[Hoy se cumple el exacto centenario del nacimiento de Nicolás Gómez Dávila. Mañana le dedicaré mi columna en Diario de Cádiz, pero no me resignaba a llegar tarde a la fiesta, así que recupero un texto antiguo, que publiqué en el primer número de la revista Siltolá. Es largo, aviso, pero el autor y la ocasión lo merecen.]
ESCOLIOS A UNA POÉTICA IMPLÍCITA
La publicación de Escolios a un texto implícito, los aforismos completos de Nicolás
Gómez Dávila (Bogotá, 1913-1994) por Atalanta (Gerona, 2009) ha sido
calurosamente recibida por los gomezdavilófilos de aquí. En España se habían
publicado el último libro del autor, Sucesivos
escolios a un texto implícto, por la editorial Áltera (Barcelona, 2002) con
prólogo de Álvaro Mutis, y una antología, Escolios
escogidos, por Los papeles del sitio (Sevilla, 2007), que Juan Arana ordenó
según utilísimo criterio temático.
Las reseñas y los comentarios se han centrado
en los aspectos más políticos y polémicos de su obra. El pensamiento
reaccionario sufre en esto la maldición propia del tabú: resulta tan
sorprendente que de prohibido pasa a acaparar toda la atención. Pero los Escolios a un texto implícito van más
allá de la provocación: proponen una cosmovisión; y junto a la política y a la
sociología, reflexionan sobre teología, ciencia, historia, vida social,
psicología, etc. En ese catálogo universal, goza de una importancia central la
literatura. Tan central y pormenorizadamente tratada, que seguir la pista a lo
largo de la obra completa de Gómez Dávila nos llevaría a exceder con mucho los
límites de este artículo. Nos ceñiremos a la primera entrega: Escolios a un texto implícito, 1 (que en
la edición de Atalanta ocupa las pp. 69-451).
Pensé hacer una antología de escolios metaliterarios
de Gómez Dávila, que habría de resultar muy orientadora para todos los que se mueven
con más o menos soltura por estos laberintos, ya sean autores, lectores, poetas
o críticos. De hecho, se me ocurrió subdividirla en esas mismas secciones:
sobre el oficio de escritor, sobre el ejercicio de la lectura, sobre la poesía
y sobre la crítica.
Empezaría mi antología por aquellos escolios
que tratan del oficio. Al poderoso argumento de su inteligencia, se une la
autoridad de comprobar a cada paso que quién los ha escrito es un finísimo
autor. Lean algunos ejemplos:
El escritor
procura que la sintaxis le devuelva al pensamiento la sencillez que las
palabras le quitan.
*
La originalidad
de una obra depende a veces de lo que su autor no sabe hacer.
Hay una
impotencia creadora.
*
Gran escritor
es el que moja en tinta infernal la pluma que arranca al remo de un arcángel.
*
Nadie piensa
seriamente mientras la originalidad le importa.
*
Nadie debe
escribir o pensar sino para sus superiores.
*
En otros
idiomas existe una prosa correcta para uso cotidiano, mientras que en español
sólo el gran escritor escribe decentemente.
El libro
mediocre es más mediocre en español que en otros idiomas.
*
No debemos
escribir como hablamos, sino como debiéramos hablar.
*
La estética no
puede dar recetas, porque no hay métodos para hacer milagros.
*
Sin dignidad,
sin sobriedad, sin modales finos, no hay prosa que satisfaga plenamente.
Al libro que
leemos no pedimos sólo talento, sino también buena educación.
*
Periodismo es
escribir exclusivamente para los demás.
*
El escritor se
enreda en los hechos, si sus frases no tienen filo.
Como Borges, pero quizá con más sinceridad, Gómez
Dávila se enorgullecía de lo leído más que de lo escrito. Leer era, por otra
parte, su método de trabajo. Sus aforismos son decantaciones de horas
innumerables en una biblioteca personal de más de 33.000 volúmenes. El mismo
género y título, “escolios” lo advierte. “Escolio” —del griego “schólion”,
comentario— es, como recuerda Franco Volpi en el prólogo a la edición de
Atalanta, una nota en los manuscritos antiguos y en los incunables, añadida por
el “escoliasta” en interlínea o al margen para explicar los pasajes oscuros del
texto desde el punto de vista gramatical, estilístico o exegético. Sus consejos
de lectura están escritos, pues, con un profundo conocimiento de causa:
El tránsito de
un libro a otro se hace a través de la vida.
*
El libro no
educa a quien lo lee con el fin de educarse.
*
La literatura
toda es contemporánea para el lector que sabe leer.
*
Siempre nos
arrepentimos de leer, simplemente porque trata un tema interesante, al escritor
sin talento.
*
Cada nueva
verdad que aprendemos nos enseña a leer de manera distinta.
*
Admirar lo que
no nos divierte es etapa intermedia entre la etapa primitiva, donde sólo
admirábamos lo que nos divierte, y la etapa final, donde sólo nos divierte lo
que admiramos.
*
No admirar sino
las obras realmente admirables es indicio de gusto dudoso.
El verdadero
tacto literario, y la auténtica afición, aprecian el encanto del poeta menor y
la delicadeza de prosas subalternas.
*
Meditar es
dialogar con algún muerto.
Nicolás Gómez Dávila escribió algunos poemas
que han permanecido inéditos, y que conservan sus familiares y amigos. Ese dato
explica, además de una afición que se adivina constante, la cantidad de
escolios dedicados a la poesía, y su perspicacia técnica.
Como la única
prueba de la sinceridad de un poema es cierto tono inconfundible, llamamos
sinceridad ese tono, cualquiera que haya sido la manera de lograrlo.
*
La poesía que
desdeña la musicalidad poética se petrifica en un cementerio de imágenes.
*
Gran parte de
la poesía moderna se resigna a parecer simplemente traducida.
*
Los poetas
cargan la mayoría de sus poemas con pólvora mojada.
*
El poeta ayer
confiaba en el adjetivo tradicional, hoy confía en el inusitado.
En ningún caso
la receta reemplaza al talento.
*
El poeta
mediocre inventa sus símbolos. El gran poeta los descubre.
*
El poeta no
traduce una visión en palabras. Su visión se elabora en ellas.
El poeta
descubre lo que quiere decir diciéndolo.
La poesía es
una retórica victoriosa.
Gómez Dávila fue sobre todo un lector, pero tan
atento que acabó naturalmente convirtiéndose en crítico, esto es, en un lector
con cuatro ojos. O con seis, porque fue un crítico que, como pedía Eliot, se
atrevió a criticar al crítico.
El oficio del
profesional, en las ciencias del espíritu por lo menos, es el estudio de las
obras del aficionado.
*
“Arte por el
arte” significó para una generación independencia del arte, y para otra
independencia del artista.
Los primeros
defendieron una tesis estética exacta; los segundos pregonaron una tesis ética
errónea.
*
Recordando las
pifias de sus colegas de ayer, los críticos contemporáneos prodigan el
incienso, sin advertir que más grave que ignorar a un gran artista es pasmarse
ante un mediocre.
*
La buena obra
teatral no se puede ver, ni la mala leer.
*
La pasión
igualitaria es una perversión del sentido crítico: atrofia la capacidad de
distinguir.
*
Al hablar de un
poeta es tonto insistir sobre sus poemas fracasados. Lo normal es que los
poemas fracasen.
Un poeta no es
más que sus triunfos.
*
La crítica
literaria incluye todo lo que al hombre inteligente se le ocurra decir sobre un
libro.
*
Entre la obra
lograda y la obra fallida no existe diferencia que la razón esclarezca, sino
distancia que el espíritu constata.
*
El que no
entiende que dos actitudes perfectamente contrarias pueden ser ambas
perfectamente justificadas no debe ocuparse de la crítica.
*
Nuestra opinión
sobre un gran libro es un fallo con que el libro nos juzga.
*
La humanidad
cambia menos lo que admira que las razones con que justifica su admiración.
Tres mil años
han admirado a Homero sucesivamente por razones contradictorias.
Las obras duran
más que las estéticas.
*
A pesar de la
intrusión de ínfulas técnicas en las letras, los artefactos estéticos no son
utensilios de laboratorio, sino trampas para cazar ángeles.
*
Después de
milenios de literatura debiéramos saber que la verdad importa menos que el
talento con que un escritor se equivoca.
*
Negar el valor
estético del tema, porque algún tonto pensó que el valor de las obras dependía
de determinados temas, equivale a negar el valor estético del color, si se le
ocurriera pensar a otro tonto que el valor de las obras depende de determinados
colores.
Temas, formas,
colores, ritmos, etc., son ingredientes estéticos de la obra.
A poco de ponerme a recopilar los escolios
literarios, sin embargo, se me quitó de la cabeza tan descabellado propósito. Me
tenía que haber escamado que el propio autor no ordenase su obra por materias y
optase por un aparente caos temático. Desorden que resulta especialmente
sospechoso en alguien que ha escrito: “Entre injusticia y desorden no es
posible optar. Son sinónimos”.
En realidad, lo que Gómez Dávila pretende
decirnos con la mescolanza de temas es que todos los suyos están íntimamente
relacionados, sosteniéndose entre sí. La crítica literaria no puede desconectarse
de una concepción completa del mundo. Más: la crítica literaria consiste en esa
concepción. “La crítica decrece en interés mientras más rigurosamente le fijen
sus funciones. La obligación de ocuparse sólo de literatura, sólo de arte, la
esteriliza. Un gran crítico es un moralista que se pasea entre libros”, ha predicado
el moralista Nicolás Gómez Dávila. Se trata de un paseo de ida y vuelta. Sus
ideas le orientan a través literatura y a través de la literatura concibe sus
ideas:
El libro que no
tenga a Dios, o a su ausencia, por protagonista clandestino, carece de interés
*
La literatura
moderna: esa colosal empresa reaccionaria.
*
El Progreso
respira mal en el Parnaso
*
Una gramática
insuficiente prepara para una filosofía confusa.
*
Desde Blake,
Wordosworth y el Romanticismo alemán, la poesía moderna es una conspiración
reaccionaria contra la desacralización del mundo.
*
Las estéticas
“modernistas” han sido invento de escritores reaccionarios: Balzac, Baudelaire,
Eliot
*
La literatura
plantea los problemas del hombre en el idioma de la inteligencia y no en uno de
los esperantos del intelecto.
*
La apologética
debe mezclar escepticismo y poesía.
Escepticismo
para estrangular ídolos, poesía para seducir almas.
*
El mundo es un
sistema de ecuaciones que resuelven ventiscas de poesía.
Si la literatura ocupa ese lugar central,
alrededor del cual gira su pensamiento, es porque nada está más íntimamente
conectado al alma humana. Su poética implícita es personalista:
La crítica
romántica nos enseñó a leer no solamente libros, sino autores.
Allí aprendidos
a escuchar en la obra la resonancia de un alma.
*
Una obra es
literaria cuando autor y obra son inseparables, científica cuando cualquiera
puede haberla escrito.
*
Para seducir no
es necesario que el escritor tenga algo que decir, sino que sea alguien.
*
Lo que el
escritor inventa primero es el personaje que escribirá sus obras.
Recoger exclusivamente los escolios literarios
suponía desgajarlos del alma de Gómez Dávila, esto es, del alguien que nos
seduce. Y era desconectarlos del todo que les da sentido y, lo que quizá es más
grave, de su misión de dar sentido al todo. Para acceder a su poética implícita
hay que leerle entero. Eso que salimos ganando.