martes, 31 de julio de 2007
lunes, 30 de julio de 2007
Me lo merezco
Para no hacer mudanza en su costumbre, la mudanza no avanza. Desde aquellos lejanos días en que empezamos a embalar, la casa nueva no ha cambiado su aspecto libanés, su inhabitabilidad. El carpintero es un pájaro, voló. La valla está a medio acabar y media cancela se ha caído. El jardín. La pintura. El fontanero. Etcétera. Y en la vieja casa o neoalmacén, entre cajas, no nos queda ni el consuelo espiritual de pensar que fuimos con todos buenos, atentos, excelentes pagadores, dóciles a sus indicaciones, crédulos con sus excusas, ciegos a sus errores y siempre sonrientes. Porque, efectivamente, lo fuimos, pero con la maquiavélica intención de que ellos se portaran mejor con nosotros. Por eso nos merecemos este maltrato: la bondad nunca puede ser una táctica. Y ahora voy a hacer otra ronda de llamadas con más mala leche. A ver.
domingo, 29 de julio de 2007
Filiación responsable
Un reparo que suele ponerse a la poesía es que habla siempre de lo mismo: del amor desde luego, del desamor sobre todo, de la amistad, del peso del tiempo, del paisaje, de la melancolía... Los poetas más inteligentes lo avisan desde sus propios títulos, como Javier Salvago con Variaciones y reincidencias (1985) o Andrés Trapiello con El mismo libro (1989). Leyendo más, sin embargo, se descubren diferencias de matiz, que son uno de los principales encantos necesarios de la poesía, porque vienen a recordarnos que en esta sociedad de masas, aunque tan apretados, cada cual es cada uno.
En Escrito a cada instante escribió Panero a sus padres: “Pero, acaso, / hubiera dado todo, / simplemente, / por haceros felices. No he podido”. Versos que traen a la memoria inmediatamente los de aquel soneto de Jorge Luis Borges: “Mis padres me engendraron para el juego / arriesgado y hermoso de la vida, / para la tierra, el agua, el aire, el fuego. / Los defraudé. No fui feliz. Cumplida / no fue su joven voluntad…”.
Ambos poetas se sitúan ante la deuda enorme que todo ser humano contrae con sus padres: la de la vida, nada menos. (Hay que reconocer otra deuda similar con la suegra, a la que “por haber parido a la hermosura” bendecía el heroico poeta malagueño Francisco Fortunny: “¡Bendita, bendita sea mi suegra!”, llegó oh a exclamar.)
Más sobrios, Borges y Panero tienen clara conciencia de que la deuda filial es impagable y a la vez de que la moneda con la que podría pagarse es la felicidad. A partir de ahí, empiezan los matices.
Borges acierta al señalar que a los padres nada satisface tanto como la dicha de sus hijos, aunque peca de un punto muy suyo de egolatría y, por tanto, de grandilocuencia. No extraña que su soneto se titule “Remordimiento”. En todo caso, nos deja pensativos y ensimismados como un exigente examen de conciencia.
Leopoldo Panero simplemente, como él quiere, confiesa, generoso, su deseo de haberlos hecho felices, sin más. Su poema, que se llama “La vocación”, emociona.
Mi propósito era animar a leer poesía durante estas vacaciones, pero quizá este artículo con suerte a lo que en verdad anime sea a devolver algo de cariño a nuestros padres. Ojalá. Los poemas, en el fondo, o terminan sirviendo para hacernos un poco mejores o nada.
En Escrito a cada instante escribió Panero a sus padres: “Pero, acaso, / hubiera dado todo, / simplemente, / por haceros felices. No he podido”. Versos que traen a la memoria inmediatamente los de aquel soneto de Jorge Luis Borges: “Mis padres me engendraron para el juego / arriesgado y hermoso de la vida, / para la tierra, el agua, el aire, el fuego. / Los defraudé. No fui feliz. Cumplida / no fue su joven voluntad…”.
Ambos poetas se sitúan ante la deuda enorme que todo ser humano contrae con sus padres: la de la vida, nada menos. (Hay que reconocer otra deuda similar con la suegra, a la que “por haber parido a la hermosura” bendecía el heroico poeta malagueño Francisco Fortunny: “¡Bendita, bendita sea mi suegra!”, llegó oh a exclamar.)
Más sobrios, Borges y Panero tienen clara conciencia de que la deuda filial es impagable y a la vez de que la moneda con la que podría pagarse es la felicidad. A partir de ahí, empiezan los matices.
Borges acierta al señalar que a los padres nada satisface tanto como la dicha de sus hijos, aunque peca de un punto muy suyo de egolatría y, por tanto, de grandilocuencia. No extraña que su soneto se titule “Remordimiento”. En todo caso, nos deja pensativos y ensimismados como un exigente examen de conciencia.
Leopoldo Panero simplemente, como él quiere, confiesa, generoso, su deseo de haberlos hecho felices, sin más. Su poema, que se llama “La vocación”, emociona.
Mi propósito era animar a leer poesía durante estas vacaciones, pero quizá este artículo con suerte a lo que en verdad anime sea a devolver algo de cariño a nuestros padres. Ojalá. Los poemas, en el fondo, o terminan sirviendo para hacernos un poco mejores o nada.
sábado, 28 de julio de 2007
Los langostinos, ¿son de izquierdas?
Dada mi experiencia personal, contestaría que sí. Claro que nadie del PP me invita nunca a sus homenajes ni a sus entregas de premios ni a sus Golf & Country Clubs, y sería muy injusto por mi parte echar en cara los langostinos a quienes sí tienen la deferencia de convidarme, aunque sea por afinidad —por parentesco de afinidad, exactamente. En cualquier caso, gracias a Dios, este blogg no es un diario, así que no tengo por qué levantar acta de cada paso que doy ni de cada langostino que me zampo.
Cuando me presentaron a la ministra de Fomento, la avisaron:
—Estás conociendo al sector de derechas de la cena.
—Al exiguo sector... —habría precisado yo, de estar en mi salsa, que no era el caso.
—Pues a ver si les pego algo —sonrió Magdalena Á.
—Como no sea un coscorrón... —habría apostillado uno, de haberle dado más al rioja, que no era el caso.
Simplemente, je, sonreí. Y muá, muá.
Lo único que nos pegamos anoche fue eso: pares de besos. A la despedida, el premiado, o sea, el anfitrión me abrazó: “A pesar de nuestras discrepancias ideológicas, yo te quiero mucho”. Lo cual, qué quieren que les diga, es emocionante y muy de agradecer. Tanto, que no me adornaré diciendo que eso mismo me pasa a mí con los langostinos.
Cuando me presentaron a la ministra de Fomento, la avisaron:
—Estás conociendo al sector de derechas de la cena.
—Al exiguo sector... —habría precisado yo, de estar en mi salsa, que no era el caso.
—Pues a ver si les pego algo —sonrió Magdalena Á.
—Como no sea un coscorrón... —habría apostillado uno, de haberle dado más al rioja, que no era el caso.
Simplemente, je, sonreí. Y muá, muá.
Lo único que nos pegamos anoche fue eso: pares de besos. A la despedida, el premiado, o sea, el anfitrión me abrazó: “A pesar de nuestras discrepancias ideológicas, yo te quiero mucho”. Lo cual, qué quieren que les diga, es emocionante y muy de agradecer. Tanto, que no me adornaré diciendo que eso mismo me pasa a mí con los langostinos.
viernes, 27 de julio de 2007
La edad de oro
Más tarde el traqueteo estrepitoso de las motos lo estropeará todo. O el deseo de ellas. La edad de oro, mientras tanto, puede verse brillar en los ojos de los niños que dejaron atrás las ruedecitas de sus bicis y pedalean enérgicamente con caras radiantes de velocidad.
jueves, 26 de julio de 2007
Encuentro en Arcos
Ayer participé en un encuentro entre escritores, poetas, editores, libreros, traductores, mecenas, directores de revistas literarias y de suplementos culturales, musas, futuros herederos de derechos de propiedad intelectual, futuros arquitectos, críticos de libros y de arte, columnistas de prensa, escritores de diarios íntimos, neonovelistas, bloggers, diseñadores de páginas web, heterónimos, seudónimos y hasta lectores. Contando con familiares éramos diez, vale, pero cada uno aportaba su puñadito de roles, de modo que aquello, sazonado con imaginación, resultó un multitudinario congreso de literatura. Ahora que caigo, fuimos capaces de hablar de todo lo divino y lo humano y lo infrahumano (i. e. la vida literaria) sin rozar siquiera el tema del matrimonio homosexual, parece mentira. En cambio, sí que volvimos a hablar del cura Placencia. Me lo estaba pasando muy bien, no sé por qué se me quedaron estos versos:
Yo me senté a la puerta de mi casa
pensando en mi dolor: "A ver si pasa".
miércoles, 25 de julio de 2007
Santiago y cierra, España
Seamos realistas: Santiago, como patrón de aquí, lo lleva crudo. Corren vientos laicistas que despeinan al más pintado, y él, pintado normalmente en lo alto del caballo blanco, bien a la vista, está más expuesto que nadie al vendaval: véase esa su melena galopante en tantas representaciones. Zapatero me da a mí que no le reza con fervor. Luego, están aquellas cabecitas a los pies de su caballo que son —prepárense, sí, pónganse en lo peor— señores musulmanes. Encima él es judío. A Moratinos le amosca, y apuesto a que a María Teresa Fernández de la Vega le parece un santo insultantemente viril.
Como si con eso no bastase, va y se emplea de patrón de España, un país que a los ojos melancólicos de sus hijos más sensibles es apenas un nombre (Cernuda), una patria terminal (Juaristi) o un mapa de colores (Trapiello) con un futuro incierto (González-Iglesias). Aun así, patria terminal y todo, a nuestro amplio surtido de nacionalistas, de cínicos y de amiguitos de los pactos, Santiago se les aparece como protagonista de sus peores pesadillas.
Él podría tratar de ser más centrista y adaptarse a los tiempos. Cintura, contra lo que se piensa, tiene de sobra. Para empezar se llama, a la vez, Jacobo, Jaime, Yago y Diego, que ahí es nada. Y ha sabido ser pescador, apóstol, mártir, primer devoto de la Virgen del Pilar, santo con espada y pacífico peregrino de su propio Camino con pardo sayal, manto, bastón y vieira o venera al cuello. O sea, que si quisiera, podría transferirse, como las competencias de Sanidad, a cualquier comunidad autónoma y buscarse un chollo como icono de los suevos, por ejemplo. También podría ganar una pasta disertando a favor de la Alianza de Civilizaciones: “Me caí del caballo”, comenzaría sus conferencias.
Pero me da que no. No se llama uno impunemente “hijo del trueno”. A quien le cortan la cabeza del cuerpo mortal no se pone después, ya de cuerpo glorioso, a inclinarla. Un poeta lo llamó “apóstol canicular, entre dos meses ardientes” y los poetas no hablan por hablar: avisan. Seguro que Santiago, con el humor casi absoluto que otorga la santidad, se reirá pensando en un sentido nuevo del fiero “¡Santiago y cierra, España!”: si vamos a terminar con esta nación antigua, él se quedará el último para apagar la luz y cerrar bien de un portazo.
El último pero no solo, que todavía quedan nietos del trueno. Sin ir más lejos, si Santiago volviera, yo sería su escudero, que buen caballero era. Me consta que no es el mejor comienzo para llegar a ministro de Cultura, pero a mí plim. Como escritor de éxito, igual que Santiago como patrón de España, seamos realistas, yo lo llevo crudo.
Como si con eso no bastase, va y se emplea de patrón de España, un país que a los ojos melancólicos de sus hijos más sensibles es apenas un nombre (Cernuda), una patria terminal (Juaristi) o un mapa de colores (Trapiello) con un futuro incierto (González-Iglesias). Aun así, patria terminal y todo, a nuestro amplio surtido de nacionalistas, de cínicos y de amiguitos de los pactos, Santiago se les aparece como protagonista de sus peores pesadillas.
Él podría tratar de ser más centrista y adaptarse a los tiempos. Cintura, contra lo que se piensa, tiene de sobra. Para empezar se llama, a la vez, Jacobo, Jaime, Yago y Diego, que ahí es nada. Y ha sabido ser pescador, apóstol, mártir, primer devoto de la Virgen del Pilar, santo con espada y pacífico peregrino de su propio Camino con pardo sayal, manto, bastón y vieira o venera al cuello. O sea, que si quisiera, podría transferirse, como las competencias de Sanidad, a cualquier comunidad autónoma y buscarse un chollo como icono de los suevos, por ejemplo. También podría ganar una pasta disertando a favor de la Alianza de Civilizaciones: “Me caí del caballo”, comenzaría sus conferencias.
Pero me da que no. No se llama uno impunemente “hijo del trueno”. A quien le cortan la cabeza del cuerpo mortal no se pone después, ya de cuerpo glorioso, a inclinarla. Un poeta lo llamó “apóstol canicular, entre dos meses ardientes” y los poetas no hablan por hablar: avisan. Seguro que Santiago, con el humor casi absoluto que otorga la santidad, se reirá pensando en un sentido nuevo del fiero “¡Santiago y cierra, España!”: si vamos a terminar con esta nación antigua, él se quedará el último para apagar la luz y cerrar bien de un portazo.
El último pero no solo, que todavía quedan nietos del trueno. Sin ir más lejos, si Santiago volviera, yo sería su escudero, que buen caballero era. Me consta que no es el mejor comienzo para llegar a ministro de Cultura, pero a mí plim. Como escritor de éxito, igual que Santiago como patrón de España, seamos realistas, yo lo llevo crudo.
[Joly]
martes, 24 de julio de 2007
La Susaneida
Las almas más sensibles de este blogg [que, desengañémonos, no sois todas] siguen preocupadas por la suerte de Gonzalo con Susana. La historia está haciendo progresos más que nada literarios, pero qué progresos. Pasen y lean el Canto VII de La Susaneida, una épica del romanticismo por entregas.
lunes, 23 de julio de 2007
El barbero a la sombra de unos álamos
El barbero está de vacaciones en julio, como Murphy. Lo de Murphy está resultando muy curioso: la otra noche, el acelerado camarero pegó un frenazo... y me echó encima la salsa de rape. Fue una suerte, habida cuenta de que el anfitrión era yo. Y dio para un chiste, el del derrape, que hizo mucha gracia a todos, incluso a mí. Además, cambiamos por una vez de pez, que ya está bien de reírse sólo con lo del urto a la roteña de los veraneantes del pueblo de al lado, esos grandes aficionados a la pesca submarina del premio literario.
El barbero, por su parte, no deja de leer: descansar de eso da pereza. Descansa de sus recortes. Hoy, de Escrito a cada instante, por fantasía y por el fresquito, se ha quedado con unos cuantos árboles nada más, y eso que Leopoldo Panero logró en aquel libro uno de los mejores endecasílabos del siglo XX: "juntos los dos en mi memoria sola". Pero las vacaciones son caprichosas y calurosas, y el barbero iba buscando la sombra:
*
El barbero, por su parte, no deja de leer: descansar de eso da pereza. Descansa de sus recortes. Hoy, de Escrito a cada instante, por fantasía y por el fresquito, se ha quedado con unos cuantos árboles nada más, y eso que Leopoldo Panero logró en aquel libro uno de los mejores endecasílabos del siglo XX: "juntos los dos en mi memoria sola". Pero las vacaciones son caprichosas y calurosas, y el barbero iba buscando la sombra:
Mi dolor se arrodilla, como el tronco de un sauce*
La oración escuchar del agua pura,*
el susurro fragante del estío
y el ala de los chopos en la sombra
entre los chopos que latían junto al roce del agua*
sol triste de Castilla, sol de invierno,*
siempre infantil y rosa entre los chopos
inmóviles y trémulos...!
Las bravas sierras; los sedientos cauces;*
el alear de España a la redonda;
granito gris entre encinares pardos,
bajo la luna absorta.
de olivo prieto el corazón juntando*
su reciedumbre añosa.
y llegamos de repente
[...]
asustando a los álamos
*
Conmigo, y por mi voz, y por mi pecho,
te canto a ti, y en mi sustancia canta
la tierra, el agua, el sol, como en la planta
la savia sube hasta formar un techo
de verdor y de sombra. Al pie me echo [...]
domingo, 22 de julio de 2007
Sistema métrico
Muchos creen que la diversión de una noche es directamente proporcional a lo tarde que te acuestes. Es una fórmula discutible. Lo que esas altas horas miden con exactitud matemática es el grado de idiotez del día siguiente.
sábado, 21 de julio de 2007
Celestineando
Me hubieran hecho polvo si me mandan el meme ese de las ocho cosas que nadie sabe de ti. De un poeta autobiográfico se sabe casi todo y yo habría tenido que forzar las confesiones hasta traspasar los límites de la vergüenza ajena. Quizá sí podría haber hablado de mi afición al celestineo: siempre he intentado forjar parejas entre mis amigos. Con un rotundo fracaso. Y las dos veces que hice algunos adelantos fue peor a la larga . Sin embargo, la cabra tira al monte porque ayer, cuando en la entrada de Mario Quintana enlacé un poema de Wislawa Szymborska sentí i segni de l'antica fiamma: qué buen enlace habrían hecho esos dos poetas inteligentes, tiernos, bienhumorados y melancólicos, solterones. Y qué tardes habría yo pasado en su saloncito, tomando café, hablando de la vida misma, disfrutando de verlos tan contentos y perdices.
viernes, 20 de julio de 2007
Erre que erre
Ayer quería descargarme la conciencia y, ea, doble peso. Para que aprenda a no seguir los pasos de Pedro Laín Entralgo: una conciencia descargada no tira. Si no bastase con el presunto suicida anónimo, en los comentarios se volvió a demostrar lo difícil que es, ay, traducir medio qué. Y yo, uff, con mis versiones de la poesía de Mario Quintana en imprenta, a punto de salir cualquier día de éstos. Para recargarme la conciencia, ya puestos, continué traduciendo los aforismos del mismo Quintana. Aquí tienen los de la página 101 de Cuaderno H, que es por donde voy.
.......PAUSA
¡Oh, todo el sosiego y lucidez de las madrugadas, cuando el último grillo ya calló su canto y aún no se oyó el canto del primer pájaro!
.......SUEÑO
Un poema que, al leerlo, ni sintieras que ya había sido escrito, sino que fuese brotando, en ese mismo instante, de tu propio corazón.
.......DEL ALMA
El alma es eso que nos pregunta si el alma existe.
.......VERANO
En el verano entra la termita en la cabeza de la gente. ¿La termita o la polilla? ¿Será lo mismo? No sé. Ni voy a saberlo ahora. Verano es justo eso: pereza de buscar palabras en el diccionario.
.......DEL MANUAL DEL PERFECTO CABALLERO
Cuidado: debes tocar el timbre tan suavemente como si tocases el ombligo de la dueña de la casa.
.......MÉTODO DE TRABAJO
—No sé pensar a máquina. Escribo, esto es, hago mi trabajo creativo primeramente a lápiz. Después, con la barbilla apoyada en la mano izquierda, repaso todo a máquina con un solo dedo.
—Pero, ¿eso no cuesta mucho?
—Costar, cuesta; pero dura más.
jueves, 19 de julio de 2007
Cargo de conciencia
Hace unas semanas conté que un señor yugoslavo había desistido de su proyecto de suicidarse gracias a un poema de Auden, ¿recuerdan? Entonces, entre los amables comentarios que uno agradece tanto, se coló un anónimo que preguntaba con un hilillo de voz: "¿Cuál poema?" Yo quedé en que lo preguntaría..., y así quedó la cosa.
Anoche, bajo los efectos de tres cafés con hielo, recordé ésa y otras historias y se me puso inquieta la conciencia. Mira que si el anónimo era un suicidable y yo, desmemoriado, no le administré el antídoto a tiempo. Aquí mismo una chica me preguntó hace meses por Vicente Llamas y se me durmió la respuesta, pero aquello no era una curiosidad de vida o muerte, supongo.
No caí dormido hasta que caí en la cuenta de que el potencial suicida anónimo seguiría aún en este mundo de haberse puesto a buscar el texto en los Collected Poems de Auden, que son inabarcables.
Y esta mañana tengo la satisfacción de informar que el poema en cuestión era "Otro tiempo" del libro homónimo publicado por Pre-Textos en traducción de Álvaro García. Después de releer el poema varias veces me parece que para que surta efecto hay que tener ciertas ganas previas de vivir. Lo más anti-suicidio es su última estrofa y sobre todo el último verso:
Anoche, bajo los efectos de tres cafés con hielo, recordé ésa y otras historias y se me puso inquieta la conciencia. Mira que si el anónimo era un suicidable y yo, desmemoriado, no le administré el antídoto a tiempo. Aquí mismo una chica me preguntó hace meses por Vicente Llamas y se me durmió la respuesta, pero aquello no era una curiosidad de vida o muerte, supongo.
No caí dormido hasta que caí en la cuenta de que el potencial suicida anónimo seguiría aún en este mundo de haberse puesto a buscar el texto en los Collected Poems de Auden, que son inabarcables.
Y esta mañana tengo la satisfacción de informar que el poema en cuestión era "Otro tiempo" del libro homónimo publicado por Pre-Textos en traducción de Álvaro García. Después de releer el poema varias veces me parece que para que surta efecto hay que tener ciertas ganas previas de vivir. Lo más anti-suicidio es su última estrofa y sobre todo el último verso:
Another time has other lifes to live.Para compensar el retraso, recetaré otro poema por mi cuenta y riesgo. Es de Mascha Kaléko en versión de Inmaculada Moreno, y se titula "Noches":
La noche
en la que
el miedo
habita,
también tiene
estrellas
y a la
luna.
miércoles, 18 de julio de 2007
Muerto sí me verán
Una de las ventajas de internet sobre la prensa de papel es, dicen, que aquí se pueden hacer enlaces a otros textos e imágenes. Pero cuidado: a veces tanto salto de un click a otro te deja en el aire, colgado del ratón, sin leer nada del todo ni bien. Además, hay cosas que no hace falta ver, como de la que voy a hablar ahora.
Se trata de un vídeo de youtube que circula por la red en el que van pasando sucesivamente primeros planos de hermosísimos retratos de rostros femeninos de la historia de la pintura metamorfoseándose unos en otros. Teniendo en cuenta lo mucho que lo enlazan y que han sacado enseguida una secuela con las caras de las actrices más bellas de la historia del cine, está gustando bastante. En el momento de escribir este artículo, lo han visto ya más de cuatro millones y medio de personas.
A mí, sin embargo, no me gusta nada. Es más: me repugna —si me permiten el exabrupto. Esos retratos fueron hechos para la exaltación y el éxtasis, para desafiar y derrotar al tiempo. Al superponerlos a una velocidad serpenteante se aja su alta aspiración a la eternidad. Acaba por no saberse quién es quién, todas las figuras diluidas en una pasta movediza, en un magma mareante. La fugacidad es el signo de los tiempos, de éstos y de todos, pero recrearse en ella es lo contrario a la creación auténtica. El vídeo es un ejemplo de cómo la tecnología puede revolverse contra el espíritu, aunque muchos lo contemplarán suponiéndose exquisitos diletantes.
Con las actrices, igual. Rostros que merecen nuestra admiración durante la hora y media de una película como mínimo, aparecen y desaparecen sin que nuestra retina pueda retenerlos siquiera unos segundos. En menos de lo que tardaría usted en leer sus nombres, en dos minutos veintiséis, pasan (y nunca mejor dicho) setenta mujeres espléndidas y ochenta años de cine.
Si uno no está echado a perder por el zapping, la experiencia le resultará por fuerza muy dolorosa. Dante, que sabía lo que se hacía, llenó de metamorfosis el Infierno. La belleza demanda permanencia y el amor (que es lo que falta en el Infierno) es el motor de la permanencia. En los últimos meses, por si yo no lo tuviese claro, que juro que lo tenía, mi amigo Gonzalo se ha empeñado en explicármelo con unas lecciones prácticas: sólo habla de Susana.
Hay que esperar que Susana termine por hacerle caso, aunque sea por caridad con nosotros. La felicidad no es menos fiel, pero sí más pudorosa, y él volverá a hablar de política, de novelas y de artículos y reportajes. Lo hará en parte por disimular, porque, a diferencia de esos vídeos inquietantes, quien ama repite siempre con Bocángel: “Muerto sí me verán, mas no distinto”.
Se trata de un vídeo de youtube que circula por la red en el que van pasando sucesivamente primeros planos de hermosísimos retratos de rostros femeninos de la historia de la pintura metamorfoseándose unos en otros. Teniendo en cuenta lo mucho que lo enlazan y que han sacado enseguida una secuela con las caras de las actrices más bellas de la historia del cine, está gustando bastante. En el momento de escribir este artículo, lo han visto ya más de cuatro millones y medio de personas.
A mí, sin embargo, no me gusta nada. Es más: me repugna —si me permiten el exabrupto. Esos retratos fueron hechos para la exaltación y el éxtasis, para desafiar y derrotar al tiempo. Al superponerlos a una velocidad serpenteante se aja su alta aspiración a la eternidad. Acaba por no saberse quién es quién, todas las figuras diluidas en una pasta movediza, en un magma mareante. La fugacidad es el signo de los tiempos, de éstos y de todos, pero recrearse en ella es lo contrario a la creación auténtica. El vídeo es un ejemplo de cómo la tecnología puede revolverse contra el espíritu, aunque muchos lo contemplarán suponiéndose exquisitos diletantes.
Con las actrices, igual. Rostros que merecen nuestra admiración durante la hora y media de una película como mínimo, aparecen y desaparecen sin que nuestra retina pueda retenerlos siquiera unos segundos. En menos de lo que tardaría usted en leer sus nombres, en dos minutos veintiséis, pasan (y nunca mejor dicho) setenta mujeres espléndidas y ochenta años de cine.
Si uno no está echado a perder por el zapping, la experiencia le resultará por fuerza muy dolorosa. Dante, que sabía lo que se hacía, llenó de metamorfosis el Infierno. La belleza demanda permanencia y el amor (que es lo que falta en el Infierno) es el motor de la permanencia. En los últimos meses, por si yo no lo tuviese claro, que juro que lo tenía, mi amigo Gonzalo se ha empeñado en explicármelo con unas lecciones prácticas: sólo habla de Susana.
Hay que esperar que Susana termine por hacerle caso, aunque sea por caridad con nosotros. La felicidad no es menos fiel, pero sí más pudorosa, y él volverá a hablar de política, de novelas y de artículos y reportajes. Lo hará en parte por disimular, porque, a diferencia de esos vídeos inquietantes, quien ama repite siempre con Bocángel: “Muerto sí me verán, mas no distinto”.
[Grupo Joly]
martes, 17 de julio de 2007
Do más pecado había
Tampoco es tan caro, me digo al pagar un dineral. Esos tres cuartos de hora con cuatro manos (contando con las dos, más dulces, de la auxiliar) dentro de una boca, la mía, a punto de descoyuntarse, han supuesto de paso una lección inolvidable. El dentista no ha parado de hablar, en un alucinante soliloquio con preguntas (metafísicas algunas de ellas) dirigidas a mí que él mismo se contestaba, como si tal cosa. Yo hubiese intervenido de buena gana, como es natural: para discrepar mayormente, para reafirmar a veces o incluso para ilustrar el argumento con alguna anécdota mundana o cierta cita culturalista. Con la lengua acolchada [acorchada, quise decir, pero se me adormiló la ídem] por la anestesia, repaso lo innecesario y lo imprudente y lo inútil que era lo que hubiese proferido de no ser por los veinte dedos y el instrumental. Para un empaste puede que sea caro; pero para un empaste y una clase práctica del difícil arte de callarse a tiempo, está bastante bien de precio, hay que reconocerlo.
lunes, 16 de julio de 2007
Responde el funcionario
A veces me preguntan "¿cómo sabes
que no has equivocado tu destino?"
Al menos el del IES, por su nombre
y por cuál es su símbolo.
que no has equivocado tu destino?"
Al menos el del IES, por su nombre
y por cuál es su símbolo.
domingo, 15 de julio de 2007
Vercingétorix revisitado
Muchas convocatorias arrastrando el latín, sí, pero aquí está el tío, con su nihil obstat y su imprimatur.
sábado, 14 de julio de 2007
Less top-less
Entre mis amigos cuento con un homosexual y una sueca, y ellos cuentan conmigo. Ambas amistades, según en qué ambientes (cada una en unos, como es natural) me han dado un plus de prestigio. O como hombre tolerante o como galán de mundo. Nuestra amistad, por supuesto, nada tiene que ver ni con la homosexualidad de uno ni con la suecidad de otra ni con mi prestigio, pero ahí está, como dato incontestable para ser usado en un momento de apuro.
Ahora mi amiga ha venido a España unos días y, para perplejidad de todos, se nos ha rasgado las vestiduras viendo que aquí todavía se hace top-less.
—Oh, qué atrasados seguís…
Según nos cuenta, esa costumbre está completamente out en su modernísimo país báltico. ¿Por el frío? No, no: porque les parece el horror.
—¿No fuisteis vosotras unas pioneras del asunto? —pregunto yo, bastante picado en mi orgullo patrio— ¡si aquí aún repican los ecos del mito de las suecas y de aquellas películas de Paco Martínez Soria ligando por Marbella!
—Sí, pero estamos de vuelta —zanja ella.
En realidad, para volver no hacía falta haber ido. Quevedo, que no tenía un pelo de sueco, ya nos avisó de que “todo lo cotidiano es mucho y feo”. Las señoritas y, ay, ay, las señoras se empeñan en enseñar sus pechos…, hasta que al fin lo enseñado, por la fuerza de la costumbre (y de la gravedad), acaba perdiendo todo el encanto. “Más tiran dos pesetas que dos carretas”, retocaron el conocido refrán unos naturales de Salou en cuanto se acostumbraron a tanto top-less. Para mí, lo confieso, la cosa mantiene bastante cosa, pero es que apenas miro, aunque me cueste subir de la playa con una tortícolis aguda. En cambio, es significativo que los novios de las usuarias del top-less toman el sol junto a ellas con una absoluta indiferencia, con una naturalidad rayana en el desdén.
No es frecuente, pero esta vez mi amiga la sueca y yo coincidimos en que es una pena tener que hacer el camino de vuelta, cuando el camino de ida sólo llevaba a un desencanto. La hermosura de la desnudez es algo sofisticado y exquisito que requiere los delicados preliminares de la ropa y la intimidad. No me lo invento yo. Lo dice incluso Pessoa: “Sólo los pueblos que se visten gozan de la belleza de un cuerpo desnudo. El pudor beneficia sobre todo a la sensualidad, como el obstáculo a la energía”.
Ahora mi amiga ha venido a España unos días y, para perplejidad de todos, se nos ha rasgado las vestiduras viendo que aquí todavía se hace top-less.
—Oh, qué atrasados seguís…
Según nos cuenta, esa costumbre está completamente out en su modernísimo país báltico. ¿Por el frío? No, no: porque les parece el horror.
—¿No fuisteis vosotras unas pioneras del asunto? —pregunto yo, bastante picado en mi orgullo patrio— ¡si aquí aún repican los ecos del mito de las suecas y de aquellas películas de Paco Martínez Soria ligando por Marbella!
—Sí, pero estamos de vuelta —zanja ella.
En realidad, para volver no hacía falta haber ido. Quevedo, que no tenía un pelo de sueco, ya nos avisó de que “todo lo cotidiano es mucho y feo”. Las señoritas y, ay, ay, las señoras se empeñan en enseñar sus pechos…, hasta que al fin lo enseñado, por la fuerza de la costumbre (y de la gravedad), acaba perdiendo todo el encanto. “Más tiran dos pesetas que dos carretas”, retocaron el conocido refrán unos naturales de Salou en cuanto se acostumbraron a tanto top-less. Para mí, lo confieso, la cosa mantiene bastante cosa, pero es que apenas miro, aunque me cueste subir de la playa con una tortícolis aguda. En cambio, es significativo que los novios de las usuarias del top-less toman el sol junto a ellas con una absoluta indiferencia, con una naturalidad rayana en el desdén.
No es frecuente, pero esta vez mi amiga la sueca y yo coincidimos en que es una pena tener que hacer el camino de vuelta, cuando el camino de ida sólo llevaba a un desencanto. La hermosura de la desnudez es algo sofisticado y exquisito que requiere los delicados preliminares de la ropa y la intimidad. No me lo invento yo. Lo dice incluso Pessoa: “Sólo los pueblos que se visten gozan de la belleza de un cuerpo desnudo. El pudor beneficia sobre todo a la sensualidad, como el obstáculo a la energía”.
viernes, 13 de julio de 2007
Cunegunda
Anoche, a las tres y media, llegaba a casa de una juerga lírica, cuando... [voy a por un Alka-Seltzer, a pedir un café, a pagar -qué dolor, y no sólo de cabeza- otro impuesto en el Ayuntamiento, éste llamado de primera ocupación, a tomarme otro café, y luego sigo. Disculpen mis molestias.] ... digo que en llegando a mi casa, en silencio, no queriendo despertar a Leonor, descubro que Carbón no ha llegado aún. A mediodía un golpe de viento [hace en El Puerto un levante de todos los demonios] abrió de golpe [valga la redundancia] la cancela y los dos perros cogieron puerta [cancela, en este caso]. Pukka, que es más lista, volvió a las dos horas, con el fresco [es un decir] tomado. Cuando a las 9:10 yo salía para recoger a Ángel Mendoza [había quedado con él a las 9 menos cuarto], de Carbón no teníamos noticias. En el acto de Jerez, me olvidé del perro [hay que reconocerlo] y más a medida que la noche se ponía poética. Recién regresado, a las tres y treinta y cinco, pensé salir a buscar al perro por ahí: estaba optimista, porque no todas las noches acaban con un editor entusiasmado recitando a las tres de la mañana en la puerta del hotel Trypp Jerez poemas de un tal padre Placencia [mejicano de Guadalajara, Arp]. A las tres y treinta y siete, arranqué mi moto y me dispuse a recorrer el barrio en busca del perro perdido. Cuatro calles más allá me crucé con un señor mayor, esto es, más o menos de mi edad, gordo, esto es, más o menos de mi peso, en bermudas, con gafas, esto es, más o menos de mi vista, pedaleando enérgicamente en una bici que le quedaba ostensiblemente pequeña. Apenas me miró, no sé si por la miopía o por el esfuerzo pedaleante. Tampoco sé si buscaba un gato siamés o si estaba afectado [como suele ocurrir en estas fechas] por el Tour de Francia. Lo que sí sé es que fue el único encuentro digno [e indigno, el único] de unas vueltas que me fueron hundiendo en los más negros presagios. El levante, furioso, arrastraba bolsas de plástico que unos minutos antes parecían, al borde la carretera, el cuerpo yacente de un fox-terrier de pelo corto y rabo largo. Yo había concebido la nostálgica esperanza de cruzarme al menos con las motos de la disipada juventud que tendría que haber estado a esas horas de un jueves de julio quemando caucho por la urbanización, como en mis tempora, o mores. Pero los tiempos han cambiado, porque no había un alma. Con la excepción de la mía, que llevaba en un puño, pensando en el perro y en el disgusto de mi mujer si le pasaba algo al mamífero. Me olvidé del padre Plasencia. Y empecé a lamentarme, sobre todo, de la de mi mujer, pobrecita, y de mi perra suerte, mientras circulaba en motocicleta, a las cuatro de la mañana, buscando a un perro o, en su defecto, al colega de la bici para que me contase qué tal. Encima era mi santo, y vaya cómo empezaba. Decidí volver a casa y confieso que en ese momento me puse [metafóricamente] de rodillas y recé [sin metáforas que valgan]. No a san Enrique, que un emperador, aunque sea tocayo y santo, impresiona mucho, y el perro por otra parte no era ni siquiera un pastor alemán, sino a su señora, que siempre se me han dado mejor ellas, incluso la mía. Santa Cunegunda, por razones que están en la mente de todos los que conozcan el santoral y tengan ciertos rudimentos de psicología matrimonial, tendría perros seguro. Así llegué a mi adosado. Y aparqué la moto, vencido. De pronto, a lo lejos [lejos] oí unos ladridos agudos. No sonaban a Carbón, pero podía haberse quedado sin voz de tanto ladrar [ay, los vecinos]. A las cuatro y cuarto, eché a andar, adivinando la dirección de los ladridos, que volteaba el viento de levante de acá para allá. ¿Qué hubiese pensado el de la bicicleta si me ve con la cara levantada, oteando auditivamente el horizonte? Anduve para allá: no, cada vez más débiles. Para acá y sí, caliente, caliente. Después de tres o cuatro manzanas, tras la verja de un parque que cierran cada noche, estaba Carbón, al borde de su voz, dando saltos de alegría y sorpresa. Durante una media hora más estuvimos recorriendo, cada uno a su ladito de la valla, el perímetro del parque en busca de un boquete. Nada de nada: qué solidez. Al final tuve que escarbar [las cinco de la mañana] y levantar la valla por abajo, para que el perro reptara. Murphy está definitivamente de vacaciones en julio, porque lo suyo hubiera sido que justo en ese momento de esa noche solitaria apareciese un coche patrulla cargado de policías locales. Llegamos sanos y salvos a casa, como dos balas perdidas, cogidos por el hombro. Cuando entré en el cuarto, Leonor, en duerme-vela nerviosa, dijo: “Qué-hora-es--Se-nos-ha-perdido-el-perro”. Respondí, ufano: “Te lo he encontrado. Bueno, lo encontramos a medias entre Cunegunda y yo”. “¿Cunecurda?”, preguntó Leonor mientras se hundía en un sueño ya más plácido y tranquilo.
jueves, 12 de julio de 2007
Fabulita
"¡Viva la paz, viva la paz!"...
------------------------------------Así
trinaba alegremente un colibrí
sentimental, sencillo,
de flor en flor...
..........................--....Y el pobre pajarillo
trinaba tan feliz sobre el anillo
feroz de una culebra manapá.
Mientras que en un papayo
reía gravemente un guacamayo
bisojo y medio cínico:
---------------------------- --¡Cuá, cuá!
------------------------------------Así
trinaba alegremente un colibrí
sentimental, sencillo,
de flor en flor...
..........................--....Y el pobre pajarillo
trinaba tan feliz sobre el anillo
feroz de una culebra manapá.
Mientras que en un papayo
reía gravemente un guacamayo
bisojo y medio cínico:
---------------------------- --¡Cuá, cuá!
Luis Carlos López (Cartagena de Indias,1879-1950), de Por el atajo (1920), recogido en Posturas difíciles (Renacimiento, Sevilla, 2007)
miércoles, 11 de julio de 2007
Motu Proprio
La ex Ministra de Cultura, Carmen Calvo, alias “Dixie”, dio mucho juego a los columnistas, y es natural que mis colegas, agradecidos, la despidan con regocijadas columnas y buenos deseos. Sea; pero no olvidemos que la noticia que de verdad importa para la cultura ha sido la promulgación por Benedicto XVI en Roma el 7 de julio de 2007 de la Carta Apostólica, en forma de Motu Proprio, sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970.
Ni caigamos en la tentación de considerar esta noticia como de interés exclusivo para algunos católicos practicantes más o menos nostálgicos. Sería como pensar que la Piedad de Miguel Ángel solamente interesa a los cristianos, y más concretamente a los devotos de la Virgen María con afición por la escultura renacentista. Por supuesto, la noticia nos afecta de muy distinta manera según los casos, pero nos atañe a todos.
A partir de ahora se facilita la celebración de misas en latín según el rito de san Pío V, o sea, según el Misal conocido como “tridentino”, anterior a la reforma litúrgica del Vaticano II. El Papa ha explicado que el temor a que sea deslegitimada la autoridad del Concilio es infundado. El Misal usado hasta ahora permanece como la forma normal de la liturgia, siendo la forma tridentina extraordinaria. Con todo, es indudable que el Motu Proprio supone un refrendo de las raíces latinas de la Iglesia y que, poco a poco, supondrá un renacimiento de la venerable lengua muerta. Como mínimo servirá para recordar que el latín existe y que es hermoso.
Conste que yo —sin llegar a los goliardescos extremos de mi hermano Jaime, que en 5º de Historia del Arte aún tenía pendiente el latín de 1º y era conocido en los pasillos de la Facultad como Vercingétorix, el último galo por romanizar— no soy latinista. En mi carrera de Derecho bastaban unas nociones básicas para comprender los aforismos jurídicos, llenos de sentido común y de justicia. Esos adagios, junto con algunos versos de los clásicos paganos y un puñado de oraciones en latín, forman los vértices del triángulo de mi formación. Igual podría decir Vercingétorix, quiero decir, mi hermano Jaime.
A una escala mayor, nuestra civilización sigue sosteniéndose (en la medida en que se sostiene) sobre esos mismos vértices. Por ello, Léon Bloy exclamó: “Es indiscutible que los pueblos, lo mismo que las personas, valen en la medida de su cultura latina”. Esto explica la trascendencia del Motu Proprio papal, con independencia de la fe de cada uno. La cultura, tan amenazada por sus Ministerios, por las reformas educativas, por la bobería, ha recibido una gran noticia. Deo gratias!
Ni caigamos en la tentación de considerar esta noticia como de interés exclusivo para algunos católicos practicantes más o menos nostálgicos. Sería como pensar que la Piedad de Miguel Ángel solamente interesa a los cristianos, y más concretamente a los devotos de la Virgen María con afición por la escultura renacentista. Por supuesto, la noticia nos afecta de muy distinta manera según los casos, pero nos atañe a todos.
A partir de ahora se facilita la celebración de misas en latín según el rito de san Pío V, o sea, según el Misal conocido como “tridentino”, anterior a la reforma litúrgica del Vaticano II. El Papa ha explicado que el temor a que sea deslegitimada la autoridad del Concilio es infundado. El Misal usado hasta ahora permanece como la forma normal de la liturgia, siendo la forma tridentina extraordinaria. Con todo, es indudable que el Motu Proprio supone un refrendo de las raíces latinas de la Iglesia y que, poco a poco, supondrá un renacimiento de la venerable lengua muerta. Como mínimo servirá para recordar que el latín existe y que es hermoso.
Conste que yo —sin llegar a los goliardescos extremos de mi hermano Jaime, que en 5º de Historia del Arte aún tenía pendiente el latín de 1º y era conocido en los pasillos de la Facultad como Vercingétorix, el último galo por romanizar— no soy latinista. En mi carrera de Derecho bastaban unas nociones básicas para comprender los aforismos jurídicos, llenos de sentido común y de justicia. Esos adagios, junto con algunos versos de los clásicos paganos y un puñado de oraciones en latín, forman los vértices del triángulo de mi formación. Igual podría decir Vercingétorix, quiero decir, mi hermano Jaime.
A una escala mayor, nuestra civilización sigue sosteniéndose (en la medida en que se sostiene) sobre esos mismos vértices. Por ello, Léon Bloy exclamó: “Es indiscutible que los pueblos, lo mismo que las personas, valen en la medida de su cultura latina”. Esto explica la trascendencia del Motu Proprio papal, con independencia de la fe de cada uno. La cultura, tan amenazada por sus Ministerios, por las reformas educativas, por la bobería, ha recibido una gran noticia. Deo gratias!
[Grupo Joly]
martes, 10 de julio de 2007
Intrenferencias
Es verano y el tren en el que vuelvo de Madrid va lleno de gente que se abalanza sobre las costas. Sin embargo, para empezar, todos abrimos los periódicos con cara de personas muy serias e informadas. Son banderas: según el que cada cual enarbola, se sabe qué piensa en política, del cambio climático o contra el cine español. En mi vagón, al fondo, un marido trata de leer Alba. Yo habría ido a darle un abrazo, pero su mujer, rodeada de una nube de niños rubios, aún sonriente, le solicita ayuda in-me-dia-ta.
Camino de la cafetería, percibo que cada vagón huele distinto, y doy gracias al Cielo por el mío. Parece que Murphy, el de la ley inexorable, coge vacaciones en julio. Unos pasajeros leen y otros ven la película; los primeros están embebidos, los segundos embobados. No lo digo yo, lo dicen sus caras. En cambio, como para compensar, los que leen se descalzan, echan los pies por alto y se los rascan. Leen, sí, pero por lo visto no el instructivo poema de Amalia Bautista cuyo primer verso reza: “Qué feos son los pies de todo el mundo”.
Vuelvo de la cafetería sin haber probado el café. Demasiada cola, y deshilachada. Me pongo a tratar de empezar a concentrarme para escribir un artículo. Ver una película a ratos, sin oírla, es pedagógico. A la ida pusieron The Queen, y asombraba lo mucho que aquellos personajes de sangre real se sentaban delante del televisor. No extraña que aquí, en España, el Príncipe se casara con la locutora. A la vuelta están echando una de niños, Ratónpolis, y vista de reojo qué sucios son sus decorados (cañerías, retretes, ranas y moscas) y qué consumistas los mardirtos roeores, rodeados de electrodomésticos y trajes espantosos. ¿Será un homenaje de la RENFE a Carmen Calvo?
No se me ocurre nada, pero mientras tanto ya he pillado dos veces al tipo de enfrente, al de la Nintendo, mirando. No a Ratónpolis, sino a la chica melancólica de la ventana. Ojalá el de la Nintendo fuese notario; no porque crea yo que así él tendría más posibilidades (ella debe de haber dejado al novio atrás), sino para que diese fe pública de lo que acabamos de oír. Un matrimonio mayor ha asegurado a sus vecinos de asiento [y a todo el vagón] que ven cuatro o cinco telenovelas y series al día. Mientras ven unas, graban otras. Están como la reina de Inglaterra. Espero que lleguemos antes de que les dé el síndrome de abstinencia.
Camino de la cafetería, percibo que cada vagón huele distinto, y doy gracias al Cielo por el mío. Parece que Murphy, el de la ley inexorable, coge vacaciones en julio. Unos pasajeros leen y otros ven la película; los primeros están embebidos, los segundos embobados. No lo digo yo, lo dicen sus caras. En cambio, como para compensar, los que leen se descalzan, echan los pies por alto y se los rascan. Leen, sí, pero por lo visto no el instructivo poema de Amalia Bautista cuyo primer verso reza: “Qué feos son los pies de todo el mundo”.
Vuelvo de la cafetería sin haber probado el café. Demasiada cola, y deshilachada. Me pongo a tratar de empezar a concentrarme para escribir un artículo. Ver una película a ratos, sin oírla, es pedagógico. A la ida pusieron The Queen, y asombraba lo mucho que aquellos personajes de sangre real se sentaban delante del televisor. No extraña que aquí, en España, el Príncipe se casara con la locutora. A la vuelta están echando una de niños, Ratónpolis, y vista de reojo qué sucios son sus decorados (cañerías, retretes, ranas y moscas) y qué consumistas los mardirtos roeores, rodeados de electrodomésticos y trajes espantosos. ¿Será un homenaje de la RENFE a Carmen Calvo?
No se me ocurre nada, pero mientras tanto ya he pillado dos veces al tipo de enfrente, al de la Nintendo, mirando. No a Ratónpolis, sino a la chica melancólica de la ventana. Ojalá el de la Nintendo fuese notario; no porque crea yo que así él tendría más posibilidades (ella debe de haber dejado al novio atrás), sino para que diese fe pública de lo que acabamos de oír. Un matrimonio mayor ha asegurado a sus vecinos de asiento [y a todo el vagón] que ven cuatro o cinco telenovelas y series al día. Mientras ven unas, graban otras. Están como la reina de Inglaterra. Espero que lleguemos antes de que les dé el síndrome de abstinencia.
domingo, 8 de julio de 2007
Christophorum videas, postea tutus eas
Lo escribió Léon Bloy el 25 de julio de 1902:
Y si san Cristóbal nos quiere amparar de otro modo, así como de paso, pues bienvenido sea.
Me acordé de pronto de este verso leonino que otrora fue adagio: "Mira a san Cristóbal y después vete tranquilo". Se creía en la Edad Media que no podía ocurrirle nada malo, durante el día, a aquel que hubiera visto, durante la mañana, una imagen de san Cristóbal. Esto sucedía por causas profundas que el debilitamiento de la Razón no permite comprender.Con la razón lo que sí puede comprenderse es que cualquier cosa que nos ocurra durante el día, aunque nos pese mucho y quizá más por eso, será el Niño que cargamos sobre nuestros hombros combinado con la fuerza de la gravedad. O sea, que nada malo nos ocurre, sino todo lo contrario, mientras andamos, un paso tras otro, esforzadamente hacia la otra orilla.
Y si san Cristóbal nos quiere amparar de otro modo, así como de paso, pues bienvenido sea.
sábado, 7 de julio de 2007
Breviarium Vitae
Lo de los antólogos/atlantes de ayer no fue sólo un rapto de ternuna (pasajero, que luego hojeé varias antologías que...) ni sólo una aliteración afortunada (si me permiten la sinceridad), sino también un guiño a una anotación extraordinaria de Juan Gil-Albert, en Breviarium Vitae, que cito muy de memoria: "Todos soportamos el peso del mundo; hay quien lo hace erguido, como una cariátide, y quien se retuerce, como un atlante".
viernes, 6 de julio de 2007
Posconferencia
La palpable constatación de que somos demasiados: poetas malos, malos, peores, buenos e incluso regulares, y editores, críticos, traductores, Jaime Siles, heterónimos, seudónimos, animadores culturales, los que dicen ole, los que dicen Oh Gamoneda, los que editan revistas, los que ganan premios, los que sueltan conferencias... Eso, que visto desde una esquina y con gafas de lector suele ser un espectáculo entretenido y, en contadas ocasiones, gratificante, desde detrás de un micrófono abruma. Y un propósito de enmienda: ser comprensivo y cariñoso con los antólogos, esos atlantes --más o menos jorobados, pero atlantes.
***Leyó después poemas Miguel d'Ors y se desenredó la madeja. Echamos de menos algunos poemas en el recital (Gradus ad Parnasum, Quod Erat Demostrandum, Tempus fugit, por no salir del latín), pero a mí me alivió mucho que no leyese "Nuevas tendencias de la crítica literaria". Ese verso final ("quita tus puercas manos de mis sueños") hubiese sido un aldabonazo en mi conciencia.
jueves, 5 de julio de 2007
¿Por qué nunca me fijo en los modernos
Será a las cinco en punto de la tarde cuando salte a conferenciar sobre "la última poesía española". En parte para empezar reventando los límites espacio-temporales y en parte por el puro gustazo, el primer poema que leeré va a ser el soneto LXXXIV de Shakespeare, en conmovedora traducción (que ésa es la excusa) de Víctor Botas:
¿Por qué no hay en mi verso, tan reacio
a toda variación, más florituras?
¿Por qué nunca me fijo en los modernos
hallazgos, para así ponerme al día,
y escribo siempre igual, siempre lo mismo,
metiendo el pensamiento en repetidas
fórmulas, hasta el punto de que en cada
palabra está su origen y mi nombre?
Es que, entérate, amor, yo sólo hablo
de ti: tú eres mi único argumento:
si acierto será en dar, no sé, otro uso,
un aire algo distinto a lo ya usado.
Como el sol cada día es nuevo y viejo
así es mi amor, diciendo lo ya dicho.
miércoles, 4 de julio de 2007
Defensa del interés
Todavía recuerdo, de mis lejanísimos años de universitario, la cuesta arriba del último examen, que caía por estas fechas. Llegaba yo al borde de mis fuerzas, aunque las hubiera gastado muy poco a lo largo del curso, y con la cabeza en un veraneo que anunciaban con estridencia los termómetros y los vestidos de nuestras compañeras de clase. Una sensación similar me entumece ahora ante el debate del estado de la Nación, que cerrará la actividad del Parlamento hasta septiembre.
La situación española lo hace importante. Tenemos a una ETA fortalecida y envalentonada tras un muy oscuro proceso de negociación, Navarra en el alero, una Educación para la Ciudadanía que está provocando rechazos en buena parte de la ciudadanía, que prefiere educarse sola, unos proyectos estatutarios pendientes del Tribunal Constitucional y que generan dudas hasta entre sus mismos padres, como Maragall, y una política internacional que, en cambio, no genera ninguna duda: es un desastre. Pero a pesar de todo, uno tiene que vencerse para seguir el debate con atención sin abandonarse a sus horizontales ensoñaciones playeras.
Me pregunto: "¿qué se gana estando pendiente de los discursos de nuestros políticos, incluso de aquéllos a los que nos cuesta creer?” Es una pregunta equivocada, me parece. La democracia es un derecho nuestro, pero de tanto insistir en ello se nos va olvidando que también es un deber. Para los griegos, inventores del sistema, la vida pública era un ejercicio básico de los hombres libres, una parte fundamental de sus obligaciones. Para nosotros debería ser igual, aunque eso conlleve un esfuerzo de compromiso y de crítica. Y aunque suponga ciertas dosis de sufrimiento —o al menos de preocupación— cuando los asuntos vienen turbios.
Aquellos españoles del siglo XIX que renunciaban a la libertad gritando “¡Vivan las caenas!” al paso del absolutista Fernando VII no eran tan bestias como nos hicieron creer en el bachillerato. Conocían de primera mano las exigencias personales que implican el liberalismo y la soberanía nacional, y preferían dedicarse a sus cosas, dejando la gestión pública al poderoso, que entiende.
La tentación de la España actual es en cierto modo parecida: gritar “Vivan las caenas (en este caso, de televisión)”, con idea de que ellas se ocupen de darnos —entre series y cotilleos— las noticias y las opiniones bien mascadas.
La prensa escrita deja más margen de pensamiento, más espacio entre líneas, pero ni aún así quiero ofrecer hoy mi opinión. Sólo vengo a animar al lector a formarse la suya de primera mano tras oír y comparar los principales discursos. A animarle, y a animarme.
La situación española lo hace importante. Tenemos a una ETA fortalecida y envalentonada tras un muy oscuro proceso de negociación, Navarra en el alero, una Educación para la Ciudadanía que está provocando rechazos en buena parte de la ciudadanía, que prefiere educarse sola, unos proyectos estatutarios pendientes del Tribunal Constitucional y que generan dudas hasta entre sus mismos padres, como Maragall, y una política internacional que, en cambio, no genera ninguna duda: es un desastre. Pero a pesar de todo, uno tiene que vencerse para seguir el debate con atención sin abandonarse a sus horizontales ensoñaciones playeras.
Me pregunto: "¿qué se gana estando pendiente de los discursos de nuestros políticos, incluso de aquéllos a los que nos cuesta creer?” Es una pregunta equivocada, me parece. La democracia es un derecho nuestro, pero de tanto insistir en ello se nos va olvidando que también es un deber. Para los griegos, inventores del sistema, la vida pública era un ejercicio básico de los hombres libres, una parte fundamental de sus obligaciones. Para nosotros debería ser igual, aunque eso conlleve un esfuerzo de compromiso y de crítica. Y aunque suponga ciertas dosis de sufrimiento —o al menos de preocupación— cuando los asuntos vienen turbios.
Aquellos españoles del siglo XIX que renunciaban a la libertad gritando “¡Vivan las caenas!” al paso del absolutista Fernando VII no eran tan bestias como nos hicieron creer en el bachillerato. Conocían de primera mano las exigencias personales que implican el liberalismo y la soberanía nacional, y preferían dedicarse a sus cosas, dejando la gestión pública al poderoso, que entiende.
La tentación de la España actual es en cierto modo parecida: gritar “Vivan las caenas (en este caso, de televisión)”, con idea de que ellas se ocupen de darnos —entre series y cotilleos— las noticias y las opiniones bien mascadas.
La prensa escrita deja más margen de pensamiento, más espacio entre líneas, pero ni aún así quiero ofrecer hoy mi opinión. Sólo vengo a animar al lector a formarse la suya de primera mano tras oír y comparar los principales discursos. A animarle, y a animarme.
[Grupo Joly]
martes, 3 de julio de 2007
De veraneo
Cuánta razón tiene Manupé, que pide que entierre ya la pipa de la paz. Pero el verano me tiene relajado, optimista, mimoso. A media mañana paseo hasta la cafetería para desayunar y hasta me paro en el escaparate de la librería-papelería del centro comercial, aunque sin ninguna esperanza, como su propio nombre indica. En el escaparate, este título: Soy lo que como. Minutos después, pido indeciso una tostada: sigue repicando el inquietante título en mi cabeza. Recuerdo que una vez en una entrevista Luis Alberto de Cuenca avisaba: “Somos lo que leemos”. De habérmelo creído al pie de la letra habría dejado, inmediatamente, de leerle a él. Y al noventa y cinco por ciento de mis autores predilectos. Tomo la tostada con aceite y sal y abro los Diarios de Léon Bloy. No puedo dejar de preguntarme quién voy a terminar siendo con este régimen. Por distraerme, miro a la mesa de al lado y veo que el vecino está extraordinariamente embebido en una página del periódico que reza en grandes titulares: “Calderón, acto primero”. Emoción por Rocío Arana, por el Siglo de Oro, por los autos sacramentales. Alargo el cuello cuanto puedo... y no lo hiciera: páginas de deportes. Calderón es un señor rubiasco con una poderosa mandíbula que preside el Real Madrid. Somos lo que somos.
lunes, 2 de julio de 2007
Hecha
Y ahora toca el gesto melancólico de devolver el libro a la estantería, cuando ha estado rodando por mi mesa más de un mes, desde que lo leí la primera vez, lo traje al blogg dos veces, pedí permiso para reseñarlo e hice lo que pude. Al menos, el orden me lo agradecerá —no mucho tampoco, porque esto de mi despacho ya no tiene más remedio que la mudanza.
domingo, 1 de julio de 2007
Lo mejor es el optimismo
Lo malo es que no siempre se puede, entre otras cosas porque no todos los días se pasa Rocío Arana con su varita mágica (y una botella de San Nicolás) por El Puerto de Santa María. Pero objetivamente hablando, con independencia de que se pueda siempre o no, lo mejor es el optimismo. Predicaré con un ejemplo: cuando volví de la estación de tren, contemplé que Carbón había vuelto a romper mi lápiz por medio. “Qué bien: le saco punta por detrás y tendré dos lápices”, me sorprendí pensando. Lo juro.
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