Ayer le había leído a Manilla:
Aguarda, caminante,
y piensa en el viajero de mañana
que ha de pasar junto a tu tumba un día
que espero muy remoto:
querrás que se detenga y haga un alto,
comparta su calor contigo, diga
tal vez unas palabras
que te acerquen la vida que hay ahí fuera.
Si no por mí, desconocido al cabo,
ten compasión de ti.
Claro que en mi caso, no se trataba de desconocidos, ni mucho menos. Son ellos, además, los que han tenido compasión de mí.
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