lunes, 14 de marzo de 2011

Hombre de demasiada fe

No llueve, jarrea. Y yo tengo que ir a Correos, vaya por Dios, a Correos, que está en el centro del pueblo, donde aparcar es imposible. Y no llevo paraguas. Cuando paso por la puerta de la oficina, veo coches en doble fila y sobre el paso de peatones y parados y sonando los cláxones, y me acuerdo de pedir a lo Alto, como me enseñaron de pequeño, un aparcamiento. Pero enseguida me corrijo, y me parece ése un favor a la vez insignificante y, a la vista del tráfico, muy difícil. Prefiero pedir, pues, otro milagro, más a la medida de la misericordia de Dios. Que yo, como es de esperar, no encuentre un sitio y tenga que ir muy lejos a aparcar, sí, pero que deje de llover entonces y salga el sol y luzca un arco iris, y yo vaya felizmente paseando, oliendo a aire limpio y a agua dulce, viendo las gotas indecisas —como en un anuncio de colonia— aún sobre la piel tersa de las hojas de los naranjos, hasta llegar, al fin, saltando (casi bailando) para no meter el pie en ningún charco azul, dando gracias a Yavé, como el rey David, hasta la puerta de Correos… En mitad de esas ensoñaciones, veo que va a salir un coche, ¡salir!, ¡un coche!, pero me lo he pasado, pero no viene nadie, oh, nadie, así que puedo dar marcha atrás y aparcar, sí, aparcar. Sigue jarreando, y qué: estoy a veinte metros de la puerta de Correos. Doy dos saltos, dos pasos de baile breve bajo la lluvia, que apenas puede darme dos manotazos en la espalda.

La importancia de este sucedido radica en que no se trata de un caso aislado. Mutatis mutandis, estoy siempre en las mismas. Por poner el peor ejemplo, cuando me cuentan que alguien está muy enfermo, mi tendencia es ponerme a pensar ipso facto en el paraíso, en vez de rezar mucho para que se cure. Mientras esperaba mi turno en Correos, me he hecho el firme propósito de pedir más y, sobre todo, más humildemente por los aparcamientos y por las curaciones.

7 comentarios:

Ana Agüero dijo...

¡¡¡Bravo, bravo, bravo!!!
Un post deslumbrante, en forma y fondo... hace honor al título del blogg.

María dijo...

Lo que ha llovido, aquí también.

Nunca es demasiado lo bueno. Y siempre será posible tener más. Así que pide, pide. Incluso más fe.ancialv

Carlos RM dijo...

Hay que pedirlo todo. El problema es aceptar lo que no se nos concede. Y ahora que lo pienso, también lo concedido. Y pedir en cruz: yo por ti, tú por mí, y así...

Ignacio Trujillo dijo...

¡Genial como describes/escribes...!
Yo esta mañana de lluvia también encontre aparcamiento milagrosamente en un centro embotellado. ¡Dios también anda entre los pucheros!

Fernando dijo...

Qué bonito, Enrique.

Pura poesía,
pura teología.

Perfecto.

Miriam dijo...

Genial¡

Miriam dijo...

Recordando esta entrada,pedir por pedir, pediremos todo: ordenador, archivos y un buen ladrón arrepentido

http://angelsanchezt.blogspot.com/2011/03/menudo-disgusto-me-he-llevado.html