viernes, 10 de octubre de 2008

Faltas de ortografía

Chesterton sólo daba dos consejos a los columnistas: no hacer caso de los consejos y publicar siempre el artículo en el periódico menos apropiado. Mandar, si uno escribe para el Catholic Weekly y para el Daily Express, el artículo confesional al periódico laico y la columna frívola al semanario católico. Eso hice la semana pasada: mandé un artículo celebrando el ochenta aniversario del Opus Dei al otro periódico. Y ahora, en Alba, me dispongo a hablarles a ustedes de las faltas de ortografía.

En ese artículo sobre el Opus Dei se me coló una. Acentué un “cuanto”, pronombre comparativo de cantidad, como si fuese un exclamativo. En realidad, la alegría de la efeméride me hizo subir el tono de todas mis palabras y la emoción rompió por esa tilde. Eso es lo bonito de las faltas, que no sean un borrón, sino que sirvan como rasguño a través del cual se pueda atisbar el alma del escritor.
Ha dado mucho que hablar la falta garrafal del insigne poeta Luis García Montero en su artículo de El País de Andalucía del sábado, 20 de septiembre: “Y haber quién crea puestos de trabajo, quién le da de comer a los moros y a los ecuatorianos. […] haber cómo van a vivir”. A mí, sin embargo, me parece una falta muy apropiada en un materialista dialéctico: ellos, que lo ven todo a través de la estructura económica, a ver qué van haber si no son haberes.

Pongámonos algo más líricos con esta canción tradicional: “—¿Dó venís, casada,/ tan placentera?/ —Bengo de ber el campo/ i el alameda”. Supongo que cuando se transcribió no estaban claras las reglas ortográficas y no se puede hablar, por tanto, de faltas, pero esas imprecisiones, leídas con ojos de hoy, reconozcamos que dan un toque picaroncillo y travieso a toda la canción que viene muy a cuento.

Habrá quien piense que me estoy poniendo la venda antes de la herida, pues ya ha empezado el curso y dentro de nada estaré corrigiendo exámenes de mis alumnos, poco amigos de la gramática. Pero se equivoca. La insistencia en la corrección ha hecho que muchos confundan escribir bien con hacerlo sin errores, y aunque lo segundo es necesario, lo primero es lo fundamental.

Si otro sospecha que pretendo celebrar el aniversario del Opus Dei también aquí, cumpliendo y burlando a la vez los dos consejos de Chesterton y hablando, de paso, de mis dos oficios —la escritura y la enseñanza—, ése quizá acierte.

17 comentarios:

Juan Antonio González Romano dijo...

Y ya puestos, ese "ése" final, según la nueva Ortogradía de la RAE no tiene por qué llevar tilde...
En cuanto a la ortografía en los alumnos, en este tiempo que nos ha tocado, escribir con faltas no es lo peor que pueda pasarle a un alumno de las enseñanzas medias: si al menos escribiera con coherencia. Qué digo yo, si al menos escribiera...

E. G-Máiquez dijo...

No tiene por qué, pero puede llevarla, ¿no?

Juan Antonio González Romano dijo...

La Academia dice, exactamente, "con acento cuando existe riesgo de anfibología", de lo que se deduce que, si no existe ese riesgo, debe escribirse sin acento. Si lo pensamos, los casos de anfibología son escasísimos; la RAE en su Ortografía pone aquel de "esta tarde llegó" o "ésta tarde llegó"; a mí no se me ocurren muchas más posibilidades.

E. G-Máiquez dijo...

Ah.
Muchas gracias. Podría defender mi tilde diciendo que no hablo de 'ese quizás' ni de 'aquel tal vez', sino del lector que acierta. Pero dejémonos de excusas, en realidad me gusta la tilde esa como señalando con el dedito al aludido.

Anónimo dijo...

Perdona Hemrryke a los alumnos/as no se nos olvida ni una tirde.Como tas keao? KUAJAHO .Ah!solo no yeba tirde

Anónimo dijo...

Perdona Hemrryke, a los halumnos/as no ce nos escapa ni huna tirde. I fartas de hortografia pokytas

E. G-Máiquez dijo...

Bueno, insistente anónimo, lo siento mucho. Yo creo que a 'sólo' cuando adverbio se le puede poner o no. Y en la duda, siempre pongo tilde, quizá, como defiendo en mi artículo, como muestra de la importancia que le doy a los acentos y al ritmo también en prosa. (Aclaración para malintencionados: la importancia que yo le doy al ritmo, no el ritmo que le doy, que eso es, ay, otro cantar.)

Anónimo dijo...

Y ese ejemplo de la RAE: "ésta tarde llegó", ¿es gallego o qué?
Como no sea que van a cargarse todo el sistema de acentos, no entiendo para qué tienen que liarla cuando la norma era clarísima: si pronombre, con acento; si adjetivo, no. Una distinción que está al alcance de cualquiera. Ahora, quien escribe debe pararse a pensar si el texto tiene alguna otra lectura en la que no está cayendo (y sí que hay casos, Juan Antonio: "ése sí", por ejemplo y a bote pronto).
Me parece más difícil -para el alumno y para todo quisque- darse cuenta al escribir "ese sí me gusta" (sin acento, porque se parte de que no lo llevan) de que existe anfibología y plantarle la tilde, que aplicar la regla de toda la vida.
Y lo de la "anfibología" les parecerá muy erudito (que lo de la tilde diacrítica ya estaba muy visto y no vamos a decir "doble sentido", que lo entiende todo el mundo) pero en el fondo es una memez, porque para eso está el contexto, que rápidamente acaba con el anfibio.
A mí también me sigue gustando la tilde que señala con el dedito al aludido, como que la pide el cuerpo, y este asunto me tiene hecha un lío. A ver, ¿cabe resistir o es "falta"?

Anónimo dijo...

Pues lo de García Montero es imperdonable, sin paños calientes... incluso en el hipotético caso (e improbable) de que sea error de algún transcriptor intermedio. Imperdonable.

Salud,

Tlön

Juan Antonio González Romano dijo...

Regreso al debate, por alusiones. CB, los contextos en lo que un demostrativo puede resultar ambiguo son siempre de un determinante/pronombre demostrativo más palabras homónimas que puedan ser sustantivos y otra cosa (generalmente adverbios): tarde, mañana, sí: esta tarde/ésta tarde; este sí / éste sí; esa mañana; /ésa mañana... Si la palabra siguiente al demostrativo no posee homónimos, no es posible la ambigüedad.
Dicho lo cual, a mí me cuesta dejar de poner esos acentos, pero la RAE (ejerzo ahora de abogado del diablo, ya que alguna vez le he dado caña en mi blog: ay, la mala conciencia) intenta aplicar una norma clara: las palabras llanas acabadas en vocal no llevan tilde, salvo en el caso de la tilde diacrítica, que solo tiene sentido si hay ambigüedad (o anfibología, para decirlo con engolamiento académico). Si no hay ambigüedad, impera la regla general.
Por esto mismo, Enrique, "sólo" solo debe llevar tilde cuando existe ese mismo riesgo (DRAE dixit); en los demás casos, no, según la norma genertal de acentuación.
Perdón por la lección en casa ajena, pero es que me pico y pasa lo que pasa...

E. G-Máiquez dijo...

Haces bien en dar lecciones, profe, y más aquí, que es tu casa.
Yo, sin embargo, estoy con CB y, como siempre, en la fiera resistencia. Me resulta más fácil y más bonito poner acentos según su función, y dejarme de anfibios. Por lo menos hasta que los ocrrectores de estilo me den un toque en serio.

Dal dijo...

Qué malote, Enrique. Al final lo que queda de tu artículo es la parda supina, garrafal, monumental de García Montero. Digno del mejor Borges en su "Arte de injuriar", dejar caer como tema menor, en segundo planto, el mayor de los agravios. Ejemplo borgiano inigualable:

"Su mujer, con el pretexto de que trabaja en un lupanar, vende género de contrabando".

Anónimo dijo...

No te veo leyendo el PAÍS ni tan siquiera en su edición para Andalucía, así que la cita sobre García Montero y su artículo supongo que será por ¿amistad, admiración , corporativismo o tal vez te veas reflejado?.
Tampoco te veo, la verdad sea dicha, utilizando un artículo sobre faltas de ortografía por una aversión particular.
Cuando yo empezaba en mi profesión me enseñaron una máximna que tengo siempre presente:
A los tuyos, con razón o sin ella.
Saludos.

Anónimo dijo...

Manupé.Por favor, no sé qué sentido darle exactamente a esa máxima, que tiene tan buena pinta.

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Juan Antonio. Esos son los buenos profesores, los que se pican.

Juan Antonio González Romano dijo...

Gracias al anfitrión y a ti, CB.

Anónimo dijo...

No te preocupes por el acento que se te cayó de la pluma. Errores como ese son saludables cuando se los acepta. Me contó una amiga australiana que en su país ciertos aborígenes dejan errores a propósito en cualquier labor que realizan porque opinan que por la falla se escapan los malos espíritus.