jueves, 10 de abril de 2014
El humor no es nuestro
Hay un poema, creo que inédito aún, de Jesús Beades en el que expresa la angustia deslumbrada de un padre al ver a su hijo crecer sin parar, esto es, el frenético irse de la niñez, sin freno. Nadie se baña dos veces en el mismo niño, vienen a decir Beades el Claro y Heráclito el Oscuro en un poema hecho de agudos contrastes, que ya hubiese querido escribir yo, el Claroscuro.
Hay una lección que lamento mucho no estar aprovechando al máximo y que se me escape entre los dedos como el agua (del río de etcétera, etcétera). La lingüística. Unos niños pequeños son un tesoro para el aficionado al lenguaje. Ayer, tras ponerles de nuevo la canción de Loquillo, le recordé a Enrique, llevado del entusiasmo, que él puede contar conmigo. Contagiado, me dijo: "Sí, papá, puedo, ¡puedo!: uno, dos, tres, cuatro..."
Nos reímos mucho, emocionados. Y ahora que lo escribo, y pienso en Leonor y en nuestros equilibrios económicos, pienso que "contar con uno" tiene también mucho, en efecto, de contabilidad pura y dura, hecha juntos, encarando los balances. Pero venía a hablar de otra cosa. Enrique se sorprendió de nuestras risas, porque el verdadero humor es involuntario.
A Carmen le pasa ya (ay, el río, etcétera) que nos reímos por algo que dice, por algo que defiende normalmente, porque es una defensora (a lo Chesterton) imaginativa y guerrera; y se sorprende de nuestras risas. Pero como ya es mayor, detecta algo agradable y poderoso en hacer reír a los demás. Tras nuestra risa, intenta alargarla haciendo el payaso o diciendo culo, pero ya no lo consigue. Ella está descubriendo, poco a poco, dónde está la gracia, la esquiva gracia; yo he aprendido que el humor es, en esencia, involuntario, que no depende talmente de nosotros, que es un don, que no es nuestro.
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1 comentario:
¿Hay conexión lingüística entre la gracia como don sobrenatural y la gracia como lo que, sin pretenderlo, provoca la (son)risa?
Jilguero.
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