jueves, 5 de julio de 2012

Nomen omen

Llamándose Rayos y truenos es natural que, acabada la primavera, y aquí, que las tormentas  de verano brillan por su ausencia, se cierre este blogg, y se abra la temporada de piscina con sus saltos de trampolínk. Ha pasado otros años, casi todos, pero cada cual con su peculiaridad: esta vez no lo tenía planeado, se me ha impuesto (RyT cada vez trampolineaba más) y no lo dejo por ningún proyecto en concreto. Me vencen las ganas de leer, leer, leer en (relativo) silencio.

Nos vemos —D. m.— el 3 de septiembre. 

miércoles, 4 de julio de 2012

Un verso de Parra

Ya hablaré de su antología poética Cimas y abismos en una reseña, pero no me resisto a copiar aquí con urgencia un verso de José Luis Parra por si nos ayuda a aprovechar y disfrutar más cada minuto como una obra de arte. Para volver la vista atrás, como hace él, y decirle a la amada:
Recuerda la película que rodamos juntos apenas sin dinero.  

Sin encarar a los defensas

Veo el hecho y me precipito a la consecuencia. Me dejo por el camino, como si fuese Jordi Alba rebasando defensas italianos, muchas reflexiones: ¿por qué el fútbol levanta estas pasión capaz de neutralizar la alergia a la letra impresa de tantos?; ¿podría llevarse esa afición a la cultura, a la política, a las relaciones internacionales?; ¿merecería la pena? Con todo, creo que el hecho bien merece una consignación. 

martes, 3 de julio de 2012

epigramas, epigramas…

Lo de versificar las versiones de Cabrillana de los epigramas de Moro va a resultar que es un vicio. Aquí una justificación, y aquí otro ejemplo, el nº 137:

LO QUE DEBEMOS PEDIR A DIOS EN POCAS PALABRAS
Oh Dios, danos lo bueno, lo pidamos o no; 
y aleja de nosotros —lo pidamos o no— lo malo. 

domingo, 1 de julio de 2012

Verano

Un sol de justicia. Una sombra de misericordia. 

Un problema sin remedio

El problema del escritor confesional no es, desde luego, éste. El verdadero problema del escritor confesional es la confesión, pero la sacramental. Con El pábilo vacilante ya me ha ocurrido tres o cuatro veces que se me destaca la bondad antinatural de la voz cantante o del personaje. Y yo, que no fui consciente de ello mientras lo escribía, no puedo estar más que de acuerdo, y más aún teniendo tan cerca el modelo, al otro lado del espejo. Ocurre que mis maldades —aunque para no ser pretencioso, mejor decir mis ruindades— y mis malos humores e intenciones los vuelco sobre el confesionario. Y allí los olvido y se hacen nada, inexistentes, ni escoria. Eso hace que al blogg llegue un Enrique García-Máiquez ligero, alado, divertido, feliz, con una mirada limpia. Un Enrique García-Máiquez, concedo sin problema a mis inquisitivos interlocutores, algo falso. Pero sin remedio, porque, como algunos de ustedes comprenderán, no voy a dejar de confesarme para salvar al blogg. 


Se me ocurren dos soluciones. La primera, ir dejando caer o sugiriendo algunos de mis pecados o errores o debilidades o mezquindades. Pero, paradójicamente, sería un hipócrita si lo hiciese, porque, tras confesármelos, veo que son nada y aquí estaría usándolos de ingredientes, qué asco. La otra solución, consistiría en ir informando periódicamente: "Hoy confesión, u hoy, agujero negro, u hoy, reciclaje, y hoy, coche escoba, u hoy desintegrador de partículas, o repitiendo como una letanía aquella cita de Chesterton de que la confesión se salía como un niño recién nacido, un bebé con diez minutos". El problema de esto es que alentaría a las imaginaciones más calenturientas, y tampoco es eso.

Lo mejor es dejarlo como está. Puestos a tener límites, el de la bondad no está mal. Y si uno no alcanza a ser santo, bueno, a ver si lo consigue su personaje.