***La experiencia de leerlo el último día ha sido impresionante, a pesar de la mala letra y de que la mayoría de mis sucedidos son rutinas diarias o anécdotas que no llegan a categoría. Sin embargo, alguna de ellas, leídas desde ahora, me han conmovido. Pondré algunos ejemplos.
El 5 de febrero creí que me llamaba la atención el porte señorial de un señor en misa. Fue cuando a la salida le dio un buen golpe en la espalda a otro señor que iba con una chupa de cuero negra, y le dijo: “Adiós, Paco”. Noté un estremecimiento de emoción en la espalda del tal Paco a través de la chupa. En la puerta, al señor le pidió fuego el mendigo, se lo dio y, cuando le dio las gracias, el señor señorial le contestó muy campechano: “A mandar”. El mendigo se hinchó de satisfacción. Aquello fue mucho mejor que una limosna. Cosas como ésas apuntaba. Tres meses después saltó la noticia de que Paco, al que yo sólo conocía de aquella vez, se había suicidado.
El 19 de febrero: “El agobio por no tener tiempo me hace perderlo”. Lo había olvidado cuando leí meses más tarde aquel endecasílabo inolvidable de Juan Marqués: “No tengo tiempo para tener prisa”.
El 12 de abril apunté esto: “Susana Salguero entusiasmada con mi asignatura”. Enseguida tuve que escribir esto.
No todo, gracias a Dios, han sido accidentes. En mayo don Julio, el párroco, nos puso el corazón en un puño al decirnos que probablemente él, que tiene un cáncer, no llegaría a ver la finalizacion de las obras de la capilla, pero que no importaba, que la capilla es para siempre y que él está de paso. Felizmente acaba el año: la capilla está flamante (y hasta provocando algún que otro conflicto) y don Julio sigue entre nosotros, dando guerra.
Descubro que entusiasmos y amistades que ahora siento como de toda la vida, son de ayer mismo. Un ejemplo bibliográfico: el 2 de mayo me deshago en elogios al recién leído Efigies de Cristóbal Serra.
El 2 de junio apunté que mientras Leonor pasó muy mala noche, ocupándose de Carmen, yo dormí “como un lirón careto”. Es una expresión muy portuense. Escrita ahí y entonces no habría que descartar, sin embargo, cierto juego de palabras del subconsciente: “como un lirón carota”.
El 15 de junio Carmen se duerme sobre mi pecho mientras leo y Leo me hace una fotografía, que inmortaliza lo que sólo duró diez o quince minutos. La mentira de la fotografía frente a la verdad de la memoria y el diario, que lo recuerdan para siempre, sí, pero en su fugacidad.
Y sin embargo el 25 de mayo consigné: “Una adolescente muy guapa en Atocha”. Me esfuerzo por recordarla, pero nada, ha desaparecido por completo entre la multitud…
El jueves 8 de julio sentía un fuerte dolor en el pecho y me preocupé pensando en un posible infarto provocado por la emoción del mundial. Tragicómica muerte para un poeta lírico, me temía. Por otro lado me compadecía si los aficionados al fútbol viven así toda la liga todos los años, pobres.
El 22 de septiembre di con una industria humana. Cuando se tiene mucho trabajo, conviene aprovechar la energía centrífuga de la pereza... y sacar adelante los otros encargos mientras tanto.
El 1 de octubre, a primera hora, yendo al IES:
Corriendo, el solEl 15 de octubre, comida de profesores muy pesimista. La próxima bajada de sueldo, los rumores de desaparición de MUFACE, la jubilación retrasada, los horarios que dicen que nos ampliarán, etc. Gran día para celebrar a santa Teresa: “Nada te turbe,/ nada te espante”…
y yo: “¡Llegamos tarde,
llegamos tarde!”
El jueves 28 de octubre fui a que me quitasen los puntos. Me indican: “Pase a la última consulta a la izquierda”. La puerta está cerrada. Llamo. “¿Sí?”. Paso de golpe y la enfermera está cambiándose. Cierro, sonrojado. Mutuas disculpas tartamudas. Hay más intimidad, a partir de ahí, entre nosotros, sin embargo. Ahora me quito yo la camisa. Me quita todos los puntos, uno a uno, suavemente. Todo es muy aséptico, chorreado con alcohol y abundante Betadine.
14 de noviembre: dos dientes de Carmen, y qué necesaria es la experiencia de la vida para leer poesía. Esas "diminutas ferocidades” de Miguel Hernández, qué exactas, veo ahora. Abre la boca Carmen contra mundum.
22 de noviembre: Rafael Morales Barba, en la cena posterior a la mesa redonda del Congreso de Luis Rosales, me detalla una escena: Claudio Rodríguez llorándole como un niño: “¡Yo me quiero salvar, yo me quiero salvar!”
26 de diciembre. Gracias a mi suegra, que baja sola todas nuestras maletas y que se queda aparcando nuestro coche mientras que nos vamos en un taxi, no perdemos el tren de vuelta. El diario está cuajado de pequeños favores de mi suegra, para que luego venga yo en los artículos...