miércoles, 31 de julio de 2013

Capitan Gesù



En la cena, nuestros amigos X e Y, nos cantaron las excelencias de su director espiritual. En duda no las ponemos, pero la anécdota que las adorna, no sé. Tiene una foto en su despacho con la Beata madre Teresa de Calcuta, y el diálogo que sostuvieron fue el siguiente. La madre Teresa preguntó: "Si es sacerdote, ¿por qué no lleva sotana ni alzacuello?". Respuesta: "Es que soy jesuita". No consta réplica de la Madre Teresa, que, por lo visto (o visto lo visto), calló. Habría que haber oído al propio san Ignacio, al que hoy celebramos, quizá un poco más especialmente que otros años. 






lunes, 29 de julio de 2013

Autorretratos


Vengo de hacerme la foto para la renovación del DNI, y salgo fatal. No me extraña. Así que me he puesto enseguida a terminar mi autorretrato en Pla, tan favorecedor, para contrarrestar. Otro con quien me podía autorretratar por el mejor perfil es mi querido Joubert. Ayer no se me iba de la cabeza porque me clavó: «Tengo el espíritu y el carácter frioleros; necesito la temperatura de la indulgencia más dulce». Y lo recordaba porque mi mujer, aprovechando las vacaciones, está empeñada en corregir mi desorden, mi despiste con los niños, mi dejadez social, mi procrastinación —que es lo único que no dejo para mañana—, mi dieta, mi vocabulario, mi despiste, mis modales, mi pedagogía... Lo cual ha convocado al fantasma de los tiempos pasados. Tengo un amigo que también dio en afearme todo sin parar. Yo lo venía notando, pero no quería hacer un juicio prematuro, así que aprovechando que íbamos a pasar un día entero juntos me propuse aguantar, sonriendo como un San Sebastián, todas sus saetas, y contabilizar —lo que no haría san Sebastián— todos los feos y las reconvenciones que me hiciera, y también las indulgencias dulces, si las hubiese. Disimulé un papel y un lápiz y de vez en cuando entraba en el baño del restaurante o me retiraba un poco del grupo y apuntaba. El resultado fue abrumador y decidí, amparándome en Joubert y en la miga de Baroja, darle aire, aire a la relación enrarecida, pensando que una poca distancia de seguridad quizá pudiera evitar la colisión y salvar la amistad. Ayer, ya digo, me acordé, con cargos de conciencia, porque no sé qué pasaría si un día de verano, con los niños, sin ayuda, yo apuntase todas las cositas que va diciendo Leonor; y, sin embargo, lo último que pienso es darle aire, aire a mi matrimonio. Me he examinado y, por la costumbre, me ha salido un  ejercicio tipo test. A ver, ¿cuál es la diferencia?
A- La gracia sacramental. 
B- Que en las cosas que me afea, Leonor tiene más razón que una santa.  
C- Que los cuerpos, tan matrimoniales, no saben nada de amor propio.   
C- Que no quiero a mi amigo como quiero a Leonor.  
D- Que mi amigo no me quiere como me quiere Leonor. 

Hay más de una respuesta correcta. 

Releo la entrada de hoy y veo que este autorretrato de hoy ha quedado tan poco favorecedor como el del DNI. 

domingo, 28 de julio de 2013

Tertium genus


Soy tan conservador que me revientan hasta los jueguecillos con los acentos que se trae la RAE. Chesterton decía que quien ama algo está orgulloso de su complejidad, y eso me pasaba con la ortografía; y lo que pasa con la RAE es que no quiere más que simplificar, en un desesperado intento de arrastrar los criterios por si así se perpetran menos faltas. Como expurgar el Código Penal de delitos para conseguir una sociedad sin crímenes. 

Y, sin embargo, todo tiene matices. He descubierto que el baile de los acentos puede ganarnos nuevos márgenes de complejidad. El adverbio "sólo" significa "únicamente", pero si el escritor quiere darle una tonalidad mayor de soledad puede —sólo entonces— quitarle el acento, para dejar en el aire esa sensación solitaria. Lo he probado, como ya se habrán dado cuenta, en esta frase: "Se siente la necesidad de un cambio brusco y profundo en la economía, en la política y en la sociedad, que solo puede venir del espíritu", y diría que funciona. 




sábado, 27 de julio de 2013

No seré un buen crítico (y 2)


No quiero engañarme. Tampoco seré un buen crítico, porque cada vez leo menos. Hay un hilo que me tira, cada vez más fuerte, fuera de mis libros, al aire, al aire...


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No seré un buen crítico


Me hubiese gustado ser un buen crítico. En el palacio de la literatura su función es humilde y esencial. ¿Qué más se puede pedir? Pero me falta, si no el vicio de hacer juicios apresurados, si la virtud de hacerlos reposados. Si un libro no me convence, empiezo a leerlo en diagonal y, desde luego, no vuelvo a releerlo ni loco para contrastar mis impresiones. Y qué pereza pensar en redactar un texto, si no es para echar las campanas al vuelo. Pero un buen crítico lo es si también se detiene a señalar lo no conseguido, que es, como mínimo, la mitad de su trabajo. 

Me pasa con el ensayo Deseo y amor de Alejandro Llano. Tenía todo para que me gustara: el título, el autor, las referencias a En busca del tiempo perdido, la sombra de Girard, que es alargada, las magníficas citas que gasta y engasta Llano, la editorial Encuentro... Y, sin embargo, no. Me voy con la sensación de que no está bien montado, como si estuviese sólo punteado, no cosido, que muchas ideas del libro no salen de él ni de su reflexión, sino que venían puestas de antes, que se esconde un poco a Girard y que éste se venga no calando a fondo en el planteamiento, que la tesis va vacilando desde el principio al final, como reconoce A. Llano en el último capítulo... Sé que tendría que volver sobre mis pasos para certificar estas impresiones, que quisiera injustas e infundadas, pero no tengo fuerzas para eso. No seré un buen crítico. 


martes, 23 de julio de 2013

No juzguéis


En el Consejo Escolar hablábamos, otra vez, del problema de los móviles en el aula. De pronto, uno de los representantes de los alumnos, que lo fue mío hacía dos años, pidió la palabra. Pensaba yo que iba a defender las nuevas tecnologías y eso. Sin embargo, atacó un largo discurso, lleno de preguntas retóricas y lamentos desesperados, sobre el estado de juventud actual, la marcha del mundo moderno, la falta de valores y el negro futuro que nos espera a todos, a todos. Yo lo escuchaba alucinado, porque el discurso no se adecuaba ni a su pinta y vestimenta de rapero neoyorkino ni a lo que le conocía, que es mucho. A pesar de mi acreditado aprecio por él, que encima es mutuo, no pude dejar de juzgarle con cierta dureza: "Pero, ¿qué le pasa a este tío? ¿A qué viene tanta representación tan sobreactuado delante de los padres y los profesores, que asentían, atónitos?". 

Al día siguiente, por otro profesor, me enteré de que aquel alumno había pasado la noche anterior a la del Consejo Escolar en el calabozo. Al llegar a su casa, se encontró que su hermano, drogadicto y víctima de un mono, estaba pegándole a su madre para que ésta le diese un dinero que no tenía. Le soltó un puñetazo a su hermano y montaron tal pelea que el bloque de pisos parecía venirse abajo, hasta que la policía llegó y se llevó detenidos a ambos. Comprendí de inmediato todo su discurso y su desolación y, sobre todo, la idiotez de mis juicios interiores. 


lunes, 22 de julio de 2013

En las nubes


Me llega por correo una antología en la que salgo. Siempre alegra recibir un libro; siempre una antología en la que te incluyan. Lo mismo me ocurrió con La geometría y el ensueño de poesía taurina, a cargo de Carlos Marzal. Con las nubosidades que ha cazado Antonio Lafarque, me he llevado aún una alegría más. El poema que me escogen me gusta especialmente y, además, es muy pequeño y parecía que no tendría más repercusión. Es un poema que me cayó del cielo. Y aunque alguno, en vista de su envergadura, podrá decir que sí, como un chirimiri o un calabobos, yo me lo tengo en gran estima, quizá porque apenas puse mis manos sobre él. Va:

............TENDIDO 
Inmóviles, las nubes son de mármol. 
En ellas grabaría mi epitafio.



sábado, 20 de julio de 2013

Amor y necesidad

Un poema muy bonito de Casi de Rodrigo Manzuco me planteó una cuestión peliaguda: ¿amar es necesitar? He aquí el poema: 

YO YA TE
Quizá lo sabes pero no lo entiendes,
ni puedes entenderlo,
porque en el fondo no me quieres tanto
como yo, pero tú...
quiero decir que yo
a ti, tú te...
                  Me estoy
perdón
            haciendo un lío...
Lo que quiero
                        decir
es que yo
ya
             te
necesito;
sin ti no puedo
ser
      ya
yo.      Tú
no puedes entenderlo.

Como siempre, la cosa se me complicó teológicamente. Dios es Amor  y, como Dios, no necesita nada de nadie. Sin embargo, "Él que te creó sin ti, no te salvará sin ti", como nos advertía San Agustín, y aquí se ve, sobre todo, que quiso necesitarnos, quizá para amarnos también con esa indigencia que para nosotros es el amor. 

Quizá la verdadera paradoja sea que en amor el indigente es el más rico. 



viernes, 19 de julio de 2013

Querer saber



Ayer vi a una chica que bajaba andando, con su bicicleta del manillar, la maravillosa cuesta de casa de mis padres hacia la playa. Para Beades, un símbolo superior de la felicidad es el ukelele, para mí una cumbre es una cuesta abajo en bicicleta. No comprendo, pues, por qué se había echado a tierra, si la bici —me fijé— no tenía ni una rueda pinchada ni la cadena suelta. Me hubiese encantado conocer la historia: ¿hacia dónde iba que no llevaba prisa ninguna? o ¿hay una voluptuosidad que desconozco en bajar andando las cuestas? o ¿era una renuncia ascética? Me quedé sin saber, qué lastima. 

Luego, por la tarde, tuve que ir a Urgencias: no os precupéis, no era para nada de mis hijos, sino para mí. Y qué de historias en la sala de espera, cuántas. Un novio jovencísimo y capullo había atropellado a su novia jovencísima y simpática dando marcha atrás en el coche. Eso lo descubrí al rato. Me llamó la atención desde el principio lo poco enfadada que estaba ella con el accidente. Un marinero se había echado la pierna abajo al saltar al pantalán y no se permitía ni una mueca de dolor. Un caballero había perdido el habla durante una hora y estaba —y lo entiendo— seriamente ensombrecido. Recordé entonces a mi viejo Max Jacob (Consejos a un joven poeta), donde insta a visitar juzgados y hospitales, que es donde se concentran y exacerban las historias. De mi visita a un juzgado hace unos años, hablaré próximamente. 

Lo mío no era grave. 

jueves, 18 de julio de 2013

Ingeniero


Pero no forzaré yo que mis hijos estudien Letras, Dios me libre. Lo malo no es el área del saber sino la falta de amor por todas y cada una y la presión subsiguiente. Me lo digo porque no me extrañaría nada que Enrique rompiese en ingeniero. Es asombroso lo ordenado y sistemático que es, con dos años y en un ambiente poco propicio. Mi desorden es absoluto, el de su madre, relativo, y Carmen ha salido al padre. Enrique es de una precisión que nos pasma: si va de la mano derecha por la calle no permite un cambio de mano, ésa es la suya, o viceversa. Lo último es que ha dado en aparcar su moto junto a la mía. Como entorpece la salida del coche en nuestro estrecho aparcamiento, la quito, la pongo en el jardín y vuelvo a cerrar la cancela. Cuando vuelvo a salir, ahí está de nuevo, ya cuatro veces, esforzadamente colocada ¡en su sitio! por nuestro futuro ingeniero. 



martes, 16 de julio de 2013

Sesiones intensivas de autoestima


Recuerdo las cucañas de la Virgen del Carmen de mi infancia. Ahora ya no se hacen, porque son peligrosas para la salud, y vaya si lo eran. Tengo grabados en mi retina costalazos de campeonato. Aunque también la admiración cuando uno mayor de mi colegio conseguía hacerse con el premio, ¡bien!, por delante de los jerezanos repeinados, de los osados sevillanos, de los incautos madrileños.

La piscina, sin embargo, no ha perdido su gracia. Ayer me fijaba en cómo pelan la pava —ji, ji, ji— sin parar las au pair con los socorristas. Supongo que es un clásico, pero con la paternidad me puse a pensar que, unas por otros, los niños sin vigilar, y me hizo gracia. 

En parte, porque no hay cuidado: los padres no descansan. Otra cosa bien graciosa es oír el griterío de los progenitores, que parece una sesión intensiva de autoestima: "Fenomenal", "¡Qué bien nadas!" "¡Eres una sirena!" "Te tiras como un campeón". "Bravo". "Has ganado", etc. Y, si uno se fija con objetividad, lo que hay son unos mocosos chapoteando torpemente, medio ahogándose, rozando los bordillos con sus saltos de rana averidada y tiritando de frío. Pero más felices que las au pair y los socorristas, incluso. 


lunes, 15 de julio de 2013

Cuatro paradojas esenciales


La falsa humildad no miente.
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Sin embargo, el elogio social, diplomático, un poco hipócrita, tampoco. Es un camino a la verdad profunda del otro —y uno se da cuenta mucho más tarde, asombrado y agradecido a su educación tímida.
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Toda crítica, salvo en los raros casos en que sea un completo disparate, es un favor inmenso que nos hacen. 
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Y encima qué mezquinas son nuestras mayores ambiciones comparadas con nuestra realidad. 


domingo, 14 de julio de 2013

Las cincuenta luces de Prim

De El despertar de la señorita Prim de Natalia Sanmartín Fenollera, novela rosa de tesis: 


No por mucho escoger hay más posibilidades de acertar.
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La escuela era vista como un elemento subsidiario —indeseable, pero necesario— en el que se apoyaban buena parte de los padres
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[La vida en el pueblo de San Irineo era] fruto de la tenacidad de un hombre joven y de la sabiduría de un viejo monje.
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"Se busca espíritu femenino en absoluto subyugado por el mundo".
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La pequeña Téseris levantó la cabeza al oír la respuesta. —Los iconos no son obras, señorita Prim; los iconos son ventanas.
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[Libros vapuleados] Podían haber sido los niños, trataban los libros como si fuesen cuadernos o cajas de lápices; pero también podía haber sido él. No era la primera vez, probablemente no sería la última. Y en el fondo tenía que reconocer que aquéllos eran los resultados de sus propias normas.
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—Típico de él —murmuró con desprecio desde su escondite—: enseñar primero a los niños a combatir y llevarlos a la iglesia después.
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Soy un enamorado del método escolástico, señorita Prim, no espere de mí que critique la exigencia académica. No
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—¡Estoy tan de acuerdo con usted! —exclamó finalmente la propietaria de la floristería tras un largo suspiro—. El matrimonio hoy en día se ha convertido en un simple acuerdo legal, con todos esos papeleos, esas frías oficinas y registros, esas separaciones de bienes y esas leyes que lo desnaturalizan todo. Si yo fuera usted y tuviera que contraer matrimonio en estos tiempos, no firmaría eso, naturalmente que no.
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Nuestra filosofía aquí es que todo lo importante ocurre siempre por la mañana.
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… sino que lleva mucho tiempo sin poder dedicar horas al estudio y la lectura que, como sabéis, son dos de los pilares de nuestra pequeña comunidad.
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Todo ello cambió cuando a los pocos meses de vivir en este pueblo descubrió que lo que el mundo llamaba literatura, San Ireneo lo llamaba perder el tiempo.
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…la mente humana, verdaderamente humana, se nutre de tiempo, de trabajo y disciplina.
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[Sobre el homeschooling] ya que forman intelectualmente a sus hijos y transforman en renta disponible el presupuesto que el resto del mundo malgasta en colegios mediocres.
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—Lo escribió hace muchos años el hombre al que más gratitud debo en mi vida, después de mi mentor académico y de mi propio padre. Y lamentablemente, creo que es la mayor verdad que se ha dicho nunca sobre este asunto. Léalo, léalo bien y atrévase a decirme que no es cierto. La señorita Prim leyó en silencio: "Diez mil mujeres desfilaron un día por las calles de Londres al grito de «¡No queremos que se nos dicte!» y poco después se convirtieron en mecanógrafas".
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… eremitas urbanos. Locos dedicados a la oración, místicos que vivían en las ciudades en adoración constante al modo de los primeros ermitaños del desierto o de los misteriosos staretz rusos.
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—Claro que está por encima de la media. No puedo creer que sea usted tan poco perspicaz. ¿Es que no se ha dado cuenta de que trabaja a las órdenes de un converso?
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enamorado fiel de la vieja liturgia romana.
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distributistas?
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uno no puede construirse un mundo a medida, pero lo que sí puede hacer es construirse un pueblo.
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Somos causas segundas,
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—No soy tomista —respondió la bibliotecaria con sequedad, contrariada por la sensación de haber dejado traslucir sus temores. Sorprendido, él la miró como un padre mira a una niña que se enorgullece de no saber leer. —Ése, señorita Prim, es su gran problema.
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Son los cuentos de hadas y las viejas leyendas los que se parecen a la Redención. ¿No se ha fijado usted nunca? Es como cuando copias un árbol del jardín en un papel. El árbol del jardín no se parece al dibujo, ¿no es cierto? Es el dibujo el que se parece un poco, solo un poquito, al árbol de verdad.
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la mayoría de las mujeres no tienen conversación. Y no la tienen, esto es lo más grave, no porque no puedan, sino porque no se molestan en intentar tenerla.
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Ha dicho que la ausencia del objeto amado purifica el amor. Es una teoría espléndida, ya se lo he dicho, no la estropee ahora por falta de agallas.
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—¿Importarme? Yo siempre estoy dispuesto a llevarla a casa, Prudencia.
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[mejor preguntarse] quién era uno y de dónde venía más que ocuparse, como hacían los modernos, de adivinar hacia dónde iba.
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Es más fácil proyectar la culpa en los ojos de los demás y defenderse de ello que encontrarla en el interior de uno mismo, donde no hay defensa posible.
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—El problema de mi madre es que no hay nadie a cuya autoridad pueda someterse.
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Un hombre que se siente herido por una conversación en un salón de té es un inconsistente.
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Un esposo es para toda una vida, pero esas figuras [de un Belén] han sobrevivido a varias. Y sería de agradecer que siguiesen haciéndolo, ¿no le parece?
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—¿Quieren decir que adivina [el viejo monje] lo que uno piensa? —preguntó la bibliotecaria con un mohín de ironía. —Queremos decir que sabe lo que uno es. La señorita Prim se sintió repentinamente incómoda.
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La antigua liturgia romana es de una belleza incomparable.
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Escuche con atención lo que voy a decirle: no debe usted aspirar a un esposo igual que usted, debe usted aspirar a un esposo absoluta y completamente mejor que usted.
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y la teología —la gran pasión de aquella casa, la reina absoluta de la biblioteca— lucía imponente, pulcra y perfecta.
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[ella cree en el divorcio, él no, una tercera le pregunta] ¿Podría mirarle con limpieza a los ojos sabiendo que si hay un naufragio usted abandonará el barco en un bote salvavidas y él no se permitirá a sí mismo moverse de cubierta?
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—Al atractivo de lo correcto, naturalmente. ¿Hay algo más poderoso?
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[Prudencia Prim había] adoptado la costumbre local de intercambiar correspondencia.
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[Por fortuna, le habían enseñado en la infancia, una vieja tía soltera] a sentarse con la delicada rigidez de una reina egipcia.
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Hoy en día son fábricas de indisciplina, criaderos de monstruos ignorantes y maleducados. [colegios modernos]
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[la vieja escuela mejor que la moderna] —Naturalmente que usted no lo diría, soy yo la que lo digo. ¿Conoció usted acaso los viejos colegios?
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… las personas de juicios optimistas, como parece ser su caso, no solo no ayudan a mejorar las cosas, sino que contribuyen a empeorarlas. Transmiten la falsa percepción de que todo va bien, cuando el mundo, no se engañe, va rematadamente mal.
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… Éste es un pueblo pequeño, supongo que no creerá usted que necesito preguntar directamente las cosas para enterarme de ellas.
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Lulú Thiberville se enderezó con una agilidad inesperada. —Se equivoca. Lo que reciben es sofismo, pestilente y podrido sofismo. Los sofistas han tomado las escuelas y trabajan por su causa.
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—¿Pesimista? En absoluto, querida mía. ¿Pero qué ha de hacer un centinela sino dar aviso de lo que observa? No hay centinelas pesimistas u optimistas, Prudencia. Hay centinelas despiertos y centinelas dormidos.
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La tradición no tiene edad, niña, es la modernidad lo que envejece.
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… aquel hombre parecía incapaz de apreciar la diferencia entre ser sincero y decir inconveniencias.
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Él me enseñó que el sacerdote, todo sacerdote, debe ser siempre un caballero.
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… leyendo a ratos algo de poesía —desde que había llegado a Italia, solo se veía capaz de leer poesía—
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¿Cómo era posible no dejar de sonreír si a cada paso que una daba una voz le apuntaba que el año, el mes, el día, la estación, el sitio, incluso el instante están bendecidos?


sábado, 13 de julio de 2013

Los caramelos de la abuela


Descubro que los caramelos de la abuela, para mis hijos son los "smint", que me parecen los caramelos menos abuelificantes del mundo, pero son los que toma mi suegra, efectivamente, y los que les da, y los que le rebuscan por el bolso.

Y, de golpe, un golpe (doble) de nostalgia. Los caramelos de mi abuela eran unas flores violetas que compraba o le traían de Madrid. Éstos. No me digan que no son de abuela auténticos, con un sabor becqueriano, que te deja huella, espero. Los caramelos de mi abuelo eran éstos:


¿Podrán los "smint" darles tantísima nostalgia a mis hijos dentro de cuarenta años? 


viernes, 12 de julio de 2013

Ejem


Hasta hace poco me sorprendía un montón que los anuncios de las páginas web fuesen personalizados. A mí me publicitan libros y, encima, aciertan con mis intereses: Ramón Eder, Gómez Dávila, Wodehouse o Jiménez Lozano. Cuando acabo de pasmarme es cuando me ofrecen Un paso atrás o, incluso, Haz de luz. Y no lo considero error del mecanismo, sino sabiduría: no hay mejor comprador de los libros de uno que uno, entre regalos, detallitos, compromisos y correspondencias. Sin embargo, hay algo que me mosquea (en el sentido de inquietarme, no en el de enfadarme): entre esos libros de tantísimo interés, con perdón sea dicho, por la parte que me toca, se cuela una abundante literatura que llamaremos, por no decir otra cosa, erótica. Creo que no he dado motivos al buscador de Google para deducir que tengo un ansia especial en el asunto, y quizá la prueba es que dispara, despistado, en todas las direcciones y tendencias imaginables. Por un momento, sin embargo, me estremece pensar que su Ojo de Gran Hermano haya sido capaz de bajar a zonas de mi subconsciente ignotas para mí, y tiemblo. Luego pienso que el mercado es así y va por el mundo dando por supuestos los amplios márgenes —por no llamarlos de otro modo— de curiosidad de la naturaleza humana, y tiemblo más. 


jueves, 11 de julio de 2013

Elogio del éxito


Yo he defendido el fracaso y la soledad, pero sin fanatismos. Si uno se encuentra acompañado, eso que gana, y es mucho. La representación del Tomás Moro me ha permitido volver y volver sobre la obra, y sacar de ella mucho más de lo que imaginé. Hasta entonces pensaba que no había una lectura más honda que la traducción. Me retracto. No hay una lectura más honda que la común, y el teatro, oh el teatro, levanta el texto entre todos. Un ejemplo: el verso "Jamás ahorró un poeta, ni lo hará" me tenía bastante contento, por razones objetivas (¡observen qué contundencia y qué gracia!) y subjetivas (pues me ayudó a cincelarlo un amigo antiguo). No me esperaba, sin embargo, que José Luis Patiño, al recitarlo, le diese a ese "ni lo hará" un sesgo tan melancólico. Como lo dice Moro en la Torre de Londres, concentra ahí Patiño un presentimiento de su muerte, que yo no había visto, y que es excelente y estremece. 

Otro ejemplo. En la misma escena de la Torre gastan algunas bromas a cuenta del orinal de Moro donde se descubre una arenilla que delata piedras en el riñón. La escena muestra un finísimo (como la arenilla) humor negro: "el rey me dará una medicina que va a curármelo todo de golpe", y así. Pero gracias a la representación de la obra acudió a Almagro Vicente Miró, y en una de las tertulias subsiguientes sugirió que en la bacinilla había una clara intención política. Los problemas de salud de Enrique VIII también giraron alrededor del orinal real, y era como un memento mori que resonaría en los oídos de la audiencia bien claramente. Se hermanan así las dos muertes, sin mentar a la segunda. El orinal, dándole una vuelta, se convierte en campana. 

Y no quedó ahí la cosa. Nacho Díez de Rivera terció para recordarnos que esas piedras en el riñón, que son rigurosamente históricas, las tendría Tomás Moro, no por la gula y los excesos, como el monarca, sino por el ayuno severo. No beber suficiente agua las produce. Otra referencia cruzada, otro contraste. 

Yo escucho fascinado tanto dato, tanta lectura de un texto del que pensé que nadie sabría en España tanto como yo, qué ingenuo. Y aunque sigo dispuesto a no callar ni a dejar de escribir porque nadie me escuche, qué dulce y amable es tener amigos y lectores, actores y críticos, comentaristas y glosadores. Todos éstos, no me engaño, los tienen Shakespeare y Moro, pero yo asisto en primera fila a la multiplicación de los panes y los peces, y me entusiasmo. 


miércoles, 10 de julio de 2013

Examen


De golpe, sin previo aviso, me dice Carmen: "Tú no te vas a morir nunca, ¿verdad, papá?" Noqueado, todavía tengo que pensar, y rápido, y bien, qué le contesto. Pasaron por mi cabeza, que daba vueltas, estas cuatro opciones, como en un examen tipo test: 
A- Ni tú tampoco, cariño. Somos inmortales, por la gracia de Dios.  
B- Sí me voy a morir, aunque no te preocupes, que será cuando Dios quiera, y entonces nada malo podrá pasarme ni pasarte.  
C- Sí, pero dentro de muchísimo tiempo. 
D- ¡¿De dónde has sacado esa idea?!
Descartada la D, por escapista, y la C, por incierta, mi duda estaba entre la A y la B, ambas verdaderas. Opté por la B, porque la A no respondía talmente a su pregunta y porque esa respuesta ya la tiene al final de un poema mío llamado "Epitafio" que es de suponer que leerá alguna vez después del deceso:
[…] 
Esperanza, compañeros, 
las almas viven y, encima, 
resucitarán los cuerpos. 
Como yo iba conduciendo, no pude —so pena de precipitar el acontecimiento— volverme a ver la cara que puso ante la respuesta B, pero pasó a otro tema, con voz tranquila, sin preguntarme —oh, milagro— "¿por qué?". Parece que le pareció bien. Durante el resto del día estuvo especialmente cariñosa conmigo, como mimándome. 


lunes, 8 de julio de 2013

Mujer, JARDÍN, poema


Nada más llegar de Almagro nos pusimos los niños y yo a regar las plantas, que estaban aplastadas por la ola de levante y calor. Después de ver tantas encinas y alcornoques maravillosos, qué menos que acordarse del pequeño quejigo que nos esperaba aquí, desvalido. Le quité a los niños los zapatos y yo, además, me arremangué los pantalones y nos pusimos a regar y a regarnos. "Carmen" es mujer, jardín, poema; y en el jardín, por tanto, Carmen se encuentra en su elemento, puesto que, como afirma el griego en el Cratilo, el nombre es arquetipo de la cosa, etc. Enrique riega con una seriedad profesional que me hace una gracia a duras penas reprimible. Como les expliqué la sed que tenían las plantas, Carmen me preguntó por qué no nos daban las gracias por el agua. "¡Pero si lo hacen! Con sus flores nos dan las gracias", le repliqué. Y parecerá que aquí esta vez lo poético fue cosa mía. Ni mucho menos, porque los dos —un brillo en los ojos— comprendieron. 




domingo, 7 de julio de 2013

Los mosquitos manchegos son unos caballeros


Este artículo lo tenía preparado de los mosquitos andaluces, que conste. Los mosquitos manchegos nos tocaron un poco su música y enseguida se fueron, respetando nuestros sueños. 


sábado, 6 de julio de 2013

En Almagro


Lo bueno del calor, como las esposas de Sócrates, es quitárselo. Qué bien se está en la piscina, entre golondrinas que bajan a rozar el agua, rozándonos casi. Las golondrinas parecen cruces de Calatrava que suben y bajan por una escala de Jacob, de caracol, a bendecir el agua. Chirría una chicharra, una, para dar una nota de tipismo, sin cansar. Hasta la tórtola suena bien. En el agua de la ducha hay una nubecilla de avispas que parece llegada directamente de mi infancia. 

Las avispas me traen al recuerdo la mesa redonda con los críticos esta mañana sobre la representación de Tomás Moro. El ponente, Juan Ignacio García Garzón ha estado extraordinario, que es lo que decimos, ingenuos vanidosos, cuando otro dice exactamente lo que quisiera haber dicho uno. Jaime Siles ha establecido una estupenda relación entre la recuperación de esta obra de Shakespeare con el movimiento de Oxford y sus precedentes del romanticismo católico alemán. 

¿Dónde están las avispas, pues? Se ha dicho, ahora no recuerdo bien, que una dificultad de la obra es que no es dramática, por el catolicismo de Moro, que le hace aceptar cualquier cosa que le ocurre como salida de la voluntad de Dios. Eso tiene una parte de verdad, pero se ha dicho desde la otra parte, con algo de desdén. Parece que el parlamento de Moro que comienza: "Hablaré como Moro melancólico" se les hubiese pasado por alto.  Yo hablaré como Máiquez melancólico, y diré que he tenido la amarga sensación de que el catolicismo no se entiende. No que no se comparta o no se crea, sino que ya no se entiende. Esa incomprensión recae sobre algunos de los mejores momentos de la obra de teatro, haciéndolos intrascendentes. Por eso, García May, el autor de la versión, ha tenido que ir poniendo notas a pie de página con la figura del historiador, para ir pautando su pasmo contemporáneo.

Por lo mismo, aunque parece que es por lo contrario, el crítico de La Razón ha afirmado que no se explica que la obra fuese censurada en Inglaterra, que no es para tanto su catolicismo. Lástima que no fuese él Sir Edmund Tilney, Master of Revels, y nos hubiésemos ahorrado casi cuatro siglos de clandestinidad. Luego, echó de menos la fuerza de Shakespeare en la obra (el de La Razón, no Tilney, naturalmente). Yo creo que el monólogo de Moro cuando calma la rebelión, su reflexión cuando asciende al poder y sus palabras de consuelo a su familia en el momento de la caída son de una calidad incuestionable (y en la representación de Patiño relucen). Aunque, claro, son tan católicas que si eso no se les ve, no se ve nada. 

Leonor me llevaba esperando un rato al borde de la piscina de las golondrinas, y  tuve que salir antes de que acabase la mesa redonda. Fue una suerte, porque creo que hubiese intervenido, a lo don Quijote, y no habría ganado más que alguna magulladura. Mejor dedicarme a Dulcinea. Salía del salón cuando García May afirmaba que la defensa de Moro que hace la obra a él no le gusta, que él lo habría defendido con armas más modernas, con otro enfoque. Quizá ese sea el pero de su versión, espléndida en muchos otros sentidos: que él lo habría hecho de otro modo y en cierto modo lo hace. Y no se trata de modos: la obra no defiende a Moro en absoluto, porque para el público criptocatólico para el que fue escrita la defensa estaba de más. Se propone un ejemplo o, mejor dicho, se recrea el ánimo de los espectadores ante un ejemplo. Y hay una risa de principio a fin, al borde mismo del cadalso, porque aquel público secreto y perseguido sabía muy bien que  "un hombre puede perder su cabeza y no sufrir daño alguno". Y eso no expulsa al drama, sino a la tragedia, que no es lo mismo, aunque también es verdad que permite que un hombre dramáticamente atraviese un infierno y se le ponga al reportaje de aquello La divina comedia

Vuelvo a mis golondrinas. 

viernes, 5 de julio de 2013

Hacia Almagro



Estoy en la parrilla de salida hacia Almagro, nunca mejor dicho, teniendo en cuenta que iremos surfeando en La Mancha sobre la ola de calor. Pero yo no seré yo quien proteste. Al menos del calor, porque del viaje... Entiéndanlo: a alguien tan arraigado como yo, le cuesta arrancar. Seguro que a la altura de Despeñaperros, ya tengo jet lag. Por otro lado, ahora mismo me retuerzo entre remordimientos de conciencia. 

Hace unos años, en una clase, dije que yo no era muy teatrero (muy teatral, tendría que haber dicho, porque teatrero —me recordaba Nacho Díez de Rivera— lo fui siempre), pero después de ir viendo los ensayos de la obra Tomás Moro, que se estrena hoy, me he convertido en un entusiasta del género. Pensé que no se podía llegar más hondo a unos versos que traduciéndolos, pero la representación les da una vida milagrosa. Ganas de llamar a todos y cada uno de mis alumnos de entonces y entonarles un mea culpa. Un mea culpa alegre, porque he visto la luz. 

Qué suerte no creer en la suerte, porque algo más que la buena fortuna está protegiendo a esta obra. Gracias al proyecto de la representación, he vuelto a ella una y otra vez, sacándole muchos más tesoros escondidos. Y también voy afinando algunos detalles del texto. Me escribe Vicente Miró para decirme que "vice", que tantos problemas nos dio, no del todo resueltos, era, además de una herramienta de carpintería, ¡el cepo de tortura usada contra los católicos! Eso no estaba en ninguna de las notas que consulté, y es esencial. Con un remate magistral, a cuento de lo de la lengua retorcida, añade Miró: "De esta forma se relacionan dos cosas muy relevantes a su audiencia y que los católicos aborrecían de este nuevo régimen: los sermones y las torturas a que eran sometidos en un texto que, efectivamente, es de tono muy lúgubre". ¡Los sermones!, como Nicolás Gómez Dávila, jo. Ojalá la obra de teatro nos aboque a una segunda edición, donde tratar de recoger esto y algunas cosas más. 

Y ya me voy. 

miércoles, 3 de julio de 2013

Álbum veraneo 2013


Parece que escribir las entradas empieza a llevarme más que un día, y eso es un problema, como mínimo de organización. Todavía no he terminado mi autorretrato en Pla y se me ha ocurrido un pequeño proyecto para todo el verano. Ir sacando fotos (click: un pestañeo) del verano, y colgando esas imágenes en Twitter (@EGMaiquez); y aquí, todas juntas y menos efímeras. A ver. Van:  
* * *
Esa chica con dos niños pequeños en misa de 9: 30 que no sabes si es una madre joven o una hermana mayor.
Duda que me desvela: ¿los mosquitos son veraneantes o autóctonos?
*

martes, 2 de julio de 2013

Síntoma


Considerar tan poético el insomnio es todo un síntoma.  El insomnio tiene que ver con la vigilia, frente a los vagarosos sueños, y eso está muy bien; pero que no apostemos por el despertar fresco y descansado nos indica que todavía relacionamos lo literario con lo patológico, lo nervioso, lo oscuro y lo pesado. Hay que romper, si no ya con el insomnio, sí con su torpe prestigio. 


lunes, 1 de julio de 2013

Playa


Tengo una querencia, que a veces os exaspera, a ver lo bueno de todos. En mi descargo diré que no es virtud, sino metafísica: lo malo es simple no-ser, de modo que agarrarse a una nada está fuera de toda razón. Para consistencia, lo bueno. Ahora bien, la metafísica no impide que uno haga el ridículo, y me parece bien, que no voy a ser menos que Tales. 

En esta historia, y aunque estábamos bajando a la playa, no hay trazas de muchacha alguna. Iba yo sin mis gafas graduadas porque las llevaba de sol, y con Carmen de la mano. En estas que ya en la escalera coincidimos con un vecino con sus gafas y su sombrero calado hasta las cejas, que contesta con mucho salero a algo que había preguntado Carmen. Sorprendido, se lo celebro todo lo que puedo y ya cogemos el hilo de la conversación todo el camino hasta la orilla, que es largo y, sobre todo, sobre la arena seca, lento. Yo, que nunca —o quizá sólo alguna vez y poco— había pensado que mi vecino fuese antipático (o un malaje), iba ahora deslumbrado por la simpatía y el encanto personal y la elegancia del caballero. Supongo que influyó que me dijo lo que le gustaban mis artículos y animó a Carmen a dejarme leer en la playa (yo, optimista como he dicho, bajaba con tres libros bajo el brazo). "Qué bien le sienta el verano a este hombre", llegué a exclamar para mis adentros. Y por fuera: "Adiós, adiós, ya nos vemos por nuestra calle"...

A la media hora, ya sin sombrero y sin gafas lo veo en la orilla con uno de sus nietos... y no es mi vecino en absoluto.