lunes, 29 de diciembre de 2008

La voluptuosidad del hipocondriaco

Irse a la cama con tu mujer, en un ambiente electrificado, con la calefacción al máximo, cuando ella tiene la gripe y más y te tose cerca, muy cerca, no es nada, se mire cómo se mire, extraordinario. Aunque cuando se tiene hipocondría, uno da vueltas bajo la manta, inquieto, imaginándose los virus que se extienden por el aire y van arraigando hondo en su sistema respiratorio y acaban ganando la batalla en el estómago, donde sientan plaza. En ese momento de encendidas imaginaciones se siente, de una manera muy palpable, y también sacramental, el hecho de ser una sola carne. En este caso, doliente, lo que redondea el círculo. (Hipotéticamente por ahora.)

4 comentarios:

Jesús dijo...

El elecutis nació muerto. No me parece ni gracioso ni ingenioso ni nada. Volvamos pues al román paladino: ¡gracias, o sea, mil sonrisas y risas!

Adaldrida dijo...

¡Toma ya!

carmen dijo...

Yo he sufrido este fin de semana el ser una esposa infecto-contagiosa y, efectivamente mi marido ha acabado malito pero no lo suficiente para perderse hoy una comida de viejos amigos, de las peligrosas, de las que hay que estar malo de verdad para perdérsela.¡Qué tranquilidad! Aqui estoy convaleciente esperándole.

Anónimo dijo...

¿Y lo que se hechan de menos esos virus, bacterias y demás el día que no están?
Da igual que sean de tu mujer, tus hermanos o tus hijos.
perdón por la marranada pero ¡qué ricos te saben!
Jesús