sábado, 20 de agosto de 2016
Espíritu de contradicción
Quique tiene la fea costumbre —no siempre voy a poner bien aquí a mis hijos aunque sea por disimular— de contradecirnos, como en un juego, al que no me gusta jugar. "No os bañéis, que hay muchas olas", ordeno yo. "No hay ninguna ola", dice él. Anoche: "Acostaos, que nos espera mañana un día larguísimo". "Un día cortísimo", dice, pues quiere ver los últimos minutos, tan tristes, del baloncesto. "Larguísimo". "Cortísimo". Al final, he de darle un grito y exigirle que diga, sin ninguna gana: "Larguísimo". Se va a la cama llorando.
Acabo de subir las persianas, advirtiendo hay que correr, que dentro de una hora tenemos que coger el tren para Madrid. Carmen no se inmuta. Él abre un ojo y dice: "Un día larguísimo". Medio tapado por la almohada no sé si es arrepentimiento de su tozudez de anoche, reconocimiento de la verdad de nuestra jornada o una ironía madrugadora. En cualquiera de los tres casos, la gracia es la misma.
Y yo también corro, que llevamos el tiempo en los talones.
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2 comentarios:
La época de la contradicción sistemática es una etapa normal del desarrollo infantil.
La mejor manera de reaccionar a esa manera de afirmarse es ironizar dándole la razón.
Con los niños la ironía funciona mucho mejor que los gritos. Cuando uno de los míos de pequeño lloraba por capricho, yo le decía: - "Qué bien cantas". Y él: - "No canto, estoy llorando". Y yo: "No, estás cantando". Etc. Y la ironía le quitaba las ganas de seguir llorando.
Es un video muy tonto y no creo que funcione con Quique, pero ahí va:
https://www.youtube.com/watch?v=t_oQgQ4GTG4
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