sábado, 18 de julio de 2020

Media docena de sonetos


Cuenta José María Pemán que en el colegio San Felipe Neri, un profesor muy optimista les puso de tarea a los alumnos adolescentes que trajesen un soneto escrito por cada uno para el día siguiente. Él escribió los seis (eran sólo seis alumnos en esa clase) y los repartió entre los compañeros, reservándose el mejor. El profesor recogió los cuadernos y leyó los sonetos. Dijo: "Pemán, el suyo es el peor. Se ve que usted no va para poeta". El joven José María contestó por lo bajo para no traicionar las leyes sagradas del compañerismo: "Se ve que para lo que no voy es para crítico".

La anécdota la he escuchado y la he contado un montón de veces. Pero, en realidad, hay muchas posibilidades abiertas, menos la literal. No se puede ser un buen poeta, si no se es también un crítico como mínimo implícito y de lo propio. Si tuviésemos los sonetos, podríamos juzgar  con más fundamento; pero que en esta anécdota hay gato encerrado no me lo quita nadie de la cabeza. Pudo haber ocurrido una de estas cosas:

A) Que el joven José María se quedase, en efecto, con el mejor soneto y, por tanto, con el menos obvio y consabido, con el más personal, con el menos ejercicio de retórica. El profesor ejerció honradamente de profesor y le gustó mucho menos el mejor.

B) Que el profesor descubriese el pastel y, haciéndose el tonto, embromase al autor.

C) Que el profesor fuese consciente de las condiciones y aptitudes de Pemán y, al ver que su soneto era tan del mismo nivel que los poemas de los más brutos de la clase, le exigiese que destacara más.

D) Que el profesor lo descubriese todo, incluso el mínimo egoísmo de quedarse Pemán con el mejor, y no le estuviese dando una lección literaria, sino levemente moral.

E) Que el profesor fuese un crítico finísimo y que viese en tanta facilidad soneteril del joven alumno un escollo para que se convirtiese en un poeta auténtico, esto es, agónico. Entre dientes, mientras Pemán susurraba su protesta de crítico, quizá el profesor masculló: "Pero qué gran columnista será usted, Sr. Pemán".

¿Tenéis alguna preferencia u otra solución? 


jueves, 16 de julio de 2020

Pancratium maritimum


Hace cinco años, una tarde de enero, recogíamos semillas (aquí Quique) de Pacratium maritimum. Se dieron. 

Hoy han vuelto a florecer. 

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He recordado, sacudido por la alegría y por la nostalgia, toda la historia, desde el cariño que le tengo a esa flor hasta el día que lo recogimos y con quién hasta la sorpresa de que agarrasen y la ceremonia de esperarlas cada año.

Nos advirtieron que el "pancratium maritimum" no se daría en nuestro jardín porque, con el riego, el entorno es demasiado húmedo. Pero no contaban (como casi nunca cuentan) con las benéficas paradojas. Acostumbrado a hundir sus raíces en los arenales para alcanzar un poco de humedad, su instinto le servía ahora para todo lo contrario: para huir de la humedad. Salvado por la tradición en un entorno hostil a esa misma tradición. Da que pensar.

Pero para que no todo sea tan moralizante, una observación frívola. Qué curioso que los lirios de mar florezcan en verano, como esperando a los turistas para lucirse ante un público más numeroso. En mayo no causarían tanta impresión.



martes, 14 de julio de 2020

Anestesia


Pocos días antes del confinamiento, me hicieron una endoscopia en la que detectaron dos pólipos en la garganta, pero la sedación no fue suficiente para que me dejase extirpar lo que en principio pensaba que era mío. 

El médico me dijo que tendría que volverme a intervenir pero en quirófano y con anestesia general. Tras sucesivos retrasos, que me han alegrado mucho, ayer llegó el día.

Me desperté temprano y me puso a escribir y a leer como si nada, supongo que pidiéndole a la rutina que me acogiese en sus amorosos brazos.

Pero cuando en el baño del hospital tuve que cambiar mis ropas por la batita azul semiabierta, me sorprendí recitándome: «Debes hacer un rito del vestirte,/ la sobreveste puede ser mortaja». El truco de la rutina no había funcionado. 

En la cama de la sala de anestesia hice un esfuerzo por redoblar la atención:

Atento a todo
antes de la anestesia.
Por compensar.

Entraban y salían pacientes. Una señora de 97 años con un estupendo humor. Todas las enfermeras le decían que firmarían por llegar así. «¡Yo también, yo también!» quería gritar desde mi rincón.

No llegaba mi prueba del Covid y había, además, un problema con mis papeles del seguro. O sea, que aquello se estaba eternizando. Menos mal que me había llevado un libro: La desaparición de los rituales de Byung-Chul Han. Dio la casualidad que me tocó un capítulo «Juego a vida o muerte», muy oportuno. Defensor de poner la vida en el tablero y tal, y hasta un poco del suicidio en plenitud, no por depresión, sino por exaltación. En esos momentos, me convenció.

Soy un suicida del mismo modo que un polígamo. Amo a todas las mujeres que hay en Leonor según los días y los ánimos; y vivo todas las muertes que sufre un hipocondríaco y dejo voluntariamente la vida (como en una ruleta rusa) en el tambor de la pistola de la providencia. Un suicida sucesivo.

Y entonces la anestesia hizo su efecto y me quedé dormido.

Por lo que me han contado, todo fue bien.


lunes, 13 de julio de 2020

Finura


Todos hemos alabado y con razón la finura psicológica (que se adelanta a Freud) de esa Lady Macbeth lavándose compulsivamente las manos de una sangre que sólo ella ve. More she needs the divine than the physician, y todo eso. No sé y no he visto nunca que se haga lo propio con Cervantes, que tiene también un hallazgo maravilloso, aunque más alegre.

La famosa infanta Micomicona, que es Dorotea con toda su historia por detrás, ha montado la tramoya de su reino y el gigante que el brazo de don Quijote tiene que desbaratar para sacar engañado al pobre hidalgo de la Peña Pobre. Hasta ahí bien. Pero, cuando en la venta coinciden todos y se desatan los nudos, Sancho ve «que se le desaparecían e iban en humo las esperanzas de su dictado y que la linda princesa Micomicona se había vuelto en Dorotea, y el gigante en don Fernando, y su amo se estaba durmiendo a sueño suelto, bien descuidado de todo lo sucedido».

¿Dónde se había dicho nunca antes que el gigante representaba a Fernando? Pero ¿cómo no?, si el gigante había arrebatado y desamparado a la Micomicona; y los paralelismos son evidentes. Las sugerencias de la metamorfosis son deslumbrantes. De paso, humaniza a Dorotea y llena de una verdad al sesgo la fantasía que ella se montó, diciéndonos, sin decirlo, que todas las historias, incluso las más abracadabrantes, llevan en el fondo una verdad herida, si son auténticas.

miércoles, 8 de julio de 2020

Repetición


La repetición como recurso poético cuya virtualidad se ve mucho mejor en la prosa diaria. 

Una repetición que encanta a los niños es que, cuando nos sentamos a almorzar, digo cada día: «¡Qué suerte: mi comida preferida!», sea lo que sea. No miento demasiado, porque, aunque no sea muy lógico, es lo que siento. A los niños (¡y a Leonor!) les hace tanta gracia que ay de mí como un día se me olvide.

Otra figura retórica de repetición en la que insisto: cada vez que entro en casa, me paro, contemplo la perspectiva del jardín, y digo: «Yo, con el confinamiento, me he enamorado de esta casa». Y Enrique se ha sumado al teatrillo y dice: «Vaya, no lo sabíamos»; y a todos nos hace gracia.

No todo es buen rollo. También mi hipocondría es muy repetitiva y han celebrado hasta con palmas cada vez que he dicho que me temía que ya había cogido el coronavirus y me ponía el termómetro. Me cruzaba en un pasillo con Carmen y me preguntaba: «¿Te has puesto el termómetro?» También insisto en mi vejez o en la posibilidad de una muerte repentina para la que quiero que estén preparados. Se mondan.

No sólo es la diversión: la comida es mejor, la casa más bonita, la rutina más lírica, los temores menos terribles.

La repetición retoca la realidad. Y previene con gran eficacia que nos quedemos sin conversación.



martes, 7 de julio de 2020

Curva de la felicidad


1- Creía yo que la expresión tenía un significado dietético-estético-y-por-lo-tanto-irónico o quizá histórico, de cuando había hambre; pero últimamente le veo la pura literalidad. Llevo a mis hijos en vespa y ponen sus manitas con un delicado ángulo sobre mi feliz curva (hipálage de libro). Y cuando tomo una curvita, presionan en mullido suavemente.

2- Hace poco leí no recuerdo a quién que uno no deja nunca de ser niño o joven sino que lleva dentro de sí al niño y al joven que fue y que, a veces, al anciano le asoma el pequeño que había llevado dentro a lo largo de toda la vida. Ayer, haciendo windsurf (me he apuntado con Quique a un curso) veía al adolescente surfero que fue. Naturalmente la tabla soportaba mucho más peso y más torpeza, pero no me importaba porque iba exactamente cuando sacaba a pasear a una chica agarrada a la popa de la tabla. La sensación era exactamente la misma: la vela que no entiende tanto peso, la tabla más hundida de lo normal y el rumbo torpe. O sea, que no sólo llevo dentro al adolescente que fui: toda mi adolescencia va por dentro.

3- El niño es más fácil de ver. Meriendo pan con chocolate y aquí está, como si hubiese sido ayer.


domingo, 5 de julio de 2020

Vaya


Nos enfurruñamos Leonor y yo por una cuestión doméstica de muy pequeña monta (al menos para mí, que soy el desordenado). Pero yo decido no bajar a la playa, como a ella le gusta que yo haga, y quedarme leyendo a la sombra, como me gusta a mí. Quizá sea el primer rato de soledad verdadera desde que empezó la pandemia. Hago un acto de voluntad para que esta circunstancia no me cree cargos de conciencia. Si la peleíta me ha servido para sortear la playa del domingo, con viento de levante y aparcamiento complicado, no voy a estropearlo ahora haciendo mala sangre. Siéntate me digo y disfruta. No puedo guardar ningún rencor. Todo lo contrario: agradecimiento. De novios las peleas tienen que ser dramáticas, pero ¿por qué no pueden tan ser alegres los desencuentros conyugales como los reencuentros? En casa se aprovecha todo.


[Me consta que alguien se quedó preocupado con esta entrada. Era una cuestión de ordinaria ordenación.]



jueves, 2 de julio de 2020

Garabato redentor


Ayer presumía del ánimo de Quique por tierra, mar y aire. Hoy vengo a todo lo contrario. Esto es, a seguir presumiendo, vaya, pero de su desánimo. No puede uno reírse siempre. Bien está caerse del caballo y no levantarse en la tabla, morder el polvo y sorber el agua sin derramar una lágrima, pero hoy, me ha contado su hermana, se puso lloroso. En una bolsa de la federación de vela habían escrito su nombre así: «Kike»; y él se quedó petrificado ante el horror con los ojos fijos, bajos, incrédulos y acuosos.  «Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé»...

El monitor no podía explicarse qué había pasado hasta que se lo ha explicado entre humillados hipidos. «Hombre, eso lo arreglo yo en un momento, no te angusties», ha dicho y ha hecho dos «Q» que eran dos garabatos con un rotulador muy gordo, según Carmen, más caligráfica; pero que han satisfecho el pundonor de Quique. Como ayer, aunque por todo lo contrario, lo he felicitado igual.

[A ver si mañana puedo no presumir de niños, hoy me ha resultado imposible.]



Viento fresco


Me siento al sol

y al viento, espectador
y campo de batalla.



miércoles, 1 de julio de 2020

Tomo apuntes


Quique está montando un caballo que respinga y le tira dos o tres veces al día. Eso, por las mañanas. Por las tardes, va a clases de windsurf y no para de caerse (siendo optimistas, porque lo que no consigue es levantarse). Hoy me ha dicho que la hípica es excelente para cuando se tiene hambre y la vela para cuando se tiene sed. Ante mi desconcierto, me ha explicado: «Con el caballo me harto de comer tierra; con la tabla, de beber agua de mar». Y me ha guiñado.

Esa es la actitud. De mí no la ha aprendido, pero yo  le estoy tomando apuntes.

jueves, 25 de junio de 2020

En la más tierna infancia



Voy a casa de mi padre con un objetivo claro. Trincar un libro de su biblioteca. Llego, busco y sustraigo. Estaba donde recordaba. Todo perfecto. Salgo un poco a hurtadillas. Cuando vuelvo a casa y lo abro, me encuentro con que tenía de marcapáginas dos fotos mías. Entre libros, desde la más tierna infancia. El bofetón (fotefón) de emoción me deja grogui:







Y miro la fecha de la edición y, en efecto, Mis almuerzos con gente importante de José María Pemán es 1970, o sea, al poco de haberle nacido yo al mundo. Soy partidario de dejar esos marcapáginas, pero Leonor se niega, y guarda muy codiciosa mis fotos, lo que, en otro orden de cosas, también tiene su emoción.

Casa y mundo


José Luis García Martín  respondió a Lao-Tsé, que había dicho:

Sin salir de tu casa, puedes conocer la naturaleza del mundo.

Sin mirar por la ventana, puedes conocer el Camino del Cielo.

Cuanto más lejos vas, menos conoces.

Así, el Sabio conoce sin viajar.

Etc.


Lo sé, Lao-Tsé, dice García Martín, pero añade:

Sin salir de su casa,

uno puede conocer el mundo;

pero sin salir al mundo

uno no puede conocer su casa.

 

Yo sigo con la inercia de las respuestas: 

Sin salir de su casa,

uno puede conocer el mundo;

y sin salir al mundo, además,

la casa mantiene intactos todos sus misterios.

 

Y sigo con otra respuesta a JLGM, más mística y, por tanto, más realista:

Sin salir de su casa,

uno puede conocer el mundo;

pero sin salir del mundo

uno no puede conocer su casa.


miércoles, 24 de junio de 2020

Encrucijada


Carmen, en la playa, se acerca al parapeto de mi sombrilla lectora, se cuela en lo íntimo gateando y me pide: «Papá, cuéntame, algo, no me cuentas nada de nada». 

Me recuerda a su madre que, como ha leído a Natalia Ginzburg, me dice cada dos por tres lo que la madre de Natalia al padre: «¡No me das cordel!» Yo, sintiéndolo mucho, tengo que hacerme el arisco y seguir leyendo. Porque sé que el tesoro es lo secreto y que, si tienen ganas de que les cuente algo, es por lo poco que me prodigo. Si fuese más locuaz, pondrían pies en polvorosa.

En la balanza de mi corazón he preferido ser arisco y requerido, que no prolijo y cargante. También lo hago por ellas, porque es mucho más bonito ser una esposa anhelante o una hija solícita, que dos chicas achicharradas. Me sacrifico y me callo.




martes, 23 de junio de 2020

Ortega y yo

Leo en Ortega:

«—Papá, ¿qué es el mundo?

—Niño mío, el mundo es una cosa muy grande llena hasta los bordes de pequeñeces».

Y no me parece una menudencia, ni mucho menos, aunque yo, probablemente, le contestaría a mi hijo, si mi hiciese esa pregunta tan metafísica:

—Niño mío, el mundo es una cosa muy pequeña donde caben cosas muy grandes, y todavía queda espacio para las que tú crees.




lunes, 22 de junio de 2020

Mi hijo rompe a... leer


Al llegar a casa, en la puerta, sale Carmen y me dice, preocupada, que Quique ha estado llorando mientras leía. ¿Por qué?, pregunto. Se ha puesto tristísimo con la muerte del padre de Edmundo Dantés. Está con El Conde de MontecristoLlamo a Quique de un grito. Acude corriendo. Le pregunto muy serio si es verdad que ha llorado. Reconoce que sí. Le pregunto el motivo. Confirma que ha sido por la muerte del padre, que encima fue de pena, que es una de las muertes más tristes para él [sic]. Parece que cree que le voy a reñir, pero le tiendo virilmente la mano, de hombre a hombre. Eso es un lector, quien se estremece, le felicito muy orgulloso. Y le recito la milonga argentina:

Mi caballo es andaluz
de los que trajo Mendoza,
que no tiene miedo al tigre,
pero tiembla ante la rosa.

viernes, 19 de junio de 2020

Ahora ya te entiendo



Estoy sentado en el jardín leyendo. Al otro lado de la valla pasa una pareja. No les veo. No sé quiénes son, ni la edad. Ella le dice a él: «Ahora ya te entiendo» y hay un silencio, que imagino emocionado, y se alejan y no oigo nada más. Pero es tan bonito, hay tanta inteligencia y sentimiento en esas cuatro palabras que espero que no fuese una frase sin más en una conversación trivial. Merece ser una frase para un nuevo inicio.


miércoles, 17 de junio de 2020

Rosal amarillo



Vivimos en la calle Sorolla, y yo lo celebro, porque es una manera de tener aquí, en el Extremo Occidente, la luz levantina de la otra rama de mi sangre. Tal vez por eso Carmen ha heredado un interés muy vivo en la obra del pintor valenciano. Hoy ha llegado entusiasmada con el cuadro “El rosal amarillo” de Joaquín Sorolla, porque nosotros, que vivimos en Sorolla, tenemos también un rosal amarillo.

 

 

Yo no sabía que Joaquín Sorolla había hecho un cuadro a su rosal amarillo; y me ha conmovido muchísimo. Al principio, Carmen ha pensado que compartía su emoción sin más, pero lo que ella no sabía es que yo le había dedicado un poema a nuestro rosal amarillo en Mal que bien.

 


No me digan que la triangulación no ha sido perfecta. 

Otra cosa es que lo siga siendo, porque Carmen está tan emocionada que, cada vez que me descuido, ha salido a seguir regándolo. Antes de que lo ahogue o lo pudra, quiero dejar anotada aquí, en mi libreta, la fuerza de la experiencia para un lector de poesía y la de las referencias cruzadas. Carmen había ojeado mi libro un montón de veces, pero no se había parado en este poema jamás. Ahora es el suyo preferido; como el cuadro de Sorolla de entre los suyos, es el mío; como el rosal entre nuestras plantas, es nuestra preferida.


martes, 16 de junio de 2020

Espejito, espejito


De José Antonio Olmedo (Málaga, 1951) sólo me sé una soleá, pero siempre me la recito. Reza:

Miro el espejo otra vez

y no logro ver la joya

que tú me dices que ves.

Ahora que estoy recopilando poemas de amor conyugal, véase, la tentación es considerarlos todos conyugales. Es el peligro de las búsquedas: los encuentros de pie forzado. Con este poema tengo dudas de si lo es o no. ¿Por qué? Porque ese “otra vez” implica el paso del tiempo y las dudas crecientes. En un poema de amor romántico, uno no está para mirarse en el espejo, sino para contemplar, deslumbrado, a la amada y viceversa. En esta primera parte, el poema tiene un parentesco estrecho con una soleá de José Luis Tejada que ya no presenta dudas acerca de su condición conyugal.

Descubrí que me querías.

Ni lo entendí al descubrirlo,

ni lo entiendo todavía. 

El problema es la segunda parte de la primera soleá: «la joya» que ella dice que ve. ¿No es eso un estadio muy incipiente de cualquier relación?

Estoy hecho un mar de dudas. Supongo que la soleá se escribió justo en la frontera en que la relación dejaba de ser romántica (la joyita) y empezaba a ser conyugal (el espejo). ¿Lo meteríais en mi antología?


lunes, 15 de junio de 2020

Variación Stevenson


Siempre me han entusiasmado estos versos de Stevenson:


Sing a song of seasons!

     Something bright in all!

Flowers in the summer,

     fires in the fall!



Pero entre el poniente largo y fresco que nos anima a encender la chimenea de fuera por las noches: 







y los rosales en flor: 


 







se me ocurrió enmendarle la plana un poco al escocés:



Sing a song of everything!

Always something bright!

Flowers in the morning,

fires in the night!



domingo, 14 de junio de 2020

Si tú me dices "wren"



En casa de mi padre, entre las ramas del seto, polluelos del pajarillo que los ingleses conocen como "wren"  y al que han dedicado tantos poemas.

Para los españoles es un chochín y, naturalmente, le hemos escrito menos baladas líricas, aunque él («What's in a name?», que diría Julieta) las merece igual.

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viernes, 12 de junio de 2020

Remordimiento



Os contaré una cosa si prometéis no usarla contra mi idea, esto es, en mi favor, o sea, para consolarme y explicarme que no, hombre, venga ya, anda, etc. He pasado unos días con una sensación muy honda de desperdicio existencial. Sé que no —se me está pasando—, pero quedamos en que no ibais a interrumpirme. Ha sido la percepción paralizante de tantos proyectos realizados a medias por esa falta de entrega que, en los momentos más optimistas, me parece una elegante sprezzatura o una flemática nonchalance o con una gaditana frivolidad de fondo estoico, pero que estos días veía sencillamente como una debilidad muy fuerte de mi carácter. No, no, esperad a la conclusión. Lo importante es que he visto claro que esa sensación será el sustrato, el combustible, digamos, del Purgatorio (sin meternos, Dios nos libre, en más honduras). Crea una quemazón tan fría, tan desagradable, tan ciega que más nos vale vivir de tal modo que no quede apenas en el depósito. El fracaso, comparado con ese remordimiento, es nada.


miércoles, 10 de junio de 2020

Ahí me quiero ver


Voy con mi hijo Enrique a misa. 

Parece concentrado en su oración, pero se vuelve y me pregunta a quemarropa: «¿Por qué sabemos que nuestra religión es la verdadera?» Yo me quedo perplejo, aunque me divierte la paradoja de que si no lo hubiese llevado a misa, jamás me habría hecho esa pregunta. Educar en la fe es educar para las dudas, me susurra, tan seguro de sí mismo, Unamuno. Ahí me quiero ver, explicándoselo después, como le he prometido.

Sigue la misa y observo, con el rabillo del ojo, que se revuelve para hacerme una pregunta. Tiemblo. Pero el arte viene —como es su deber— en mi auxilio. Quiere que le explique la escena del cuadro que tenemos a la derecha.

Está extrañado de que haya mucha más gente en el Infierno que en el Cielo. Le explico que es el Purgatorio. «Ah, pero sigue habiendo más gente que en el Cielo. ¿Y qué hace un ángel en el Purgatorio?» Sacar gente de parte de la Virgen, contesto, mucho más cómodo.

«Eh, eh», insiste, escandalizado: «¿Qué pinta un papa en el Purgatorio?» Contraataco: «Puede haber papas pecadores, como pescadores santos». «Ya, ya, pero el papa se confesará ¿o qué?»

Afortunadamente un rato de silencio y de descanso. No mucho. Se agita. Me llama con la mirada. «Papá ¿cómo era el infierno de Dante para los glotones?» Sé por qué lo dice.

Otro silencio. «¿Y el infierno de Dante para los ladrones?», me pregunta. Me pregunto: ¿Qué habrá mangado?

No ha terminado aún la misa ni el tampoco: «Papá, si algo es pecado y te dicen en el trabajo que lo hagas o te despiden, ¿lo harías?» ¡No!, contesto tajante y el niño aprueba con una mirada orgullosa mi determinación. Glotón, pero prefiere el hambre; o echarse a robar. Ahí me quiero ver también (no quiero verme), pero rendirse preventivamente no es nada gallardo. Empezar con la casuística antes de tiempo demuestra una predisposición a la negociación que nunca augura nada bueno.

Acaba la misa. Acción de gracias.


Con JRJ


Me siento tan retratado por dos fragmentos de poemas de Juan Ramón Jiménez, que me los repito como un estribillo:

Yo le tiré al ideal
creyendo que no le daba
[...] 

que se complementa con este otro:

Porque yo no fui nada hasta que con mi otoño
completé mi sentido. [...]
O sea que a estas alturas todavía tengo una barbaridad que retocarle, ay, su hermosísimo dístico de plenitud si me lo quiero aplicar a mí mismo:

Me queda mucho más, mucho
que tocar hasta la rosa...
Sólo he llegado a capullo.

Con perdón.


lunes, 8 de junio de 2020

La inglesa española


Cuando vimos la serie de Orgullo y prejuicio, mi hija Carmen se dio cuenta de que la pobre Kitty se quedaba colgada de la brocha. Mary se casaría con un vicario, al que Mr. Darcy encontraría una estupenda rectoría, donde Mary brillaría por fin, haciendo incansables caridades y quién sabe si hasta le escribiría a su marido los sermones, severos y contundentes, de gran éxito entre el sector más puritano de la feligresía. Pero ¿y Kitty? Sin sus hermanas para cuidarla, y con un padre escamado y arrepentido de su falta de severidad, estaría sola, atada en corto y con una madre que no sabía apreciarla.

Su situación, más que desesperada, tiene, por supuesto, todos los mimbres para una estupenda novela, en la que el patito feo se convierte en un hermoso cisne, tras algunas vicisitudes o aventuras. El problema es que Carmen escribe muy lentamente con sólo dos dedos en el teclado y todavía más esforzadamente a mano y padece todas las distracciones propias de los 10 años. Debería intervenir yo para socorrer a Kitty, pero la vida no me da, y eso que el Diario de Cádiz acaba de aliviarme, muy a su pesar y el mío, de escribir mi columna tres días en semana. Ya habíamos acordado Carmen y yo que Kitty vendría a España a hacer labores de espionaje durante la Guerra de la Independencia, fichada por el Coronel Fitzgerald, que dirige un incipiente M16. Le propuse a Carmen este título: «La inglesa española», que la convenció. Pero se nos está quedando en el tintero.

Me acuesto y siento por las noches un apagado sollozo de Kitty reclamando que acuda a rescatarla de su insoportable madre y de la soledad de su casa vacía. Entre las sombras, Jane Austen, sonríe, como dándome permiso, casi empujándome.


sábado, 6 de junio de 2020

Pintura negra sobre fondo viejo


Hoy Quique ha manchado de pintura negra brillante el sofá del porche y yo he recuperado como nuevo un recuerdo de mi infancia. Mi abuelo se quejaba continuamente de «mis manitas» y decía que era un destructor implacable. Yo recordaba muy bien eso, pero no que hubiese causado ningún destrozo.

Estaba riñéndole a mi hijo cuando he visto claro lo que sucedió en mi infancia. Quique estaba fastidiado de mi enfado y se notaba que le afectaba, pero no las manchas de pintura en el sofá, que asumía que no eran para tanto, aunque no me lo decía, para no inflamar la situación. Pero yo se lo vi en su mirada.

Adiviné entonces por qué recuerdo a mi abuelo exasperado y nada de lo que pudiera haberme ganado tan mala fama y tan amargas quejas. Yo seguí con las mías, pero fiándolas ya muy largas. Supongo que cuando sus hijos o nietos le hagan alguna trastada, mi hijo recordará estos momentos tan familiares. 


viernes, 5 de junio de 2020

Vuelve la burra al trigo


He tenido que volver a leer unas entradas de mi blogg por las dulces exigencias de un amigo editor. Yo estaba muy tranquilo tras haberme quitado, pero, al leerlo, qué sorpresa ver cuánto de mi vida y, sobre todo, de los que quiero, habría perdido de no haber estado en Rayos y truenos. Así suena muy general: era una frase de mi hijo Enrique, que me ha conmovido como un verso de Rilke. La habría perdido porque ya la había olvidado.

Mi mala memoria, y la memoria de mi abuelo, que me insistía mucho en que llevase un diario, me han vuelto a traer a estas páginas que intentaré escribir como mi vida a trancas y barrancas.

Abrimos, abramos, un nuevo sendero.


miércoles, 8 de enero de 2020

Empatía



Me he interesado e intrigado siempre mucho el papel de la empatía para el lector de poesía. Yo he defendido en prosa y en verso que la poesía es la responsable de producir esa sensación en el lector inteligente, pero tengo que reconocer los límites de mi teoría por razones bien prácticas. Además,  alguien tan talentoso e inteligente como el Conde Villamediana era firme partidario de la empatía previa, que tiene toda la pinta de topos clásico:

Nadie escuche mi voz y triste acento,de suspiros y lágrimas mezclado,si no es que tenga el pecho lastimadode dolor semejante al que yo siento. 
En estos tiempos de consenso, empiezo a estar dispuesto a buscar un término medio entre la postura de Villamediana (precisamente) y la fingidora mía.



sábado, 21 de diciembre de 2019

Vacaciones



Entro en el baño después de mi mujer. Está impoluto, ordenado, brillante. Lo veo: es una trampa. Me afeito, me ducho, me peino de puntillas. Miro a mi espalda. Diría que esta vez he salvado el peligro.

(Con todo, lo que peor llevo de compartir el baño es encontrarme en la ducha todo tipo de acondicionadores de pelo y mascarillas, sí, pero el bote de champú, al final, y vacío.)

viernes, 20 de diciembre de 2019

¡Aquí! ¡Otro de la luna!


Nunca se han visto en otra mejor mis haikus que en esta ocasión, con los hijos de unos amigos. El ambiente, el tono, la risa, el pasmo, la ironía..., ¡todo!

Le he escrito al padre para explicarle: «Ha sido, hablando de haikus, un satori. Porque he visto claro que esa actitud (la risa ante el padre tonto o el asombro escandalizadito ante la basura en un poema) es exactamente con la que yo he escrito mis haikus, clavada. Me he entendido mejor en el espejo de tus hijos. Para entrar en el reino de la poesía también hay que ser como niños».

A lo que me ha contestado el padre: «¡Y yo que tras cada poema le preguntaba a Cari si lo había entendido cuando lo propio habría sido pedirle que me lo explicara...!»

Que otros se jacten de los libros que han escrito, a mí me enorgullecen los que me los han leído.

domingo, 4 de agosto de 2019

Flor del sueño


Me he despertado esta mañana con esta copla en los labios, terminada del todo:


La vida es esa aventura
que se escribe muy despacio;
y va un viajero y la apura
cuando lee tu epitafio.

[Y no está mal esta copla, caigo en la vigilia, para echar el cierre al menos durante un tiempo a mi diario. Quizá Lo que ha llovido; El pábilo vacilante y Un largo etcétera hacían una trilogía cerrada, y sólo ahora me he dado cuenta. ¿Quién iba a pensar que los diarios también tenían sus ciclos, como la poesía, y que ahora tocaba un rato de barbecho, pero así es o lo parece. Muchas gracias por la compañía. En los artículos, en todo caso, seguiré erre que erre.]

Vaccacciones en Bracciano: té


Quique, tras tomarse un té helado, exclamó: «Italia..., ¡qué gran país!». 


sábado, 3 de agosto de 2019

Vaccacciones en Bracciano: Cuando nos casamos


Ahora quisiera ver yo a esos que se ríen tanto de mí si digo: «Cuando nos quedamos embarazados...». Porque en el viaje a Italia, como allí hicimos nuestro viaje de novios, y recordábamos cosas, Carmen empezó a preguntar: «¿Cuándo nos casamos...?» Por si estuvimos aquí, o allá, o comimos eso, o visitamos lo otro. Naturalmente lo último que hicimos fue corregirla. En el matrimonio, con pleno derecho, ya estaban latentes y de viaje de novios nuestros lejanos hijos.


miércoles, 31 de julio de 2019

Vaccacciones en Bracciano: Dante, no, Dante, no


Al final no me daba tiempo a escribir sobre la marcha las impresiones del viaje y ahora tendrán que venir aquí según vayan viniendo, desordenadas, tal y como han terminado en mi memoria. Primero, la que menos me gustaría que se perdiese. 

Los antecedentes son varios. Colecciono monedas de dos euros de Dante. Eso es de antiguo. Mis hijos han heredado la compulsión del coleccionista y andaban como locos con tanta abundancia de monedas como había en Italia, cuerno de la abundancia.

Además de coleccionistas, son muy dantescos, y cada Dante que veían me lo señalaban inmediatamente, como el de la Catedral de Orvieto:


El último antecedente: la zona azul, donde nos hemos dejado una fortuna estos días.

Ahora el hecho. En Caprarola, que es un pueblo en abrupta cuesta como su propio nombre indica, tenía que pagar para la dichosa zona azul. Bajaba la pendiente vertiginosa cuando informé a los niños, que habían quedado atrás: «Sólo tengo para pagar monedas de Dante».

Ellos, desde arriba, casi desde la explanada del Palacio Farnese se dejaron caer corriendo sin control, agitando las manos, conteniendo las lágrimas y gritando con angustia: «Las de Dante, no, papá, las de Dante, no». Los caprarolenses no entenderían nada, pero les conmovió tanta emoción dantesca en unos extraños y, en cualquier caso, les llamó la atención el dramatismo y el suspense de la carrera cuesta abajo, que pudo terminar en tragedia.


miércoles, 24 de julio de 2019

Vaccacciones en Bracciano (3)

Carmen tiene una curiosidad tremenda por las diferencias culturales y por aclarar quién viene en Italia, si il Topolino Petruccio o el hada Disney de los dientes. Yo apuesto por el ratón, pero ella quiere una certeza más científica.

martes, 23 de julio de 2019

Vaccacciones en Bracciano (2)


Lo del retrovisor de mi coche fue una falsa alarma. Ayer las cosas volvieron a complicarse, una tras otra. Por poner un pequeño ejemplo, la imposibilidad de escribir mis entradas abajo, editando la primera, no sé por qué. Aquí iré haciendo mi crónica,  para atrás, como los cangrejos y así esta incomodidad será compartida.

Lo que me tocaba contar lo he tenido que mandar, en forma de artículo, al periódico, pero básicamente era esto. Nos quedamos sin ir a Roma con los niños en el día de nuestro aniversario de bodas porque tuvimos que volver a realquilar los coches y, además, por una equivocación mía, pagando el doble. En ese estado de ánimo, me volví a mis hijos y les dije: “Nos hemos quedado sin excursión”; a lo que Carmen, desde sus nueve años, me replicó: “No hemos hecho la excursión, pero ¡hemos tenido una aventura!”

No sólo la plaza Navona puede compensar un viaje y sus circunstancias. Puede bastar una frase. A mis chestertonianos lectores no se les escapará que la de mi hija recuerda a la del maestro: “Un problema es una aventura mal comprendida, y una aventura es un problema bien enfocado”. Eso multiplicó mi emoción por tres. Sabiendo que nunca se la había susurrado a mi hija, la posibilidad de una transmisión genética del chestertonismo agudo me estremeció de orgullo consanguíneo. La segunda alegría multiplicada es que la niña tiene la mirada del maestro. Coincidir con los grandes por cuenta propia es muchísimo mejor que ser original. Una certificación de talento (con perdón) y una prueba del nueve del acierto. En tercer lugar, para colmo de exultación (que espero que me disculpen porque era mi único consuelo en el desastre), estaba su buen corazón: el aforismo era para consolar a su apaleado padre.



domingo, 21 de julio de 2019

Vaccacciones en Bracciano


21 de julio


Con un pie en el estribo (del avión a Italia), a Carmen se le ha caído una muela. Tenemos grandes dudas si el Topolino Pedrotti trabajará en Italia o si nuestro Ratón Pérez tendrá abierta una delegación en el lago de Bracciano. El viaje empieza con un suspense casi insoportable.

*

El vuelo trae tres horas de retraso, como si fuese arrastrándose en vez de volar. Hemos buscado qué puede haber pasado en Fiumiccino y nos sale una alerta por ébola. ¿Quién ha dicho que en el siglo XXI viajar ha perdido todo su exotismo y su aventura?

*

En el control de seguridad, me echan aparte. La señora me dice: “Lleva usted unas tijeras tremendas, que sobrepasan todos los estándares incluso para la vida terrestre. Me extraño muchísimo, lo que me da aún más pinta de sospechoso. Mete la mano en mi mochila y cuando yo estoy convencido de que va a sacar los aforismos de Ramón Gaya saca unas tijeras que parecen la Tizona y la Durandal hermanas. No me lo explico. Hasta que me lo explico y se lo explico. Una amiga tenía exceso de peso en su maleta y metió algunas cosas a mi maleta. Por lo visto es muy aficionada a la costura. O a la esgrima. O a las ordalías.

*

Es muy duro ser profeta. El 24 de marzo había dicho esto, aunque yo lo había olvidado:


Sin embargo, hoy, cuando en efecto, después de un retraso de tres horas del vuelo hemos tenido que dormir (o intentarlo) en el aeropuerto, todos han recordado mi pofecía y, en vez de admirarme por ella, han decidido que yo he sido el gafe.

22 de julio

En mitad de la madrugada nos han despertado los gritos furiosos de una señora en un ataque muy raro de nervios, lanzándose al suelo y dando patadas al aire e increpando a los que cruzaban. Como mis niños dormían derrengados a mi lado, en un sofá del aeropuerto, me ha entrado el instinto protector, y me he desvelado. ¡Con lo bien que había cogido la postura (de la alcayata sólo cinco minutos antes!

*

Cuando una enorme furgoneta llena de alemanes le pegó un tremendo tortazo al espejo retrovisor del coche que acaba de alquilar, supe que la mala suerte había cambiado de signo de golpe y porrazo. Porque aquello había sido para reventar el mini lancia que me habían dado (con grandes avisos, por cierto, sobre mi responsabilidad en caso de accidentes). Y no pasó nada. La conductora se bajó muy preocupada y no daba crédito al hecho de que mi coche no tuviese ni un rasguño. Como no sabía lo que habíamos pasado ni tampoco hablaba español no entendió por qué le decía alborozado, casi extravíado: “Ya era hora de que esto cambiase, ya era hora”.

*

Ha durado 24 horas el ensalmo. Al principio, todos estaban muy impresionados por mi aprovechamiento del tiempo (oh, la escritura del artículo, del blogg y de mi reseña dantesca para Nueva Revista) además de mi concentración lectora. La única que ponía cara de escéptica es Leonor, que no en vano hoy es nuestro 22 aniversario de boda. Hoy, sin embargo, mientras han ido a la compra, yo me he despistado, ay. Y ya he aprovechado y me he quedado leyendo al coro de las chicharras, que son la hinchada del sol. Cuando han llegado con muchísimas bolsas y calor, me han sentenciado: “Ya sabemos por qué te da tiempo a escribir tanto, eh”. Leonor, por lo bajo, se ha sonreído.

*
















Asombroso


Cuando salga mi nuevo poemario en noviembre, os enseñaré un poema que mi hijo Enrique no conoce y que, sin embargo, tiene el mismo mecanismo de razón poética que él me ha hecho  con más gracia esta noche.

Dejo aquí lo suyo.

Me ha dicho: «Papá, yo estoy convencido de que o Carmen o yo, alguno de los dos, seremos muy ricos». ¿Y eso?, le he preguntado, con cierta aprensión, porque no hay rico que no sea malo o hijo de malo. «Pues porque tú eres de clase media y mamá también es de clase de media, de modo que dos medias unidas darán una entera».


viernes, 19 de julio de 2019

Me parte el corazón



Se me acerca Enriquito y me dice en un aparte: «Ya no quiero ser como tío Nico, quiero ser como tú». Y a mí, verlo tan misericordioso con lo chiquito que es, me parte el corazón.


martes, 16 de julio de 2019

Novela


«Escribir una novela también cuesta», se queja Carmencita cuando le pido que abra ella la puerta, que yo estoy escribiendo mi artículo.

Tras esa respuesta, habría ido yo, naturalmente, pero es tan buena que me lo dice ya de camino. Espero no haberle disipado la inspiración.


lunes, 15 de julio de 2019

El ángel


Los mejores regalos a Quique por su santo se los hizo su ángel de la guarda. Los niños han aprendido a jugar al King, pero Quique, generalmente, se lleva el rey de corazones y todo lo que hay que llevarse. Tiene, encima, muy mal perder. La tarde de nuestro santo jugamos y por primera vez nos ganó a todos, para gran satisfacción suya. Eso sólo fue el aperitivo.

Como los niños ya son mayores, he vuelto a leer con escopeta con escopeta de plomillos para combatir la invasión de tórtolas turcas, torcaces y urrucas que padecemos. Alguien se me ha adelantado con las cotorras, que no hay, y vuelve a haber, qué bien, panarrias

El caso es que tengo terminantemente prohibido a los niños tocar la escopetilla. Pero era el santo de Quique y me pidió un tiro. Justo entonces en la casa del vecino de enfrente, con la calle por medio, en lo alto de una alta araucaria se posó una tórtola . Era un tiro imposible, y yo lo intenté tres veces sin que llegase ni a espantarla. Tengo una puntería mediana, he de decirlo, aunque no suene muy humilde, por el bien de la historia. Entonces, me decidí a dejar a Enrique que tirase. Cogió la escopeta fatal, con la culata bajo el brazo y guiñando el ojo equivocado. Tiró enseguida y, pum, a lo lejos, en la araucaria se levantó una nubecilla de plumones y la tórtola cayó de espaldas... al jardín de un (suponemos) espantado vecino.

El otro sorprendido era yo. Enrique lo veía lo más natural del mundo. Estuvo tan nervioso que se pasó dos horas sin poder sentarse, presumiendo de puntería y recordando la mala mía a todos los que venían por casa.

Me temo que a un ecologista no le haga mucha gracia pensar en un ángel tirador, pero no tiene otra explicación. Tirador y detallista.

sábado, 13 de julio de 2019

Bandos


Me encanta esa idea de Enric González  de que él es tan de escoger bandos que va por la calle, ve a dos niños jugando a las chapas y no puede evitar ir a muerte con uno. Quizá por eso me ha hecho tanta gracia ver que, entre mis lectores más íntimos, a cuenta de mis hijos, se han creado dos partidos: los quiquéfilos y los carmeníaticos. Yo voy con ambos, pero me encanta la ligera variación de los sufijos, porque marca carácter, y porque me permite ir con cada uno al cien por cien a su modo.


jueves, 11 de julio de 2019

Zascas y repelús


Ayer eché el día  yendo de aquí para allá con mi hija Carmen, que tenía hora en el dentista (¡nada grave!) en Jerez (eso era lo grave) y luego teníamos que volver a recoger el aparato y aprovechamos para esto y para lo otro.

Lo peor el inexistente aire acondicionado de mi coche, que me hacía conducir a embestidas y frenazos, como los viejos macarras. Lo mejor la conversación que me dio Carmen, aunque llena de zascas.

Por ejemplo. Se asombró mucho, la puñetera, de que hubiésemos llegado en punto a la cita con el dentista. «Mira que si te has vuelto puntual de pronto, papá». Yo, picado, le dije: «Para lo importante, siempre soy puntual». «Qué va, papá, que llegas tarde a misa todos los días, eh».

La conversación giró hacia lo religioso. Una amiguita nueva del campamento le ha dicho (¡y tiene ocho años!) que los cristianos a ella le dan repelús. Carmen le ha contado que ella es muy cristiana. Y la amiguita le ha dicho que a ella, Carmen no le da ningún repelús.

Para que no me viniese arriba me soltó otro zasca. Le conté la pelea de unos amigos nuestros y volví a presumir, que es algo, veo ahora, que mi hija no me tolera. «Mamá y yo, en cambio, no nos peleamos nunca, ¿verdad?» «Porque tú siempre le das la razón, como el del chiste». Ni qué chiste era me atreví a preguntar.

Para que no me quedase abajo, volvió a contarme otra cosa del campamento. Otra niña le ha contado que quiere ser cantante, vivir en París, casarse con no sé quién y tener dos hijos. «Tiene todo su futuro planeado», dice Carmen, «y yo le he dicho que quiero ser actriz, pero que lo demás, lo que decida Dios».

Y así, arriba y abajo, frenazos y acelerones, con la ventanilla abiertas, asfixiados y riéndonos, nos pasamos la mañana dando vueltas por Jerez.


jueves, 4 de julio de 2019

Cruz, cara y cruz


Como el torero que en medio de la plaza tira la montera y todo el público contiene el aliento para ver si cae boca abajo o boca arriba; así me pongo el crucifijo todas las mañanas. Sin mirar.

Si cae con el crucificado hacia mi pecho, toca introspección. Si el crucificado mira al mundo, contemplación y cuidado del prójimo.





miércoles, 3 de julio de 2019

El ronquido salvífico



Hablo mucho de mi mujer, pero si la conociesen lo entenderían. Siempre que salía el tema de lo que roncaban los maridos y todas las amigas protestaban, ella ponía cara de póker, sonrisa angelical y silencio profundo. Estuve diecinueve años de matrimonio creyendo que yo no roncaba. Hasta que en un retiro espiritual me tocó compartir dormitorio con un inglés, y a ella (tan anglófila) le dio un acceso de pundonor conyugal y patriótico: «¿Y no lo disturbarás con tus ronquidos?».

Eso fue hace tiempo y ya había vuelto a olvidar mis ronquidos, pero anoche me desperté de madrugada y bajé a dormir al fresco del porche. Mi mujer abrió un ojo, vio nuestra cama vacía y como me había dejado trabajando en el ordenador y muy nervioso con lo de Hacienda, pensó tiernamente: «A ver me lo encuentro frito de un infarto frente a la pantalla». Fue a bajar a ver, pero desde la escalera oyó mis ronquidos, y qué inmensa alegría, me contaba.

Era el ronquido salvífico.



martes, 2 de julio de 2019

Zen todo

Qué gusto da darse de bruces, entre tanta impostura, con poesía verdadera, aunque sea mínima (en apariencia) como estos haikus de Guillermo López Gallego, en Todo a Zen (Los papeles del Sitio, 2066). 

He seleccionado los cuatro que más me gustaban y, de golpe, gracias a la fuerza tácita de la tradición y las reglas, véanse las cuatro estaciones, una tras otra y vuelta a empezar:


un murmullo de agua
otro año
que llenan la piscina

*


los gorriones y el viento 
recorriendo 
las ramas del abeto

*

también entre la hierba
son tan blancas
las flores del almendro

*

sin que nadie lo viese 
las acacias 
han vuelto a verdear


lunes, 1 de julio de 2019

Peligro


Con la de veces que lo he contado a amigos, conocidos y saludados. Que cuando haces una mudanza hay un momento muy peligroso: empiezas a encontrarte cómodo en casa, aunque en un cuarto queden cajas de cartón sin abrir, en las esquinas cuadros sin colgar y del techo pendan bombillas a pelo, sin lámparas. Tú ya estás en casa y eso puede esperar... al Juicio Final.

¡Pues lo mismo pasa con los libros propios! Hay un momento en que sus defectos dejan de molestarte y tú estás muy cómodo.

A ver si la conciencia hace las veces de esposa concienzuda y me recuerda que eso que yo no veo lo verán, escandalizados, los visitantes nada más abrir la puerta.