jueves, 18 de enero de 2007

El Barbero en Cajicá

Aprovechando que el PSOE se retrata solo y en sede (vacante) parlamentaria, el barbero del rey de Suecia se ha ido a Colombia. No a descansar, a coger fuerzas. Y a difundirlas aunque de Nicolás Gómez Dávila (Cajicá, 1913-Bogotá, 1994) cualquier antología resulte insuficiente. Pensaba yo que era por su talento siempre en guardia, pero me explica el barbero (que sabe más) que también es porque toda su obra es una muy estricta selección. Pronto saldrá otro libro —se avisa— más completo y, por tanto, mejor, pero no olviden nunca el título del volumen publicado en España por Áltera. Es el sueño de todos los barberos literarios que en el mundo han sido: Sucesivos escolios a un texto implícito.

Ningún ser merece nuestro interés más de un instan­te, o menos de una vida.
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La apologética debe mezclar escepticismo y poesía. Escepticismo para estrangular ídolos, poesía para se­ducir almas.
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Las artes florecen en las sociedades que las miran con indiferencia, y perecen cuando las fomenta la solicita re­verencia de los tontos.
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La cantidad sola basta para despertar la admiración del moderno.
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Sólo de causas perdidas se puede ser partidario irres­tricto.
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Una disciplina es científica cuando no exige que sea inteligente el que la ejerce.
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La violencia no basta para destruir una civilización. Cada civilización muere de la indiferencia ante los va­lores peculiares que la fundan.
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El mundo moderno no es una calamidad definitiva. Existen depósitos clandestinos de armas.
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La posteridad no va a entender qué hazaña es la mera sensatez en este siglo demente.
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Ideario del hombre moderno: comprar el mayor número de objetos; hacer el mayor número de viajes; copular el mayor número de veces.
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Se acostumbra pregonar derechos para poder violar de­beres.
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Que rutinario sea hoy insulto comprueba nuestra ig­norancia en el arte de vivir.
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Una convicción no se robustece sino cuando la nutrimos de objeciones.
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El católico debe simplificar su vida y complicar su pensamiento.
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El honor del apologista cristiano está en ser probo con el diablo.
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El mundo sólo respeta al cristiano que no se excusa.
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Hombre culto es aquel para quien nada carece de in­terés y casi todo de importancia.
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La democracia es el régimen político donde el ciuda­dano confía los intereses públicos a quienes no confiaría jamás sus intereses privados.
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El que se empeña en refutar argumentos imbéciles acaba haciéndolo con razones estúpidas.
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No hablo de Dios para convertir a nadie, sino porque es el único tema del cual valga la pena hablar.
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Las pruebas de la existencia de Dios abundan para quien no las necesita.
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¿En qué dios habrán creído los que dejan de creer en él?
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Entender suele consistir en entender que no habíamos entendido lo que habíamos creído entender.
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Escéptico o católico: lo demás se pudre con el tiempo.
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Nada es suficientemente importante para que no im­porte cómo está escrito.
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El que es capaz de escribir sobre cualquier cosa no escribe nunca sino una cosa cualquiera.
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El espíritu engendra en la angustia; pero sólo en la dicha no aborta.
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La perfección moral está en sentir que no podemos hacer lo que no debemos hacer.
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Cuando cobra total seriedad, la meditación metafísica culmina en relato autobiográfico.
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El historiador completo sería el que analizara con malevolencia y relatara con simpatía.
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Aun cuando la humildad no nos salvara del infierno en todo caso nos salva del ridículo.
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Con buen humor y pesimismo no es posible ni equivocarse ni aburrirse.
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El tiranicidio debe consistir hoy en apuñalar ciertas ideas.
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El que desprecia cosas que sabemos dignas de respeto nos parece meramente fastidioso y grotesco, pero nunca perdonamos al que desprecia cosas que estimamos sin estar seguros de que merezcan nuestra estima.
La incertidumbre es quisquillosa.
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Ser joven es temer que nos crean estúpidos; madurar es temer serlo.
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La literatura no es inofensiva sino en dosis masivas.
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Los reaccionarios les procuramos a los bobos el placer de sentirse atrevidos pensadores de vanguardia.
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Que el valor de una obra no dependa de su tema es cierto. Mientras su autor no lo sepa.
Un formalismo trivial acecha la obra del autor que lo sabe.
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Los ritos preservan, los sermones minan la fe.
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La verdadera sensualidad es avidez de la eternidad de su objeto.
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El sexo no resuelve ni los problemas sexuales.
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Limitar nuestro auditorio limita nuestras claudica­ciones.
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La salvación social se aproxima cuando cada cual confiesa que sólo puede salvarse a sí mismo.
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La vanidad no es afirmación, sino interrogación.
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La verdad es la dicha de la inteligencia.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias al viaje del barbero, no conocía a Gómez Dávila, me han gustado mucho algunos de estos aforismos que nos regalas hoy. El de la disciplina científica es muy bueno, pero si lo comento por la Universidad, correría peligro de linchamiento, seguro.

Anónimo dijo...

Y sin embargo no es verdad: los científicos sí que han de ser inteligentes, sólo faltara.

Los aforismos no tiene que ser verdad para ser buenos: iluminan un aspecto de la realidad, y si éste es poco visto o contrario a la opinión general funcionan mejor. Ahí es G.D. un maestro indiscutible.

Otra cosa es darle la razón, que maldita la falta que hace.

E. G-Máiquez dijo...

Ya

Joaquín dijo...

Estupendo, es una buena noticia que se prepare una edición nueva de sus aforismos, o escolios. Cada uno demanda una extensa glosa.

Me quedo con este: "Con buen humor y pesimismo no es posible ni equivocarse ni aburrirse".

En cuanto al sorprendente escolio sobre ritos y sermones, me acuerdo de lo que decía mi abuelo: "En tiempos de melones no se dicen sermones".

Anónimo dijo...

Los científicos, muchos, no son especialmente inteligentes, tampoco tontos, sólo faltaría. Hace gracia porque demitifica el aura de brillantez que rodea a la Ciencia y que no son sino coletazos del positivismo y el furor moderno por los métodos.

Anónimo dijo...

¿Dónde va a salir?
Dávila es un genio.
Una especie de Stanislaw Jerzy Lec católico.

JUANAN URKIJO dijo...

Herman Hesse decía que "El aforismo es algo así como una piedra preciosa, que adquiere más valor por su rareza y sólo causa placer en pequeñas dosis".
No está mal tu selección, yo la hubiera recortado un poco. Pero, claro, yo soy yo y tú eres tú, y que sea así nos enriquece y eso es estupendo.

Juanan.

P.S. Te invito a que pases por mi página y eches un vistazo al último tema que toco: Identidad Animal, en relación con los toros, los burros y las ovejas que lucen nuestros coches. Seguro que tú le sacas chispas.

Anónimo dijo...

¡Vaya colección de aforismos! Una sobredosis, en el mejor sentido de la expresión.

Anónimo dijo...

¿Y quién es Stanislaw Jerzy Lec?

Juan Ignacio dijo...

¡De tan buenas se me hace difícil elegir una! (Este ritual que me impuse yo)...

Que sea la primera, sí señor.

E. G-Máiquez dijo...

La primera es espléndida, y verdadera, que es la dicha de la inteligencia. Pero también la que escoge Joaquín, y también... La lista es larga, como reprocha Juanan (y hace bien porque está en su casa), pero es que no pude recortar más. Si vieráis lo que dejé atrás (muchas de/sobre/contra científicos con la misma gracia y peor uva).

La nueva edición la publicará Abel Feu en su pequeña editorial y será una gran selección por temas del filósofo Juan Arana, con un prólogo a la altura del prologado.

Ignacio,¡Lec es la lec-he!
Quintana, que fue su traductor, nos podría hacer una breve antología que yo colgaría aquí con el título de "El barbero de Utrecht". ¿Te parece, Emilio?

Jesús Sanz Rioja dijo...

Inconmensurable.

Anónimo dijo...

Yo no sé con cuál quedarme. Son todos estupendos.

Bueno, a ver si tengo tiempo para Lec. En Granada me dejé unos 300 aforismos traducidos que no salieron en la selección que publicó Península. Igual se los han comido las ratas.

Por cierto, el que cita mucho a Lec en entrevistas y columnas es Manuel Rivas (tiene que tener el libro en la mesilla). Una de dos: o yo no me he enterado de la historia, o Rivas no tiene mucha idea de qué valores defendió don Estanislao.
Me pongo en lo peor.

Anónimo dijo...

O que no todo es blanco y negro. Manuel Rivas no es seguramente el energúmeno sectario que quieren hacer de él en la trinchera.

La realidad tiene muchas caras, eso es lo que los buenos aforismos dejan ver. Si yo puedo disfrutar con el reaccionario de Gómez Dávila y aprender de él sin compartir sus puntos de vista, no veo por qué no podría Manoliño sacar petróleo de Lec, sean cuales sean sus divergencias.

Anónimo dijo...

Ignacio

Lo de "energúmeno" lo dices tú.

¿Gómez Dávila, reaccionario? Depende de lo que se entienda por reaccionario.

Yo diría que Rivas usa a Lec como alibi. Pero lo que no te voy a negar nunca más es que le saca petróleo (o prestigio) al tema.

Anónimo dijo...

Sí, bueno, lo de energúmeno lo digo yo haciéndome eco de lo que oigo en la radio y leo por esos mundos de la red. No pretendía ponerlo en su boca, y me disculpo si así se ha entendido.

Lo peor de estos años malos que estamos viviendo es la absurda pretensión de pintar el mundo en blanco y negro, como si la gente se definiera sólo por el periódico que lea, la iglesia a la que va o la papeleta que pone en la urna.

Contra esa reducción de la vida iba mi comentario.

En cuanto a la palabra reaccionario, ponga su propia definición, la firmo sin mirar y se la cuelgo a Gómez Dávila sin pensarlo dos veces.