viernes, 30 de junio de 2006
Muerte entre las flores
Pero también es una película sobre la fidelidad a pesar de todo. El hombre que mantiene esa débil llama no se va de la ciudad, recibe todos los golpes, le insultan, arriesga su vida, apenas duerme, no gana jamás una apuesta, y cuando le soluciona todos los problemas al jefe de la banda, su estúpido amigo (que, además, se casa con la mujer que él amaba), no sabe por qué lo hizo. Desde luego, no por interés personal. Y, sin embargo, le queda la dignidad de haber sido fiel, de haber luchado... Esta sensación fue con la que me acosté anoche, con la que hoy me vuelvo a levantar.
jueves, 29 de junio de 2006
Fin de carrera
de mis sabias lecciones pudo daros
más que triviales fórmulas y algunos
estereotipos que la gente ignora
ya que de otra manera no es posible
sacar ningún provecho de este docto
título que hoy gozáis. Es necesario
que esto quede muy claro para nunca
caer en los errores en que muchos
han caído de forma irreversible
y muy triste en lo que en mi modesta
opinión se refiere. De estas aulas
lo bonito sería que salierais
--amén de preparados para la útil
ganancia de un dinero-- con la mente
al menos respetuosa y bien dispuesta
para admirar las artes que al contrario
de cuanto os he enseñado... sí perduran.
[Historia Antigua. Víctor Botas]
miércoles, 28 de junio de 2006
Intrahistoria
Pero que nadie se engañe: el repliegue no es una retirada. Se trata de ahondar en las raíces para florecer con más fuerza.
lunes, 26 de junio de 2006
Albada
Con tanto ajetreo, por muy temprano que uno se levante, lo que empezó como una albada, sólo acabará a media mañana, convertido ya en trotadora prosa de cada día, que es justamente lo que uno tiene que convertir en...
sábado, 24 de junio de 2006
Visita al oculista
(Aunque si yo fuese político, la receta hubiese sido demagogia, que es lo mismo adaptado a los medios de comunicación de masas.)
Contra las bodas
Tampoco es que tenga nada contra el matrimonio. El día de tu boda es el más feliz de tu vida, dicen. “Sobre todo”, bromeé alguna vez, “de tu vida de ahora en adelante”. Me equivocaba: la cotidianidad conyugal depara días muy dichosos. De lo que de verdad estoy en contra es de las bodas, esto es, de la preceptiva celebración festiva del evento. “Qué misantropía”, dirán ustedes, “si sólo es una lógica noche de fiesta”. De sólo una noche, nada: desde que, varios meses antes, uno recibe la invitación, está condenado; además de agradecido. A partir de entonces, inútilmente intentará hablar de la manifestación de la AVT o de las peripecias de Maragall: la conversación se centra, por arte de magia, en cuestiones de vestimentas, de hoteles y de listas de regalos. Todo muy barato.
El día más feliz dura una infinidad de horas seguidas donde, como en el poema de Bécquer, se confunden los crepúsculos. Si pagaran un salario por asistir, sería un trabajo insoportable, que incumpliría todas las normas que regulan una jornada laboral digna. Cuenten las horas que se pasan de pie, conversando a voz en grito, saludando con cara de felicidad, bebiendo sin sed y comiendo sin hambre…
Desde la boda de Letizia, se hace mucho hannover, quiero decir, que se imita al famoso Ernesto saltándose la ceremonia religiosa para acudir directamente al convite. Grave error, porque la iglesia es el único sitio donde podrás estar sentado tranquilamente, deseando felicidad a esos aventureros que unen sus vidas, sin la obligación de dar carrete a un señor que te pusieron al lado.
A partir de ahí, todo es una vorágine de canapés y un vértigo de conversaciones. Enseguida olvidamos cuánto nos costó adelgazar y que, por cada copa, uno tendrá que tomarse al día siguiente un vasito efervescente con paracetamol. La fiesta no acaba nunca porque, cuando por fin decidimos irnos, empiezan las despedidas, que se eternizan. Y se repiten: hace tanto tiempo que habías dicho adiós a la primera persona que vuelves amnésico y afónico a pegarle otro abrazo.
Hubo un tiempo en que pensé, con alivio, que había casado felizmente a todos mis amigos. Sin embargo, yo mismo me casé, y con una mujer tan extremadamente joven que ahora comienzan a hacerlo sus amigas. Algún día terminarán, supongo; pero ya no concibo esperanzas. El gobierno ha inventado el divorcio exprés y, dentro de nada, empezaremos a celebrar reincidencias.
—Amigos, parientes y conocidos, por favor, sed matrimonios felices y duraderos, aunque sólo sea para ver si podemos pasar un fin de semana en casa leyendo un poco.
[Artículo que publiqué en el Diario de Cádiz allá por mayo pasado, pero que --ante el fin de semana que me espera-- he considerado conveniente recuperar.]
viernes, 23 de junio de 2006
La cita de todos los veranos
Y he recordado un versículo de Luis Rosales, que me viene como anillo al dedo:
No olvido --haciendo un juego de palabras en honor de AnaCó-- que no hay Rosales sin espinas, o sea, sin algo punzante y doloroso. En este versículo, tal vez se deba al hecho de que la escritura resulta sólo un fruto de estación, porque antes no hay tiempo, ni silencio, ni paz, puede que ni ganas. O quizá --con más dramatismo-- a que el poeta se siente existencialmente perdido durante el resto del año.Escribir es la cita que todos los veranos tengo conmigo mismo
Pero Rosales da siempre su perfume. Qué preciosa verdad poética: escribir es encontrarse con uno mismo; es una esperanza a punto de cumplirse...
¿Acudiré yo estos dos meses a mi cita conmigo? Y que el paciente lector no proteste diciendo: "pero si no paras, grafómano, entre el blogg, los artículos, las críticas..." No: escribir, escribir es escribir poesía.
¿Y acudirá ella a la cita?
jueves, 22 de junio de 2006
Poesía y prosa
El poema, muy conocido, es:
La diferencia más evidente es el tamaño. El poema, breve y esencial: una verdad desnuda con un tono visionario. El artículo, largo y narrativo, de tono biográfico. Uno es memorable, el otro es memorístico. Cuando se leen juntos, se piensa que el artículo podría ser la nota al pie que explicase qué hechos concretos están debajo de aquellos tres versos. Sosteniéndolos, porque sin esa experiencia previa el poema no habría sido concebido.SPOON RIVER, EUSKADI
¿Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes,
y por qué hemos matado tan estúpidamente?
Nuestros padres mintieron: eso es todo.
Técnicamente, tiene interés el uso tan diverso que se hace de la tradición literaria. El título del poema se refiere al del poemario de Edgar Lee Masters, Spoon River Anthology, que es una colección de epitafios. Juaristi no pretende perpetrar un culteranismo, sino propiciar una evocación emocional. Nombrar Spoon River nos sitúa en el marco de un cementerio (allí ocurre todo aquel libro) y nos introduce en un mundo de reproches (que es, principalmente, a lo que se dedican los personajes de Masters). En el artículo se acaba haciendo, es cierto, una paráfrasis de un verso de Cernuda —que posiblemente ayudó a Jon Juaristi a concebir la idea del poema—, pero el uso esta vez no es evocativo sino discursivo, para volverlo del revés y explicarlo.
Mientras que en "Breve historia de una saga sabinista" el autor nos cuenta una historia en la que él juega, como es lógico, un papel clave como testigo; en "Spoon River, Euskadi", el poeta —a pesar de la (mala) fama de los vates en este sentido— brilla por su ausencia. El personaje central del poema --quien tiene que entender-- es el “viajero”, o sea, el lector. Y la voz, una de ultratumba.
No podemos olvidarnos del tiempo. La enseñanza también es nítida: en el poema el tiempo es un futuro abstracto (casi un destino) que se basa, puenteando al presente, en un pasado mítico. El tiempo de la prosa es el presente que se abre paso entre una maraña de causas y de efectos. Ambos textos son complementarios.
miércoles, 21 de junio de 2006
En tres líneas
*Yo diría que el Cristianismo propone, entre otras cosas, lo contrario: "Hacer de la virtud necesidad". Pablo de Tarso, más atrevido, prefirió decir: "Hacer de la necedad virtud, como del escándalo" (1Cor 1,18-23) .
*Lo que motivó la actuación del Grande-Marlaska contra ETA fue una portada de periódico. Qué muestra del inmenso poder de los medios... El mismo daimon juguetón me susurra al oído: "Claro, el poder de los fines está desaparecido".
martes, 20 de junio de 2006
La realidad y la poesía
Más fundamento tiene si aplicada a la lectura. La buena poesía enriquece al lector mientras que un buen lector enriquece al poema, en lo que la gente llamaría un círculo vicioso, pero que es una espiral benéfica. Cuando un poema me habla de lo que no viví, aumenta mi experiencia, y cuando habla de algo que conozco es mi vida pasada la que da sentido y matices al poema, que vuelve a influir sobre uno con renovado vigor. Suena complejo, pero todo lector de poesía ha pasado por esa experiencia. Ahora bien, para que el mecanismo gire, tiene que rodar sobre el eje fijo de la realidad, que es la tierra firme que comparten poeta, lenguaje, lector y tema del texto.
Dos pequeñas anécdotas reafirman la teoría. La primera, la flor del asagao. Miguel d’Ors reprodujo en su Sol de noviembre un haiku de Basho que a mí, en principio, me dejaba frío:
Yo soy un hombre
que come su arroz
ante la flor de asagao.
A Arp, sin embargo, le gustó muchísimo y, con instinto de filólogo, se puso a investigar qué flor era el asagao. Pensó que la prímula, y yo seguí quedándome frío: una flor bonita pero cursi que no me decía nada. En Arp se puede confiar, no porque no se equivoque a veces, sino porque rectifica enseguida. A los pocos días nos informaba de que la flor de asagao es, en realidad, nuestra corregüela. Y, entonces, cuando el haiku de Basho arraigó en la tierra de su verdad, me emocionó: la corregüela es una flor silvestre, humilde y feraz, delicada sin embargo. Una flor delante de la cual el hecho de comer arroz es significativo.
Chiyo también habla de la flor del asagao. Este haiku, en cambio, siempre me había gustado mucho por esa sensibilidad femenina que prefiere salir a pedir agua antes que arrancar unas plantas.
Cegado el pozoConociendo la florecilla que merece su misericordia, llega más hondo aún.
por la flor de asagao,
salgo a por agua.
Ahora, cuando veo corregüelas por los arcenes y en las vallas de las casas viejas, me fijo más, y recuerdo a los maestros.
La otra experiencia tiene que ver con las cigarras. Su música, siendo sinceros, no es más que un ruido chirriante, valga la recurrente y socorrida aliteración. Le prestamos oídos —además de porque no nos queda otro remedio— por su prestigio literario y su reversible moraleja, que Inma nos recuerda. Así las cosas, cuando leí Partitura de la cigarra, de Eugenio Montejo, me pareció que la poesía del gran venezolano estaba muy por encima de su tema y de su título.
Hasta que hace unos días cayó en mis manos esta contestación de Jean-Claude Roché (célebre bioacústico o, como él prefiere, ornitomelólogo) a una pregunta sobre el canto de las cigarras: “cantan muy bien. Pero los cantos que resultan realmente hermosos son los de las cigarras de países tropicales, como las de Venezuela o Malasia, por ejemplo. Es extraordinario, porque todas cantan por la tarde, pero, a su vez, cada especie tiene su momento exacto. Hay una que canta a las cinco y media; otra a las seis menos veinte; otra a las seis menos cinco… nunca juntas. Cada cual respeta su turno, con una precisión tal, que podría poner mi grabadora en el momento exacto en que quisiera grabar una.”
Los subrayados son míos. Y la nueva emoción con la que he vuelto a Montejo también.
domingo, 18 de junio de 2006
Fun & Beauty
We hobble through this difficult world with the aid of two crutches: Fun & Beauty.[Unamuno pensaba que no era necesario traducir de los idiomas que se estudiaban en el bachillerato. Como soy profesor de instituto, no comparto el optimismo del Rector de Salamanca y ofrezco una versión de la frase de Belloc: "Renqueamos a través de este mundo complicado con la ayuda de dos muletas: la diversión y la belleza".]
viernes, 16 de junio de 2006
Cómo pensar de los demás sin equivocarse
Piensa mal y acertarás.No le gustó. Y aprovechando su tribuna para mejorar los usos y costumbres, se aventuró a corregir al genio (o el mal genio) del pueblo y propuso:
Prefiero pensar bien, aunque me equivoque.A primera vista, la propuesta pemaniana era estupenda. De segundas, plantea el problema de que nuestra inteligencia siente una repugnancia prácticamente invencible ante cualquier equivocación. No creo, siendo honestos, que esta versión lograse desactivar el refrán tradicional en muchas conciencias.
Afortunadamente, Jorge Luis Borges, conociendo el intento de Pemán o sólo lo que postula el refranero, cinceló una frase definitiva que convence, porque vence las resistencias de la realidad y las reticencias de la razón. No sé qué pensarán ustedes, pero desde mi punto de vista este argumento es inapelable:
Piensa que los otros son justos, y si no es así, el error no es tuyo.
jueves, 15 de junio de 2006
Los frutos del bien
Mañana seguiremos hablando de Pemán, pero ahora el barbero se alegra mucho de que no cayera en la cuenta, porque realmente los frutos del bien se pueden cosechar en los dos libros de notas del propio Charles Baudelaire, Cohetes y Mi corazón al desnudo. Véanse:
La franqueza absoluta, medio de originalidad.*
El espíritu de burla puede no excluir la caridad, aunque es raro.*
El trono y el altar, máxima revolucionaria.*
En la plegaria hay una operación mágica. La plegaria es una de las grandes fuerzas de la dinámica intelectual. Hay en ella como una corriente eléctrica.*
El rosario es un médium, un vehículo: la oración al alcance de todos.*
España pone en la religión la ferocidad natural del amor.*
El primero que llegue, con tal que sepa divertir, tiene derecho a hablar de sí mismo.*
La agudeza es una obra maestra.*
Las naciones no tienen grandes hombres más que a pesar suyo. Por lo tanto, el gran hombre es el vencedor de toda su nación.*
Hay que trabajar, si no por gusto, por desesperación, ya que está comprobado que trabajar es menos fastidioso que divertirse.*
Los abolicionistas de almas (materialistas) son necesariamente los abolicionistas del infierno: están, a buen seguro, interesados.*
Teoría de la verdadera civilización. No está en el gas, ni en el vapor, ni en las mesas giratorias. Está en la disminución de las huellas del pecado original.*
Siempre el gobierno anterior es el responsable de las costumbres del siguiente, en la medida que un gobierno pueda serlo de alguna cosa.*
No comprendo cómo una mano pura pueda tocar un diario sin una convulsión de asco.*
Ser rico y amar el trabajo.*
No hay trabajo más largo que aquel que uno no se atreve a empezar. Se vuelve pesadilla.*
Sé siempre poeta, hasta en prosa.*
Encontrar el frenesí diario.*
Una sabiduría abreviada. Aseo, oración, trabajo.
miércoles, 14 de junio de 2006
Tal como fue
La idea nos la explicó la víctima del terrorismo con la que cenamos después de la concentración del 10 de junio. Él decía que, si pudiera, borraría el sintagma “la sinrazón del terrorismo”: los asesinos tenían muy bien previstas las consecuencias, las ventajas que sacarían de los crímenes; y si no tuvieron razones, ahora el Gobierno, al negociar, se las iba dando.
martes, 13 de junio de 2006
Tortuga
Uno de mis recuerdos es mi padre leyéndome poemas de Marinero en tierra antes de dormirme. Le pedía obsesivamente la “Nana de la tortuga” y comenzaba así mi camino de poeta. Y renunciaba a la carrera de novelista, pues los cuentos no me interesaban tanto. Mi padre --imagino ahora que con gran paciencia-- me leía la nana una y otra vez y yo tengo grabada para siempre la música del verso en su voz varonil.
Hace dos o tres años, en una incursión de saqueo en la biblioteca paterna, di con la poesía completa de Alberti en la preciosa edición de Aguilar. La abrí y me encontré con que la cinta marcadora roja estaba aún en el viejo poema de la tortuga. Había dejado una marca sobre el papel y desteñido un poco. Aquello fue un golpe de emoción y memoria como de magdalena de Proust. Devolví el libro a su sitio, porque lo mejor me lo había llevado hacía muchos años.
NANA DE LA TORTUGA
Verde, lenta, la tortuga.
¡Ya se comió el perejil,
la hojita de la lechuga!¡Al agua, que el baño está
rebosando!¡Al agua,
pato!Y sí que nos gusta a mí
y al niño ver la tortuga
tontita y sola nadando.
Y ahora caigo en que quizá mi lentitud para todo la aprendiese igualmente de aquella tortuga. Aunque no sé si hay que llevar las influencias hasta tan lejos: el perejil, por ejemplo, me deja frío…
lunes, 12 de junio de 2006
domingo, 11 de junio de 2006
Masa
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
[César Vallejo. España, aparta de mí este cáliz]
sábado, 10 de junio de 2006
En marcha
Yo para acompañar mi amargo café de madrugada, musito en la memoria estos versos de Sir John Harrington que tradujo Almuzara el Breve:
¿Por qué nunca prospera la traición?Tres versos así despiertan y animan a un muerto. Y a medida que vaya recogiendo colegas-y-sin-embargo-amigos los poemas de la memoria serán más y más alegres.
Porque cuando prospera
nadie sigue llamándola traición.
viernes, 9 de junio de 2006
Rota; Castillo de Luna
Aun a riesgo de ser pesado con Chesterton —valga la redundancia, diría él—, contaré algo de la presentación de anoche de La superstición del divorcio. Mi función se limitó a poner en hora este libro escrito en 1920, cuando en Inglaterra se discutía la admisión de una ley de divorcio. No fue difícil: apenas ha atrasado. (Lo de la sincronización es importante porque llevamos entre manos una bomba de relojería contra el discurso de valores dominantes.)
Lo curioso es que ese aspecto explosivo del propio Chesterton, que hoy parece desactivado por la imagen, igualmente cierta, de un escritor gordo, jovial y divertido, estaba muy presente para sus contemporáneos y hasta para él mismo. Dorothy L. Sayers, la impagable traductora de la Divina Commedia, explicó en 1952, en su prólogo a La sorpresa: “Para los jóvenes de mi generación G. K. C. fue una especie de libertador cristiano. Como una bomba beneficiosa […]” Justo esa misma imagen es la que utilizó el propio Chesterton para hablar de él y sus amigos, cuando parodió (sin entenderlo del todo, me temo) el poema "The Hollow Men", de T. S. Eliot, donde se leía que “el mundo no acabará con una explosión sino con un quejido”. Con el pretexto de caricaturizar al grupo Bloomsbury, se hizo este sonoro autorretrato:
La de ellos es desdén, risillas y gemidos;
fue nuestra juventud carcajada y canción.
Ellos quizá terminen con un leve quejido,
nuestro final será, seguro, una explosión.
Para defender el matrimonio, recurre constantemente a un ejemplo que pone melancólico: el del patriotismo. Chesterton argumenta que si somos capaces de dar la vida por la patria (y más cuando está más postrada), por qué no por esa pequeña nación que es la familia, que además sí hemos elegido. Hoy en día con qué lealtad, con qué heroísmo se podría comparar el sacrificio por la familia. Con el patriotismo, no. Lo triste es que nada está desconectado: en la sociedad no hay compartimentos estancos --y por eso se hunde tan rápidamente. Cuando las ideas de sacrificio y de entrega se desmoronan en todos los órdenes, ¿podrían mantenerse en el matrimonio?
Afortunadamente, con Chesterton, la melancolía dura poco. No ataca a los divorciados. Hace un profundo análisis del matrimonio indisoluble y de las razones por las que compensa defenderlo, luchar por él. La clave es su belleza superior. Las películas y las canciones se fijan usualmente en el enamoramiento porque el amor constante es más difícil: demasiado grande y a la vez demasiado sutil para filmarlo o cantarlo. Tenemos por delante toda una tarea cultural pendiente, amigos. En este sentido, Chesterton también es un adelantado. Escribió un poema ejemplar sobre el romanticismo de envejecer juntos, disfrutando desde los cambios más pequeños (en el vestuario o en el tinte del pelo) hasta los de la edad. Y frente a los cambios, lo que no cambia:
EL ÚLTIMO DISFRAZ
Tiñes tu blusa blanca con un verde más suave
como cuando volviste tu melena castaña,
y entonces brotó en mí esta oración tan rara,
la más rara que nunca haya dicho un amante:
“Que yo que vi tu juventud brillar
—arco iris cambiante de unas ropas a otras—
pueda verte en la tierra ciñendo la corona
de plata de la edad.
Empolvarás tu pelo de forma sorprendente,
maquillarás tu cara con pinturas muy pálidas;
pero, alegres, detrás del velo y de la máscara,
tus ojos inmortales mirarán como siempre.”[Traducción de J. J. Cabanillas]
jueves, 8 de junio de 2006
Palabras para Julia
Mientras releía ese libro, me he dado cuenta de que fui injusto con Julia. Ocurrió en casa de Ana Có. Julia defendía que todos los matrimonios son por amor; yo tan lewisiano como Beades, salí al paso; ella replicó que eran matrimonios por amor también si por amor propio; y entonces, ay, me sonreí y la acusé de no ser tan romántica como parecía. Pues bien, Chesterton, que es todo un caballero —una vez se levantó en el tranvía y dejó asiento a dos o tres señoras—, acude en auxilio de Julia y me desarma. Sostiene que a los que no cumplen su palabra de amarse hasta la muerte les falta amor (propio), y se burlan de sí mismos por la espalda. La paradoja resulta muy romántica: el amor propio como sólido sillar del amor matrimonial, el orgullo como razón de la entrega. Y yo, cortado, le ofrezco a Julia un ramillete de violetas o coloradas disculpas. A la romántica Julia.
miércoles, 7 de junio de 2006
El matrimonio y la muerte
Hoy la mención a la muerte no hay quien la resista y la frase, ciertamente, impresiona. Tal vez no habría que buscar métodos de disolución exprés si se dijera: “hasta que la eutanasia ponga fin a vuestro sufrimiento” o “hasta que os fundáis con la energía cósmica en plenitud”. Pero no lo creo: a la muerte le sientan mal los eufemismos. Por eso nos refugiamos en el divorcio, que remeda la rueda del eterno retorno o las reencarnaciones.
martes, 6 de junio de 2006
Soleá (¿o alegría?)
Que te la perdone DiosTeológicamente es impecable: Dios es misericordioso y, sobre todo, la fuente verdadera del perdón. Por otra parte, tiene mucho encanto la humildad cabreada del poeta, que se considera más pequeño, no ya que Dios, desde luego, sino que la propia ofensa. Detalle ése por el que sangra la herida. Otro matiz: presupone una conversación y que el ofensor —la ofensora, parece, en este caso— ha pedido perdón, sin lo cual no habría nada que hacer. Finalmente, el secreto de la soleá (¿o es una alegría?) consiste en que quien desea que Dios perdone a alguien lo está perdonando ya, aunque diga que no. En el contraste entre lo que se dice y lo que se desea palpita la fuerza poética de estos versos. Y la prueba de que el poeta, en el fondo, ha perdonado es el sobrentendido, pudoroso diminitivo, aderezado con la sal de la pronunciación: fartita.
que tu fartita es mu grande
pa perdonártela yo.
lunes, 5 de junio de 2006
Valientes socialistas
domingo, 4 de junio de 2006
La mejor angustia
El estandarte lo enarbola un joven: el mejor heredero --en la nueva generación-- de la sustancia larresca: José Ortega y Gasset heredaba --junto a la tumba de Larra-- el gaje del orgullo y de la melancolía, la mirada imperial y desencatada, la voluntad lírica de remozar este país tan viejo y el ansia íntima de vivir una vida noble, alta, exaltada, sutuaria, dandynesca. Heredaba Ortega la mejor angustia de Larra: la angustia de la cultura y salvación de España.¿Y no nos cumplen a nosotros los blogs esa ilusión máxima, superior a la de poseer un reino político?
Heredaba más: la ilusión típicamente figarina de poseer un periódico propio, un órgano de expresión --ilusión máxima de propiedad de un escritor--. Ilusión superior a la de poseer un reino político. Fígaro murió en 1837 a punto de conseguir un periódico --"Fígaro"-- que hubiera sido su "Boletín de teatros, música, modas, Bellas Artes, costumbres, amena literatura, política, Cortes, noticias, anuncios, etc.".
sábado, 3 de junio de 2006
El Barbero del Rey de Suecia (IV)
Él quería ser notario para levantar acta y dar fe de que Pasos, de Mario Míguez (Pre-Textos, 2006) es un poemario espléndido, que no se puede resumir. Yo le avisé que su trabajo es quitarnos trabajo, no dárnoslo. Si Pasos es tan bueno, poco a poco se abrirá camino: el boca a boca es el medio de difusión más eficaz de la literatura.
Al final, la lectura de la poesía del cordobés Mario López le ha traído de nuevo a Rayos y Truenos. Otro visitante anónimo de este blogg (no quiso que su mano derecha supiese lo que hacía la izquierda) nos lo recomendó. Se trata, efectivamente, de un poeta muy recomendable: a pesar del grupo Cántico, que era el suyo, fue una especie de Francis Jammes ceceante o un Thomas Hardy cetrino o un Fernando Fortún con buena salud o, incluso, un Luis Felipe Vivanco senequista. Tiene estupendos poemas camperos y habla mucho de caza. ¡Lo que habría disfrutado Pukka con un poeta así!
El barbero nos ofrece estos mechones fundamentales:
Es robusto y moreno como un hombre de campo [hablando del Ángel Custodio]*
cuando junio derrama su avispero de estrellas*
Teje el lugar común su telaraña*
la sonrisa te anudas igual que la corbata*
¿Qué ríos nuestras vidas que en Dios no desemboquen…?*
[la lluvia] hasta dejar el campo encharcado y absorto*
[La campiña] Inauguran las liebres la mañana*
Las silenciosas lluvias franciscanas han vuelto
viernes, 2 de junio de 2006
Elogio de la tautología
La perra es Pukka
Para no darle ni un solo motivo al usuario anónimo que me acusó con bastante gracia y/o mala leche de querer aristocracia para todos pero pedigrí para mi perro, traigo hoy al blogg a Pukka. Si no escribí antes de ella, no es porque su árbol genealógico sea menos frondoso que el de Carbón, sino porque nos trae de cabeza con sus escapadas venatorias. Los gatos del barrio están al borde de un ataque de nervios; como los vecinos, porque la muy perra acompaña sus hazañas de todo un recital de ladridos, gruñidos y latidos. Una vez, incluso, trincó una gaviota en la playa y la dejó moribunda, en la orilla. Tuve que aplicarle la eutanasia ante la mirada atenta de varios paseantes. A veces, cuando Pukka te hace unas cuantas jugarretas seguidas, acumulas cierto rencor. Una vez, mientras la perdonaba, le escribí este epitafio:
Descansarán, por fin, los pobres gatos,Tal vez extrañe a algún usuario anónimo que lo escribiese con la previsión propia del Ocaso S.A. Podrá parecer despiadado o morboso, pero yo también me he aplicado el cuento y he dedicado varios poemas a mi propio tránsito. Incluso hay quien proclama eso tan profundo de que todo poema es, en realidad, un epitafio. Los míos lo son stricto sensu, pues opino que es mejor no mezclar géneros. Cuando esté muerto (de cansancio), sin ganas de escribir nada nuevo, colgaré alguno aquí.
las ratas, los vecinos, las gaviotas.
Solamente sus dueños, medio idiotas,
de menos echarán los malos ratos.
jueves, 1 de junio de 2006
El huésped indigno
pero todos se hacían a la torre,
la torre los hacía semejantes.
Cierta vez fue ocupada por un hombre
que no gustaba de la acción guerrera;
llenó de libros los desnudos muros
e hizo llevar al sótano las armas.
Aquel hombre creía ser un sabio,
creía que los sabios eran justos
y dictaba sentencias comedidas.
Pero dentro del hombre había un monstruo.
Julio Martínez Mesanza