Qué alegría; pero Solbes, sobrio, avisa que esto hay que pagarlo. Su gesto, sin embargo, no impone demasiado. Recuerda más bien al del gordito que no se integra, que no sabe bailar y que está deseando que se acabe la charanga para irse a dormir a casa.
Lo fácil sería unirse al jolgorio general, como ha hecho Ryanair con su anuncio, pero mejor tomárselo en serio siquiera sea por respeto a las ilusiones que se despiertan. A mí no me costará mucho: más que el champagne me gusta el buen vino, el de al pan, pan y al vino, vino.
Hoy por hoy, la democracia es indiscutible; pero no inmejorable. Junto a las amenazas externas —el fundamentalismo islámico, fundamentalmente— están las internas, más graves aún, porque las civilizaciones se pudren primero por dentro. La peor es la extensión de los límites del sufragio: ¿hasta qué punto los derechos humanos y los principios fundamentales deben someterse a los vaivenes de unas mayorías momentáneas? Otra amenaza es la presión excesiva de los partidos sobre la división de poderes. Y otra, la que nos ocupa: las promesas populistas y el tobogán del todo vale.
Un crítico argumentaba que el sistema democrático no puede funcionar porque es como una escuela en la que se preguntase a los alumnos si prefieren matemáticas o recreo. Los políticos que se lanzan en periodo preelectoral a prometer el oro y el moro comparten, no nos engañemos, ese concepto de la democracia. Están convencidos de que todos votaremos siempre por el recreo, por el oro y por el moro.
Por fortuna, la historia desmiente en algunas ocasiones trascendentales esa visión en apariencia festiva y en el fondo amargamente pesimista. Winston Churchill ganó sus elecciones ofreciendo sangre, sudor y lágrimas, nada menos.
Claro que cada pueblo tiene el gobierno que se merece: ésa es la grandeza de la democracia y a menudo su miseria. Habrá tiempo de aquí a las elecciones de marzo para ver cómo va reaccionando la gente ante tantas promesas espumosas. Después es muy probable que se vuelva a repetir el viejo chiste de Juan Bonilla de que para los políticos lo prometido es duda. Pero incluso poniéndonos más ingenuos y menos ingeniosos, aunque cumpliesen, lo prometido seguiría siendo deuda. Deuda pública, en concreto. Así que un poco de compostura, señores, no se les suban las burbujas a la cabeza. Hagan caso del gordito Solbes, que no es del PP. Si bebes, no conduzcas (tampoco pueblos).
[Joly]
11 comentarios:
Lo que comentas enlaza bien con los datos del informe de la OCDE sobre educación. La calidad de las democracias depende de la formación de sus ciudadanos. Ese es un antídoto (no el único) contra la demagogia.
¿Cuántos miles de horas hay que haber leído a Chesterton para que salga un artículo así?
Digno del GK's weekly.
"Tenemos el gobierno que merecemos"
No sé... yo creo que merezco otra cosa.
Ginebra, la sociedad es un reflejo y a menudo una parodia de la comunión de los santos. No olvides que pagan justos por pecadores. Te digo yo, y mira que lo siento, que nos lo merecemos.
Churchill dijo esa frase después de haber sido designado Primer Ministro y no estaba le horno para votos. Cuando pasada la quema compareció ante el electorado, éste lo mandó a casa sin contemplaciones. Como decía un argentino que pasó por Ginebra: "Che, el pueblo nunca se equivoca. Siempre elige lo peor."
Gracias por la acogida de ayer a mi décima a Verónica, Baltanás y a ti, Enrique. Por el momento prefiero el decimal anonimato
Al decúbito supino
llamaron, cautos, proceso
y con falaz embeleso
violento al asesino.
Desandarán el camino
a su antojo y sin presión
pues es tal su condición
tornadiza y taciturna
que ven sólo en una urna
su miseria y su ambición.
ESPINELETE
¡Muy bueno!
"...porque las civilizaciones se pudren primero por dentro".
Y "por la cabeza se pudre el pez", dicen. Aunque, mirá lo que son las cosas, vuestra "cabeza" hoy lleva un nombre más relacionado con los pies.
Hoy por hoy, la democracia es indiscutible; pero no inmejorable. (...) La peor es la extensión de los límites del sufragio: ¿hasta qué punto los derechos humanos y los principios fundamentales deben someterse a los vaivenes de unas mayorías momentáneas?
Pues esta última es precisamente la más radical de las flaquezas de la democracia: la dictadura de las mayorías, ¿no? Basta la mayoría, no importa la verdad.
Un hombre plenamente libre podría ser el perfecto gobernante y gobernando democrático. El hombre debe animarse a ser libre y ejercer la democracia, pero también a reconocerse a veces débil y necesitado de normas que no se sometan al voto de las mayorías.
Saludos.
DECÍA UN GRAN ECONOMISTA "Entre estos lentos cánceres de nuestra economía y sociedad occidentales
se destacan dos: el avance al parecer incontenible del Estado
de beneficencia o Benefactor y la erosión del valor del dinero,
lo que se denomina inflación reptante. Existe entre ambos un
estrecho vínculo nacido de sus causas comunes y de su refuerzo
recíproco. Los dos se inician lentamente, pero al poco tiempo el
ritmo se acelera hasta que cuesta detener el deterioro, lo cual
multiplica el peligro. Si los afectados supieran lo que les aguarda al
final, tal vez se detendrían a tiempo. La dificultad estriba en que es
extraordinariamente difícil lograr que se oiga la voz de la razón
mientras todavía es tiempo"
¡Qué pedazo de artículo maiqueziano!
Aunque tengo que confesar que yo también prefiero el recreo. Debo de estar tan echada a perder, que lo de Churchill se me hace un poco cuesta arriba. Sólo pido que antes de darme el recreo me arreglen el patio, que con tanta valla y tanta panda navajera no hay quien juegue.
Después, más vale recreo en mano, y si es el oro y el moro, mejor, menos les quedará pa vicios.
Al anónimo Espinelete : Llego tarde, pero me incorporo corriendo a la Comisión de Acogida. Cuenta también, por favor, con mi entusiasmo y reconocimiento.
El título es tan bueno que casi casi es tan elocuente como el cuerpo del artículo. Ya sé por qué no soy nacionalista ni (creo) patriota: no me siento pueblo. Yo no merezco este gobierno, ni los anteriores, ni (me temo) los que vendrán. Y lo mejor de todo es que siendo todo tan descarado todavía niegan que estas [des]medidas son electoralistas.
En 1945, cuando todo estaba ya acabado, Goebbels dijo: "Al fin y al cabo, el pueblo nos votó"...
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