1) ¿Cómo una situación puntual en la que Eduardo se quedó mudo en medio de una conversación porque la consideró tonta (y su interlocutor, por ejemplo, no merecía respuesta)?
2) ¿Cómo un caso de autocrítica en el que Eduardo se calló porque consideró que él no sabía entablar conversaciones serias?
3) ¿O como aquel que se creía tan superior y, al rechazar todas las conversaciones por tontas, se quedó sin hablar con nadie?
Yo no soporto las conversaciones muy frívolas, si no es con personas muy cercanas, pero tampoco esos ratones de biblioteca que son incapaces de tener una conversación coloquial. Ahora, reconozco que en ocasiones me ha pasado lo que al pobre Eduardo. Estar en una reunión social y las que las conversaciones sean tan tontas que no se me ocurra nada que valga la pena decir.
Fracaso de microcuento el mío. Mi intención era (y cuando hay que explicar la intención, malo, malo) criticar a digamos Eduardo. O sea, querido y descansado Sanz, todo lo contrario de la misantropía y lo más parecido a la opción 3 de las 3 (uy, malo, malo) que propone Juan Ignacio. Para remate, yo, que estaba tan contento con las visitas de CB, voy y me entero por qué viene: a ella, por variar de las que tendrá siempre, le encantan las conversaciones tontas. Y se agostó agosto. Hubo días mejores.
Soy lento para entender estas cosas. Pero es un orgullo para mí saber que anduve cerca con la tercera (que sea la tecera solo habla mal de mí; creo que es un buen microcuento, como le dices).
No, Enrique, fracaso de comentario cuando hay que explicarlo. Lo que quería decir es que me encanta conversar, y que las conversaciones no son como las rosquillas, tontas, listas y de santa clara. Son los conversantes los tontos, listos y de santaclara. Y lo que pienso es que igual que dos no pelean si uno no quiere, la conversación nunca es tonta con que uno no quiera. Respecto a lo del primer comentario, eso de que el que habla pero no lee no habla de nada, habría mucho que discutir. Puedo asegurar que hablar con mi portero o con la panadera de Valfermoso da para mucho, mucho más que las conversaciones de tanto listo requeteleído al que se le ve el plumero -el de que sólo habla para el lucimiento personal-. Todo lo contrario de lo que pasa en este Blogg.
A diferencia de Eduardo, yo no me quedo mudo. Tu comentario, CB, se entendía perfectamente, sólo que yo, bocazas o bloggazas, en vez de agradecértelo y punto, me quise hacer el galante, vaya. Pero gracias mil por la precisión innecesaria.
13 comentarios:
El que habla pero no lee, no habla de nada. El que lee pero no habla, no sabe de nada...
Me encantan las conversaciones tontas. Pero no sé bien si es porque todas las conversaciones son tontas, o porque ninguna lo es.
Se quedó mudo o nos dejó sordos.
Á. V.
¿Cómo lo pensaste, Enrique?
1) ¿Cómo una situación puntual en la que Eduardo se quedó mudo en medio de una conversación porque la consideró tonta (y su interlocutor, por ejemplo, no merecía respuesta)?
2) ¿Cómo un caso de autocrítica en el que Eduardo se calló porque consideró que él no sabía entablar conversaciones serias?
3) ¿O como aquel que se creía tan superior y, al rechazar todas las conversaciones por tontas, se quedó sin hablar con nadie?
Yo no soporto las conversaciones muy frívolas, si no es con personas muy cercanas, pero tampoco esos ratones de biblioteca que son incapaces de tener una conversación coloquial. Ahora, reconozco que en ocasiones me ha pasado lo que al pobre Eduardo. Estar en una reunión social y las que las conversaciones sean tan tontas que no se me ocurra nada que valga la pena decir.
Misántropo te veo.
Fracaso de microcuento el mío. Mi intención era (y cuando hay que explicar la intención, malo, malo) criticar a digamos Eduardo. O sea, querido y descansado Sanz, todo lo contrario de la misantropía y lo más parecido a la opción 3 de las 3 (uy, malo, malo) que propone Juan Ignacio. Para remate, yo, que estaba tan contento con las visitas de CB, voy y me entero por qué viene: a ella, por variar de las que tendrá siempre, le encantan las conversaciones tontas. Y se agostó agosto. Hubo días mejores.
Soy lento para entender estas cosas. Pero es un orgullo para mí saber que anduve cerca con la tercera (que sea la tecera solo habla mal de mí; creo que es un buen microcuento, como le dices).
En fin, Juan Ignacio, muchas gracias: tú sí que eres un buen macroamigo.
No es un fracaso, es que admitía muchas lecturas.
No me jordas
No, Enrique, fracaso de comentario cuando hay que explicarlo. Lo que quería decir es que me encanta conversar, y que las conversaciones no son como las rosquillas, tontas, listas y de santa clara. Son los conversantes los tontos, listos y de santaclara. Y lo que pienso es que igual que dos no pelean si uno no quiere, la conversación nunca es tonta con que uno no quiera.
Respecto a lo del primer comentario, eso de que el que habla pero no lee no habla de nada, habría mucho que discutir. Puedo asegurar que hablar con mi portero o con la panadera de Valfermoso da para mucho, mucho más que las conversaciones de tanto listo requeteleído al que se le ve el plumero -el de que sólo habla para el lucimiento personal-. Todo lo contrario de lo que pasa en este Blogg.
A diferencia de Eduardo, yo no me quedo mudo. Tu comentario, CB, se entendía perfectamente, sólo que yo, bocazas o bloggazas, en vez de agradecértelo y punto, me quise hacer el galante, vaya. Pero gracias mil por la precisión innecesaria.
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