Debió de ser la opípara comida y el subsiguiente sopor, porque cuando entraba —dos pasitos para alante, un pasito para atrás— en el mar —qué agua helada— me equivoqué y dije, tembloroso:
—No me dará un cargo de conciencia, ¿verdad?
Leonor, como a la ocasión la pintan calva, me espetó:
—Pues tú sabrás lo que has hecho...
Tras lo cual, no me quedó más remedio que zambullirme del todo, arrostrando la posibilidad de un corte de digestión.
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10 comentarios:
Lo que te debería dar es un "cargo de digestión", que ya algunos estamos en las capitales trabajando.
Qué corte de conciencia...
¡Qué bueno! Ahora, supongo que será difícil mantenerse a flote con la conciencia cargada...
Es un sitio raro el Puerto. Los picotazos de avispa producen nostalgia, las sandalias aplauden como locas, las señoras hacen profundas reverencias, la gente escarba a las cuatro de las mañana mientras los perros reptan, los rapes derrapan, a los poetas solterones los casan sí o sí y luego los visitan para tomar café con perdices, en invierno no hacen más que visitar al dentista y comer filete con patatas, y, para colmo, cuando se bañan en el mar de su bahía sufren cargo de conciencia.
Qué asco la capital, todo tan normalito.
Ahora lo que procede es un descargo de conciencia, como el del Dr. Pedro Laín Entralgo :)
Saludos
Um perdices con café. Puede salir un buen plato del comentario.
Buenísimo, cb, buenísimo! Enrique, la verdad es que vives en un pueblo curioso...Por otra parte, ya sabes aquello de la proverbial intuición de las mujeres
JLG
¿No te digo? Y ahora Luis, que seguro que es del Puerto, después del desposorio de Mario con Wislawa, quiere casar a las perdices con el café.
El cronista es el que es buenísimo, José Luis. Y el Puerto, como ves, algo especial también debe de tener.
Raro, rarísimo, CB. Y eso que olvidas que aquí la aurora -Alberti dixit y tú, je, je, te reíste- va de espaldas y encima púdicamente vestida con un manto y todo: La Aurora / cuyo manto es el mar de mi bahía, etc.
Qué bueno volver a leerte: refrescante y divertido...
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