lunes, 7 de diciembre de 2009

Ignífuga

Hace dos años estrenábamos casa. Enseguida invitamos a los Feu y a los Mateos, porque una casa no lo es del todo hasta que no recibe a los amigos. Aquel día, los niños treparon por la leña y, mientras las niñas Feu construían una casita con los troncos, Emilio, el hijo de José Mateos, descubrió uno grande que hacía una horquilla y que parecía, dijo, un pantalón vaquero. Lo colocó bien sobre una piedra y lo era. Tenía las dos piernas y hasta la cremallera marcada de un hachazo y por detrás la curvita justa. Estaba encantado con su objet trouvé.

Estos dos años he ido salvando cuidadosamente ese tronco de la quema, pero ayer no me quedaban más troncos gordos, y lo eché al fuego. Me dio mucha melancolía, como si ardiese la infancia del hijo de mi amigo. Sólo conseguí superarme (o disimular) quemando las hojas de los periódicos, según las iba leyendo. Leía por encima, hacía una pelota, y adentro, y a ver arder y volar como una pavesa ese barullo de malas noticias. El tronco ardía con mucha más lentitud y majestad. Los periódicos sueltan una llama azul, irónica y exuberante mientras que la leña prefiere las clásicas llamas rojas y humildes. El fuego, como el tiempo, parece que no camina siempre al mismo paso, por suerte.

Y además nos queda la memoria, que, cuando es buena, es ignífuga.

7 comentarios:

JGM dijo...

Preciosos pensamientos ignífugos frente al fuego. J

Anónimo dijo...

Ciertamente, las cosas dejan de ser lo que lo que son cuando las asociamos a una vivencia profunda. Es el caso de un compañero de estudios de los años sesenta:
cuando agotaba la asignación paterna, lo pasaba mal a pesar de llevar siempre consigo un billete de mil pesetas. Era el último regalo que le había hecho su madre.
Jilguero

Javier Sánchez Menéndez dijo...

A mí me pasó con un jamón que tocó un poeta. Conservo esa pata completamente delgada y apócrifa. La tengo en el trastero, ya huele un poco.

Un abrazo Enrique.

Adaldrida dijo...

Hala, tú dándome envidia... He deseado siempre una casa con chimenea.

Unknown dijo...

hola soy Emilio ¿por que has quemado mi pantalon baquero de madera? ¡mua mua mua mua mua mua mua!


Un beso Emilio

Máximo Silencio dijo...

Las chimenes son siempre puertas a la magia y sobre todo ahora que entramos en el invierno donde el frío se hace algo insoportable.

Saludos.

E. G-Máiquez dijo...

Qué alegría verte por aquí, Emilio, aunque sea, ay, llorando un poco. Pero ese beso vale su peso en oro.

Preciosa anécdota, Jilguero. ¿Y conozco yo a ese estudiante?

Envidia ninguna, Llir. Mi casa es tuya, y su chimenea, claro.

Chestertoniano comentario, AR, y el tuyo, JSM, más de Baltasar del Álcazar, o sea, sabroso.