............. Posible
como la flor ingrávida
del almendro, la dicha.
viernes, 30 de enero de 2009
El haiku natural
Estoy seguro de que José Antonio Muñoz Rojas no pensaba escribir un haiku en 1952. De hecho, estaba haciendo un poema de versos blancos heptasílabos. Lo publicó en diciembre de 1952, en el nº 2 de la revista Caracola y lo tituló "Bajaban los almendros". Sin embargo, el poema termina con un auténtico haiku, que se destaca mediante un salto interversal. Es un haiku por su espíritu, por su tema, por su sintaxis y porque tiene ¡exactamente! sus diecisiete sílabas. O sea, un haiku inconsciente, o mejor dicho, espontáneo, o mucho mejor dicho, natural.
jueves, 29 de enero de 2009
Metedura de pata
¡Qué genio el del lenguaje, madre! Se llama metedura de pata, y no de pierna, para que no haya duda alguna de lo animal que es uno.
miércoles, 28 de enero de 2009
El pillín es Miguel Martínez-Lage
Pla no plagió, al menos en esta ocasión. Lo parecía tal y como lo leí en la anotación del viernes, 5 de abril de 1776, en la p. 957 de Vida de Samuel Johnson, James Boswell, El Acantilado, nº 144, Barcelona, 2007, donde reza: "Harían falta volúmenes enteros para incluir la lista de sus numerosos y diversos amigos, conocidos y saludados, a ninguno de los cuales olvidó jamás".
Me extrañó, sin embargo, que se me hubiese pasado la cosa cuando leí Vida en Life, quiero decir, en V.O. ¡Con lo que yo le aplaudo a Pla esa frase famosamente suya! Así que me he ido al viejo libro y en la anotación del Friday, 5 April 1776, en la página 733 de Boswell's Life of Johnson, Oxford University Press, London, 1965, se dice: "Volumes would be required to contain a list of his numerous and various acquaintance, none of whom he ever forgot".
Ahora uno se podría poner borgiano y celebrar que Pla haya influido por fin en el doctor Johnson o, como mínimo, en el bueno de James Boswell. Pero lo más plausible es que aquí el pillín (pillado) sea Martínez-Lage, editor y traductor de la edición de El Acantilado. Estupenda, por cierto.
Me extrañó, sin embargo, que se me hubiese pasado la cosa cuando leí Vida en Life, quiero decir, en V.O. ¡Con lo que yo le aplaudo a Pla esa frase famosamente suya! Así que me he ido al viejo libro y en la anotación del Friday, 5 April 1776, en la página 733 de Boswell's Life of Johnson, Oxford University Press, London, 1965, se dice: "Volumes would be required to contain a list of his numerous and various acquaintance, none of whom he ever forgot".
Ahora uno se podría poner borgiano y celebrar que Pla haya influido por fin en el doctor Johnson o, como mínimo, en el bueno de James Boswell. Pero lo más plausible es que aquí el pillín (pillado) sea Martínez-Lage, editor y traductor de la edición de El Acantilado. Estupenda, por cierto.
Ah, pillín
Descubro, con asombro, que la famosa frase de Pla sobre los amigos, los conocidos y lo saludados [amics, coneguts i saludats], que Arp redondeó, no es de Pla, y ni siquiera del doctor Samuel Johnson sino sólo de Boswell.
Claro que quien avisa no es traidor.
Claro que quien avisa no es traidor.
lunes, 26 de enero de 2009
El lunes la dieta
¿Para qué el régimen —pienso—
si más tarde o más temprano
he de quedarme en los huesos?
si más tarde o más temprano
he de quedarme en los huesos?
domingo, 25 de enero de 2009
sábado, 24 de enero de 2009
La errata creativa
Entre las esquirlas de García Martín, las hay estupendas. Y para colmo de felicidad, una errata en la tercera, que reza así:
No hay vida tan breve que no queda en ella una eternidad.Mi felicidad no es por un consuelo de tonto, aunque bien podría, sino porque se me ocurre esta corrección:
No hay vida tan breve que no quede de ella una eternidad.Naturalmente es una ultracorrección, pero ¿qué esperaban?
viernes, 23 de enero de 2009
La tortuga y la liebre
Veloz como la luz, o mejor, como el sol, al día siguiente llegó la liebre al bosque de la tortuga. Magullada como Magallanes, con el pelo cano tras darle la vuelta al mundo, venía jadeante, apenas si podía hablar... Pero levantó las manitas haciendo el signo de la victoria.
—No tan rápido, liebre —le espetó la tortuga, —que aquí el amigo chochín, que no desperdicia una oportunidad para un buen debate, te va a explicar que gané yo.
—Efectivamente —disertó el chochín, tras pegar un buen trago a su jarra de cerveza, —hay dos maneras de alcanzar un sitio: dar la vuelta al mundo, como has hecho muy meritoriamente, hip, hip, hurra, o quedarse en él. La tortuga se quedó y, como salta a la vista, llegó antes.
—Arsa —palmeó largatijo
—Pero, pero... —saltaba nerviosamente la liebre, —¿y hasta el horizonte, qué?
—Eso digo yo —dijo el chochín con pico de choteo, —¿llegaste tú acaso?
La liebre, que era sincera y tenía un gran corazón, reconoció bajando las orejas:
—No, no. De hecho me extrañó encontraros aquí sin haber cruzado antes la línea del horizonte.
Terció la tortuga:
—A la debida distancia [y siempre conviene guardar las debidas distancias, dicho sea entre corchetes] cualquier punto de la tierra es el horizonte... Por supuesto, ¡también esta meta lo es!
—O sea, que —zanjó la zaragüeya— en el principio está el final....
—He perdido, he perdido, me han dado con el Esopo en la cabeza. Y ahora, ¿cuál es tu condición para el derrotado, tortuosa tortuga?
—Oh, que descanses, y que, cuando recuperes el resuello, nos cuentes tranquilamente, con todo lujo de detalles, lo que has ido viendo en tu vuelta al mundo, porque algo de mundo habrás visto, ¿no?
—¡Claro que sí! —saltó de júbilo, sorpresa y amistad la liebre. —De hecho, en la sabana vi cómo me adelantaban un antílope y un guepardo... ¡A una velocidad impresionante, uf!
—No tan rápido, liebre —le espetó la tortuga, —que aquí el amigo chochín, que no desperdicia una oportunidad para un buen debate, te va a explicar que gané yo.
—Efectivamente —disertó el chochín, tras pegar un buen trago a su jarra de cerveza, —hay dos maneras de alcanzar un sitio: dar la vuelta al mundo, como has hecho muy meritoriamente, hip, hip, hurra, o quedarse en él. La tortuga se quedó y, como salta a la vista, llegó antes.
—Arsa —palmeó largatijo
—Pero, pero... —saltaba nerviosamente la liebre, —¿y hasta el horizonte, qué?
—Eso digo yo —dijo el chochín con pico de choteo, —¿llegaste tú acaso?
La liebre, que era sincera y tenía un gran corazón, reconoció bajando las orejas:
—No, no. De hecho me extrañó encontraros aquí sin haber cruzado antes la línea del horizonte.
Terció la tortuga:
—A la debida distancia [y siempre conviene guardar las debidas distancias, dicho sea entre corchetes] cualquier punto de la tierra es el horizonte... Por supuesto, ¡también esta meta lo es!
—O sea, que —zanjó la zaragüeya— en el principio está el final....
—He perdido, he perdido, me han dado con el Esopo en la cabeza. Y ahora, ¿cuál es tu condición para el derrotado, tortuosa tortuga?
—Oh, que descanses, y que, cuando recuperes el resuello, nos cuentes tranquilamente, con todo lujo de detalles, lo que has ido viendo en tu vuelta al mundo, porque algo de mundo habrás visto, ¿no?
—¡Claro que sí! —saltó de júbilo, sorpresa y amistad la liebre. —De hecho, en la sabana vi cómo me adelantaban un antílope y un guepardo... ¡A una velocidad impresionante, uf!
jueves, 22 de enero de 2009
La liebre y la tortuga
Estaba una tortuga de tertulia con sus amiguitos del bosque, entre ellos, la abubilla, el chochín, la zarigüeya, el lirón careto y un lagartijo con aires aflamencados que en ese preciso instante les recitaba la soleá que había memorizado para su novia:
Arañada en el caparazón de su orgullo (o de su paciencia), la tortuga le propuso una carrera. “Será universitaria, ji, ji”, replicó con desdén la liebre. “No, no, ¡olímpica!”, sentenció parsimoniosa la tortuga.
La liebre que, gracias a las fuerzas del progreso, estaba algo alfabetizada, murmuró entre dientes: “Ésta idiota se cree que no conozco mi Esopo y que voy a dormirme en los laureles. Esta vez no, ni con un ojo abierto”. Acto seguido subió la apuesta: “Vale, competiremos, vacilante tortuga, pero si gano tienes que dejar que te incruste unos rubíes con la palabra “LOVE” en el caparazón. Serás un regalito para mi pareja, ¿hace?”.
“¡Qué cosa tan horrible!”, exclamó la tortuga, que se llamaba Cordelia, “pero la acepto si me permites fijar las condiciones de la carrera”. “O.K.”, contestó la liebre con suficiencia y dominio del inglés. “La carrera será”, dictaminó Cordelia, “hasta el horizonte y vuelta”. “O.K.”
La abubilla dio inmediatamente la salida: “Uno, dos y... tres”, gritó, bajando la cabeza cada vez con más brío, como una bandera de Fórmula 1. Salió la liebre disparada, repitiéndose el nombre de Usain Bolt para no caer en el craso error de mirar a los lados y perder así unas milésimas de segundo que la separasen de la gloria de un récord imbatible. En posición de salida, la tortuga había puesto cara de esfuerzo, pero no dio un solo paso. Cuando la liebre estuvo un poco lejos, comentó: “Cuánta razón tienen los que aseguran que su cola trae suerte. A mí me alegra tanto... verla alejarse”, y volviéndose con una satisfecha lentitud hacia el lagartijo, le animó: “Nos estabas contando que...”
Arrímate a mi queréEntonces, cuando menos lo esperaban, saltó la liebre, y se puso a fardar de que era el animal más rápido del mundo. Los demás la felicitaron y, cumplido el trámite, trataron de retomar su conversación, pero ella insistía en el autobombo. “Qué veloz soy, cuánto lo soy, oh, mucho más que vosotros, pobres criaturas retrasadas”.
como las salamanquesas
s’arriman a la paré.
Arañada en el caparazón de su orgullo (o de su paciencia), la tortuga le propuso una carrera. “Será universitaria, ji, ji”, replicó con desdén la liebre. “No, no, ¡olímpica!”, sentenció parsimoniosa la tortuga.
La liebre que, gracias a las fuerzas del progreso, estaba algo alfabetizada, murmuró entre dientes: “Ésta idiota se cree que no conozco mi Esopo y que voy a dormirme en los laureles. Esta vez no, ni con un ojo abierto”. Acto seguido subió la apuesta: “Vale, competiremos, vacilante tortuga, pero si gano tienes que dejar que te incruste unos rubíes con la palabra “LOVE” en el caparazón. Serás un regalito para mi pareja, ¿hace?”.
“¡Qué cosa tan horrible!”, exclamó la tortuga, que se llamaba Cordelia, “pero la acepto si me permites fijar las condiciones de la carrera”. “O.K.”, contestó la liebre con suficiencia y dominio del inglés. “La carrera será”, dictaminó Cordelia, “hasta el horizonte y vuelta”. “O.K.”
La abubilla dio inmediatamente la salida: “Uno, dos y... tres”, gritó, bajando la cabeza cada vez con más brío, como una bandera de Fórmula 1. Salió la liebre disparada, repitiéndose el nombre de Usain Bolt para no caer en el craso error de mirar a los lados y perder así unas milésimas de segundo que la separasen de la gloria de un récord imbatible. En posición de salida, la tortuga había puesto cara de esfuerzo, pero no dio un solo paso. Cuando la liebre estuvo un poco lejos, comentó: “Cuánta razón tienen los que aseguran que su cola trae suerte. A mí me alegra tanto... verla alejarse”, y volviéndose con una satisfecha lentitud hacia el lagartijo, le animó: “Nos estabas contando que...”
miércoles, 21 de enero de 2009
Un poema de Sociedad Limitada
........................COSAS DE LA POESÍA
Qué suerte que Ella sea así de caprichosa,
qué suerte que no mire los méritos, que no
le avergüence entregarse a tipos como yo,
que sea porque sí, como la rosa;
qué suerte que no exija papeles triplicados,
ni saber alemán, ni traje gris,
que en Calahorra se encuentre tan bien como en París,
que no la embauquen nombres, premios ni doctorados.
Sólo que tú le gustes —con veinte o con setenta,
feo o guapo, listo o bobo...— y, plaf, se te presenta
deslumbrante, rendida y sin porqué,
del mismo modo que (según se cuenta)
una noche grisácea de los años 50
se presentó Ava Gardner ante Mario Cabré.
[Miguel d'Ors, Siete poemas de Sociedad Limitada, Vitolas del Anaïs, Granada, 2008]
martes, 20 de enero de 2009
Menos da una piedra
Me llega un cuadernillo de Miguel d'Ors, editado en Granada y titulado Siete poemas de Sociedad Limitada. Sociedad Limitada es el título de su próximo poemario. Se trata, pues, de un adelanto. Lo suyo, ahora, sería agradecer el envío, publicar entero un poema (concretamente el soneto de Mario Cabré) y subir el nivel del blogg. Pero uno sabe que a d'Ors no le gusta nada que cuelguen poemas suyos en la web, ese desmantelamiento del derecho de propiedad intelectual, y yo, aunque no lo veo así de claro/de oscuro, no voy a pagarle el detalle del envío con un desaire.
Aunque ya que hablamos de aires, podemos coger al menos un solo verso [uno sólo] y admirarnos de lo gran poeta que es con un detalle muy pequeño. En un poema de atmósfera aérea, describiendo un despegue, nos cuenta d'Ors lo que oye en el avión: Les habla el Comandante Echevarría. Bien, parece un verso de nada, puro desarrollo argumental, y lo es, pero traten ustedes de buscarle un apellido mejor. Con Echeverría, además de llenar el endecasílabo, que eso ahora no importa, se nos da una imagen (¿la ven?) del comandante repeinado, señorín, todavía en forma, ligoncete, un poco de Bilbao, etc.
Aunque ya que hablamos de aires, podemos coger al menos un solo verso [uno sólo] y admirarnos de lo gran poeta que es con un detalle muy pequeño. En un poema de atmósfera aérea, describiendo un despegue, nos cuenta d'Ors lo que oye en el avión: Les habla el Comandante Echevarría. Bien, parece un verso de nada, puro desarrollo argumental, y lo es, pero traten ustedes de buscarle un apellido mejor. Con Echeverría, además de llenar el endecasílabo, que eso ahora no importa, se nos da una imagen (¿la ven?) del comandante repeinado, señorín, todavía en forma, ligoncete, un poco de Bilbao, etc.
lunes, 19 de enero de 2009
Verlo
La abuela
coge violetas
con su nieta.
[No llega a haiku,
............................... no,
la rima es excesiva,
..................................sí,
y la imagen muy tópica,
vale,
..........ya,
pero hay que verla.]
coge violetas
con su nieta.
[No llega a haiku,
............................... no,
la rima es excesiva,
..................................sí,
y la imagen muy tópica,
vale,
..........ya,
pero hay que verla.]
domingo, 18 de enero de 2009
Hechos reales
No está la cosa para muchas bromas con los acentos o las idiosincrasias regionales, así que narraré los hechos desnudos. Entré en una librería de la provincia de Cádiz, de la Isla de San Fernando más concretamente. Era media mañana de un día laborable. Me alegró encontrar en la librería a dos señores con sus monos azules de trabajo bastante manchados de pintura o cemento.
Estaban, además, buscando un libro, y no haciendo un trabajito de pladur en el local. Doble alegría, pues. El libro era un regalo para la mujer del más alto, y yo, que soy un firme partidario de la institución matrimonial, triplicaba de gozo.
En esto, el alto ve en el mostrador un libro del famoso Calatayud, juez de menores. Se vuelve para su compañero y acompañante, señala el volumen y dice: “Este sí que es un libro bueno”. Contesta el otro: “Bueno…” Insiste el alto: “Te gustaría: va de la educación de los hijos”. Contesta el otro: “Con los míos, tengo de sobra”. El alto, incansable, al menos en la librería, contraataca: “Es el juez que pone a los menores a hacer trabajos sociales, como barrer, limpiar grafitis o sacarse el graduado”. El bajito, entonces, se vuelve más interesado, y pregunta: “Y ese juez, ¿de dónde es?”. “De Córdoba [sic]”. “Ya decía yo que de aquí no era. En Cádiz a ése lo habrían molío a palos”.
Dicho lo cual, se fueron, hemos de suponer que a seguir trabajando.
Estaban, además, buscando un libro, y no haciendo un trabajito de pladur en el local. Doble alegría, pues. El libro era un regalo para la mujer del más alto, y yo, que soy un firme partidario de la institución matrimonial, triplicaba de gozo.
En esto, el alto ve en el mostrador un libro del famoso Calatayud, juez de menores. Se vuelve para su compañero y acompañante, señala el volumen y dice: “Este sí que es un libro bueno”. Contesta el otro: “Bueno…” Insiste el alto: “Te gustaría: va de la educación de los hijos”. Contesta el otro: “Con los míos, tengo de sobra”. El alto, incansable, al menos en la librería, contraataca: “Es el juez que pone a los menores a hacer trabajos sociales, como barrer, limpiar grafitis o sacarse el graduado”. El bajito, entonces, se vuelve más interesado, y pregunta: “Y ese juez, ¿de dónde es?”. “De Córdoba [sic]”. “Ya decía yo que de aquí no era. En Cádiz a ése lo habrían molío a palos”.
Dicho lo cual, se fueron, hemos de suponer que a seguir trabajando.
sábado, 17 de enero de 2009
Una historia de amor
LA ANCIANA: Se me olvida todo, hijitas, pero de vuestro dulce abuelo no dejo de acordarme ni un solo minuto de mi vida. Siempre lo tengo presente.
EL ANCIANO ¡Anita, por Dios, que aún no me he muerto, que estoy en casa, jubilado, todo el día pegado a ti!
LA ANCIANA: Hombre, Paco, eso ayudará algo, qué duda cabe, pero, en cualquier caso, tiene su mérito.
EL ANCIANO ¡Anita, por Dios, que aún no me he muerto, que estoy en casa, jubilado, todo el día pegado a ti!
LA ANCIANA: Hombre, Paco, eso ayudará algo, qué duda cabe, pero, en cualquier caso, tiene su mérito.
viernes, 16 de enero de 2009
Juguetitos
¿Con qué jugábamos antes de que la electrónica nos deslumbrara con sus ordenadores micros o táctiles, sus móviles, sus GPSs, sus I-Pods y sus etc? Ver a los niños cayéndose de sus flamantes bicicletas la mañana de Reyes era un clásico; hoy uno se encuentra a los mayores embebidos en las pantallitas y memorizando claves como locos.
También antes se jugaba, digo yo. Y sí, efectivamente, entre las nieblas de mi memoria, recuerdo que antaño los señores jugaban al billar o a las cartas (al bridge los de más elegancia, al mus los demás). Pero esto de ahora es mucho más frenético por varias razones.
La primera razón es una coartada. Nos decimos muy serios que los aparatitos nos sirven para el trabajo, oh, y así nuestra conciencia se tranquiliza. No son caprichos, qué va, sino herramientas fundamentales para el desarrollo profesional en un entorno competitivo, tecnológico, globalizado y en permanente evolución.
Luego, la tecnología funciona como una bola de nieve. Uno consigue el último programa de simulación de vuelo, pongo por caso, pero el ordenador viejo —viejo quiere decir de dos años— ya no tiene potencia suficiente y, por tanto, no queda otro remedio que cambiarlo. El nuevo (o semi nuevo, porque tiene ya dos semanas) viene con un sistema operativo mucho mejor (que hay que aprender a usar) y entonces necesitamos cambiar los drivers de la impresora o comprarnos otra. Así eternamente.
Algunos programas facilitan el trabajo, cierto. Pero si uno hiciese bien las cuentas y sumase las horas que gastó en informarse de las nuevas ofertas, la instalación del software, el stress de los virus y de las misteriosas pérdidas de datos comprobaría que, en el mejor de los casos, lo comido se va por lo servido.
Haciendo abstracción del tiempo, siempre nos quedará la ilusión. Este artículo lo he escrito en mi nuevo notebook de 2 GB de memoria RAM, con Digital motion camera y tres puertos USB. Lo he tenido que escribir deprisa y distraído con las nuevas funciones que ofrece a cada rato, pero ¿no notan ustedes cómo ha mejorado mi estilo en comparación, no digo ya con Camba o Pemán, esos pobres prehistóricos, sino con respecto a mis artículos de las semanas anteriores, redactados sólo con 1 GB de RAM? Aunque no, no, mejor no me contesten… No maten la ilusión de un niño (grande, pero niño).
También antes se jugaba, digo yo. Y sí, efectivamente, entre las nieblas de mi memoria, recuerdo que antaño los señores jugaban al billar o a las cartas (al bridge los de más elegancia, al mus los demás). Pero esto de ahora es mucho más frenético por varias razones.
La primera razón es una coartada. Nos decimos muy serios que los aparatitos nos sirven para el trabajo, oh, y así nuestra conciencia se tranquiliza. No son caprichos, qué va, sino herramientas fundamentales para el desarrollo profesional en un entorno competitivo, tecnológico, globalizado y en permanente evolución.
Luego, la tecnología funciona como una bola de nieve. Uno consigue el último programa de simulación de vuelo, pongo por caso, pero el ordenador viejo —viejo quiere decir de dos años— ya no tiene potencia suficiente y, por tanto, no queda otro remedio que cambiarlo. El nuevo (o semi nuevo, porque tiene ya dos semanas) viene con un sistema operativo mucho mejor (que hay que aprender a usar) y entonces necesitamos cambiar los drivers de la impresora o comprarnos otra. Así eternamente.
Algunos programas facilitan el trabajo, cierto. Pero si uno hiciese bien las cuentas y sumase las horas que gastó en informarse de las nuevas ofertas, la instalación del software, el stress de los virus y de las misteriosas pérdidas de datos comprobaría que, en el mejor de los casos, lo comido se va por lo servido.
Haciendo abstracción del tiempo, siempre nos quedará la ilusión. Este artículo lo he escrito en mi nuevo notebook de 2 GB de memoria RAM, con Digital motion camera y tres puertos USB. Lo he tenido que escribir deprisa y distraído con las nuevas funciones que ofrece a cada rato, pero ¿no notan ustedes cómo ha mejorado mi estilo en comparación, no digo ya con Camba o Pemán, esos pobres prehistóricos, sino con respecto a mis artículos de las semanas anteriores, redactados sólo con 1 GB de RAM? Aunque no, no, mejor no me contesten… No maten la ilusión de un niño (grande, pero niño).
jueves, 15 de enero de 2009
240 €
Un amigo nos manda este correo-e:
A través de un periplo un poco raro he llegado a la página de http://www.enriquegracia.net/ y me encuentro entre sus aforismos este:Como en casi todo, lo peor de la poesía es que alguien negocie con ella.Un poco más abajo tiene un apartado que se llama: "Correccion [sic] y valoración de originales": 240 euritos por leerse el libro de un cliente. Y si se hacen correcciones, un poco más.
martes, 13 de enero de 2009
Apontamentos de História Sobrenatural
Mario Quintana cuenta en el prólogo del poemario: "Eis o meu primeiro livro cujos poemas saem mais o menos na sua ordem cronológica". Apuntes de Historia Sobrenatural se publicó en 1976, por lo que el primer poema del libro, casi un cuadro de Gaya, bien podría ser de 1969. Qué ilusión me haría:
.......DATA
Duas laranjas
Um copo d'água ao lado
As moedinhas da luz en torno
Perto
A folhinha marca 13 de janeiro.
Cara B
Parece que Reyes fue hace un siglo, ¿verdad?, pero fue el martes pasado. Entonces, a la dorada luz del alba, sentí que todo, mis regalitos, claro, y mi mujer, mi casa, la calle, los árboles, mis sobrinos, todo, era un presente de Epifanía. Tuve que hacer un esfuerzo para no hincarme allí mismo de rodillas en una acción de gracias cósmica. Hubiese resultado cómica, me temo; o producto quizá de la agitada noche anterior, en la que ejercí de paje real hasta las tantas y no me quedó otro remedio que beberme todo el brandy que habían dejado en una bandeja para Baltasar, que se ha vuelto abstemio. Disimulé lo que pude, pero aquella sensación de plenitud y de gratuidad para mí se queda.
Ahora la sensación es la contraria. Los regalos he de ganármelos con el sudor de mi frente. No se trata sólo de que hayamos vuelto ya al trabajo con todas las de la ley, sino que con los regalos propiamente dichos también hay que esforzarse un montón. Los libros que todavía tengo apilados en una esquina habrá que ordenarlos, por supuesto, y leerlos, entenderlos y memorizarlos. A los aparatos electrónicos debemos descifrarles sus crípticos manuales, desliar sus cables, montarlos... Uf, ¡cuánto nos queda por hacer! Hasta los próximos Reyes, más o menos. Todo regalo tiene su retroceso, su cara B. Y viceversa: todo trabajo es un regalo (con la crisis, esto se ve claramente).
Ahora la sensación es la contraria. Los regalos he de ganármelos con el sudor de mi frente. No se trata sólo de que hayamos vuelto ya al trabajo con todas las de la ley, sino que con los regalos propiamente dichos también hay que esforzarse un montón. Los libros que todavía tengo apilados en una esquina habrá que ordenarlos, por supuesto, y leerlos, entenderlos y memorizarlos. A los aparatos electrónicos debemos descifrarles sus crípticos manuales, desliar sus cables, montarlos... Uf, ¡cuánto nos queda por hacer! Hasta los próximos Reyes, más o menos. Todo regalo tiene su retroceso, su cara B. Y viceversa: todo trabajo es un regalo (con la crisis, esto se ve claramente).
lunes, 12 de enero de 2009
El pábilo pasmoso
La lectura de ayer me recordó lo de la semana pasada. Todavía no había empezado el frío, y mi madre y yo dábamos un paseo. Nos encontramos con un representante de las fuerzas vivas del pueblo, digamos, y no era el boticario, que ésa es mi madre, ni mucho menos el profesor, que soy yo. Nos paramos a saludarnos, naturalmente.
Y en un momento de la conversación, va el señor y le comenta a mi madre: "Siempre te he tenido por una persona muy inteligente. Hace veinte años, cuando yo estaba recién llegado al Puerto, se te ocurrió algo que no he olvidado".
[La conozco como si la hubiera parido, y noté su respingo de horror. A mí, y deben ser las leyes de la herencia, me pasa igual. En cuanto alguien va a recordar un comentario mío del pasado se me abren las carnes. Pienso: "¡A ver qué chorrada dije, Dios mío!"]
El señor importante nos puso en antecedentes. Hace veinte años mi madre, él y otros personajes que no se recordaron pero que allí estarían, discutieron sobre el Rocío, arsa, y sobre si la romería era religiosa o sólo una coartada para el jolgorio generalizado de gentes poco piadosas. El señor recordaba perfectamente, ¡con las palabras exactas!, lo que a mi madre se le ocurrió para zanjar aquella discusión, que fue: "La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará". Por lo visto, cada vez que sale el tema, el señor cita admirativamente a mi madre: "Como dijo una vez la boticaria: 'El pábilo...'"
"¡Oh!", exclamamos mi madre y yo al unísono.
Y en un momento de la conversación, va el señor y le comenta a mi madre: "Siempre te he tenido por una persona muy inteligente. Hace veinte años, cuando yo estaba recién llegado al Puerto, se te ocurrió algo que no he olvidado".
[La conozco como si la hubiera parido, y noté su respingo de horror. A mí, y deben ser las leyes de la herencia, me pasa igual. En cuanto alguien va a recordar un comentario mío del pasado se me abren las carnes. Pienso: "¡A ver qué chorrada dije, Dios mío!"]
El señor importante nos puso en antecedentes. Hace veinte años mi madre, él y otros personajes que no se recordaron pero que allí estarían, discutieron sobre el Rocío, arsa, y sobre si la romería era religiosa o sólo una coartada para el jolgorio generalizado de gentes poco piadosas. El señor recordaba perfectamente, ¡con las palabras exactas!, lo que a mi madre se le ocurrió para zanjar aquella discusión, que fue: "La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará". Por lo visto, cada vez que sale el tema, el señor cita admirativamente a mi madre: "Como dijo una vez la boticaria: 'El pábilo...'"
"¡Oh!", exclamamos mi madre y yo al unísono.
domingo, 11 de enero de 2009
Lección
Algunas cosas dependen del cristal con que se mira. Yo, arrastrado por el vendaval mediático, castañeo hoy contra el frío en mi artículo del Diario de Cádiz, y tan fuerte soplaba el vendaval que llamé a mi hermano Jaime para ver si estaba sobreviviendo en la colapsada [¡imprevisión total!, clamaba un titular] capital de España. Le cogí dando un paseo por El Rastro, entusiasmado con la belleza del paisaje. El hermano de Leonor, más generación Y, nos mandó por móvil unas fotografías muy bonitas de la Gran Vía bajo la gran nevada. También la estaba disfrutando de lo lindo. Habría que preguntarse por qué de las dos caras que tiene toda moneda, en los medios siempre nos sale cruz.
viernes, 9 de enero de 2009
Una obviedad a Ovidio
Lo que sé de mitología lo debo a las Metamorfosis, que además influyeron mucho en Dante, nada menos. A mí, la historia de Baucis y Filemón, por concretar, me emociona cada vez que la leo: es una de mis grandes favoritas de la literatura universal. Por otra parte, aunque el arte de amar no lo haya aprendido concretamente en Ovidio, me divirtieron mucho sus opiniones al respecto.
Pero lo cortés no quita lo valiente, y hay que reconocer que el clásico escribió una chorrada (con excelente literatura, eso sí) en Fastos I 150 ss.
Yo se lo explicaré a Publio Ovidio Nasón. Comienza el Año Nuevo con estos fríos porque ahora, al principio inapreciablemente, la luz empieza a ganarle segundos a la oscuridad. Los principios son así: la vida nace en el misterio del vientre materno y no cuando la muchacha con diecisiete esplendorosos y obvios abriles retoza en ídem por el campo recogiendo florecillas.
Recordarlo viene muy bien para nuestros propósitos para el 2009, tan invisibles (apenas, en el mejor de los casos, una anotación en la agenda), tan debiluchos y algunos —a estas alturas ya— tan desmejorados. Pensemos que, como acabamos de celebrar por todo lo alto, el mismo Dios quiso tener un nacimiento humilde y diminuto. El gran Ovidio, de haber conocido este episodio, más divino que sus apabullantes metamorfosis, no habría caído en su pregunta retórica.
La primavera es una exaltación y cuando llegue exultaremos, como es natural. Pero los comienzos, querido Ovidio, son, de tan pequeños, casi invisibles; son delicados y vulnerables, quizá un poco fríos, pero con una fuerza latente que sostiene las plenitudes por venir.
Pero lo cortés no quita lo valiente, y hay que reconocer que el clásico escribió una chorrada (con excelente literatura, eso sí) en Fastos I 150 ss.
Yo se lo explicaré a Publio Ovidio Nasón. Comienza el Año Nuevo con estos fríos porque ahora, al principio inapreciablemente, la luz empieza a ganarle segundos a la oscuridad. Los principios son así: la vida nace en el misterio del vientre materno y no cuando la muchacha con diecisiete esplendorosos y obvios abriles retoza en ídem por el campo recogiendo florecillas.
Recordarlo viene muy bien para nuestros propósitos para el 2009, tan invisibles (apenas, en el mejor de los casos, una anotación en la agenda), tan debiluchos y algunos —a estas alturas ya— tan desmejorados. Pensemos que, como acabamos de celebrar por todo lo alto, el mismo Dios quiso tener un nacimiento humilde y diminuto. El gran Ovidio, de haber conocido este episodio, más divino que sus apabullantes metamorfosis, no habría caído en su pregunta retórica.
La primavera es una exaltación y cuando llegue exultaremos, como es natural. Pero los comienzos, querido Ovidio, son, de tan pequeños, casi invisibles; son delicados y vulnerables, quizá un poco fríos, pero con una fuerza latente que sostiene las plenitudes por venir.
jueves, 8 de enero de 2009
miércoles, 7 de enero de 2009
A jorobarse
Se acabaron las Navidades. Hay quienes protestan mucho de las fiestas, yo protesto de que se acaben. En la despedida es muy buen momento de colgar este marcalibros que una familia de Jerez ha hecho este año con un viejo villancico mío para regalito de Nochebuena. El regalazo me lo han hecho a mí, como salta a la vista. El diseño y el dibujito del camello son de Paula F. de Bobadilla y el poemita (que transcribo en comentarios) sale francamente mejorado con la presentación:
Además ahora, efectivamente, nos toca marcharnos con la joroba por ahí. Buen año a todos a través del desierto.
lunes, 5 de enero de 2009
Cantar del Rey Baltasar
En Belén estamo,
branco seremo,
panderetico tocan, bailemo.
Ushiá, sanguaranguá,
gurugú vu, gurugú va.
Vistamo de cururaro
pues a tiempo hemos venido,
que el branco será vendido,
e lu negro el rescataro.
Dioso viste de encarnaro
todos el luto quitemo.
Tamboritico toca, bailemo.
Ushiá, sanguaranguá,
gurugú vu, gurugú va.
branco seremo,
panderetico tocan, bailemo.
Ushiá, sanguaranguá,
gurugú vu, gurugú va.
Vistamo de cururaro
pues a tiempo hemos venido,
que el branco será vendido,
e lu negro el rescataro.
Dioso viste de encarnaro
todos el luto quitemo.
Tamboritico toca, bailemo.
Ushiá, sanguaranguá,
gurugú vu, gurugú va.
[Alonso de Ledesma, el divino, aunque culquiera diría
que Nicolás Guillén]
domingo, 4 de enero de 2009
Voy contra mi interés al enlazarlo
1) porque en la página web del Diario se han comido todos los puntos y aparte (menos el primero, que les pillaría desprevenidos) y todas las cursivas, sin dejarse atrás ni una.
2) porque le hago toda la publicidad que puedo a la estupenda versión de Ángel Alonso que ha venido a hacerme bien la puñeta. Yo ya tenía traducido más de medio libro de quintanares, que se quedará en la memoria de mi ordenador, flotando ingrávido.
2) porque le hago toda la publicidad que puedo a la estupenda versión de Ángel Alonso que ha venido a hacerme bien la puñeta. Yo ya tenía traducido más de medio libro de quintanares, que se quedará en la memoria de mi ordenador, flotando ingrávido.
sábado, 3 de enero de 2009
Roma & Japón
Un propósito del 2008 que pervive (propósito de finales del 2008, tampoco exageremos) es reseñar aquí los libros que me envían. También los cuadernillos.
Estas días me ha llegado uno de Antonio Fontán. Con estos envíos, el ilustre periodista y político celebra las fiestas, y hace bien: unos mandamos villancicos y otros ensayicos. Cada cual lleva al Portal lo que le sale natural. A mí es la primera Navidad que me lo manda, y lo siento porque hay títulos de Navidades pasadas que suenan estupendamente: El descubrimiento de Hispania (Navidad, 1988), Pérdida y recuperación del latín (Navidad, 1991), Antonio de Nebrija, Príncipe de los humanistas españoles (Navidad, 1992), La Hispania de Isidoro (Navidad, 2001), Erasmo, Moro, Vives (Navidad, 2002), Erasmo, Maquiavelo, Moro (Navidad, 2004) o Cervantes y su Quijote (Navidad, 2006). También tiene encanto, por otra parte, que, siendo éste el primer año en que Fontán es Marqués de Guadalcanal, mientras él estrena su título, yo estrene título suyo. Concretamente, Hispania y los hispanos en el siglo I d. C. (y el viaje del Apóstol Pablo a España). He disfrutado mucho leyéndolo. Hace un repaso de la presencia hispana en la Roma del siglo I, en las letras y en la política, y apuesta de paso por la visita paulina. A mí, me ha reavivado mi latinidad, como quien dice, y, entre líneas, me recitaba a Rubén Darío:
Estas días me ha llegado uno de Antonio Fontán. Con estos envíos, el ilustre periodista y político celebra las fiestas, y hace bien: unos mandamos villancicos y otros ensayicos. Cada cual lleva al Portal lo que le sale natural. A mí es la primera Navidad que me lo manda, y lo siento porque hay títulos de Navidades pasadas que suenan estupendamente: El descubrimiento de Hispania (Navidad, 1988), Pérdida y recuperación del latín (Navidad, 1991), Antonio de Nebrija, Príncipe de los humanistas españoles (Navidad, 1992), La Hispania de Isidoro (Navidad, 2001), Erasmo, Moro, Vives (Navidad, 2002), Erasmo, Maquiavelo, Moro (Navidad, 2004) o Cervantes y su Quijote (Navidad, 2006). También tiene encanto, por otra parte, que, siendo éste el primer año en que Fontán es Marqués de Guadalcanal, mientras él estrena su título, yo estrene título suyo. Concretamente, Hispania y los hispanos en el siglo I d. C. (y el viaje del Apóstol Pablo a España). He disfrutado mucho leyéndolo. Hace un repaso de la presencia hispana en la Roma del siglo I, en las letras y en la política, y apuesta de paso por la visita paulina. A mí, me ha reavivado mi latinidad, como quien dice, y, entre líneas, me recitaba a Rubén Darío:
Y no sólo estoy viajando en el tiempo, sino en el espacio, hacia las japonerías. Abel Feu me ha dado el último de los cuadernillos de su Colección Haiku, escrito por Juan Bonilla, y titulado con mucha gracia y poco más: Li-po-timias. Mis favoritos, entre otros bastantes buenos, son estos dos:.......EHEU!
Aquí, junto al mar latino,
digo la verdad:
siento en roca, aceite y vino,
yo mi antigüedad.
¡Oh, qué anciano soy, Dios santo,
oh, qué anciano soy!...
¿De dónde viene mi canto?
Y yo, ¿adónde voy?
[...]
y.......UNA CARRERA
Te echo una carrera.
De aquí hasta el horizonte
y luego vuelta.
Aprende de las aguas del estanque:
cuando les tiran piedras,
se sonríen.
viernes, 2 de enero de 2009
Erre que erre con las piedras
El propósito más breve del año nuevo murió ayer. En el 2009 quería marcar, como los clásicos, los días buenos y los días malos, metiendo en una bolsa antes de acostarme o una piedrecita blanca o una piedrecita negra. La idea era contarlas en la próxima Nochevieja, y ver qué salía.
No saldrá nada. Anoche mismo me di cuenta de que los cálculos blancos y negros son cosa de paganos. Los cristianos estamos destinados a las piedras grises. Lo explico. No hay día negro-negro para nosotros: todo es para bien, Dios escribe derecho con renglones torcidos y un buen arrepentimiento endereza cualquier jornada. Pero albo tampoco hay ningún día: un buen pagano (y Dios los tenga en su gloria) con estar bien comido, bien bebido, bien filosofado y sin cefalea, vive felicísimo. Nosotros siempre debemos rezar más y preocuparnos más por los prójimos, que son, uf, innumerables. El justo, como usted debe de saber por experiencia, peca siete veces al día.
Una vez visto claro, quiero decir, gris, me entró la duda de por qué el aplaudible Pla llamaría a su diario El cuaderno gris. Ahora no recuerdo si el cuadernillo donde lo escribió tenía las pastas de ese color, pero sea como sea, el título es un acierto grande. El diario de un hombre de nuestro tiempo y de nuestra cultura irremediablemente será gris.
(Aunque hay grises preciosos: gris marengo para caballeros, gris perla para señoras.)
No saldrá nada. Anoche mismo me di cuenta de que los cálculos blancos y negros son cosa de paganos. Los cristianos estamos destinados a las piedras grises. Lo explico. No hay día negro-negro para nosotros: todo es para bien, Dios escribe derecho con renglones torcidos y un buen arrepentimiento endereza cualquier jornada. Pero albo tampoco hay ningún día: un buen pagano (y Dios los tenga en su gloria) con estar bien comido, bien bebido, bien filosofado y sin cefalea, vive felicísimo. Nosotros siempre debemos rezar más y preocuparnos más por los prójimos, que son, uf, innumerables. El justo, como usted debe de saber por experiencia, peca siete veces al día.
Una vez visto claro, quiero decir, gris, me entró la duda de por qué el aplaudible Pla llamaría a su diario El cuaderno gris. Ahora no recuerdo si el cuadernillo donde lo escribió tenía las pastas de ese color, pero sea como sea, el título es un acierto grande. El diario de un hombre de nuestro tiempo y de nuestra cultura irremediablemente será gris.
(Aunque hay grises preciosos: gris marengo para caballeros, gris perla para señoras.)
jueves, 1 de enero de 2009
Cuidado
Siempre ponerla: la primera piedra,
y no lanzarla con las prisas sobre
todo si uno no cumple el requisito
que a estas alturas es inalcanzable.
y no lanzarla con las prisas sobre
todo si uno no cumple el requisito
que a estas alturas es inalcanzable.
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