viernes, 14 de junio de 2013

Terremoto


El miércoles me quedé un rato más en el IES para mandar desde allí la reseña a José Mateos. Tenía una comida con el Departamento de Sanitaria, y vinieron a buscarme, y les dije: "Id yendo vosotros. Tengo que enviar un trabajo, y ahora salgo corriendo". "Vale, hasta ahora, no te pierdas, eh". Ya solo, dando la última lectura antes del fatídico "enviar", de pronto, un sentido temblor, que la estructura frágil del instituto aumentaba: como lo de la sensación térmica, pero en sensación telúrica. Era todo un terremoto. Yo como soy muy hipocondríaco, me puse en lo peor, y como soy muy optimista, pensé: "De mí dirán que morí por mi amor al trabajo y a la literatura", y no me parecía mala muerte, en absoluto.  Enseguida pasó y no pasó nada, pero me hizo ilusión haber sentido tanto el terremoto en el grandísimo silencio y quietud de un inmenso instituto sin alumnos. 

Luego, sin embargo, he venido comprobando del miércoles a acá que estamos más conectados con la naturaleza de lo que pensamos. Como si algo se me hubiese movido por dentro. Se me han ido sucediendo pequeños temblores, fallas, inquietudes, palpitaciones, diminutos miedos, leves inseguridades... Aquí lo escribo, por si así se me pasan ya las réplicas. 


1 comentario:

carmen dijo...

He querido colgar un comentario en la crítica pero no lo he conseguido.

Me parece una reseña profunda e ilustradora, que invita, no sólo a la relectura de este libro, sino de toda la obra de Pepín, dotándola de una entidad de conjunto que la hace aún más significativa y trascendente. Aporta claves y referencias de lectura para comprender mejor al autor y su obra. A mí también me entusiasma el poema: "Lo que sé yo no sé por qué lo sé / lo que sé son palabras de hace siglos / que dejan en mis manos / la forma de una huida"...