viernes, 26 de octubre de 2018

Pilot azul


Estoy tomando notas en el hotel con un pilot azul que no es mío. Tras la presentación del Cómo ser conservador de Roger Scruton de anoche, un joven muy simpático se acercó con dos libros míos para que se los dedicara. Quizá él no sepa la ilusión que eso hace. Como no tenía boli, me dejó el suyo, y, ay de mí, le pagué el detalle quedándome con su boli. Se lo voy a guardar con mucho cuidado, con la esperanza de un próximo encuentro. Estudié Derecho y aprendí que la justicia es dar a cada uno lo suyo.

Lo que aprovecharé para seguir tratando de ser justo. Conté una cosa en la presentación que probablemente no era lo suyo en una presentación, sino más del blogg. Lo restituyo aquí como espero restituir el pilot de Antonio.

Fuimos a recoger a Quique del colegio un poco antes para llevarlo con nosotros a una merienda. Salió feliz, como es natural. Leonor, sin embargo, quedó espantada de lo sucio que apareció. “Enrique, hijo mío, hay que tener más cuidado, ¡¿cómo puedes estar tan sucio?!”.

Quique, sin perder la sonrisa de la recogida antes de tiempo y el plan extraordinario, replicó: “Mira, mamá, esto es lo que hay”.

Yo tendría que haberle reñido por la contestación. Pero acababa de llegar del curso de Scruton y vi, con orgullo, que mi hijo era el más joven scrutoniano de este país. Por eso lo conté en la presentación. Observen la chulería de la contestación, naturalmente, pero también su profundísimo anti-utopismo. ¿Cómo va a estar limpio un niño de siete años después de siete horas de cole, con comedor y todo? Y, por último, esa fortaleza de ánimo de no dejar, ni loco, que las imperfecciones de la realidad le estropeen, ni por asomo, la alegría de las bondades y bellezas de la realidad, que (oh, salir antes del cole, oh, la merienda, oh con papá y mamá) superan con creces un polo ligeramente manchado.



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