sábado, 22 de junio de 2013

Gaya, Eloy, Trapiello, y un hato de palabras



Y todos en Miseria y compañía, último tomo de Salón de pasos perdidos, que he leído con entusiasmo inaugural, que he glosado para el próximo número de Misión y del que me gustaría escribir todavía una reseña más, porque la tiene. 

Lo de Gaya, para empezar por el maestro, es magistral: "Me gustan mucho las gentes, pero espero poco de ellas", nos cuenta T. que decía. A menudo se cae en lo contrario: nos gustan poco los demás y esperamos un montón, con lo que acabamos completamente amargados. Lo de Gaya es una doctrina profundamente católica, si la piensan, teniendo en cuenta el Génesis, el "era muy bueno" y la imagen y la semejanza y, más tarde, el episodio de la manzana. Bravo por Gaya, que por mucho que nos guste y por más que esperemos de él, siempre se supera y asombra. 

Sigamos con la estrella invitada. Ya muy enfermo Ramón Gaya, van a visitarle T. con P. y E. Toma la palabra ESR y dice: "Ramón te queremos mucho, te admiramos mucho y te debemos mucho". Lo hace en una preciosa marcha atrás de su trato cronológico, fíjense. Marcha atrás que, poniendo delante lo último, nos dice que en la vida, a pesar de que su paso pueda pesarnos, vamos siempre lanzados hacia lo más importante y mejor. 


Y Trapiello, entre tantas cosas, escribe, a raíz del encuentro con una amiga de la juventud : “Fue una de las muchachas más guapas de Valladolid. Si encontrara ahora otro modo más literario de decirlo, lo haría". Hace un giro de muñeca extraordinario, porque diciendo que no ha encontrado otro modo más literario de decirlo, lo ha encontrado, que es el "más guapa", y lo que quiere decir lo deja ahí, aquí, flotando en nuestra imaginación. 

Y como en cada tomo de los diarios, cuántas palabras nuevas, que él espolvorea sin afectación. Aquí las pongo para ir poco a poco buscándolas en el diccionario, y son sólo las desconocidas por mí (no las que no uso, pero sé, ni las nuevas, como 'nihilobstista' o 'miratear', tan sabrosas también)


trástulo
chabarcón
regojos
ménsulas
estátero
réspices
balandrán
subitáneos
jayanes
falleba
esquicio
tolondro
haza
rejo
hedentina
espeluncas
propincua
peneque
murias
majanos
canteo
pitañoso
fraustina
fazoleto
peterete
chilindrinas
quiroteca
mirotear
redingote
nidia
subitáneo
bigudí
gurka
poquitero
queo
cazcaleo
martelo

 

6 comentarios:

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

Hoy he leído en un suplemento cultural estos versos de Eloy Sánchez Rosillo y mi memoria (no yo) ha decidido archivarlos para siempre:

Todo pasa y se va, pero aún transcurren
los días en los que amaste y fuiste amado.

Anónimo dijo...

caletre/ ocume/ acucia/ lardón/ giróvago/ cánula/ guillamos/ gavilla/ hozar/ blocao/ pardal/ gabias/ toba... Entre otras muchas de La cosa en sí.
J.

Cristina Brackelmanns dijo...

Lo de Gaya es magistral, pero yo diría que más que una doctrina son los años. No cabe duda de que se llega a eso, a esperar poco, a esperar incluso cualquier cosa, y a seguir queriendo. Pero sólo puede decirse cuando, como Gaya, has llegado a ello, y nunca volviéndolo a la contraria: qué amargados los que esperan o confían y se duelen.
Tan profundamente católico es no esperar nada de ellas como seguir esperando, la clave creo yo que está más en el seguir queriendo, te gusten o no te gusten del todo. Y en darle tiempo al tiempo, todo llega.

carmen dijo...

Yo también disfruté una barbaridad la visita de los amigos poetas a Gaya. Las palabras en desuso las utiliza sin aspavientos hasta el punto que, a veces pasan desapercibidas, otras, se paladean al encontrarlas y no puedo evitar pronunciarlas en alto. Ese es uno de los valores y placeres de los diarios: la calidad de la prosa, el dominio del lenguaje, el amor por las palabras.

E. G-Máiquez dijo...

Bien por su memoria, Zumo, buen gusto.

Y eso de las palabras desusadas es una maravilla, como bien dice Carmen, por el gusto de encontrarlas y por naturales que concurren en el diario.

Te agradezco mucho la puntualización, CB. Efectivamente, tan buen católico es el que espera como el que espera menos, siempre que quiera mucho. Ayer leía, precisamente, a Tomás Moro: "Pasarán por ingenuos: es el precio de la caridad".

Ignacio Trujillo dijo...

Ayer acabé "Apenas sensitivo" de un tirón, tras leerme también de un tirón "La cosa en sí". He disfrutado un montón. Me gustaría empezar ahora este último. Pero creo que debo "destrapiellearme" un poco, porque la verdad es que engancha. Lo de las palabras tan sabrosas que usa es verdad, lo que en otro sería de una pedantería inaguantable, en él, con su naturalidad tan discreta, es encantador. Le pasa un poco como a Azorín, que es un maestro en esto de las palabras arcanas.
Lo de SR de Zumo es magnífico y lo de Moro. No me gustaría dejar de ser ingenuo nunca.