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Me interesa agradecer las ilustraciones que ha venido haciendo Rosell, que han mejorado tanto mi relato de verano, y llamar la atención sobre la de hoy, quizá la menos espectacular, pero la más sorprendente. Esta entrega tiene un velado transfondo giradiano, como reconocerá cualquiera que conozca su obra, pero nadie más, oculto tras la historia, el folletín, el humor y el romanticismo. Rosell demuestra su genialidad al haber captado esa esencia en su dibujo, que tiene un aire indudable a follón del sanedrín. Qué buen lector hay que ser para ser un ilustrador óptimo.
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