miércoles, 5 de diciembre de 2007

Spes

Para empezar, la esperanza ha salvado este artículo. De no ser por la nueva encíclica de Benedicto XVI, Spe Salvi, yo me habría ocupado hoy de asuntos terribles, como el atentado de ETA contra los dos jóvenes guardias civiles o los innumerables abortos de las clínicas de Barcelona. Habríamos acabado con el corazón cabizbajo.

Y no es que vaya a desentenderme de esos asuntos, que jamás. El Papa no nos invita sólo a poner los ojos en el cielo, sino también a hincar bien los pies en la tierra. La esperanza cristiana ha movilizado a millones de personas a lo largo de la historia para ocuparse más y mejor de sus prójimos. Eso lo ve cualquiera que mire a su alrededor sin prejuicios. Ante los males del mundo, la esperanza no es un calmante —ni valium ascético ni placebo de prozac. De hecho, es quizá la más poderosa fuente de energía de la humanidad. Cuántos la han intentado sofocar o desnaturalizar se han encontrado con la vigorosa resistencia de los mártires. De calmante, pues, nada de nada.

El lector laico estará tentado a pensar que una encíclica no va con él, y a pasar página del periódico. El Papa no hace lo propio, y a lo largo de Spe Salvi entabla un diálogo a tumba abierta con pensadores de todas las escuelas, desde Platón y san Agustín, por supuesto, hasta Karl Marx, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, pasando, entre otros, por Francis Bacon. Teniendo en cuenta que hablamos de un valor universal, nada más sensato que contrastar las muy diversas concepciones de la esperanza, y sopesar logros y fracasos. Yo, que procuro no perderme los libros de los mejores pensadores ateos, le recomendaría a ese lector laico este digamos ensayo de uno de los más claros pensadores cristianos. Por contrastar.

Nuestra esperanza, que ha aportado mucho al mundo, está orientada hacia la vida eterna. Qué brillante y asequible resulta la argumentación de la encíclica en este punto. A mi formación jurista y a mi devoción por Dante le emociona la fuerza probatoria de la vida eterna que el Papa concede a la necesidad de una completa realización de la justicia.

Sin resurrección ni Juicio Final, el sacrificio de tantos inocentes quedaría impune, y ellos sin recompensa. Hay que luchar por la justicia aquí, pero no desesperar cuando la veamos tan débil y manipulada, tan en manos indignas. En última instancia —nos dice la fe— una Justicia sin fisuras, que es Amor y gracia, se impondrá tal y como aspiran todas las personas de buena voluntad. Por eso, ante los atentados o ante los abortos masivos de Barcelona, por encima de nuestra necesaria indignación civil, brilla imperturbable una segura esperanza.
[Grupo Joly]

11 comentarios:

Juan Vico dijo...

Tienes razón: sólo la excelencia de un pensador habría de despertar nuestro interés por él, convicciones al margen. Tan obvio y tan infrecuente, qué lástima.

Agus Alonso-G. dijo...

Qué bien que no te olvides de lo importante por lo urgente, incluso en una columna de opinión. Ayer, leyendo en el autobús a B16, me boquiabría una vez más, preguntándome qué tiene este hombre que con cada vez que le leo nueva admiración me da. Me “toca” en todo lo gordo. Responde lo que, sin yo ser plenamente consciente, necesitaba responder.

Néstor dijo...

Buen elenco de razones -en el fondo, uno solo- para no caer en la desesperanza.

Juan Ignacio dijo...

¡Gran artículo!

Bukowski dijo...

¿Y dónde se puede leer la encíclica?

Ángel Ruiz dijo...

Me gusta el artículo por lo que dices, muy bien dicho, pero también por frases como esta: "ni valium ascético ni placebo de prozac"

Jacinto Molero dijo...

¡Brilla y rebosa en el corazón de tantos cristianos esa Esperanza que nombra en su artículo Don Enrique!.Se nota claramente que lo que rebosa en su corazón se derrama en sus escritos. Muchos podrán decir que los cristianos duermen pero usted es todo un despertador de los valores universales. No conozco sus artículos ni su blog desde hace mucho, pero para mí sigue superándose.Enorme.Esperanza y Alegría ojalá nunca le falten. Gracias.

Anónimo dijo...

Gracias por expresar en su artículo de hoy, tan abiertamente, ese diálogo entre creyentes y laicos, tan necesario en estos días. Artículos como el suyo, auténticas lámparas que no pueden ocultarse por muchos celemines que haya, constituyen verdaderamente una señal de ESPERANZA para muchos lectores. Gracias de nuevo,

Anónimo dijo...

La esperanza es lo único que nos alumbra.

E. G-Máiquez dijo...

Gracias a todos, a Jsvisco, a Agus, a la delicada CB, a Néstor, a JI, a ARP, a Jacinto M, y a los anónimos. Qué bien acompañado.

Para Bukowski, click aquick. Como él es hombre de recursos, que escoja idioma.

Coni Danegger dijo...

Parece que el Papa es tan joven.
El escrito es de vida vivida en distintos lugares y resulta asombroso si se piensa los años que ha estado envejaciendo en medio de libros y papeles, casi sin moverse -aunque también rodeado de asuntos y gente, mucha gente.