Los bares clausuran otro año.
Un grupo de jóvenes golpea una máquina de refrescos.
Un coche a todo trapo cruza la avenida.
Te cojo de la cintura y te aprieto contra mí.
Me alivia saber que nos estamos haciendo viejos para esta noche.
lunes, 31 de diciembre de 2007
Poesía preventiva
El poema sobre la Nochevieja es de Pablo Casares (San Sebastián, 1972). La negrita (o azulita) es mía:
domingo, 30 de diciembre de 2007
Rendidos
Por fin he comprendido a los progres. No corroen la tradición, ni cambian el mundo, ni asedian a la Iglesia, aunque lo parezca y/o lo pretendan. No hacen más que rendirse, los pobres.
Se vio con la ETA. Negociar con los que asesinan para que por favor lo dejen, es —como les señaló media España— ponerse de rodillas. En verdad teníamos que haberlo visto mucho antes: un progre es un marxista que se ha entregado al capitalismo, si me perdonan la contradicción, que es de ellos. Aunque yo reconozco que sólo ahora, con lo del aborto, he comprendido del todo que la rendición incondicional es la esencia del progreso. Había una ley y esa ley no se cumplía hasta que llegó una jueza que la aplicó; y entonces ellos deciden cambiar la ley para despenalizar todas las conductas ilícitas. O sea, que —dispuestos a no enfrentarse jamás al delito— se apresuran a declararlo legal.
Los ejemplos podrían multiplicarse. Educar es esforzado, ¿verdad?, pues entonces no se educa y se prohíbe hasta el pedagógico cachete. Y si los alumnos suspenden, para evitar el fracaso escolar, se les permite pasar de curso con cuatro suspensos, hala. El problema no se resuelve; se disuelve en una pasta gelatinosa y tibia de vaguedades y demagogia, donde se camuflan a gusto.
Sus relaciones con los dictadores son análogas: ¡venga diálogo con Gadafi, Castro y Chávez! Ni por la democracia que tanto invocan se esfuerzan lo más mínimo. Con el Sáhara y el Sultán de los Creyentes Mohamed VI igual, o sea, nada. Su defensa del divorcio es, bien mirada, una exaltación de la derrota, ¿o no? El divorcio nunca es una lucha si exceptuamos la feroz en los juzgados por ver quién se lleva la pasta. La lucha heroica sería tratar de salvar los matrimonios.
Son esas mismas ganas de rendirse lo que produce la rabia sorda, un punto acomplejada, contra los que no nos conformamos. También lo que explica su enorme éxito de crítica y público, porque no pelear parece más confortable y comercial.
No son tan fieros como se pintan: son acomodaticios y blanditos. Quizá inocentes, porque todo lo inocula su ideología. Creen en serio ese insulto a la inteligencia —que decía Cioran— de que la historia progresa inevitablemente. Y, creyéndoselo, resulta lógico que se dejen arrastrar por la corriente, limitándose a flotar, haciendo el muerto.
Se vio con la ETA. Negociar con los que asesinan para que por favor lo dejen, es —como les señaló media España— ponerse de rodillas. En verdad teníamos que haberlo visto mucho antes: un progre es un marxista que se ha entregado al capitalismo, si me perdonan la contradicción, que es de ellos. Aunque yo reconozco que sólo ahora, con lo del aborto, he comprendido del todo que la rendición incondicional es la esencia del progreso. Había una ley y esa ley no se cumplía hasta que llegó una jueza que la aplicó; y entonces ellos deciden cambiar la ley para despenalizar todas las conductas ilícitas. O sea, que —dispuestos a no enfrentarse jamás al delito— se apresuran a declararlo legal.
Los ejemplos podrían multiplicarse. Educar es esforzado, ¿verdad?, pues entonces no se educa y se prohíbe hasta el pedagógico cachete. Y si los alumnos suspenden, para evitar el fracaso escolar, se les permite pasar de curso con cuatro suspensos, hala. El problema no se resuelve; se disuelve en una pasta gelatinosa y tibia de vaguedades y demagogia, donde se camuflan a gusto.
Sus relaciones con los dictadores son análogas: ¡venga diálogo con Gadafi, Castro y Chávez! Ni por la democracia que tanto invocan se esfuerzan lo más mínimo. Con el Sáhara y el Sultán de los Creyentes Mohamed VI igual, o sea, nada. Su defensa del divorcio es, bien mirada, una exaltación de la derrota, ¿o no? El divorcio nunca es una lucha si exceptuamos la feroz en los juzgados por ver quién se lleva la pasta. La lucha heroica sería tratar de salvar los matrimonios.
Son esas mismas ganas de rendirse lo que produce la rabia sorda, un punto acomplejada, contra los que no nos conformamos. También lo que explica su enorme éxito de crítica y público, porque no pelear parece más confortable y comercial.
No son tan fieros como se pintan: son acomodaticios y blanditos. Quizá inocentes, porque todo lo inocula su ideología. Creen en serio ese insulto a la inteligencia —que decía Cioran— de que la historia progresa inevitablemente. Y, creyéndoselo, resulta lógico que se dejen arrastrar por la corriente, limitándose a flotar, haciendo el muerto.
sábado, 29 de diciembre de 2007
Jo, Joseph Joubert
La literatura. A lo que no tenga encanto y cierta serenidad no podremos llamarlo literatura. Incluso en la crítica debe hallarse alguna amenidad; si falta por completo, entonces ya no es literatura. En los periódicos encontramos todo el tiempo esta repelente controversia. Donde no hay ninguna delicadeza no hay literatura.*
Cuando las palabras están bien escogidas son abreviaciones de frases.*
Que las palabras se separen bien del papel: es decir, que se fijen fácilmente en la atención, en la memoria, que sean fáciles de citar y desplazar.*
Podemos muy bien imaginar e incluso imitar el estilo de los hebreos y de los griegos sin saber una palabra de su lengua, pero no sin conocer a sus escritores.*
Voltaire tenía el alma de un mono y el ingenio de un ángel.*
Hay mil maneras de decir lo que se piensa, y una sola de decir lo que se es.*
La ignorancia, que en moral atenúa la falta, es en literatura una falta capital.*
Escribiendo demasiado arruinamos nuestro espíritu; no escribiendo, lo oxidamos.*
Es imposible volvernos instruidos si sólo leemos lo que nos gusta.*
Mis descubrimientos (y cada cual tiene los suyos) me trajeron a mis prejuicios.*
Tres condiciones son necesarias para hacer un buen libro: el talento, el arte y el oficio. Es decir: la naturaleza, la factura y la costumbre.*
La verdadera profundidad viene de las ideas concentradas.*
Todos nuestros instantes de luz son instantes de dicha. Cuando hay claridad en nuestro espíritu, hace buen tiempo.*
Para escribir bien se necesita una facilidad natural y una dificultad adquirida.*
En los trabajos del intelecto el cansancio previene al*
hombre de la esterilidad del momento.
La alta filosofía nos enseña a no ser demasiado filósofos.*
No puede hallarse poesía en ningún lado cuando no se lleva dentro.
Joseph Joubert. Sobre el arte y la literatura. Periférica, 2007
jueves, 27 de diciembre de 2007
La naturaleza imita al arte
Acabo de llegar de un funeral en el que varios amigos habían leído, con aprobación, mi artículo de ayer. Lo curioso es que dos (sí, sí, dos, y ni uno menos) me han dado unos cachetitos: plaf-plaf, mientras me lo celebraban. Jolín, qué cuidado hay que tener con lo que uno elogia.
Un silencio chestertoniano
O sea, de los gordos. Se me ocurrió una paradoja para el artículo de ayer que me callé: la de que el Estado ve con malos ojos que los padres (que nos quieren tanto) den un coscorroncete pero no que la policía nos reduzca con la porra o, en su caso, con la pistola. Chesterton --tan anarquistoide-- se hubiese relamido con el contraste, tan suyo. Él podía, en un mundo bastante más sólido. Yo, sin embargo, tengo que andarme con pies de plomo, no vaya a leerme Zapatero y a gustarle la idea y a dejar a los pobres polis inermes, que él es capaz.
miércoles, 26 de diciembre de 2007
Elogio del cachete
Desgraciadamente no puedo elogiar el cachete por experiencia propia. Ni tengo hijos a los que dar “una corrección razonable y moderada”, como decía antes el Código Civil, ni mis padres me dieron los cachetes que yo me merecía, lo cual me temo que explica demasiadas cosas. Aunque alguno me dieron, a Dios gracias.
Mis padres, tan extraordinarios en otros aspectos, en esto fueron de lo más ordinarios. La paternidad lleva implícito un cariño desbordado por los mocosos, que, visto desde fuera, resulta bastante sorprendente. Ese cariño insondable les dota de una paciencia sobrehumana y también les retrae bastante a la hora de soltar un coscorrón. Los amigos de los padres o sus vecinos, personas de tímpanos delicados y de paciencia humana, daríamos con gusto el razonable, el moderado coscorroncete, pero no entra dentro de nuestras facultades. La naturaleza es muy sabia y concede la autoridad a quien la usará de forma muy comedida.
Por supuesto, siempre hubo excepciones: padres malas bestias, pero a ésos se les aplicaba con toda justicia el Código Penal. Lo extraño de la nueva reforma es que el Estado prohíbe a los padres normales ejercer el derecho ancestral de educar a sus hijos con el punto y aparte de un cachete. Ahora, por norma, se establece la necesidad de dirimir las discrepancias “con respeto a la integridad física y psicológica” de los menores. ¿Y la integridad física y psicológica de los mayores, qué?, preguntaría uno, que al menos en esto es un observador imparcial (y muy preocupado, por cierto, con lo que observa).
Desde un punto de vista propagandístico, la medida es una torpeza, porque la Educación por la Ciudadanía ya había despertado en amplios sectores de la sociedad la sospecha de que el Gobierno se mete donde no lo llaman. Esta prohibición del cachete levantará aún más suspicacias en los que ven mal que se intervenga la educación de sus hijos. Y desde un punto de vista práctico, cómo se aplicará: ¿crearán un fiscal anticachete, una brigada antiazotanina o esperarán a las denuncias de los ofendidos chavalines?
Algunos han señalado la paradoja de que sean los mismos que están por la labor de permitir que trituren a los fetos de hasta 30 semanas los que prohíban ahora que se les dé una palmada en el culete a los niños a partir de los 40 semanas. En el fondo, no hay tal. Con sus evidentes diferencias, ambos casos son maneras de quitarse un problema de encima. Lo difícil para los padres es educar, reñir e incluso pegar un cosqui si resulta necesario. Nos lo decía mi madre, la pobre, cuando no le quedaba más remedio que darnos una torta: “Me duele más a mí”.
Mis padres, tan extraordinarios en otros aspectos, en esto fueron de lo más ordinarios. La paternidad lleva implícito un cariño desbordado por los mocosos, que, visto desde fuera, resulta bastante sorprendente. Ese cariño insondable les dota de una paciencia sobrehumana y también les retrae bastante a la hora de soltar un coscorrón. Los amigos de los padres o sus vecinos, personas de tímpanos delicados y de paciencia humana, daríamos con gusto el razonable, el moderado coscorroncete, pero no entra dentro de nuestras facultades. La naturaleza es muy sabia y concede la autoridad a quien la usará de forma muy comedida.
Por supuesto, siempre hubo excepciones: padres malas bestias, pero a ésos se les aplicaba con toda justicia el Código Penal. Lo extraño de la nueva reforma es que el Estado prohíbe a los padres normales ejercer el derecho ancestral de educar a sus hijos con el punto y aparte de un cachete. Ahora, por norma, se establece la necesidad de dirimir las discrepancias “con respeto a la integridad física y psicológica” de los menores. ¿Y la integridad física y psicológica de los mayores, qué?, preguntaría uno, que al menos en esto es un observador imparcial (y muy preocupado, por cierto, con lo que observa).
Desde un punto de vista propagandístico, la medida es una torpeza, porque la Educación por la Ciudadanía ya había despertado en amplios sectores de la sociedad la sospecha de que el Gobierno se mete donde no lo llaman. Esta prohibición del cachete levantará aún más suspicacias en los que ven mal que se intervenga la educación de sus hijos. Y desde un punto de vista práctico, cómo se aplicará: ¿crearán un fiscal anticachete, una brigada antiazotanina o esperarán a las denuncias de los ofendidos chavalines?
Algunos han señalado la paradoja de que sean los mismos que están por la labor de permitir que trituren a los fetos de hasta 30 semanas los que prohíban ahora que se les dé una palmada en el culete a los niños a partir de los 40 semanas. En el fondo, no hay tal. Con sus evidentes diferencias, ambos casos son maneras de quitarse un problema de encima. Lo difícil para los padres es educar, reñir e incluso pegar un cosqui si resulta necesario. Nos lo decía mi madre, la pobre, cuando no le quedaba más remedio que darnos una torta: “Me duele más a mí”.
[Grupo Joly]
lunes, 24 de diciembre de 2007
¡Feliz Navidad a todos!
VILLANCICO
Cada año nace Dios,
¿para cuándo nazco yo?
Es Navidad novedad
que se repite incesante:
se nos pone Dios delante
hecho Niño en el Portal.
Y, en medio de la emoción,
no dejo de preguntarme:
"Cada año nace Dios,
¿para cuándo nazco yo?"
sábado, 22 de diciembre de 2007
Wislawa lo vale
Primero había acudido (por un regalo de amigo invisible) a la librería de viejo El Arrebato y me había entrado el ídem. Luego, por supuesto, a Hiperión, donde lo tenían todo y lo compré bastante. Menos lo nuevo de la Szymborska, que se había agotado. Bien por ella. Mal por mí. Entonces, cargado como un mulo (un mulo bibliófilo), bajé la calle Alcalá, con un frío casi burgalés. Bajo una llovizna en cursiva, crucé atestados pasos de cebra. Subí --el plástico de las bolsas y el frío cortándome las manos-- la Gran Vía, que es la gran cuesta. Todo en dirección a la horrible Casa del Libro, por ver si allí tenían a Wislawa. Porque ella lo vale y porque afirmé en una encuesta para la revista Chesterton que mi próximo libro iba a ser Dos puntos y quisiera cumplir mi palabra. Sudaba por dentro, me helaba por fuera. Todo estaba resultando muy polaco. La cuesta inacabable, las bolsas pesadas y eso que llevaba libros tan ligeros como Alada claridad de Yosa Buson o los 99 haikus de Ryookan o, por fin, a Florenski. Con un sudor amarillo que no presagiaba nada bueno, entré en la Casa de marras. Un bofetón de calor y humanidad cultísima. Tras varios intentos escaleras arriba y abajo, pregunté a un señor de allí, que ni idea, pero que si no lo he encontrado con esa cara de ansiedad y esfuerzo que llevo es que es imposible. Al salir, miro el escaparate. Estaba atestado, ajedrezado, con dos libros: Zapatero de Suso del Toro y Las benévolas de Jonathan Littell. Me entra el fervor poético y se me ocurre este extraordinario epigrama:
Tal para cual.El fervor poético anunciaba el fervor febril y ando medio malo hoy, lo cual me ha impedido ir a un SPA con toda mi familia (política), ay. No he tenido más remedio que quedarme solo, en el cuarto del hotel, calentito, leyendo la antología de Ángel del Río de grandes moralistas castellanos (Editorial Éxito, 1968) que encontré en El Arrebato.
viernes, 21 de diciembre de 2007
Argumentos
Me proponía firmemente correr un tupido, pudoroso velo sobre mis navidades en familia (política). Sin embargo, no se puede defraudar al respetable, y tendré que descorrerlo un poco. Mi muy respetable abuela (política) sigue, con noventa y cuatro años y mucho interés, mis Rayos y mis truenos, sobre todo desde lo de la compota. Hablando por teléfono con su nieta suele preguntarle (con un punto de guasa) por la bitácora. Ayer, anticipando las navidades, se dejó caer del todo: "Y Enrique, para su blog, va a tener muchos argumentos ".
jueves, 20 de diciembre de 2007
ay, yayay
Los que se preocupan tanto por mi salud moral y mi falta de humildad estarían muy contentos por la cura a la que me sometieron ayer. Y no es, no, porque después de mi conferencia sobre los villancicos, la cantaora, Ignacia la del tío Benito, o Benita la del tío Ignacio, levantara al público de sus asientos mientras que yo había recibido una discreta, consuetudinaria ovación. Eso va en los géneros y los estilos. La humillación fue la tila: nunca jamás una tila me crispó tantos los nervios. Había quedado media hora antes de la conferencia con el director del evento, que llegó tarde. Éste, meses antes, había entonado grandes loas a nuestra amistad para explicarme que no me pagaría por mi intervención. Tampoco -ni siquiera- la tilita, sino que cuando llegó la hora de pagar, miraba para otro lado. Luego, en el escenario, Benita o Ignacia, la del tío viceversa, habló constantemente de que le pagaban y que el dinero es mu malo (eso en dos fandangos mu, mu sentíos) y que no haría bises porque no entraban en el presupuesto, ay, yayay. Ya digo que eso fue lo que me dolió, en la cartera, o sea, en la dignidad, y no los aplausos entusiastas a la Benita-Ignacia, que se los merecía. De hecho, yo también aplaudí y me emocioné oyéndole cantar:
Pobrecita Virgen,
va pisando nieve,
pudiendo pisar
rosas y claveles.
miércoles, 19 de diciembre de 2007
Un pestiño
A estas alturas a nadie le extrañará lo más mínimo que los alimentos navideños hayan surtido generosamente el campo metafórico del cansancio y la torpeza. Que algo pesado y aburrido sea un pestiño es expresión que pudo sorprendernos mucho a principios de noviembre cuando probamos el primero del año. Ahora que llevamos entre pecho y espalda tamaño puñado de pestiños, la metáfora se entiende de sobra.
Lo mismo pasa con la descripción de alguien como que tiene un polvorón en lo alto. Por ejemplo, Moratinos; aunque del ministro sería todavía más exacto afirmar que lo tiene en la boca mientras farfulla afanosa, mofletudamente sobre la Afifanza de Cifilifafiones. Esto por limitarnos a los dulces más característicos, que la cosa se podría estirar a otras frases hechas, tales como andar con el pavo subido, dar la matraca o que nos den las uvas, todas de resonancias navideñas, pero poco festivas.
El habla popular ha andado aquí muy fina, porque efectivamente todo tiene un límite y lo cotidiano es mucho y feo. Si nos pusimos a comer turrones allá por septiembre, nada más volver de la playa, es lógico que lleguemos a la Nochebuena deseando que comience la Cuaresma, o, si quieren —por eso de la famosa Afifanza—, el Ramadán. Y quien habla de dulces lo hace de salados y de bebidas espumosas. Con las inexorables comidas de empresa uno alcanza la cena familiar al borde de su resistencia física y psíquica.
Qué lástima que, por haber comenzado dos meses antes con las luces y con los villancicos en los centros comerciales y con las degustaciones, vayamos ahora a pasar el día principal de las fiestas empachados y protestones, hartos en los dos sentidos de la palabra. En vez de admirar la mesa nos automedicamos almax y sal de frutas. En vez de aplaudir a la cocinera o al cocinero apuntamos el régimen de la lechuga. En vez de brindar comparamos pesos y tallas. En definitiva, en vez de felicitarnos por el derroche que supone que Dios se haya hecho Niño para redimirnos, estamos deseando que todo acabe pronto.
Aún estamos a tiempo, sin embargo. Yo me propongo —si me dejan— pasar estos días que quedan hasta la noche del 24 en relativa austeridad, acordándome del frío camino en burro de José y María hacia Belén. Por repetidas experiencias, sé que basta un día y medio de régimen para que el pavo trufado, los turrones, los pestiños, los polvorones e, incluso, el mismísimo conejo vuelvan a recuperar su originaria condición de suculentos manjares. Con cinco días de frugalidad, que son los que quedan, llegaremos a la Nochebuena con el espíritu y el estómago bien dispuestos para la gran celebración.
Lo mismo pasa con la descripción de alguien como que tiene un polvorón en lo alto. Por ejemplo, Moratinos; aunque del ministro sería todavía más exacto afirmar que lo tiene en la boca mientras farfulla afanosa, mofletudamente sobre la Afifanza de Cifilifafiones. Esto por limitarnos a los dulces más característicos, que la cosa se podría estirar a otras frases hechas, tales como andar con el pavo subido, dar la matraca o que nos den las uvas, todas de resonancias navideñas, pero poco festivas.
El habla popular ha andado aquí muy fina, porque efectivamente todo tiene un límite y lo cotidiano es mucho y feo. Si nos pusimos a comer turrones allá por septiembre, nada más volver de la playa, es lógico que lleguemos a la Nochebuena deseando que comience la Cuaresma, o, si quieren —por eso de la famosa Afifanza—, el Ramadán. Y quien habla de dulces lo hace de salados y de bebidas espumosas. Con las inexorables comidas de empresa uno alcanza la cena familiar al borde de su resistencia física y psíquica.
Qué lástima que, por haber comenzado dos meses antes con las luces y con los villancicos en los centros comerciales y con las degustaciones, vayamos ahora a pasar el día principal de las fiestas empachados y protestones, hartos en los dos sentidos de la palabra. En vez de admirar la mesa nos automedicamos almax y sal de frutas. En vez de aplaudir a la cocinera o al cocinero apuntamos el régimen de la lechuga. En vez de brindar comparamos pesos y tallas. En definitiva, en vez de felicitarnos por el derroche que supone que Dios se haya hecho Niño para redimirnos, estamos deseando que todo acabe pronto.
Aún estamos a tiempo, sin embargo. Yo me propongo —si me dejan— pasar estos días que quedan hasta la noche del 24 en relativa austeridad, acordándome del frío camino en burro de José y María hacia Belén. Por repetidas experiencias, sé que basta un día y medio de régimen para que el pavo trufado, los turrones, los pestiños, los polvorones e, incluso, el mismísimo conejo vuelvan a recuperar su originaria condición de suculentos manjares. Con cinco días de frugalidad, que son los que quedan, llegaremos a la Nochebuena con el espíritu y el estómago bien dispuestos para la gran celebración.
[Grupo Joly]
martes, 18 de diciembre de 2007
Insisto (lo siento)
El año 2004 escribí este villancico. Ahora se vuelve a hablar de la ampliación del aborto y yo lo vuelvo a entonar. Lo siento.
Con la ampliación del aborto
morirán más inocentes,
Gomorra exulta y las gentes
se odian… Hoy, Jesús, te exhorto
a que tu amor sea más corto
y no vengas al Portal…
No nos merecemos tal
derroche de paz desnuda.
Nos merecemos que acudas,
pero al Juicio Universal.
lunes, 17 de diciembre de 2007
Con PISA, sin pausa
Que el informe sobre el estado de nuestra educación se llame PISA ha dado mucho juego a los articulistas con lo de la torre inclinada. Me parece bien, porque lo cierto es que en España la educación se derrumba. De hecho, me temo que la célebre torre seguirá en pie muchos años más que nuestra enseñanza. Y todavía más si ahora los políticos se ponen a legislar, que es lo que tiene peligro. Llevan años mejorando sin pausa la educación hasta la ruina total que contemplamos. No se han enterado aún de que el problema de la educación no es un problema de la educación.
Una sociedad obsesivamente igualitaria tiene un fondo de rebelión contra la excelencia y, por tanto, contra la cultura. No sería difícil, quizá, conectar esto con la escasa magnitud de lo que con generosidad llamamos arte moderno. Lejos de mí arremeter contra la democracia para la elección de nuestros representantes públicos. Sin embargo, permítanme recordar a Aristóteles cuando enseñaba que el mejor sistema político sería el que conjugase democracia, monarquía y aristocracia.
Aquí hemos bajado mucho el listón y nos conformamos, en vez de con el mejor sistema, con el menos malo, que sin duda es la democracia, como afirmó Churchill. Pero sin el contrapeso de los otros dos, la democracia se descontrola e impone sus simples criterios cuantitativos.
En el Instituto de Enseñanza Secundaria donde trabajo han organizado un club de lectura. Los extraordinarios alumnos que se apuntaron estaban muy desanimados porque apenas eran nueve. “La literatura es para pocos; nueve son suficientes y con sólo uno más se hubiesen salvado hasta Sodoma y Gomorra”, les dije. Me miraron raro. Luego me enteré que la elección (democrática, por supuesto) del libro a leer en común estuvo muy disputada entre Ruiz Lafón, Dan Brown y Paulo Coelho. Ganó Coelho. Así se entiende: si su idea de Literatura es un best-seller resulta lógico que quieran ser muchedumbre.
Para enderezar la educación haría falta un cambio de rumbo estético y ético: que se respetase lo mejor, que lo excelente se reconociera como tal. No pienso que sea imposible. Creo que no se quiere bajo ningún concepto. Y mientras tanto, se ponen parches legales a la debacle educativa. Sin pausa. Y en el próximo PISA, seguro que peor, ya verán.
Una sociedad obsesivamente igualitaria tiene un fondo de rebelión contra la excelencia y, por tanto, contra la cultura. No sería difícil, quizá, conectar esto con la escasa magnitud de lo que con generosidad llamamos arte moderno. Lejos de mí arremeter contra la democracia para la elección de nuestros representantes públicos. Sin embargo, permítanme recordar a Aristóteles cuando enseñaba que el mejor sistema político sería el que conjugase democracia, monarquía y aristocracia.
Aquí hemos bajado mucho el listón y nos conformamos, en vez de con el mejor sistema, con el menos malo, que sin duda es la democracia, como afirmó Churchill. Pero sin el contrapeso de los otros dos, la democracia se descontrola e impone sus simples criterios cuantitativos.
En el Instituto de Enseñanza Secundaria donde trabajo han organizado un club de lectura. Los extraordinarios alumnos que se apuntaron estaban muy desanimados porque apenas eran nueve. “La literatura es para pocos; nueve son suficientes y con sólo uno más se hubiesen salvado hasta Sodoma y Gomorra”, les dije. Me miraron raro. Luego me enteré que la elección (democrática, por supuesto) del libro a leer en común estuvo muy disputada entre Ruiz Lafón, Dan Brown y Paulo Coelho. Ganó Coelho. Así se entiende: si su idea de Literatura es un best-seller resulta lógico que quieran ser muchedumbre.
Para enderezar la educación haría falta un cambio de rumbo estético y ético: que se respetase lo mejor, que lo excelente se reconociera como tal. No pienso que sea imposible. Creo que no se quiere bajo ningún concepto. Y mientras tanto, se ponen parches legales a la debacle educativa. Sin pausa. Y en el próximo PISA, seguro que peor, ya verán.
[Publicado en Alba, recogido en la página de la Fundación Burke]
domingo, 16 de diciembre de 2007
El Mirador de los Vientos
Me anunció don Miguel d’Ors la salida del número 2 de la revista “El Mirador de los Vientos” con gran entusiasmo. Y llegaba al éxtasis cuando me ponderaba los versos de un tal González Romano que él no conocía (ni yo). Mi curiosidad se puso a cien.
Ahora, que he recibido la revista—con una portada muy chula—y la he leído enseguida, estoy de acuerdo con el maestro d’Ors [“Ay, el epigonismo”, dirá alguno]. No tanto [“Matando al padre, huy”, dirá otro] con la fiebre por Juan Antonio González Romano. Que está muy bien, ojo, como en esta soleá: “No quiero hacerme a la idea/ de que la vida que tengo/ es la vida que me espera”, pero al mismo nivel (alto) que lo mucho bueno de la revista, sin salirse.
Y uno que es malicioso por naturaleza, cae en que tal vez la cuarteta decisiva para don Miguel haya sido ésta:
Ahora, que he recibido la revista—con una portada muy chula—y la he leído enseguida, estoy de acuerdo con el maestro d’Ors [“Ay, el epigonismo”, dirá alguno]. No tanto [“Matando al padre, huy”, dirá otro] con la fiebre por Juan Antonio González Romano. Que está muy bien, ojo, como en esta soleá: “No quiero hacerme a la idea/ de que la vida que tengo/ es la vida que me espera”, pero al mismo nivel (alto) que lo mucho bueno de la revista, sin salirse.
Y uno que es malicioso por naturaleza, cae en que tal vez la cuarteta decisiva para don Miguel haya sido ésta:
Si quiero cambiar de temaLas cursivas son mías, desde luego; y de la lectura de d’Ors, sospecho.
escribo punto y aparte.
Ojalá la vida fuera
tan sencilla como el arte.
sábado, 15 de diciembre de 2007
Οἰδίπους ἐπὶ Κολωνῷ
Edipo con Antígona e Ismene juntamente, ¿serán el origen antiquísimo de esa expresión tan bonita y tan tierna de “las niñas de mis ojos”?
viernes, 14 de diciembre de 2007
Que mana y corre
Felicidades a todos, poetas. Hoy es San Juan de la Cruz, nuestro patrón --de unos más que de otros, claro, pero de todos, porque, como es santo, se apiada mucho de los malos poetas, y como es tan enorme escritor, entusiasma incluso a los más agnósticos (que es el caso de más de uno, pero no importa).
jueves, 13 de diciembre de 2007
Aurora Luque
Ayer en un acto poéticopolíticoeducativo, Aurora Luque lo bordó o la montó, según se mire. La habían llevado para que leyese algo suyo en el homenaje de los poetas docentes de Andalucía a la Generación famosa del 27 en su [esta vez] ochenta aniversario [y los que te rondaré, morena]. Ella se subió tranquilamente a la tarima y, en vez de un poema, cantó las verdades del barquero sobre el escaso respeto de nuestro sistema educativo a la literatura y a la cultura y hasta a la educación en general. Antes Antonio Carvajal había roto una lanza muy bien rota y Benítez Ariza, más a lo british, se había dejado caer con mucha intención. Pero la Luque se rompió la camisa. Un Rodríguez Adrados a la malagueña. El público docente (el político ya digo que no) rompió en un aplauso casi de ópera. Un ratazo: plas-plas-plas-plas-plas. Fue, en contra de lo que uno espera de los actos póeticopolíticoeducativos, emocionante. A la salida todo el mundo felicitaba a Luque por valiente y exacta y eso. A mí me dio pena que en plena vena reivindicativa nadie recordase que en sus libros hay, de repente, iluminaciones inolvidables, que habría que agradecerle lo mismo o más. Como ésta, por ejemplo:
NUEVO CASO DE HYBRIS
Arte:
una letra de amor
y tres de muerte.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
Mudanzas Heráclito
Afirman los ingleses que tres mudanzas equivalen a un incendio. Sin embargo, no sé por qué habría que conceder precisamente a los ingleses el dogma de la infalibilidad. Una mudanza viene después de unas obras y unas obras, sean o equivalgan a un terremoto o a dos diluvios, sí que queman del todo. Poniéndonos muy pesimistas, la mudanza sería, como mucho, la traca final de la catástrofe y lo que tiene de traca se compensa con creces por lo que tiene de final.
Yo unas obras no se las deseo a nadie; ni a Magdalena Álvarez, ministra del ramo, la pobre. Una mudanza, en cambio, se la deseo a Zapatero y paralelamente a Rajoy, a los dos por igual, para que vean lo centrista, neutral y ponderado que me he vuelto.
De las obras hablaré otro día o jamás, pues no me gusta venir al periódico a llorar más de lo necesario, que en vista de los motivos que nos dan, nunca es poco. Toda mi experiencia en el sector de la construcción se resume en una enseñanza nítida: nunca más.
Con las mudanzas es distinto. Para empezar, al poeta Juan Manuel Macías se le ocurrió que un buen nombre comercial para empresa de mudanzas sería Heráclito S.L., en honor al filósofo presocrático que pensó que todo fluye. La broma culturalista de mi amigo tuvo su gracia y, sobre todo, es verdad: las mudanzas al menos se mueven. Las obras, no. Una marca apropiada para empresa constructora podría ser Parménides S. A, en recuerdo del griego aquel que sostuvo que todo permanece estancado para siempre. De eslogan publicitario valdría: “Quien avisa no es traidor”.
Es tanta la movilidad de las mudanzas que, en concreto, mover la biblioteca ha sido un deporte de riesgo. Lo saben mis riñones. ¡Y luego dirán que leer es un hábito sedentario! Ha resultado, además, sorprendente, como entrar en una librería, pero en barato. No recordaba que ya tuviese libros tan interesantes, y aún por abrir. Me he prometido ponerme al día antes de volver a asaltar cualquier mesa de novedades. A los Reyes Magos les voy a pedir los libros que ya tengo, o les pediré —para no dejar de soñar con la magia de Oriente— el tiempo para leerlos.
Lo más emocionante, con todo, han sido los altillos de los armarios. Cuántos regalos de boda que no habíamos vuelto a ver descendieron de golpe. Hemos recuperado la ilusión de entonces, aunque ahora sin nervios. Qué bonito asociar a cada amigo con su regalo, que para eso mismo los hicieron.
Hay una última felicidad en una mudanza. Ninguna casa es pequeña viendo lo que cabía en ella. Como la nueva es algo más grande, tendremos espacio suficiente para acumular montones de cosas inútiles durante el resto de nuestras vidas. O sea, que mientras cargo cajas y más y más cajas celebro que nunca tendré que meterme en obras, qué consuelo.
Yo unas obras no se las deseo a nadie; ni a Magdalena Álvarez, ministra del ramo, la pobre. Una mudanza, en cambio, se la deseo a Zapatero y paralelamente a Rajoy, a los dos por igual, para que vean lo centrista, neutral y ponderado que me he vuelto.
De las obras hablaré otro día o jamás, pues no me gusta venir al periódico a llorar más de lo necesario, que en vista de los motivos que nos dan, nunca es poco. Toda mi experiencia en el sector de la construcción se resume en una enseñanza nítida: nunca más.
Con las mudanzas es distinto. Para empezar, al poeta Juan Manuel Macías se le ocurrió que un buen nombre comercial para empresa de mudanzas sería Heráclito S.L., en honor al filósofo presocrático que pensó que todo fluye. La broma culturalista de mi amigo tuvo su gracia y, sobre todo, es verdad: las mudanzas al menos se mueven. Las obras, no. Una marca apropiada para empresa constructora podría ser Parménides S. A, en recuerdo del griego aquel que sostuvo que todo permanece estancado para siempre. De eslogan publicitario valdría: “Quien avisa no es traidor”.
Es tanta la movilidad de las mudanzas que, en concreto, mover la biblioteca ha sido un deporte de riesgo. Lo saben mis riñones. ¡Y luego dirán que leer es un hábito sedentario! Ha resultado, además, sorprendente, como entrar en una librería, pero en barato. No recordaba que ya tuviese libros tan interesantes, y aún por abrir. Me he prometido ponerme al día antes de volver a asaltar cualquier mesa de novedades. A los Reyes Magos les voy a pedir los libros que ya tengo, o les pediré —para no dejar de soñar con la magia de Oriente— el tiempo para leerlos.
Lo más emocionante, con todo, han sido los altillos de los armarios. Cuántos regalos de boda que no habíamos vuelto a ver descendieron de golpe. Hemos recuperado la ilusión de entonces, aunque ahora sin nervios. Qué bonito asociar a cada amigo con su regalo, que para eso mismo los hicieron.
Hay una última felicidad en una mudanza. Ninguna casa es pequeña viendo lo que cabía en ella. Como la nueva es algo más grande, tendremos espacio suficiente para acumular montones de cosas inútiles durante el resto de nuestras vidas. O sea, que mientras cargo cajas y más y más cajas celebro que nunca tendré que meterme en obras, qué consuelo.
[Grupo Joly]
martes, 11 de diciembre de 2007
Ejemplarizante
Quizá la primera virtud de un intelectual [en el mejor sentido de la palabra, que los tiene horribles] deba ser el agradecimiento, o la segunda, justo después de la clarividencia. Supongo que a García Martín no le hará mucha gracia que yo lo ponga como modelo de virtud, pero con el artículo que ha escrito sobre Gamoneda, él se lo ha buscado. Fíjense cómo, sin dejar de ser honesto y exigente y hasta epigramático en ocasiones, sabe salvar lo mejor de la persona, y agradecérselo con emoción. Da gusto.
lunes, 10 de diciembre de 2007
Ubicacionista (II)
El argumento definitivo para ordenar la biblioteca alfabéticamente por autor es Abelardo y su Conócete a ti mismo. Imposible comenzar mejor.
En cambio, poner a Benítez Ariza por delante de Benítez Reyes resulta raro.
Para colocar a Cervantes en el lugar más alto, que le corresponde, y no en una balda de abajo, voy a tener que comprarme las obras completas de Camilo José Cela, uf.
Me chirriaba un poco Luis Alberto de Cuenca lindando con Dante. De pronto, de una caja apareció Arnaut Daniel para interponerse y quedó todo redondo. Las doce en el reloj.
Predicando con el ejemplo: lo más epicúreo de Epicuro son sus obras completas: 96 pequeñas páginas.
Bilocación. Esquilo, según el idioma de la edición, está en la E o en la A. (No admirarme enseguida, amigos, que no es por Αἰσχύλος, en griego, como si yo fuese ARP, sino por Aeschylus, en mi Basic English y en la Loeb Classical Library.)
Sorpresa... y luego solución lógica del misterio de mis tres volúmenes de A rocha dos proscritos. Miguel d’Ors me recomendó vivamente ese libro de Ramiro Fonte; yo lo compré; lo leí; y no me entusiasmó. Mi memoria selectiva, naturalmente, lo olvidó. Miguel d’Ors me lo recomendó de nuevo y vuelta a empezar hasta convertirme en el mejor cliente del mundo de A rocha…
Paradoja. Qué baldón Gala.
Equidad. Tan sólo tengo el tomo II, o sea, la mitad de Mi medio siglo se confiesa a medias. Ea.
Gracioso que sobre los yertos mitos griegos escribiera Graves.
Las múltiples traducciones (primero Homero, luego Horacio) nos enseñan, como mínimo, que un libro es tantas obras como lectores tiene.
Con qué ímpetu Ibáñez Langlois mantiene la dignidad de la estrecha estantería de la I. La I parece Chile.
Por un instante, compartí el juicio de muchos contra Federico Jiménez Losantos. Fue cuando se me interpuso entre Juan Ramón Jiménez y José Jiménez Lozano.
Cuán largo me lo fiáis —recito cada vez que pienso en Zorrilla… y en las cajas que se interponen entre nosotros.
Kafka es más nombre de café que de insecto... a pesar de sus esfuerzos. A su salud, me lo tomo y vuelvo, con otro ánimo, a cucarachear entre las cajas.
En la M me acuerdo mucho de Ignacio.
Nadie diría que Neruda no es santo de mi devoción.
Ñadie en la Ñ.
Otro argumento a favor del alfabeto: toda la estirpe junta. Dos baldas y media de orstodoxia.
Gravita la geografía sobre una biblioteca. Nunca imaginé que tendría tantísimo Pemán.
Quevedo se ríe (algo) de Quintana. Quintana se sonríe (algo) de Quevedo.
¿Haber heredado las obras completas de Racine de Éditiones Fernand Roches encuadernadas en piel por Galván me obliga a aprender francés? Noblesse oblige?
Saba iba a inaugurar la S y yo, que lo admiro tanto, estaba contento. Pero confieso que mi patriotismo vibró un poco cuando en el último segundo le hizo un inesperado adelantamiento por la izquierda Saavedra Fajardo con su República literaria.
Savater linda con Scheler. Se dirán de todo, menos lindezas.
Leo J. Treese (La fe explicada) vs. Eugenio Trías (Pensar la religión).
Unamuno se piensa que está solo.
Toda mi educación sentimental en la W: Louis de Wohl y P. G. Wodehouse. Bien agitados, que no batidos, y con unas gotitas de Simone Weil, dan a Evelyn Waugh.
Y Yeats, almost last, but never least.
Todo el puente de la Inmaculada soñando con alcanzar a Zorrilla y ahora veo que no era el último. Hay más: Stefan Zweig. Por cierto, que no queda nada mal, para terminar, su La lucha contra el demonio.
En cambio, poner a Benítez Ariza por delante de Benítez Reyes resulta raro.
Para colocar a Cervantes en el lugar más alto, que le corresponde, y no en una balda de abajo, voy a tener que comprarme las obras completas de Camilo José Cela, uf.
Me chirriaba un poco Luis Alberto de Cuenca lindando con Dante. De pronto, de una caja apareció Arnaut Daniel para interponerse y quedó todo redondo. Las doce en el reloj.
Predicando con el ejemplo: lo más epicúreo de Epicuro son sus obras completas: 96 pequeñas páginas.
Bilocación. Esquilo, según el idioma de la edición, está en la E o en la A. (No admirarme enseguida, amigos, que no es por Αἰσχύλος, en griego, como si yo fuese ARP, sino por Aeschylus, en mi Basic English y en la Loeb Classical Library.)
Sorpresa... y luego solución lógica del misterio de mis tres volúmenes de A rocha dos proscritos. Miguel d’Ors me recomendó vivamente ese libro de Ramiro Fonte; yo lo compré; lo leí; y no me entusiasmó. Mi memoria selectiva, naturalmente, lo olvidó. Miguel d’Ors me lo recomendó de nuevo y vuelta a empezar hasta convertirme en el mejor cliente del mundo de A rocha…
Paradoja. Qué baldón Gala.
Equidad. Tan sólo tengo el tomo II, o sea, la mitad de Mi medio siglo se confiesa a medias. Ea.
Gracioso que sobre los yertos mitos griegos escribiera Graves.
Las múltiples traducciones (primero Homero, luego Horacio) nos enseñan, como mínimo, que un libro es tantas obras como lectores tiene.
Con qué ímpetu Ibáñez Langlois mantiene la dignidad de la estrecha estantería de la I. La I parece Chile.
Por un instante, compartí el juicio de muchos contra Federico Jiménez Losantos. Fue cuando se me interpuso entre Juan Ramón Jiménez y José Jiménez Lozano.
Cuán largo me lo fiáis —recito cada vez que pienso en Zorrilla… y en las cajas que se interponen entre nosotros.
Kafka es más nombre de café que de insecto... a pesar de sus esfuerzos. A su salud, me lo tomo y vuelvo, con otro ánimo, a cucarachear entre las cajas.
En la M me acuerdo mucho de Ignacio.
Nadie diría que Neruda no es santo de mi devoción.
Ñadie en la Ñ.
Otro argumento a favor del alfabeto: toda la estirpe junta. Dos baldas y media de orstodoxia.
Gravita la geografía sobre una biblioteca. Nunca imaginé que tendría tantísimo Pemán.
Quevedo se ríe (algo) de Quintana. Quintana se sonríe (algo) de Quevedo.
¿Haber heredado las obras completas de Racine de Éditiones Fernand Roches encuadernadas en piel por Galván me obliga a aprender francés? Noblesse oblige?
Saba iba a inaugurar la S y yo, que lo admiro tanto, estaba contento. Pero confieso que mi patriotismo vibró un poco cuando en el último segundo le hizo un inesperado adelantamiento por la izquierda Saavedra Fajardo con su República literaria.
Savater linda con Scheler. Se dirán de todo, menos lindezas.
Leo J. Treese (La fe explicada) vs. Eugenio Trías (Pensar la religión).
Unamuno se piensa que está solo.
Toda mi educación sentimental en la W: Louis de Wohl y P. G. Wodehouse. Bien agitados, que no batidos, y con unas gotitas de Simone Weil, dan a Evelyn Waugh.
Y Yeats, almost last, but never least.
Todo el puente de la Inmaculada soñando con alcanzar a Zorrilla y ahora veo que no era el último. Hay más: Stefan Zweig. Por cierto, que no queda nada mal, para terminar, su La lucha contra el demonio.
sábado, 8 de diciembre de 2007
Fumata bianca
Quería mudarme en la Inmaculada, pero Transportes Carambito [sic] no trabajaba en fiesta, así que no hubo más remedio que hacer mudanza el día de Santa Bárbara, patrona de la artillería. Supongo que la Providencia y Transportes Carambito se confabularon para que estrenásemos la casa en el día de una santa tonante y combativa, que es lo que me va. Yo, sin embargo, no me resigné, y he estado aguantando el frío hasta hoy, para encender la chimenea —centro del hogar— en el día de la Purísima. ¡Cómo flamea por fin el fuego y qué humareda blanca de leña húmeda saliendo por la chimenea como una bandera! Ea, ya está todo en orden de combate. Santa Bárbara estará radiante.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
Spes
Para empezar, la esperanza ha salvado este artículo. De no ser por la nueva encíclica de Benedicto XVI, Spe Salvi, yo me habría ocupado hoy de asuntos terribles, como el atentado de ETA contra los dos jóvenes guardias civiles o los innumerables abortos de las clínicas de Barcelona. Habríamos acabado con el corazón cabizbajo.
Y no es que vaya a desentenderme de esos asuntos, que jamás. El Papa no nos invita sólo a poner los ojos en el cielo, sino también a hincar bien los pies en la tierra. La esperanza cristiana ha movilizado a millones de personas a lo largo de la historia para ocuparse más y mejor de sus prójimos. Eso lo ve cualquiera que mire a su alrededor sin prejuicios. Ante los males del mundo, la esperanza no es un calmante —ni valium ascético ni placebo de prozac. De hecho, es quizá la más poderosa fuente de energía de la humanidad. Cuántos la han intentado sofocar o desnaturalizar se han encontrado con la vigorosa resistencia de los mártires. De calmante, pues, nada de nada.
El lector laico estará tentado a pensar que una encíclica no va con él, y a pasar página del periódico. El Papa no hace lo propio, y a lo largo de Spe Salvi entabla un diálogo a tumba abierta con pensadores de todas las escuelas, desde Platón y san Agustín, por supuesto, hasta Karl Marx, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, pasando, entre otros, por Francis Bacon. Teniendo en cuenta que hablamos de un valor universal, nada más sensato que contrastar las muy diversas concepciones de la esperanza, y sopesar logros y fracasos. Yo, que procuro no perderme los libros de los mejores pensadores ateos, le recomendaría a ese lector laico este digamos ensayo de uno de los más claros pensadores cristianos. Por contrastar.
Nuestra esperanza, que ha aportado mucho al mundo, está orientada hacia la vida eterna. Qué brillante y asequible resulta la argumentación de la encíclica en este punto. A mi formación jurista y a mi devoción por Dante le emociona la fuerza probatoria de la vida eterna que el Papa concede a la necesidad de una completa realización de la justicia.
Sin resurrección ni Juicio Final, el sacrificio de tantos inocentes quedaría impune, y ellos sin recompensa. Hay que luchar por la justicia aquí, pero no desesperar cuando la veamos tan débil y manipulada, tan en manos indignas. En última instancia —nos dice la fe— una Justicia sin fisuras, que es Amor y gracia, se impondrá tal y como aspiran todas las personas de buena voluntad. Por eso, ante los atentados o ante los abortos masivos de Barcelona, por encima de nuestra necesaria indignación civil, brilla imperturbable una segura esperanza.
Y no es que vaya a desentenderme de esos asuntos, que jamás. El Papa no nos invita sólo a poner los ojos en el cielo, sino también a hincar bien los pies en la tierra. La esperanza cristiana ha movilizado a millones de personas a lo largo de la historia para ocuparse más y mejor de sus prójimos. Eso lo ve cualquiera que mire a su alrededor sin prejuicios. Ante los males del mundo, la esperanza no es un calmante —ni valium ascético ni placebo de prozac. De hecho, es quizá la más poderosa fuente de energía de la humanidad. Cuántos la han intentado sofocar o desnaturalizar se han encontrado con la vigorosa resistencia de los mártires. De calmante, pues, nada de nada.
El lector laico estará tentado a pensar que una encíclica no va con él, y a pasar página del periódico. El Papa no hace lo propio, y a lo largo de Spe Salvi entabla un diálogo a tumba abierta con pensadores de todas las escuelas, desde Platón y san Agustín, por supuesto, hasta Karl Marx, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, pasando, entre otros, por Francis Bacon. Teniendo en cuenta que hablamos de un valor universal, nada más sensato que contrastar las muy diversas concepciones de la esperanza, y sopesar logros y fracasos. Yo, que procuro no perderme los libros de los mejores pensadores ateos, le recomendaría a ese lector laico este digamos ensayo de uno de los más claros pensadores cristianos. Por contrastar.
Nuestra esperanza, que ha aportado mucho al mundo, está orientada hacia la vida eterna. Qué brillante y asequible resulta la argumentación de la encíclica en este punto. A mi formación jurista y a mi devoción por Dante le emociona la fuerza probatoria de la vida eterna que el Papa concede a la necesidad de una completa realización de la justicia.
Sin resurrección ni Juicio Final, el sacrificio de tantos inocentes quedaría impune, y ellos sin recompensa. Hay que luchar por la justicia aquí, pero no desesperar cuando la veamos tan débil y manipulada, tan en manos indignas. En última instancia —nos dice la fe— una Justicia sin fisuras, que es Amor y gracia, se impondrá tal y como aspiran todas las personas de buena voluntad. Por eso, ante los atentados o ante los abortos masivos de Barcelona, por encima de nuestra necesaria indignación civil, brilla imperturbable una segura esperanza.
[Grupo Joly]
martes, 4 de diciembre de 2007
Correspondencias
En España, donde de diez matrimonios se separan siete, no hay que sorprenderse por la abundancia de separatistas. Eso yo lo tenía claro. Ahora bien, ayer, Arcadi me dio una lección de las buenas. Recordó Espada que el derecho a decidir que hogaño exigen los nacionalistas es el mismísimo lema de las abortistas de antaño. Lo gritaron el pesado sábado precisamente en Barcelona los nacionalistas y las nacionalistas. A Arcadi no le extraña. A mí menos.
lunes, 3 de diciembre de 2007
Alejandro Bekes
He tenido que esconderle las tijeras al barbero en mi reseña de Bekes para Poesía Digital, que se me embalaba. Entre los fragmentos que no he citado, este primer cuarteto del segundo soneto del díptico "Al Dios que se ha eclipsado":
No me juzgues, Dios mío, con la vara
que se volvió serpiente sobre el suelo;
júzgame por la rosa del anhelo,
por la zarza en que quise ver tu cara.
[...]
sábado, 1 de diciembre de 2007
El placer a la fuerza
No sé si se han fijado ustedes en lo que le fastidia a la gente que uno no viaje. Te preguntan dónde vas de fin de semana y cuando respondes que te quedas en casa, tan contento, leyendo, te miran de arriba abajo, mitad con lástima, mitad con desaprobación. Mi cuñado, que es buenísima persona, sufriendo mucho de que nosotros no viajemos como mandan los cánones (porque no nos da la gana, pero eso da igual) nos regaló las navidades pasadas unos vales para unos días en algún hotel rústico de lujo. [Perdónenme el oxímoron, que no es mío, sino del vale.]
Se nos había ido pasando plácidamente el año y o íbamos ya o nos caducaba el invento, así que mientras que usted —qué envidia— lee esta entrada o algo mejor en su cuarto de estar, yo estaré descargando maletas y exclamando: “Oh, oh qué bonito” y sacando fotos de todo y rezando por que no tengan SPA ni mucho menos servicio de masajes, que los tendrán, y será un bochorno.
Se nos había ido pasando plácidamente el año y o íbamos ya o nos caducaba el invento, así que mientras que usted —qué envidia— lee esta entrada o algo mejor en su cuarto de estar, yo estaré descargando maletas y exclamando: “Oh, oh qué bonito” y sacando fotos de todo y rezando por que no tengan SPA ni mucho menos servicio de masajes, que los tendrán, y será un bochorno.
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