Ayer daba la cara y hoy daré la cruz del estremecimiento que me ha causado la inesperada aparición de Mes Aïeux.
Hasta hace poco he mantenido que, a pesar del tiempo que me roba para la contemplación lírica, una ventaja de mi faceta de articulista, que empezó unos meses después de la publicación de Casa propia, iba a ser que ya no hablaría de cuestiones político-sociales en mis versos. Se me harían solos y más puros. Desfogaría, por así decirlo, en mis columnas.
Sin embargo, llevo unos meses —desde que me he puesto a revisar mis poemas inéditos y a ordenarlos— con la mosca detrás de la oreja. Hay una emoción que salta a la vista en los poemas comprometidos, sobre todo cuando son políticamente incorrectos, que esa ventaja al menos llevamos ahora nosotros, como la llevó Blas de Otero en su tiempo. Y, sin ir más lejos, me he estado recitando hace poco “Santo Oficio” de Julio Martínez Mesanza y he paladeado “este placer divino de sentirse / detestado por toda la canalla”, que describió Miguel d’Ors. La canción de ayer fue la gota que desbordó el vaso. Tiene ese sabor épico de declaración a contracorriente que, ahora lo veo claro, queda muy bien en la lírica.
Y no solo por motivos extra-poéticos, ojo. Si la poesía es, entre otras cosas, la expresión de un yo, las declaraciones extremas (y no sólo extremadamente hondas o extremadamente elevadas) le vienen como anillo al dedo. Le dan un timbre de autenticidad y de personalidad, que son matices fundamentales si el verso tiene, como tiene, que emocionar.
jueves, 28 de enero de 2010
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10 comentarios:
Este blog es todo un descubrimiento.
Me muero de ganas le leer un poema inspirado en esta cancion, no tanto en la letra como en el ir contracorriente y escandalizar a la canalla.
Un poema autentico.
Si no recuerdo mal, cuando busqué "Enrique García Máiquez" en Google, lo primero -o casi- que salió fue un artículo de El País. Lo digo por lo del aplauso imposible...: al País lo que es del País. Pero oye, nosotros por eso tan amigos.
Por lo demás, no puedo estar más de acuerdo en lo de tocar las cuerdas extremas cuando la autenticidad lo pide, aun cuando eso signifique marginarse.
A los grandes del XVII se les ha reprochado alguna vez su escasa empatía con el pueblo y sus problemas. Creo que de este reproche se salvaría Cervantes.
Jilguero.
Lo del aplauso imposible de El País, agudo ALF, es para el PP, no para mí, por supuesto. Y no es broma, sino que, como muy bien decía MAE ayer, el arte tiene (o tiene que tener) criterios autónomos (o semi-autónomos) que nos permiten aplaudir (o entrevistar) a quien no comparte nuestra cosmovisión. Es uno de los encantos (y no el menor) de la literatura. Dicho lo cual, tampoco hay que olvidar de los buenos oficios de Alejandro Luque (paisano y poeta y periodista de El País y, por supuesto, amigo.)
Cervantes se (nos) salva de casi todo.
Y ojalá me salga ese poema auténtico que tanta falta me hace.
Borges decía que hablar de «literatura comprometida» era un sinsentido como hacerlo de «equitación protestante»: sólo hay buena o mala literatura. Que malos poetas se subiesen a la ola de la progresía para vender, vale, pero no veo por qué tú o cualquier otro buen poeta no pueda hablar en su poesía de todo, absolutamente de todo. Me dirás que porque tiene que emocionar a todos y no sólo a unos pocos, pero no estoy de acuerdo en esa «emoción de mínimo común denominador». El d'Ors de Belinha quizás sólo nos emocione a algunos católicos, pero cuánto bien nos hace. Si puede (lo dudo) que trate de emocionar también a algunos progres o a budistas. O mejor, que los progres se emocionen entre ellos. La cosa es que la literatura nos haga mejores. Si es a todos, miel sobre hojuelas, si a algunos también bien.
No he podido escuchar la canción pero sí leer tus dos entradas, y me han fascinado. Será por el entusiasmo. Emociona leer el entusiasmo en unas líneas. Esta tarde veré el vídeo y lo entenderé todo. Todavía más.
Enrique, todos tus poemas son político-sociales y auténticos, y todos bastante a contracorriente. Lo público se nos cuela sin remedio en lo privado.
Otra cosa es que, desde lo hondo y lo alto, y con la misma emoción que respiran tus artículos, necesites ajustar las cuentas a los tiempos y a los reyes del sofisma en verso.
Claro que te saldrá, se nota que te lo pide el cuerpo.
Borges no lo vio claro, al menos en ese momento, querido Dal: hay buena y mala literatura comprometida, como se puede comprobar en cualquier biblioteca. Lo problemático, en realidad, es determinar bien la escala de los gustos. Uno, en la medida de sus limitaciones, tiene que disfrutar de todos los buenos poemas, vengan de donde vengan, y desechar los malos. Luego, es natural que los buenos poemas que además partan de nuestra cosmovisión nos emocionen aún más.
Espero que el vídeo no te defraude, Llir.
Y cuántas gracias te debo, CB, la de las palabras precisas y necesarias.
No por erigirme como el defensor oficial de los budistas en Rayos y Truenos, pero siento que Belinha puede emocionar a muchos no católicos. Es estremecedor, creas o no en la teología que lo sostiene.
Si, como aquí se ha comentado alguna vez y como yo mismo creo, la clave de lo poético es la emoción, entiendo que si se acierta a reflejar adecuadamente la emoción que en nosotros despierta un tema determinado, será posible construir a partir de él un poema que funcione, incluso aunque el resultado sea políticamente de lo más incorrecto. Y es que no es, entiendo, el contenido ideológico, sino el peso emocional, quien decidirá si eso efectivamente funciona. De ahí que, como Brines ha señalado más de una vez, pueda emocionarnos un poema (bien) escrito desde supuestos que no compartimos en absoluto: el impacto emocional llega intacto, aunque lo haga, digamos, por tuberías que uno mismo jamás hubiera utilizado. No es pues a sus convicciones, sino más bien a sus emociones en relación con ellas, a quienes debería consultar EGM, tal como yo lo veo, si en efecto quiere salir adelante con sus propósitos creativos.
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