Una tormenta de ideas con algún rompimiento de gloria
domingo, 22 de julio de 2007
Sistema métrico
Muchos creen que la diversión de una noche es directamente proporcional a lo tarde que te acuestes. Es una fórmula discutible. Lo que esas altas horas miden con exactitud matemática es el grado de idiotez del día siguiente.
Enrique siento decirte que te estás haciendo viejo...pero bueno...no hay mal que por bien no venga...seguramente también te estes haciendo sabio!!!saludos
Un conocido (y reconocido) poeta de la línea clara (y que para más señas fue secretario de Estado)tiene por costumbre, esté con quien esté, y sea el día que sea, en cuanto dan las doce de la noche, dice: "Señores, fue un placer". E invariablemente se retira. Hasta en eso es inteligente, el tío.
Estoy de acuerdo con tu apreciación. Pero es más complejo que eso: para retrasar la hora de retirada se posterga la de salida, de lo que puede inferirse que la noche, sólo la rotunda noche, es el escenario de la buscada felicidad. Y eso se paga, como decía la abuela de Manupé. Se paga de día. Me apunto lo de De Cuenca, supongo.
Yo tengo una hora límite, las 2 de la madrugada. Hasta esa hora puedo ser alguien decente al otro día (si no tengo que levantarme temprano para ir a trabajar). Después de esa hora, idiotez asegurada al día siguiente, aunque me despierte al mediodía (cosa que hace años que no hago, pero es por otras razones).
¡Gran aforismo! Lo tonto que se siente uno cuando vuelve tarde. Después de haber estado en una discoteca, llena hasta los bordes, sin poder hablar con tranquilidad con los amigos, aguantando pasillos de gente, suciedad, y bebiendo con gusto disimulado a medias lo que no se bebería de día de modo consciente. Espero indulgencia por no hacer lo de las 12 de la noche, tengo 25 años, pero sí digo desde aquí que el sábado noche es una convención social con la que, explorando, no estamos de acuerdo la mayoría de los jóvenes, que, sin embargo, de modo inexplicable, o muy explicable, la seguimos en la misma mayoría.
9 comentarios:
Curiosa observación, parecida a la de mis padres. ¿Qué es lo que la ha causado? Si no es mucho preguntar...
Lapidario... Aunque hace muuuuucho tiempo que no tengo ninguna experiencia en propia carne.
Enrique siento decirte que te estás haciendo viejo...pero bueno...no hay mal que por bien no venga...seguramente también te estes haciendo sabio!!!saludos
Un conocido (y reconocido) poeta de la línea clara (y que para más señas fue secretario de Estado)tiene por costumbre, esté con quien esté, y sea el día que sea, en cuanto dan las doce de la noche, dice: "Señores, fue un placer". E invariablemente se retira. Hasta en eso es inteligente, el tío.
Decía mi abuela: El cuerpo las hace y el cuerpo las paga.
Con la insultante juventud que nos caracteriza y quejandonos por una nochecita toledana.
Estoy de acuerdo con tu apreciación. Pero es más complejo que eso: para retrasar la hora de retirada se posterga la de salida, de lo que puede inferirse que la noche, sólo la rotunda noche, es el escenario de la buscada felicidad. Y eso se paga, como decía la abuela de Manupé. Se paga de día.
Me apunto lo de De Cuenca, supongo.
Yo tengo una hora límite, las 2 de la madrugada. Hasta esa hora puedo ser alguien decente al otro día (si no tengo que levantarme temprano para ir a trabajar). Después de esa hora, idiotez asegurada al día siguiente, aunque me despierte al mediodía (cosa que hace años que no hago, pero es por otras razones).
¡Gran aforismo! Lo tonto que se siente uno cuando vuelve tarde. Después de haber estado en una discoteca, llena hasta los bordes, sin poder hablar con tranquilidad con los amigos, aguantando pasillos de gente, suciedad, y bebiendo con gusto disimulado a medias lo que no se bebería de día de modo consciente. Espero indulgencia por no hacer lo de las 12 de la noche, tengo 25 años, pero sí digo desde aquí que el sábado noche es una convención social con la que, explorando, no estamos de acuerdo la mayoría de los jóvenes, que, sin embargo, de modo inexplicable, o muy explicable, la seguimos en la misma mayoría.
Y dale. Que no era tan tarde...
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