martes, 5 de julio de 2011

Otra metapipa

En Diario de la felicidad de Nicolae Steinhardt, p. 505:

Nos falta totalmente el sentido del misterio. En este siglo XX el número de los aficionados a las novelas policiacas —a cuya cabeza yo me encuentro—es enorme. Nos gustan Edgar Poe, Conan-Doyle y Edgar Wallace, nos apasionan las aventuras del impecable lord Peter Wimsey, del bigotudo Hércules Poirot, del emperifollado Philo Vance, de los comisarios Ellery Queen, padre e hijo, del cínico Sam Spade, del discreto Mr. Fortune, del banal Maigret o de los complicados héroes de John Le Carré —¡y no percibimos el misterio que nos rodea a cada paso!— [A estas alturas, ya lamentaba yo la ausencia de Father Brown, cuando enseguida la explicación.] El padre Brown, el cura-detective de Chesterton (tan poco insólito como el cura-trabajador de la fábrica), llama nuestra atención sobre la omnipresencia del misterio, que reaparece en cda una de las novelas metafísico-policiacas protagonizadas por este Father Brown
El catecismo de los obispos católicos holandeses detecta el misterio en los sitios más insospechados. Los esposos, dice el catecismo, ni siquiera saben de qué profundos misterios están rodeados y qué insondables secretos expresan cuando, al volver del trabajo, él le dice a ella: "¡Qué guapa estás esta noche!", o ella le dice a él: "Te estaba esperando, amor mío; has llegado tarde". 

2 comentarios:

Mora Fandos dijo...

Has dado con un gran tema, Enrique: desde el racionalismo, misterio es lo que todavía no hemos cribado por la razón: en el fondo, un problema aún sin resolver. Y en esa línea suelen ir las novelas policíacas.

Pero el misterio de verdad es lo que dice Marcel: El problema es lo dado que se me propone como externo y el misterio «algo en lo que me encuentro comprometido y cuya esencia no está enteramente ante mí». De donde el ser no es problemático, sino misterioso. Los misterios no son problemas insolubles, sino realidades no objetivables, pero que al estar inmersos en ellas nos iluminan. Por eso, frente al ser no cabe más que la opción, por lo que la Metafísica es la «lógica de la libertad» (El misterio ontológico, Barcelona 1959).

Anónimo dijo...

Dice Borges de Conrad:

"Sus mejores cuentos son Corazón de la
tiniebla, Juventud, El Duelo y La línea de sombra. Un crítico opinó que este
último era de índole fantástica; Conrad respondió que buscar lo fantástico era
mostrarse insensible a la naturaleza misma del mundo, que continuamente lo
es"

José Luis