecedor de esa etimología que lo empareja a los héroes. Para empezar, en vida logró una hazaña increíble: vivir de la escritura. Ahora, que se cumplen veinticinco años de su muerte, está por ver si logra otra: que su escritura siga coleando. Como el Cid Campeador, los escritores tienen que librar la batalla más importante después de muertos.

Su capacidad de trabajo, con la que fizo la primera hazaña, forjó una obra completa un tanto titánica. Sin embargo, al trabajo unió una levedad y una chispa únicas, que hacen que sus mejores artículos se lean hoy con el mismo placer que entonces.. El humor es el gran conservante de la literatura.

Andaba yo leyéndole cuando me encontré con la frase más famosa de Chesterton, que paradójicamente —como en su caso es lógico— Chesterton no dijo jamás: “Cuando deja de creer en Dios, el hombre cree en cualquier cosa”. Pemán, para mi sorpresa, sí la había dicho con sus palabras: “Cuando decimos de una persona que ‘no cree’ lo que sucede es que cree demasiadas cosas”.

Por mucho que los españoles tendamos a no valorar lo nuestro (por eso, los nacionalistas son una españolada exasperada), y a pesar de que Pemán desarrolló buena parte de su obra en un ambiente favorable, entre aplausos, que es algo que quita nervio a una escritura, no podemos renunciar ni a su gracia ni a su pensamiento. Chesterton nos lo aconsejaría vivamente.
[En Alba]

4 comentarios:

Breo Tosar dijo...

Hace un par de años, cuatro locos de Barcelona decidimos unirnos a un grupo de Madrid y Pamplona para hacer una peregrinación al castillo de San Javier. Un montón de kilómetros caminando, conversando y mirando. De improvisto, a alguien se le ocurrió representar un fragmento de una obra de teatro para la noche. Nos dieron unas fotocopias a unos pocos y, después de la cena, tuvimos que representar aquel fragmento. Al acabar todos se habían quedado callados. Estaban dormidos, agotados de la caminata. Todos menos una chica madrileña. Me preguntó si yo era actor. Es un recuerdo muy entrañable porque fue la única vez en mi vida que he hecho teatro. Fue en la Javierada, y la obra era, por supuesto, "El divino impaciente" de Jose María Pemán. Desde aquel día guardo una relación secreta con este autor.

Anónimo dijo...

D. José María es una de las víctimas del neo-caciquismo cultural que padecemos en esta "realidadnacional".

Los que idolatran a Federico condenaron a un ostracismo ático a nuestro Pemán. Nuestro más que Federico, y que el tándem de los Machado, y que la melena de Alberti.

Ninguno atinó tanto y tan bien como Pemán a la hora de ver y comprender y penetrar a Andalucía y sus andaluces: "La eternamente vencedora".

Yo, que me pirro por Fernán Caballero y me chiflo por el P.Coloma, me hice - hace tanto - incondicional de y adicto a Pemán.

No me he equivocado, y me re-afirmo en elección tan exquisita...y tan poco corriente.

Es como la moda de catar y beber vino de añada, frente al gusto sabio por la solera. El vino de solera, of course, se llama Pemán.

Saluti !

+ Jeronio.

Juan Ignacio dijo...

Aunque no soy un gran conocedor de Pemán, me he enterado que comparto con él algo muy profundo: haber estudiado con los Marianistas.
Saludos.

Anónimo dijo...

Con respecto a la frase: será verdad que Chesterton no la dijo directamente, pero juraría que la puso tal cual, o muy parecida, en boca del Padre Brown.