domingo, 17 de octubre de 2010

Tres márgenes

En La Gaceta en mi reseña sobre Alma minha gentil tuvieron que recortarme las puntas del texto, por cuestiones de espacio; y lo hicieron sorprendentemente bien: no cortaron el hilo. Pero se perdió un pequeño detalle que me parece grandioso. Lo dejo aquí, al margen: ¡Erasmo aprendió portugués para leer a Gil Vicente!

En Alba no me recortaron nada porque yo me había limitado antes, cumpliendo estrictamente con los caracteres. Hablo esta semana de Ramón Sijé y de la "Elegía" de Hernández. Destaco que el motor de aquel poema es el remordimiento y que Miguel Hernández va, como confiesa, de su corazón a sus asuntos. El único elogio a Sijé que dedica en todo el poema es mentar su "noble calavera". Recordé entonces que Jorge Luis Borges, nada más morir su amada madre, escribió un soneto titulado "Remordimiento". El argentino no se anduvo por las ramas ni por los huertos, y se fue al sentimiento que le devastaba. No me cupo en el artículo, pero aquí  nos lo dejo.

A cuenta de la salida de Leonor, llevo pensando varios días en el género policíaco. Nada tan civilizado como que sea "el otro" el asesino, esto es, que se haya investigado laboriosamente, no se hayan seguido las apariencias ni la ley de Lynch (ese fenómeno estrictamente democrático, según el impagable José Antonio Fúster), y, sobre todo, se haya establecido la inocencia del sospechoso principal. Se me ocurrió que podía postular el trasfondo cristiano que eso supone. Pero hice una encuesta por sms entre mis amigos más leídos y se me abrieron, de golpe, siete u ocho líneas de investigación. Yo soy muy moro (por santo Tomás), así que recordé sus recomendaciones, en negrita lo más recordado:
Lord, grant that I may be able in argument,

accurate in analysis,
strict in study,

candid with clients,
and honest with adversaries.
Sit with me at my desk
and listen with me to my client's plaints,
read with me in my library,
and stand beside me in court,
so that today I shall not,
in order to win a point
lose my soul.
Me he propuesto, por tanto, seguir investigando sobre lo policial, en plan asuntos internos. Pero como el tiempo se me echaba encima, escribí deprisa y corriendo sobre Zapatero, que ya está investigado de sobra.

3 comentarios:

Verónica dijo...

No sé si estoy muy de acuerdo con lo que dices de la "Elegía a Ramón Sijé" (con quien tanto quería el poeta). Es un llanto desconsolado por la pérdida del amigo del alma, del amigo entrañable e irrepetible prematuramente muerto. El crescendo final, con el poeta desenterrando "a dentelladas secas y calientes" el cadáver del amigo, hasta besarle la noble calavera, es de una belleza desgarradora. Es imposible no llorar. ¿Tú crees que es un poema que de verdad trata del remordimiento? Jamás lo habría dicho.

E. G-Máiquez dijo...

Querida Verónica, el poema es muy emocionante y hermoso, pero eso no quita que su sentimiento principal, en mi opinión, sea el remordimiento, muy común ante la muerte de un viejo amigo o familiar y que no excluye el amor, como vio el sabio Borges en su soneto a su madre, donde prefiere ocultar los sentimientos más sentimentales, por decirlo de algún modo. La dedicatoria ya es llamativa, y el corrector de estilo de Alba ha caído en la trampa y la ha cambiado a "a quien tanto quería", que suena natural. Y luego MH no hace un solo elogio (menos "noble calavera") a Sijé, y la escribe en el estilo exaltado Nerudiano y neoromántico que Sijé destestaba y no hace ni una sola concesión a los arraigados principios religiosos de su amigo, con el que estaba muy distanciado. De hecho, el desenterramiento está provocado porque cuando Miguel se enteró Ramón ya estaba enterrado. Nada de eso, le quita emoción a la "Elegía". Se la da, pues se ve cuánto amor hubo y había por debajo de los conflictos éticos y estéticos entre ambos.

Verónica dijo...

Esta relectura que me haces de la elegía me la convierte, todavía más, en un poema conmovedor como pocos, a pesar de las muchísimas veces que lo he leído y recitado hasta saberlo de memoria. Y me sigue conmoviendo por la manera en que muestra con particular belleza la soledad del hombre frente al misterio de la muerte, afrontada aquí de manera visceral. La natural rebeldía del hombre frente a la desaparición del ser querido alcanza aquí sus cotas más altas de verdad y belleza.
Y este poema te hace muy próximo a Hernández, a pesar de la desesperanza que late, en el fondo.
Pero aún me ronda la pregunta, ¿remordimiento, de qué, o por qué? Sigo sin verlo, sobre todo, tras la parte final del poema, mucho más luminosa, que parece como que te levanta, después de haberte literalmente sumido en la fosa. De hecho, parece como si al final pensara en el reencuentro -real o imaginado/deseado- con el amigo muerto, con quien tiene todavía que hablar de muchas cosas, muchas que se quedaron para siempre sin ser dichas, palabras que necesitan del interlocutor amigo. No sé si el remordimiento es sentimiento común ante la muerte, supongo que depende. La Comunión de los Santos lima muchas asperezas, y ahuyenta muchas soledades. Los muertos ya lo saben todo.

En cuanto al de Borges, la verdad es que me deja bastante fría. En efecto, no se anduvo por las ramas, y lo que pienso es lo que debió sufrir su pobre madre. No sé si el talento compensa tanto...