viernes, 4 de agosto de 2006

Traducir del español

Cuando dije que Leonor se había comprado unas sandalias doradas en el mercadillo, no sabía donde me metía. Y no porque a algún lector anónimo le haya servido el asunto para tirar dardos irónicos a nuestra supuesta sencillez por mercar en unos tenderetes en vez de irnos de compras a Londres, como Zapatero. El problema de haber escrito "mercadillo" es que en El Puerto no se llama así. Un amigo indígena que entró en mi blogg lleva riéndose de mi acento madrileño desde entonces. Aquí el mercadillo se llama "Los gitanos". O sea que Leonor se compró sus sandalias en Los gitanos.

¿Que por qué no lo dije así? Pues porque cuando uno escribe, aunque sea en español, también tiene que traducir, como explicaba Eugenio d'Ors. No rechacé el nombre local por political correctness, que quede claro: para mí la gitanería es casi un blasón de nobleza, por motivos que explicaré en alguna próxima entrada. Lo quité porque me pareció que un nombre así de típico se comería mi historia. Por ejemplo, Inma, que es de Tarragona, no se habría fijado en las sandalias, y nos habríamos perdido su retahíla. Para una novela, y más si es costumbrista, y más si es de Fernán Caballero, que el mercadillo se llame Los gitanos es perfecto. Para una nota de blogg me pareció demasiado. Si acerté o no, ya no se sabe, pero escribir es tener en cuenta esos matices y equilibrios.

Ahora Luis, que nos visita desde Miami, pero es más de Cádiz que La Caleta, dirá: "Y menos mal que Leonor no compró sus sandalias en el mercadillo de la capital, que se llama El Piojito".

9 comentarios:

Anónimo dijo...

En Jerez, al mercadillo también se le llama "los gitanos"...o se le llamaba. Desgraciadamente, lo que en tu caso nada tiene que ver con la corrección política, es una plaga real que amenaza con acabar con una parte de nuestra lengua. Ya casi no se escucha decir "los gitanos" al mercadillo; "china" (o "chino") a las piedrecillas, "judías" a las habichuelas...y eso por hablar sólo de palabras confundibles con razas o nacionalidades, porque si hablamos de otras palabras, algunas parecen, simplemente, estar prohibidas: marica, mongolito, subnormal, cojo, negro, moro, etc. Ahora todo hay que expresarlo con eufemismos y circuloquios que atentan directamente contra la naturaleza de las lenguas, que es la precisión y la brevedad. Y en caso de que se digan las palabras malditas, lo que ya casi nunca ocurre, se han de suavizar con el diminutivo -ito. Negrito, cojito, morito...Nosotros no somos blanquitos, sino blancos (rosas o amarilloanaranjados, en realidad), así que cuando llamamos "negrito" a un negro, estamos ofendiendo al pretender evitar la ofensa, porque estamos haciendo que el valor intrínseco de la palabra "negro" sea inferior al de la palabra "blanco". Mi conclusión es que nos hemos convertido en una sociedad estupidita, aunque eso ya lo sabíamos todos desde hace mucho tiempecito, ¿no?

Carlos RM dijo...

Enrique, era pertinente la sustitución o, como ahora, la aclaración. Sin ser de Andalucía o sin conocer sus expresiones “los gitanos”, a secas, no se entendería. No deja de ser curioso que “madrileño” sirva como sinónimo de “de Depeñaperros hacia arriba”. Pobre Madrid, tan acogedora.

En cuanto a lo que escribe Nadie, estoy de acuerdo aunque haciendo la siguiente consideración. El problema de estas palabras claras y precisas es que han estado (y siguen estando, en algunos casos) cargadas de desprecio. Se puede calificar a alguien negro con toda naturalidad; pero también con toda maldad, y esto es lo reprochable. Coincido en la crítica a los eufemismos; lo mejor es retornar a los términos de siempre, despojados de prejuicios. Me refiero a que nadie es peor ni mejor que nadie (con minúscula, en ambos casos) por razón de su raza. En definitiva el problema no es lo que se dice, sino cómo se dice.

Inma dijo...

También creo conveniente traducir "del español", aunque a veces el color local da cierta gracia y autenticidad a la prosa.
A veces, incluso, hay que traducir del propio "léxico familiar", porque en cada casa se habla un poco distinto y sin movernos de nuestra propia ciudad se nos podría malinterpretar.

Esto viene al caso de las famosas sandalias. También me habría interesado por ellas aunque hubiera leído que habían sido compradas en "Los gitanos".
No me suena despectivo, precisamente porque forma parte de mi "léxico familiar": mis hermanos, tan graciosos y en plan cariñoso, me llaman "gitanilla", por morena. Y justamente ayer estuve hasta las tantas jugando "a gitanas" con una niña simpatiquísima, que me enseñó lo que no sabía: el juego consistía en vestirnos "guapas,guapas" (con tacones y mil abalorios) y bailar dando palmadas en el aire y tocando la pandereta hasta el (dulce)agotamiento.

Anónimo dijo...

Gracias por el guiño, Enrique, presumo de ser más de cadi que las pieras de la caleta, aunque en realidad siempre me he sentido a dos aguas, como un injerto de Cádiz en el puerto. Y fíjate, a mi tu intento de ser más claro, me llamo la atención y me causo confusión ya que no sabia si te referías al piojito o a los gitanos. Pero callé por prudencia y porque intuí que lo hacías por escribir hacia un publico más amplio que el local, además de que con la calo que ha hecho estos días, pocas se acercarían a Cádiz para ir al piojito. Eso sí dicen que con el ferry ahora se llega de maravilla. Bueno que pierdo el hilo, la verdad es que es un placer leerte, no solo por el aire de la tierra que emana del blog, si no por lo que aprendo, que con tu clase práctica de hoy ya tengo para cavilar varias jornadas sobre el uso de las palabras. Y comprendo que escribas con una intención aunque luego los lectores te salgamos rana y hablemos de lo que nos de la gana.

Juan Ignacio dijo...

Por lo que se ve, hay un gran cuidado detrás de cada entrada. Qué bien.

Anónimo dijo...

En efecto, Carlos, tienes razón. El problema es que ahora, aunque digas "negro" con toda naturalidad y sin el menor ánimo de ofender, serás mal mirado. La intención y el contexto han dejado de ser extras enriquecedores y matizadores del lenguaje. Lo políticamente correcto, como buena dictadura, ha dejado de ser una opción para convertirse en una obligación.

Anónimo dijo...

Nadie, también lo hace todo más divertido pues basta con empeñarte en decir ciertas palabras para pasar a convertirte en un rebelde que lucha contra las tiranía de lo políticamente correcto. La cuestión es no someterse a estas papanateces.

Anónimo dijo...

Creo yo que la decisión tomada, muestra al educador que es Enrique. Algo de lo que no se siente como un tema principal del blog pero que trasluce en estos gestos. Supongo yo que serán un tipo de deformación profesional.

Buen fin de semana a todos.

Jesús Beades dijo...

Para cualquier niño de barrio, en Sevilla, el mercadillo se puede llamar "los gitanos" o "los negros", e incluso "los jipis", aunque señala diferentes matices. "Los gitanos" aludiría a un gran mercadillo de cosas útiles y baratas, sobre todo ropa. Es la expresión más genérica, y son mercadillos en zonas periféricas de la ciudad, grandes explanadas. "Los negros" a los que venden gafas de sol, abalorios, bolsos y bisutería, normalmente junto a centros comerciales, o en cualquier avenida transitada. Y "los jipis" más o menos lo mismo, pero con esa cara artesanía (o pseudo-artesanía): cuero, plata, Bob Marley en un pañuelo, y demás. Las sandalias de Leonor podrían provenir de cualquiera de ellos.