jueves, 3 de octubre de 2013
La rosa es sin por qué
Se habla mucho de los porqués en cadena de los niños. ¿Por qué? Porque es evidente y repetitivo. Que yo sepa no se habla del sin porqué, pero yo lo he visto, y me ha emocionado más.
Le dije a Carmencita en un arrebato: "Te quiero muchísimo". Y vi perfectamente cómo iba a preguntarme por qué, incluso empezó: "¿P..." Pero se lo pensó mejor, le brilló una pequeña luz en los ojos, muy pequeña, sonrío levemente, y calló. Había descubierto el sin porqué, tan misterioso y tan claro.
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5 comentarios:
Porque nadie manda en un corazón, ni siquiera en el suyo.
Nada sucede sin una razón suficiente, decía, si mal no recuerdo, Leibniz. Habría que indagarla. En la Biblia hay pistas.
Jilguero.
No sé si Leibniz es un testimonio demasiado atendible. Copio a Borges: "No pasa un día sin que usemos la palabra optimismo, que fue acuñada por Voltaire contra Leibniz, que había demostrado (a despecho del Eclesiastés y con el beneplácito de la Iglesia) que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Voltaire, muy razonablemente, negó esa exorbitante opinión. (En buena lógica, bastaría una sola pesadilla o un solo cáncer para anularla)". No, no vivimos en el mejor de los mundos posibles, y las "razones suficientes" de Hitler, por ejemplo, son atroces. Por eso, porque "no vivimos en el mejor de los mundos posibles", nos cabe la esperanza de mejorarlo, siquiera un poco.
Evidentemente, era un pesimista Leibniz, si para él este es el mejor de los mundos posibles. En realidad, no estamos en condiciones de pronunciarnos sobre el asunto, nos falta perspectiva. El propósito de mi anterior comentario era más modesto, poner de relieve que todo ocurre por algo, lo que no quiere decir que todo tenga una justificación moral: no la tienen las atrocidades de Hitler y demás dictadores.
Jilguero
Es que la chiquilla se tropezó ahí con algo que no necesita nada más para ser.
En cuanto se dio cuenta, paró la máquina de preguntar.
Lo que no necesita más para ser es un "primer principio".
Y el amor paterno es un reflejo particularmente nítido del Primer Principio con todas las mayúsculas.
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