viernes, 24 de abril de 2009

Huella española

Si recuerdan ustedes mi último artículo (lo que les agradecería de corazón), nos encontrábamos mi mujer y mecenas y yo en Sicilia, en Palermo, saliendo de los oficios del Viernes Santo de La Martorana. Muy cerca está el Ayuntamiento, en un palacio llamado de las Águilas porque en sus esquinas tiene unos poderosos escudos de España, sí, de España, que sostienen unas orgullosas águilas, dicho sea con perdón.

Sicilia ni puede ni quiere ocultar que fue española muchísimo tiempo. De hecho, lo fue, si nos ponemos puntillosos, antes que España, porque era aragonesa desde el siglo XIII. Por supuesto, ha sido más cosas, incluso indígena, sicana y sícula, y luego griega, romana, bizantina, musulmana, normanda y, tras tres siglos hispánicos, finalmente italiana. El resultado es único.

Podría mantenerse que tanta presencia española obedece a la pereza por ir borrando huellas, cambiando nombres de calles y desmontando monumentos. Por ejemplo, del enorme escudo de España que preside la Porta Nova algún día se cayó una de las dos columnas de Hércules, las del plus ultra. Caída ha quedado. Ahora es un escudo mono-columnista, con lo que no queda nada ultra, sólo plus. Pero qué estupenda la pereza si sirve para dejarle un futuro a la historia, y no como aquí, con nuestros diligentes dirigentes, sacando enérgicas leyes de memoria histórica para borrarlo o emborronarlo todo.

Lo que ha sido, fue; y empeñarse en olvidarlo sólo puede conducir a retorcidos complejos freudianos. Los sicilianos, desde luego, complejo no tienen ninguno. Se alegran de veras de saberte español y, por si eres víctima de la LOGSE, te explican a las primeras de cambio la compleja historia en común con extraordinaria simpatía, mientras te meten en el coche —si te descuidas— para llevarte al restaurante por el que acabas de preguntarles o a otro. Claro que para no tener complejos debe de ayudar bastante haber sido la Magna Grecia, nada menos.

La semana pasada reconocía que no arranqué con muchas ganas de viaje. Pero si a las ruinas griegas, a los mosaicos bizantinos, a la Anunciación de Antonello da Messina, se une la arquitectura civil de influencia española, que también se deja sentir y cuánto en ese barroco encendido de sus iglesias —a rebosar, por cierto—, ¿quién no se entusiasma? Diría que con tanta huella, yo, tan español incorregible como Menéndez Pelayo, acabé sintiéndome como en casa. Pero ojalá: en casa no se siente tanto a España.

9 comentarios:

Miguel Ángel Borrego Soto dijo...

Magnífica entrada. Y no puedo olvidarme del siciliano universal Leonardo Sciascia, casado con una española y que siempre elogiaba y reivindicaba ese pasado hispánico de su tierra natal al que te refieres.

Antonio dijo...

"Lo que ha sido, fue". Si durante lo que "fue" se cometieron tantas atrocidades como se cometieron ( hablo de después de la Guerra Civil, ojo ) y su huella sigue latente en tantas familias como la mía ¿cómo vamos a respetar unos símbolos que representan torturas (y hasta asesinatos) a presos, 40 años de represión y otros tantos de hambre ?

Abu Saif al-Andalusi dijo...

En mi blog he puesto una entrada que toca tema similar pero en Amberes. Aqui: http://elbaluartedeoccidente.blogspot.com/2009/04/amberes-la-espanola.html
Un abrazo
Abu

E. G-Máiquez dijo...

Antes de irme a Amberes, una ronda de agradecimientos. A MABS por el dato hispánico de Sciascia, al que tengo que leer ya sin remedio. Y a Antonio, por su opinión tan firme como serena. Sin entrar en detalles concretos, desde luego la historia a menudo es dolorosa, pero de ahí a ir borrando huellas, media un trecho. Sobre todo, porque eso no arregla nada, creo. Abrazos.

Ignacio dijo...

Jo, para no gustarte viajar no paras. Amberes es, me han dicho, una de las ciudades más modernas de Europa, así que cuidado no te salga algún sarpullido en tu carpetovetónica epidermis.

Otra cosa: Sciascia es de veras imprescindible literaria y moralmente. Por cierto que eso de su matrimonio español, que yo también ignoraba, ayuda a explicar su conocimiento largo y ancho de las cosas nuestras. Recuerdo, por ejemplo, un pasaje en que pone a caldo a Eugenio D'Ors a cuenta de la inquisición.

Carlos RM dijo...

Home and abroad.

Jesús Beades dijo...

Hay que ver qué bien cierra una prosa un excelente endecasílabo.

Manupé dijo...

Todo el sur de Italia es muy español, sólo por poner un ejemplo,la calle principal de Napoles se llama Via Toledo y en la fachada de su Palacio Real están las estatuas de los reyes españoles.Los napolitanos se sienten orgullosos de su pasado y no se les pasa por la imaginación quitar las estatuas de los usurpadores imperialistas que los dominaron.
Por aquí nos esforzamos por borrar huellas ( no voy a entrar en si buenas o malas) de nuestro pasado y que paradoja, en Cádiz sin ir más lejos, tenemos plazas dedicadas y estatuas ecuestres de los libertadores americanos o lo que es lo mismo, honor y gloria a los que se rebelaron contra tí.

E. G-Máiquez dijo...

No puedo estar más de acuerdo con la primera parte del comentario de Manupé. Lo de los libertadores hispanoamenricanos en Cádiz, no sé, por un lado me gusta, es como muy de señores. Algo así como tener en casa un foto del hermano díscolo.

Y qué cosas Beades. No había caído en que acababa con un endecasílabo ni que el de hoy también lo hago. Jo, con el oído, cómo manda.