jueves, 7 de enero de 2010

Y viceverso

Cómo me gustó siempre este poema de Rimas de Luis Rosales, con su cimbreante nervio moral, tan apropiado, de paso, para comenzar un año y su cargamento de nuevos y buenos propósitos:
........................VEN CONMIGO

Se te ha olvidado andar y hay que aprenderlo
de nuevo.
.................Ven. Comienza,
ve juntando ese sol,
...................................¡alguna tarde
tenemos que nacer!
...................................Amarillean
las nubes en el cielo y no me escuchas;
vas a mi lado y tiemblas;
el pie va tras el pie como la ola
va detrás de la ola.
................................ Estás inquieta.
Se te ha olvidado andar, se te ha caído
la voz y no la encuentras,
la buscaré contigo y las palabras
vendrán.
...............Vamos a hacer la primavera,
vamos a hacer el mar poquito a poco,
la luz, la paz, la guerra,
como si no se hubiesen desprendido
ya una vez de tu voz y en ti nacieran.
¡Vamos a hacerlo todo
de nuevo!, hasta que puedas
reunir tu corazón como se hace
la firmeza del mundo con arena!

Sin embargo, si el otro día comentábamos que la biografía del poeta puede aclarar definitivamente unos versos, aquí tal vez ocurre lo contrario. Me entero por Miguel Díez R. y Paz Díez Taboada (Antología comentada de la poesía lírica española, Cátedra, 2005) de que "este poema tuvo su origen en un hecho autobiográfico: una grave enfermedad de María, la mujer del poeta. A ella se dirige la voz que habla, exhortándole a recomenzar el aprendizaje de la vida: 'se te ha olividado andar...', pues 'ven'; ella no le escucha, quizá ni siquiera le oye, y camina absorta, como ausente, aunque temblorosa o inquieta. Pero lo grave es que ella ha perdido la palabra; por eso él, pacientemente, reintenta su recuperación [...]" [p. 538] Lo que ganamos de conocimiento de la intrahistoria del poema, lo perdemos de su carga simbólica, de su apuntar directamente a nuestra alma y sus titubeos interiores, y de animarnos a la remontada. A la tercera o cuarta relectura el poema vuelve de nuevo a hablarnos a nosotros, sí, pero la información produjo una interferencia, que no ayuda para nada a su halo mágico y emocional. Qué cosa tan delicada, tan frágil es un poema, incluso uno tan recio como este. Y la poesía, qué refractaria a las leyes generales, qué misterio.

11 comentarios:

Javier de Navascués dijo...

Tienes razón. Cuántas veces pasa esto. Por lo demás, a mí este poema, mientras lo leía, me recordaba otro de Amalia Bautista, "Vamos a hacer limpieza general", por el "vamos" machacón, por la idea de recomenzar y el final alargado y sorprendente.

Enrique Baltanás dijo...

Y es que los peores enemigos de la literatura son los profesores de literatura. Y vamos a meternos tós.

Ángel Ruiz dijo...

De acuerdo con Enrique Baltanás: y entono el mea culpa en lo que me toca.

E. G-Máiquez dijo...

La generalización de E.B. me la tomo como una delicadeza conmigo. Los peores enemigos de la literatura no son los profesores de literatura (al menos, no siempre, recordemos al inolvidable Dámaso Alonso) y, en ese "meternos a tós" lo último que haría uno es meter a A.R. o al mismo E.B. ni a los Díez de la Antología lírica comentada, que es un libro casi siempre excelente. La culpa es mía y sólo mía. Y lo sé porque mientras tecleaba esta entrada, ya tenía yo la mala conciencia de propagar unos datos que rebajan un poema. Como el discípulo de Basho, Kikaku (que suena a Quique), estaba quitándole las alas a una libélula para dejar un clavo de pimienta. Lo que un crítico debe preguntarse es si lo que va a decir merece la pena. o, dicho de otro modo, si ilumina el texto o lo enturbia. Chafar o aclarar el poema, esa es la cuestión. Por el interés de la discusión general, espero que me perdonéis que haya divulgado (no mucho tampoco, que el blogg no es masivo) los datos clínicos que nos aportan los Díez.

Y muy fino también Navascués, al traer a colación el poema de Amalia Bautista, porque ese, siendo parecido, es invulnerable. Aunque nos enterásemos de que se le ocurrió haciendo una mudanza, el poema deja intacto muy inteligentemente su valor simbólico o, mejor dicho, moral.

J dijo...

sí, quizá a Rosales no le hubiera costado casi nada decir que a todos nos toca recomenzar de nuevo, y así nos hubiera encarnado más en su mujer (no en él), y no dejar esa penosa labor al torpe "fingidor" (EGM) que algunas veces es el lector informado. Enrique, creo que fue el propio rosales el que, sin quitarle las alas a la libélula, le traspasó el corazón con una fina aguja de oro para exponer su dolor en una vitrina. Bueno, el poema me parece estupendo, la verdad: la aguja es de oro de 24 K.

Ángel Ruiz dijo...

Pero es verdad: los profesores de literatura deberíamos ser menos intrusivos, menos teorizantes.
Si utilizásemos con más sensibilidad las teorías no caeríamos en tópicos: y tú has hecho dos excelentes comentarios de texto, utilizando lo que convenía en cada caso, iluminando los dos poemas.

E. G-Máiquez dijo...

Gracias, Ángel. Yo estoy contento con el comentario a Salinas, sí, pero en este, la verdad, es que propago un dato menor que interfiere con el poema, y no sé hasta qué punto merece la pena. Por eso, el cosqui de Baltanás lo asumo como propio. Claro que el brillante comentario de J me consuela bastante: una aguja de oro, qué bien visto.

javier dijo...

Pues a mí me parece que su comentario aclara y no interfiere letalmente.
¡Gracias!

Unknown dijo...

Enrique, ahora a las once y pico de la noche, me meto en el blog antes de dormir (que no en la cama) y veo todos estos comentarios tan chulos y ,además, leo por otros lugares que Gabriel Miró, el escritor-chupito, era antepasado tuyo... ¡Qué barbaridad! Enhorabuena. De casta le viene al galgo.

AFD dijo...

Invulnerable me parece a mí también el de Amalia.

Mery dijo...

Pues es verdad; cuántas veces se nos atraganta un poema conociendo su causa, o nos desvía de las emociones que nos estaba produciendo su lectura.
Y viceversa...
Me viene a la memoria la aversión que tomé a Pablo Neruda cuando conocí ciertos pasajes de su vida mas profundamente. No lograba digerir ninguno de sus poemas.

Este poema de Rosales es una maravilla, por cierto.

Un abrazo