sábado, 3 de octubre de 2020

Boy scouts

 

Ha querido el azar (ejem) que pase en vespa por un callejón inesperado y me he encontrado con una imagen muy melancólica. Estaban descargando de una camioneta las sillas plegables que se usan en la misa en el prado de al lado de mi casa durante el verano. He hecho un plano mental y, efectivamente, la parroquia podía dar, por detrás, a este callejón y tener aquí un almacén. Era la perfecta metáfora del final del verano. Felipe Benítez Reyes, que es más lírico, habla de las últimas sombrillas en la playa, pero como yo soy más güelfo, he de ceñirme a las sillas de la capilla.

Me ha distraído ver que el trabajo lo estaban haciendo los boy scouts de la parroquia y que había un muchacho muy gordo y sudoroso dándolo todo con gran alegría. Con ese autodesdén que nos tenemos los gorditos, he pensado, resignado, que qué acogido estaba el preadolescente gordito en ese ambiente parroquial. 

Jugando conmigo, el azar (ejem) ha querido que en ese momento saliese una girl scout monísima, esbelta, despampanante a por otra silla. Bien. Lo que no quita que siga dando gracias (más gracias) al ambiente parroquial por mi colega gordito, que lo tiene, además, tan bien acompañado con toda naturalidad. 



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