martes, 10 de julio de 2007

Intrenferencias

Es verano y el tren en el que vuelvo de Madrid va lleno de gente que se abalanza sobre las costas. Sin embargo, para empezar, todos abrimos los periódicos con cara de personas muy serias e informadas. Son banderas: según el que cada cual enarbola, se sabe qué piensa en política, del cambio climático o contra el cine español. En mi vagón, al fondo, un marido trata de leer Alba. Yo habría ido a darle un abrazo, pero su mujer, rodeada de una nube de niños rubios, aún sonriente, le solicita ayuda in-me-dia-ta.

Camino de la cafetería, percibo que cada vagón huele distinto, y doy gracias al Cielo por el mío. Parece que Murphy, el de la ley inexorable, coge vacaciones en julio. Unos pasajeros leen y otros ven la película; los primeros están embebidos, los segundos embobados. No lo digo yo, lo dicen sus caras. En cambio, como para compensar, los que leen se descalzan, echan los pies por alto y se los rascan. Leen, sí, pero por lo visto no el instructivo poema de Amalia Bautista cuyo primer verso reza: “Qué feos son los pies de todo el mundo”.

Vuelvo de la cafetería sin haber probado el café. Demasiada cola, y deshilachada. Me pongo a tratar de empezar a concentrarme para escribir un artículo. Ver una película a ratos, sin oírla, es pedagógico. A la ida pusieron The Queen, y asombraba lo mucho que aquellos personajes de sangre real se sentaban delante del televisor. No extraña que aquí, en España, el Príncipe se casara con la locutora. A la vuelta están echando una de niños, Ratónpolis, y vista de reojo qué sucios son sus decorados (cañerías, retretes, ranas y moscas) y qué consumistas los mardirtos roeores, rodeados de electrodomésticos y trajes espantosos. ¿Será un homenaje de la RENFE a Carmen Calvo?

No se me ocurre nada, pero mientras tanto ya he pillado dos veces al tipo de enfrente, al de la Nintendo, mirando. No a Ratónpolis, sino a la chica melancólica de la ventana. Ojalá el de la Nintendo fuese notario; no porque crea yo que así él tendría más posibilidades (ella debe de haber dejado al novio atrás), sino para que diese fe pública de lo que acabamos de oír. Un matrimonio mayor ha asegurado a sus vecinos de asiento [y a todo el vagón] que ven cuatro o cinco telenovelas y series al día. Mientras ven unas, graban otras. Están como la reina de Inglaterra. Espero que lleguemos antes de que les dé el síndrome de abstinencia.

9 comentarios:

Enrique Baltanás dijo...

Magnífico artículo. Y refrescante, en medio de esta tórrida canícula (metereológica y sociopolítica).

Enrique Monasterio dijo...

Publica esto en papel, anda. Los lectores de periódicos están hartos de opinadores. Contémosles historias, sobre todo ahora que hace calor.

Ángel Ruiz dijo...

Sí, es muy bueno el artículo. Es verdad, en The queen la reina se pasa el tiempo viendo la tele.

Juan Manuel Macías dijo...

Magnífico artículo. Yo, para viajar, sólo uso el tren.

Anónimo dijo...

Menos mal que no se te ocurría nada... Buenísimo y desternillante, a la par que refrescante, aunque lo de los señores rascándose los pies... ¿es de verdad?

Anónimo dijo...

Me sumo (me subo) al vagón de los elogios. Me gustan estos entrenamientos tuyos. Sigue viajando.

Anónimo dijo...

Pues yo ya no me subo porque, más que un vagón, parece un camarote. Pero me ha gustado mucho, muy entrentenido.
PD. El articulista podía tener el detalle de avisar de sus actos en la metrópoli -de los abiertos al público en general, está claro-, que nos encantaría, hombre, que está esto muy espeso, y escucharíamos muy atentos y aplaudiríamos mucho.

Juan Ignacio dijo...

Los lectores hemos hecho un viaje en tren, sin movernos de nuestros asientos de computadora.

E. G-Máiquez dijo...

IDA Y VUELTA.- En realidad no llegó nunca a artículo: en el tren, como entrennamiento, tomé notas para una entrada de blogg; acuciado luego por mis compromisos periodísticos intrenté darle forma de artículo para Alba, como se nota en la pelota mención del primer párrafo, que es lo único que no ocurrió estrictamente [El articulista es un fingidor]. Luego, Vercingétorix, que sabe latín, me dijo: El artículo empieza genial (es tan bueno que parece un poema en prosa), pero creo que después de la cafetería se vuelve pesado en las descripciones y un poco antipático el personaje que lo cuenta. Así que volví a mi idea original de colgarlo en el blogg, do me lo perdonáis todo, como demuestran vuestras palabras de ánimo, que tanto me entrennecen. Para Alba escribí a toda máquina un artículo sobre un tema de mi especialidad, titulado "Less top-less". Indecorosamente, lo expondré el sábado.

PS. Se nota que Verónica sólo viaja en el peligroso-pero-elegantísimo coche de Dal. Ignora que los best-sellers predisponen (por razones que a mucha honra desconozco) al picor de pies.

PS. La próxima conferencia (si la hubiera o hubiese) será publicitada, recordando especialmente esa promesa aplaudidora...