viernes, 8 de junio de 2012

Curiosidades


El otro día me pillé, cerrando el parque de los niños, el dedo gordo. Fue un golpe tremendo y durante una hora y media o más estuve convencido de que había sido en la mano derecha. Cuando se me pasó el dolor, comprobé aliviado que no, que había sido en la izquierda.  Qué curioso, ¿no?

Hasta la página 100, más o menos, de un libro voluminoso es como si fuese cuesta arriba, pero a partir de ahí empieza la cuesta abajo con una sensación física vertiginosa: sin esfuerzo alguno, casi sin tiempo, avanzo muchísimas páginas, me deslizo hacia el final alegremente. 

Le hicimos este invierno un porche a la casa, que no tenía. Luego lo hemos ido llenando de curiosidades: muebles, lámparas, cuadros... Ayer vi que un mirlo, en un vuelo rasante de esos que son su especialidad, lo atravesaba de punta a punta, y me encantó. A pesar de nuestros esfuerzos, no se ha convertido en una habitación más de la casa. Sigue siendo a medias jardín, y el mirlo exigía lo suyo, con razón. 

Mi suegra, arrobada, viendo como Enriquito disfruta con el camión que le ha regalado: "Este niño no va a ser poeta". (Lo curioso es el arrobo , no el camión, evidentemente.)
Noto que en la biblioteca del IES no despiertan mi curiosidad en absoluto las amenas conversaciones de los alumnos, pero suspira una alumna y levanto la mirada enseguida, distraído. Se ve que me interesan más sus sentimientos que sus ideas. 

Por último, este verso de Ovidio vía Compostela. Es bien bonito, ¿verdad? Pero la cuestión importante o la curiosidad capital, digamos, es que nos gusta tanto porque describe o recoge o retrata la realidad o un trozo de ella. Para disfrutar de la poesía hay que amar el mundo apasionadamente y agradecerlo y ser un partidario de la vida, siquiera de modo inconsciente. Si no, ¿qué te importa a ti el leve murmurar del agua y unas palabras que, como una foto de un ser querido en la cartera o en el móvil, te permiten llevar ese murmullo en la memoria?

9 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

A otros, en cambio, El pábilo vacilante les desvela.

gatoflauta dijo...

Se refiere Juan Ramón Jiménez, en un escrito suyo, a que experimentaba "la indiferencia más absoluta por la vida". Podrían espigarse por ahí otras declaraciones en el mismo sentido. No quiero con esto desmentir lo de que "para disfrutar de la poesía hay que amar el mundo apasionadamente y agradecerlo y ser un partidario de la vida, siquiera de modo inconsciente", sino sólo sugerir que todo es, yo diría que por fortuna, un poco más complicado.

Ignacio Trujillo dijo...

Lo de Juan Ramón, es que no me lo creo. No que no lo dijese, claro, sino que lo sintiese de veras.

Y en cuanto al "pábilo vacilante" es un libro iluminador, sin duda alguna.

Anónimo dijo...

Es curioso que este adjetivo, además de la acepción que acabo de utilizar, la de raro, lo mismo pueda significar una virtud, la de ser cuidadoso en alguna tarea, que un vicio, ser fisgón o entrometido en vidas ajenas. Aún recuerdo que en la mili un capitán llegó a insinuar poca virilidad en un compañero que dijo sentir curiosidad por algo, replicándole que ese sentimiento era propio de mujeres. Eran otros tiempos.
Jilguero.

BV dijo...

Las abuelas viendo a sus nietos jugar siempre dicen bobadas.
La mía decía que éramos como gitanos, los cuatro hermanos indefectiblemente cojos al presenciar nuestros primeros pasos, que la estábamos amenazando con ese palo, y que no íbamos a ser notarios, sino registradores (cuando le abríamos los cajones).
Lo típico.

Jesús Sanz Rioja dijo...

Siempre dije que a los libros, como a los gobiernos, hay que darles cien páginas (o días) de confianza.

Dolores dijo...

Yo tampoco estoy de acuerdo con "Juan Ramón Jiménez", y sí con E. G.-M., cuando uno se para a mirar (y se podría poner con mayúsculas) es cuando está en disposición de empezar a leer y/o escribir poesía. En otra entrada anterior se decía que la poesía será el lenguaje del Paraíso, ¿no? ¿Y que será eso sino lo más intensamente vivido?

E. G-Máiquez dijo...

Cuidado, Uuq, que eso es materia radioactiva: ¡siempre hay que preferir a JRJ!, aunque en este caso, echándole ironía. Eloy Sánchez Rosillo tiene una reflexión muy luminosa sobre la melancolía de Leopardi. Sin amar el mundo, aunque sea un amor no correspondido, no se puede hacer poesía, creo. Pero me parecen bien las excepciones.

Dolores dijo...

Vale, pero como química no tengo miedo a la radioactividad... Así que pongo el contrapeso a JRJ con Gerardo Diego:
(...) a empezar a amar todas las cosas porque sí,/ porque todas son buenas como el Dios que las hizo/ y hay que estudiar sus gestos y sorprender su hechizo/ (...)
Solo el amor desata el propio laberinto/ porque la vida es santa y sagrado es el instinto/ y el corazón que ama- Fr. Luis lo dice- sabe/ abrir y cerrar cielos y tierra con su llave.
(Pepe Tudela en "Versos humanos")