Cada vez que visito Zahara de los Atunes, como el día esté medio claro, se produce el mismo ritual. “Mira, mira”, señala alguno, “se ve Marruecos”. Todos se entusiasman. Y el más metafísico apostilla: “Está al lado”. Yo me quedo de lo más mohíno. Entre los encantos de Zahara no cuento por ahora la proximidad marroquí.
Para un iberista como yo, la vista de Vila Real de Santo António desde Ayamonte, con el Guadiana de guarda fronterizo, es saudosa, esto es, melancólica. Y siendo una especie en extinción, quiero decir, español, y lector de Cadalso, la figura del Muñón de Gibraltar desde La Línea me da ardores, si no patrióticos (que en estos tiempos sonarían excesivos), al menos de estómago. Nunca soy menos anglófilo que en Gibraltar, único pueblo andaluz que —en palabras de Gerardo Diego— ha conseguido ser feo.
Pero mientras que mis sensaciones en Ayamonte y en la Línea se quedan en lo histórico-sentimental, en Zahara son analíticas. Parece que no existe una frontera en el mundo con mayor diferencia de renta per cápita que la nuestra con el Reino de Marruecos, lo que no es, desde luego, un factor de equilibrio. Si a eso unimos un régimen de libertades manifiestamente mejorable, y el conflicto del Sáhara, tan árido, y las aspiraciones expansionistas sobre Ceuta, Melilla y las Canarias, y, además, el bullir de un incipiente islamismo, la suma sale negativa, casi una resta.
La labor diplomática resulta capital. Y está saliendo calamitosa: ya teníamos enfadados al Frente Polisario y nada menos que a Argelia. Ahora, viendo lo sumiso y demorado que se muestra Moratinos, que andaba de viaje privado por la costa marroquí y siguió descansando mientras Mohamed VI mandaba llamar a consultas al embajador en Madrid, viendo a Moratinos, digo, uno tiene más confianza en el movimiento de las placas tectónicas —que vaya ensanchando el Estrecho— que en nuestra política exterior. Las placas tectónicas se mueven con una velocidad media entre la pachorra de pachá del ministro y la eficacia del presidente Sarkozy, tal y como la hemos comprobado en la crisis del Chad.
Por suerte, ni España es sólo el Estado ni el Estado es sólo el Gobierno, y algunas cosas han quedado bastante claras tras la visita de los Reyes a Ceuta y a Melilla. El mismo mosqueo sordo de Marruecos es una demostración irrefutable de la necesidad del viaje. Resulta una extralimitación en las relaciones de buena vecindad que el vecino decida qué habitaciones de nuestra propia casa podemos utilizar y cuáles no. Sueño con un día en el que, cuando alguien repita: “Mira, se ve Marruecos”, atisbemos el horizonte sin la más mínima inquietud.
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7 comentarios:
Vaya columna [de Hércules] tan sólida has escrito. Se agradece el capote pro Islas que, como Ceuta y Melilla, nunca han sido parte de Marruecos. Al hilo de esto anoto un dicho que seguramente conoces: Ceuta y Melilla, Córdoba y Sevilla...
Muy buen artículo, Enrique. Aunque me pilla lejos la frontera con Marruecos, sogo muy de cerca todo el asunto del mosqueo en casa ajena. El espíritu de los tiempos sopla desde el sur. Ojalá Moratinos haga honor a su nombre y atine con los moros.
Me ha dado ánimo, sí señor, esta frase tuya:"Por suerte, ni España es sólo el Estado ni el Estado es sólo el Gobierno", voy a revisar mi pesimismo
Pues a mí me ha dado inquietud esta otra: "viendo a Moratunes, uno tiene más confianza en el movimiento de las placas tectónicas -que vaya ensanchando el Estrecho- que en nuestra política exterior". Porque ¿y si en vez de ensanchar el Estrecho, va el movimiento tectónico y lo arrejunta?
Qué peligro: Mira, mira, se les ve el alfanje.
Estupendo también tu artículo sobre España en el "Chesterton" de noviembre, y la traducción del de G.K., como siempre.
Y hoy que, en mi colegio de Québec, los niños han cantado el himno nacional de Canadá con la mano en el pecho y los ojos cerrados... Me ha invadido la tristeza. Un niño se ha fijado y le he contestado: "Me emociona ver que aquí sois patriotas, amáis Canadá". España ha perdido el norte...
Es triste tener una patria tan desunida donde el himno no tiene letra y donde la bandera nacional se pisotea. "Es que son unos fachas estos norteamericanos", diría el típico amargado de esquerra. Y le contestaría: "Entonces México también es un país facha porque su capital está llena de banderas nacionales gigantes. Suecia también es un país fascista porque muchas casas tienen la bandera nacional en el jardín. Y Perú, Guatemala, Vietnam, Rusia, Dinamarca, Honduras..." Nada. Estamos enfermos. Yo me exilio.
Me encanta el título.
Creo que la cita sobre la fealdad de Gibraltar no es de Gerardo Diego, sino de Guillén. Al menos, así la leí en cierta antología fanirrubial.
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