jueves, 24 de marzo de 2011

Autonomías

Un momento estelar de la historia de la humanidad ocurrió cuando Cristo, con un denario entre los dedos, lo miró un instante, atisbó la efigie del César y determinó: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Quedaba establecida la autonomía del poder público, gracias a Dios. Se desacralizaba todo ese ámbito.

Aunque menos citado, tampoco fue manco el pasaje en que, instado para que interviniese en el reparto de una herencia entre hermanos, replicó: “¿Quién me ha nombrado juez entre vosotros?”. Esto es, que el derecho privado rige esas cuestiones enfadosas, y al juez competente hay que acudir, aunque lo ideal es evitarlo. Se desacralizaba ahora el derecho civil.

No acaba ahí. El mismo Jesús desacraliza la literatura con una sutileza impagable. Al menos, ese es el sentido que yo le veo a algunas de sus parábolas, tan extrañas, en principio, a su propio código moral. ¿Qué me dicen del tan alabado administrador injusto, o de aquel juez que sólo impartía justicia al final para que le dejasen dormir en paz, o de aquellas vírgenes virtuosas, puede, pero qué egoistonas?

(No hace falta decir que autonomía no es independencia ni soberanía, ¿verdad?)

6 comentarios:

Enrique Monasterio dijo...

Es curioso: cuando se cita ese pasaje evangélico -el del César y Dios-, la mayor parte de las veces es para instar a los cristianos a cumplir con sus obligaciones civiles alimentando al César. Lo de "dar a Dios lo que es de Dios" parece como si tuviera menos importancia. Se diría que a Dios le han sido expropiados todos sus derechos mientras el César engorda.

Fernando dijo...

¿"Enfadosas"?

Eso suena puro mexicano, Enrique. ¿Es un término culto en Andalucía?

Anónimo dijo...

Veo en el paréntesis la protesta ante el olvido del "dad a Dios...", al que se refiere el primer comentario.
Llama la atención que el denario que dio pie a la respuesta se lo tuvieran que prestar...
Jilguero

María dijo...

Pero a Dios no hay que darle denario, Jilguero, sino que hay que darle lo que es suyo.

Anónimo dijo...

Sólo quería poner de relieve la rigurosa forma en que Cristo vivía la pobreza.
Sin duda me he expresado mal, María.

marinero dijo...

No sé si D. Enrique Monasterio es consciente de que esa crítica a ciertos creyentes es muchas veces expresada por gente que no lo es, recordándoles lo que Cristo dijo. Obviamente, para los no creyentes lo de "dar a Dios lo que es de Dios" tiene, como él dice, menos importancia. Por otra parte, instar a los cristianos a cumplir con sus obligaciones civiles no es instarles a "alimentar al César", sino simplemente recordarles una obligación que tenemos todos, creyentes y no creyentes. Porque estamos en una democracia, esto es, un sistema en el que el "César" es elegido por unos y otros. Y el deber de "cumplir con sus obligaciones civiles" compete a todos. Supongo que él no será partidario de que los cristianos dejen de cumplirlas, para no "alimentar al César"...