El último diario de José Luis García Martín, Hotel Universo (Trabe, Uviéu, 2009), tiene unas espléndidas vistas chestertonianas, a pesar de que el autor no sea un hombre muy religioso que digamos. Chesterton siempre defendió una felicidad de mínimos, o sea, que el solo hecho de existir es ya una aventura extraordinaria, en la que uno encuentra razones de sobra para pasársela dando gracias. García Martín también se pasa su diario dando gracias por la existencia.
Se las da, en vista de que no se le ocurre a nadie más y aun a riesgo de caer en cierta redundancia, a la propia existencia. Su felicidad no es de mínimos, sino de áureas medianías, como la de todo pagano como Dios manda. Pero transmite la misma sintonía jubilosa de Chesterton con el mundo, al que García Martín llama significativamente “Hotel Universo”, un hotel de muchas estrellas, innumerables, a poco que se levante la mirada. Él se encuentra confortable con su vida de profesor universitario, de poeta no reconocido del todo, de crítico temido, de hombre que le suelta lo que piensa al lucero del alba y que, sin embargo, mantiene su buen puñado de amigos, de materialista enredado en historias de fantasmas, de turista incansable y, no obstante, ovetense rutinario. Desde luego, no son pocas ni mínimas ni sencillas esas cosas suyas, pero da gusto ver a un español que está contento (incluso con su sueldo).
Lo traigo a Alba, semanario católico, no por recomendable, aunque literariamente lo es, sino para alegrarme de algo que de pasada me he encontrado en un cajón de la mesilla de noche del Hotel Universo. Una de mis admiraciones más constantes es Jorge Luis Borges, que, para mi incomodidad, había repetido sin descanso que la teología es una rama de la literatura fantástica. Vaya. Yo, que casi siempre le río las gracias al argentino, ante ésta, torcía el gesto. García Martín nos cuenta que, en verdad, Borges sostenía que "la teología y el realismo son las más fascinantes ramas de la literatura fantástica" (pág. 230). Me he llevado una sorpresa estupenda, porque, claro, emparejar la teología con el realismo ya es otra cosa; otra cosa fantástica. Chesterton pensaba eso mismo, como explica minuciosamente en el capítulo IV, titulado “The Ethics of Elfland”, de Ortodoxia.
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6 comentarios:
¡¡Otra vez bravo!! Enrique, estás escribiendo unas entradas tan magníficas últimamente que me obligas a romper mi mutismo habitual para decírtelo.
Qué júbilo vivir cuando encontramos relaciones entre las cosas que amamos... Gracias por mostrármelas.
Es un paso adelante que la teología y el realismo estén en el mismo bando, aunque como el 99% de las veces (bueno, me corrijo, en el 93%), Borges se equivoque en lo más importante. Qué tío, siempre metiendo la pata (pero qué bien la mete, la pata). Es como Ortega (y Gasset): en todo lo que afirma se equivoca, aunque no es lo mismo un Borges equivocado que un Suso de Toro equivocado (por decir algo).
El mozo que se hace viejo en la parábola machadiana pensaba: "todo es soñar, / el caballito soñado / y el caballo de verdad". Para Ortega los dos caballos son reales, aunque sea distinta en uno y en otro la naturaleza de esa realidad, claro. Quizás Borges esté más cerca del poeta que del filósofo; y éste, de la verdad.
Qué bonito el jubiloso comentario de Ana. Es cierto que es un júbilo, y Rayos y Truenos una fiesta en ese sentido.
Y a García Martín no le veo yo tan pagano, incluso algún destello weiliano le he encontrado en su Blog: ciertas consideraciones sobre "la fragilidad que acrecienta la belleza", esa atención casi enamorada a todo lo que le rodea, la gratitud por la existencia... Como dices, no son cosas mínimas ni sencillas.
La Weil, ya que estamos (por cierto, los Pensamientos desordenados, que no has podido encargarlos porque estan agotadísimos, andan en busca y captura hasta que caigan, que caerán), hablaba de formas implícitas del amor a Dios. Una de ellas -junto al amor al prójimo y a la solemnidad de la liturgia- sería el amor a la belleza del mundo. Según ella, esa comunión ("sintonía jubilosa" dices tú, qué maravilla) tendría un carácter casi, o sin casi, sacramental.
Yo qué sé, desde aquel "En estado de gracia" me cae cada vez mejor. Creo que le voy a echar un ojo a ese Hotel Universo.
Gracias, una vez más.
Qué horror y a la vez que júbilo, ya tengo dos libros más por comprar: este Hotel Universo y Troppo Vero de Andrés Trapiello...
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