martes, 17 de mayo de 2011
Mando en plaza
En la mili, mi comandante, apiadado, me puso una mesa estupenda para que estudiase mis oposiciones: hasta silla ergonómica tenía. Pero luego se pasó los nueve meses llamándome cada cinco minutos: “Máiquez, póngame un café; Máiquez, lléveme a comprobar el estado de las instalaciones (de tenis, que era su gran afición); Máiquez, qué buen día hace, eh, etc.” Yo miraba a mi mesa, en un ángulo oscuro, solitaria e inútil. Lo he recordado porque mi mujer, para que no me distraiga tanto, ha trasladado mi despacho arriba, al dormitorio. “Allí estarás más tranquilo”, fueron sus palabras exactas y cariñosas. Pero me llama desde abajo para esto y para lo otro, como el comandante, aunque con más autoridad. El mando tiene eso, por lo que se ve.
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8 comentarios:
Se te ve encantado por ser útil en la casa, Enrique.
Ja, ja, ja. Qué bueno.
Epa, faltaría que digas que preferís "la mili"...
"domi militiaeque". La autoridad en el hogar y en el ejército. Aquélla, extensa; intensa ésta. En ambos casos lo correcto es obedecer.
Jilguero
Lo correcto y lo inteligente.
Para María:
"¿Mande?".
El precio de la auctóritas es no tener el mando (... retorciendo una cita de Álvaro d'Ors)
Gracias, Jerónimo, por ese amable retorcimiento de mi maestro.
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