miércoles, 29 de febrero de 2012

Rectitud de intención


He descubierto en el Congreso Internacional, G. K. Chesterton, 75 años después de su muerte, un serio peligro personal. Que Chesterton funcione como una inmensa coartada mía.

Ya lo venía notando con las cuestiones dietéticas y con el dichoso diastema; y durante mucho tiempo me consoló (y cómo (y cuánto se lo agradezco)) de la pena de no tener hijos. Pero en el Congreso nos contaban —y eso yo no lo sabía— que era un orador mediocre, y que solía perder sus debates, y que no estaba a la altura de sus escritos, y yo suspiraba de alivio: uf. Hablaban de su torpe aliño indumentario… y a mí se me quitaba el agobio por llevar marcada en la pierna derecha del pantalón, durante todas mis vueltas por la elegante capital del reino, la manita caramelizada de mi hija Carmen. Se nos decía que él a veces escribía dos artículos a la vez y yo perdía el cargo de conciencia por estar atendiendo atentamente a los conferenciantes mientras escribía concentradísimo un recordatorio de urgencia por el cincuenta aniversario de la muerte de Julio Camba o mi artículo para Joly. Dorothy Collins, cada vez que le preguntaban por los idiomas que hablaba Gilbert, respondía: “En profundidad, ninguno. Recordaba algo de francés del colegio, pero nada más”; pero a la vez su traducción del soneto de De Bellay ha recibido los mayores elogios, ha sido recogida en las mejores antologías de traducción y Steiner se deshace en palabras de admiración. Eso a mí, que llevaba muy mal mi muy mal inglés en un congreso en el que todos me presentaban a los conferenciantes ingleses y americanos como un traductor de la poesía de GKC, me levantó bastante los decaídos ánimos. También me alivió que me recordaran su nulo sentido de la economía práctica, o su facilidad para llegar tarde. Y qué decir de su habilidad para citar aproximativamente, de su desdén por el rigor de los datos —que tantas veces enturbian la verdad— de su anémico academicismo, etc.

Supongo que en mi caso será más exagerado que en otros, pero creo que todos los chestertonianos del mundo hemos de evitar usar al gran Gilbert de primo de Zumosol. Puestos a imitarlo: en su talento, en su bondad, en su brillantez, en su fe, en su amor por la razón, en su amor por su mujer, en todo lo suyo inimitable, que es tanto.

Mejoremos la huelga de estudiantes

Propuestas para mejorar esto.

AP-4

Quizá porque han sido tan intensos estos dos días y medio en Madrid no veía la luna desde la autopista. Me la tapaban, no las nubes, sino las memorias, me dije, haciendo una frase. Y lo cierto es que iba recordando lo que me había ocurrido hacía siglos, al salir esta mañana de casa de mi suegra para ir al Congreso Chesterton del CEU. Se me vino encima un haiku:
Olvidarte el jersey 
y no volverte: 
¡la primavera!
Con eso me bastaba, pero no fue todo. Ya en la rotonda de salida de la AP-4, a mano izquierda descubrí la luna a ras de horizonte, una luna oxidada y a medio gas:
Cuarto de luna 
sucia, pero la vi 
llegando a casa.

domingo, 26 de febrero de 2012

Carpe diem, qué remedio

Para archivar mis artículos de prensa, he creado dos carpetas, una, fina, donde meto los que podrían valer para un futuro librito, y otra, donde meto aquellos que de tanto seguir a la actualidad llevan la fecha de caducidad en la frente. A esta carpeta le he puesto el nombre de "Carpe diem, qué remedio", por razones obvias. Este artículo va ahí, de cabeza, pero aún así me gusta. No todo es perdurar, si sirve, vale. 

viernes, 24 de febrero de 2012

La muerte, a favor o en contra


Dos libros recién publicados comparten tema y, en principio, nada más. Los dos tratan de la muerte, pero mientras que Elias Canetti en el Libro de los muertos (Galaxia Gutenberg, 2011), recopilación de notas tomadas durante toda su vida sobre el particular, se encara con ella, dispuesto a presentarle una batalla sin cuartel; el filósofo francés Fabrice Hadjadj con Tenga usted éxito en su muerte (Nuevo Inicio, 2011), nos presenta la muerte como la puerta del éxito.

"En realidad, mi libro sobre la muerte es un libro sobre la alegría", exulta Hadjadj. Y en realidad el libro de Canetti lo es sobre la desesperanza. El primero construye su visión sobre la fe y por eso puede preguntarse: “¿Dónde está muerte tu victoria?”, y dar hasta siete contundentes motivos por los cuales la existencia de la muerte es un regalo. El segundo escribe desde el agnosticismo y contempla con angustia que la victoria de la muerte será total, aunque él, heroicamente, no piense rendirse.

Ambas posturas tienen su reflejo —en ambos casos estamos ante literatos de raza— en el estilo. El libro de Canetti no es propiamente un libro, sino las notas que fue tomando durante toda su vida para un texto definitivo que enfrentase a la muerte en todos los campos. El hecho de que no lo escribiera demuestra hasta qué punto veía inútil su lucha. El libro de Hadjadj es un ensayo extenso, que no tiene reparos en regodearse en digresiones, en pequeñas narraciones, en citas, en continuos juegos de palabras y en bromas, macabras o inocentes, incesantes.

Sin embargo, bajo tantas y tan evidentes diferencias hay un fondo común, que es la clave: la apuesta decidida por la vida. En Hadjadj por la vida eterna (ese es el éxito en la muerte que nos propone) y en Canetti por la vida que quiere ser eterna. De hecho, tiene algunos apuntes a favor de la idea del infierno por el simple hecho de que al menos viene después de la muerte. Ambos rechazan con radicalidad el suicidio. Canetti llega a escribir: “No he perdonado de verdad ningún suicidio. Aborrezco al floreciente abogado de la muerte”. No se le escapan al sagaz Canetti ciertas coincidencias suyas con la visión judeo-cristiana: “¿Por qué el salmista odia la muerte como sólo yo la aborrezco?”, y reflexiona sobre la muerte de Cristo con una emocionada admiración. Y ambos piensan que una hora o incluso un segundo más de vida merecen la pena y pueden significar una inmensa opurtunidad. 

Pero la más sorprendente coincidencia estriba en la concepción de la muerte del hombre como un martirio o un sacrificio religioso. Brevemente lo apunta Canetti: “Todos los moribundos son mártires de una futura religión universal”; y lo explica muy bien Hadjadj: “Todo hombre está obligado a morir voluntariamente. No es que todo hombre quiera morir, sino que, frente a una muerte ineluctable, la voluntad siempre tiene libertad para la rebelión o el consentimiento. […] Cuando se reflexiona en profundidad no hay más que una alternativa entre dos especies radicalmente opuestas de muerte voluntaria: el suicidio y el martirio".

Sin negar la utilidad de ambos libros como ars moriendi, su gran valor es como modus vivendi: nos ayudan a mirar de frente a la muerte. Y como nos avisó Heidegger, "la aceptación total de la angustia de la muerte en la anticipación del morir es la única manera de ser auténtico", o dicho en plata: sólo tenemos una vida intensa y humana si contamos con su final y lo vamos viendo venir. “Sin esa gravedad de la muerte, estaríamos condenados a la charlatanería y a la mundanería”, advierte Hadjadj. Quizá para prevenirnos contra esa vida insulsa gastó Jean Paulhan su broma: "¿La muerte? Vamos a ver si yo vivo hasta entonces”. Una broma muy seria. 

miércoles, 22 de febrero de 2012

Cuento y llanto

Escamados, nos hemos preguntado aquí por la moralidad de la literatura, y ha habido otras reflexiones más brillantes. Ahora me encuentro con una prueba de ello en mi propia carne. Carmen quiere que le cuente cuentos en cuanto la llevo a la cuna. Antes rezábamos y tan felices. Ahora rezamos, desde luego, pero el rezo se ha convertido en un drama de considerables proporciones porque retrasa unos segundos la aparición, sigilosa y amenazadora, del lobo. No me parece mal que desde chiquitita aprenda que la oración implica, por su propia naturaleza, un sacrificio. Y ojalá esta tensión entre la fe y las obras (literarias) la acompañe durante toda su vida, como a su padre. Hay, gracias a Dios, puntos de contacto

domingo, 19 de febrero de 2012

Elogio del disfraz

No confieso en el artículo del hoy qué fue lo que me hizo caer del caballo y dar un costalazo feliz contra el suelo. Si he perdido mis prevenciones contra el disfraz, no es por Chesterton, sino por un motivo mucho más gordo, del que adjunto una foto movida: 
Carmen se disfrazó de huertana murciana, que es un 25% de su sangre por su abuela paterna y mucho más de la mía, y no puedo estar más agradecido a los disfraces, a los carnavales y a lo que sea. Y ahora sí: qué buena idea la de GKC de disfrazarse de alma inmortal. 

sábado, 18 de febrero de 2012

Elias Canetti, El libro de los muertos (2/3)

Algunas de las pequeñas notas que Elias Canetti apunta contra la muerte son, en realidad,  preciosos y esperanzados microcuentos, como "Su reloj se detuvo, su corazón siguió palpitando" o "La mariposa como fantasma de la oruga". Mi preferido es este: "Él pidió una prórroga a Dios. Éste le concedió una hora". No recoge, creo, una broma macabra de Dios, sino la prueba de lo que vale el tiempo. 

Una hora –cualquiera– es un regalo divino. 

viernes, 17 de febrero de 2012

Etimología

El frutero Carrera, tendero arquetípico, que se ha hecho amigo mío a base de venderme melocotones y mandarinas, me comenta lo mala que está la cosa, y la de gente que le entra a pedir. Les ofrece comida, pero casi ninguno se apunta. La gente no quiere más que dinero. Y me da detalles curiosos de las mentiras que le cuentan, o que no le cuentan, porque el otro día pilló a unas que se hacían pasar por sordomudas charlando animadamente a la vuelta de la esquina. Yo apunto: "Claro, cuando las cosas se ponen feas, resurge la picaresca". Y él me contesta, muy serio, levantándome la perdiz de una posible etimología: "Eso es. Y así anda uno ya: pues picado con todo el mundo". 

La oferta y la demanda

Llama mi padre. Cojo el teléfono. "Hombre, qué alegría, qué me cuentas, cómo estás". Me sorprende tanta efusividad, pero enseguida se aclara el malentendido. Confundió el número y creía que estaba llamando a mi hermano Jaime, que tiene una relación bastante distante no con mi padre, ni hablar, sino con el móvil y que además vive en Madrid y no a tres manzanas. Por suerte, el Evangelio viene a salvarme, como siempre. No me molesto como el hermano mayor de su hermano pródigo por las fiestas que mi padre le hace a mi hermano pequeño, y no a mí, que descuelgo el teléfono siempre al primer timbrazo. Yo estoy siempre con él, siempre al habla. Y si a alguno de mis lectores no le va el paralelismo parabólico, pues también vale la ley de la oferta y la demanda, tan en boga en estos tiempos de neoliberalismo liberado: la oferta escasa dispara la demanda. O volviendo, boomerang, al Evangelio, sería ver la mota en el ojo ajeno y no la viga en el mío. Anoche conseguí hablar por teléfono con Jaime después de no sé cuántas conversaciones con su contestador, y lo celebré por todo lo alto, paseando bajo un frío vivificante y unas estrellas como un castillo de fuegos artificiales nada efímeros, etc.
***
Lo cual, haciendo ahora un pequeño ejercicio de metabloguismo, también se aplica a la alegría que nos da ver que los viejos blogueros siempre vuelven: véase Beades o Julio Martínez Mesanza o Llir entre cards. Hay que matar un cabrito cebado para celebrarlo, tres, y los más diarios (o más) nos apuntamos encantados, ¿verdad, Ángel?

Esquina

Veo que la chica rumana que pide en la puerta de mi parroquia con un cartón que avisa: "Soy pobre" le está arreglando la bufanda al chico rumano que limpia los parabrisas en el semáforo. Le sube el cuello del abrigo y le da luego un beso lleno de ternura. "Vaya, pues no eran tan pobres, ni mucho menos", pienso, alegre por ellos y, más extrañamente, por mí. 

jueves, 16 de febrero de 2012

Qué casualidad, leñe

Por razones que mis inteligentes lectores deducirán sin problemas se me ha despertado un repentino interés por los cuentos infantiles. Consulto enseguida Bienvenidos a la fiesta, naturalmente. Y entro corriendo en internet en busca del libro de Mem Fox donde se cuenta esta espléndida anécdota: 
Dicen que una vez una mujer le preguntó a Einstein qué hacer para que sus hijos fueran más inteligentes y Einstein le respondió: «Léales cuentos de hadas». La mujer, riéndose, le replicó: «Ya, ¿y qué debo hacer después de haberles leído cuentos de hadas?». Y Einstein le dijo: «Pues léales más cuentos de hadas».
En la primera página que visito, la de inicio de Agapea (libros urgentes) me encuentro con que el libro más vendido del mes de Febrero es... (Me temo que no será una colección de cuentos.)

Qué relatividad con Einsten, ¿no? Se me han puesto los pelos de punta.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Contentamiento de haber nacido

El título de la entrada da alegría, ¿no? El libro de Pérez de Oliva también.

Mala conciencia

... por haber vampirizado el estupendo libro de Ramón Eder para escribir mi artículo. Sólo me consuela que gracias a la cantidad ingente de cabeceras del Grupo Joly, quizá pueda desayunarse bien quien dice: "Un desayuno magnífico tiene que tener café, pan tostado con mantequilla, mermelada, zumo de naranja y dos o tres periódicos que hablen de uno mismo". 
*** 
Y esperando que él tenga a su alcance un buen zumo de naranja, que se lo merece, para que usted tampoco se quede sin un buen desayuno, esta selección de veras: 

Se es igual de inteligente a los veinte años que a los cuarenta, pero con un poco de suerte no se es igual de tonto.
*
No se puede ganar al ajedrez si no se es un malvado, al menos mientras dura la partida.
*
La inteligencia, a partir de cierto grado, se vuelve inevitablemente humorística.
*
Los sueños que no son eróticos suelen ser inconfesables.
*
Lo bueno de leer muchas veces el mismo libro es que poco a poco se va convirtiendo en música.
*
La vida es bella, pero como una pantera.
*
Leer es dejarse de tonterías.
*
Cuando la frase da en el blanco se oye un sonido especial.
*
Los libros también son jónicos, dóricos o corintios.
*
Cada día es una odisea y cada noche una ilíada.
*
Dormir bien es tener solucionado un tercio de la vida.
*
La alegría nos hace invulnerables.
*
La vida consiste en utilizar bien las palabras "sí" y "no".
*
Escribir es construir frases que es mejor que existan a que no existan. 

martes, 14 de febrero de 2012

Duérmete, niña


Carmen sólo quiere que la acueste Ana, la chica rusa que la cuida. Nos han dicho en el colegio que no hay manera de que duerma la siesta y que vigilemos el procedimiento (sic) de dormirse, que algo pasa. Decidí que la volvería a acostar yo, pero todos estos días, en cuanto se ha echado a llorar, ha aparecido Ana en el cuarto diciendo que no puede soportarlo, que le rompe el corazón (sic) y me ha echado. Hoy he decidido no dar mi brazo a torcer. Ha empezado el llanto. Enseguida ha aparecido Ana. “No, gracias, Ana, vete a descansar, que hoy la acuesto yo, cueste lo que cueste”, he dicho con la mayor firmeza. Ni caso. “Cinco minutos”, ha pedido. Yo me he hecho fuerte en la butaquita del cuarto: de aquí no me muevo. Carmen ha intervenido: “Papá, a la cama”, la puñetera, echándome. Pero yo, tozudo, me he quedado, por más ganas que tenía de irme a la cama, por supuesto. Y entonces he asistido a la delicia. A oscuras, Ana ha empezado a cantarle canciones en ruso, con una voz preciosa, y parecía que nevaba fuera, y que dentro estábamos en una novela de Tolstoi. Luego le recitaba poemas rusos o cuentecitos, aunque creo que rimaban. Quizá fueran adivinanzas. Le hacía juegos. La sacaba de la cuna para mecerla en brazos. Le acariciaba el pelo. Carmen no se dormía, pero estaba encantada, calladita, dejándose mimar. Era todo muy poco pedagógico y el doctor Eduard Estivil, el del famoso método, habría puesto el grito en el cielo. Esto ha de parecerle un disparate, y lo es, porque cuando se vaya Ana, qué va a ser de nosotros. Pero bonito y misterioso y exótico, resultaba, y yo desde la butaca lo he disfrutado mucho.

domingo, 12 de febrero de 2012

Eder, yo & cía.

Algunas veces me he lamentado aquí por el violento golpe de soledad y edad cuando paso solo junto a un grupo de adolescentes. No ayer. Pasé a través de una pandilla numerosa de chicos y chicas, y ellas con patines, además, con lo que me gustan a mí los patines, y se reían, y eran muchos. Pero hacía cinco minutos, al salir de casa, había encontrado en el buzón un librito de Ramón Eder, titulado La vida ondulante, que está dedicado a un señor de lo más dedicable, a Karmelo C. Iribarren, y que debe su título al recuerdo que Josep Pla hace de Montaigne (trae la cita), y que abrí al azar, dándome de bruces con este oportuno aviso: "Si nos alejamos mucho de una tentación, caemos en la siguiente" y que en su nota de autor enumera como maestros, además de a Renard y a Lec, que son de los míos-míos, a Chesterton y a Borges, que también son de los míos, pero que no escribieron aforismos, con lo que estaba Eder guiñándole un ojo a mi alter ego el Barbero del Rey de Suecia… Parecería solo: iba muy acompañado. Apreté —un apretón de mano— el libro en mi bolsillo, agradecido.  

sábado, 11 de febrero de 2012

Elias Canetti, Libro de los muertos (1/3)

Libro de los muertos no es un libro de Elias Canetti sino la colección de las notas que fue apuntando durante toda su vida para un futuro libro contra la muerte. Algunas de ellas: 


Por cada persona que muera mientras yo mismo siga vivo, deberá encenderse en mí un pensamiento. De no ser así, ¿qué otras velas tendría?
*
Un muerto y uno más no son dos muertos. Antes se debería contar a los vivos, ¡y qué perniciosas son ya estas sumas!
*
Alcmeón sostiene que los hombres se acaban porque no son capaces de unir el principio con el fin (como hacen los astros divinos en sus órbitas).
Recoge Canetti la historia de la creación de la noche, en Brahmanas, para que Yami pudiese olvidar a Yama, porque entonces sólo había día y seguía diciéndose: "Hoy ha muerto".
*
La palabra libertad sirve para expresar una tensión importante.
*
Los muertos se alimentan de juicios; los vivos, de amor.
*
Un combate que no se lleve a cabo únicamente con armas espirituales me da asco. El adversario muerto sólo da testimonio de su muerte.
*
La ciencia se ha traicionado al volverse un fin en sí misma. Se ha convertido en una religión, en la religión de asesinar, y pretende hacer creer que ha habido un progreso desde las religiones tradicionales del morir a esta religión del asesinar. Muy pronto habrá que poner a la ciencia bajo la soberanía de un impulso superior que, sin destruirla, la reduzca a la condición de sierva.
*
No hay que silenciar ni siquiera las acciones más perversas de los muertos, a tal punto les interesa continuar viviendo de cualquier  manera.
*
La cultura se fabrica con las vanidades de todos sus promotores. Es un peligroso filtro que nos distrae de la muerte. La manifestación más genuina de la cultura es una tumba egipcia, donde todo lo que hay es fútil: utensilios, ornamentos, alimentos, pinturas, esculturas, plegarias y sin embargo el muerto no está vivo.
*
En algún momento hacer las paces con todos mas nunca con la muerte.
*
Todos los moribundos son mártires de una futura religión universal.
*
…Queremos conocer exactamente todo aquello por lo que los hombres han estado siempre dispuestos a morir.
*
¿Por qué el salmista odia la muerte como sólo yo la aborrezco?
*
… Si fuéramos mejores, no necesitaríamos la música.
*
Despreciamos el infierno, pero ¿no venía al menos después de la muerte?
*
Un hombre bueno no puede seguir siendo poeta.
*
No he perdonado de verdad ningún suicidio. Aborrezco al floreciente abogado de la muerte.
*
Los castigos del infierno son más honestos que el eterno retorno.
*
Acaso todos los que mueren sean mártires. Acaso no lo sepan. Tal vez el hecho mismo de morir sea la única manifestación de su martirio.  […] Un presentimiento de esto es la leyenda de Cristo. Lo que Él nos pedía fue mal comprendido desde el espíritu de aquel tiempo. Al fin y al cabo, él devolvió aquí personas muertas a la vida. Y no murió contento, como creen los falsificadores. Nos enseñó a morir para que nadie más muriera.
*
Si has de sucumbir, ¿con qué palabra en los labios?
*
If I must die, I will encounter darkness like a bride
And hug it in mine arms.
[WS. Measure for Measure, acto III, escena I]
*
Todo falso, lo más falso la muerte.
*
La primera y la última mirada, hallar correspondencias.
*
Es despreciable pensar en la propia muerte mientras otros sigan muriendo. Es lícito pensar en la muerte en general (no en la propia).
*
Wittgenstein ha manifestado varias veces un sentimiento de asombro de que, en general, exista algo. […] La única religiosidad del hombre consiste en no reconocer la nada.
*
Mucho más que la propia muerte pesa la del prójimo. Se es más culpable. 

jueves, 9 de febrero de 2012

En deuda con Franco

Qué ironía que el juez Baltasar Garzón vaya a deberle a Francisco Franco la pervivencia de su prestigio. Si sólo hubiera tenido la causa de las escuchas, por la que acaba de ser condenado por prevaricación por unanimidad en el Supremo, su paso a la historia hubiese sido muy poco glorioso. Ahora, inaccesibles al desaliento, muchos le siguen jaleando como perseguidor de dictadores y como víctima de su afán de justicia. De ser cierto que iban a por él, se habrían limitado calculadamente al caso de las escuchas ilegales y al de los dineros de Nueva York. Franco, a pesar del acta de defunción, le está echando un cable.

Agradecimiento

De los maestros me enternece, incluso más que su generosidad, su indefensión. El último mono puede llegar declarándose discípulo suyo, y con el tributo de esa admiración sobrevenida han de cargar ellos. No habría que descartar que sea ese el sentido más auténtico de la célebre frase “Somos enanos en hombros de gigantes”.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Contrafiguras


Rutler, en su introducción a la edición inglesa de San Francisco de Asís de Chesterton, recuerda que un filósofo francés dijo que la peor tragedia es no ser santo; y que Chesterton asintió a su modo al afirmar que la mejor comedia es serlo. Debe de referirse a Léon Bloy, que escribió: “Sólo existe un dolor, y es no ser santo”. Yo confieso que a veces me he sentido tentado a contraponer la figura quejosa de Bloy con la jocosa de Chesterton, como los auténticos Heráclito y Demócrito cristianos, esto es, el filósofo que siempre llora y el que siempre ríe. Pero nunca me he decidido. El cristianismo disuelve al final todas las diferencias y he terminado apostando por Cioran como la auténtica contrafigura chestertoniana. Él sí apostó por la amargura y por un desbordante nihilismo, mientras que Bloy & Chesterton, cada cual según su humor, apuestan por la santidad, que es todo lo contrario. 

Un repiqueteo de alegría

Claro que es un signo de los tiempos...

martes, 7 de febrero de 2012

Primera persona


El peor enemigo del yo es el ego.
*
Confundir el ego con el yo es odioso.
*
Qué lección, que todavía no entiendo del todo, que en la confesión por excelencia, el yo del “Ego te absolvo” no sea el del que lo dice, sino el del que te absuelve. 

[Con mi agradecimiento a CB, que me ha hecho volver sobre estas chinchetas]

A nueve años vista

Alguna vez mi mujer me preguntó para qué compraba tantos libros si sólo leía la Divina Comedia. Parece que también es el libro que más voy a sacar de (en) la Biblioteca pública, mi nuevo blog.

Mi propósito es ir poco a poco dedicando una entrada por canto, con la idea de llegar a la celebración del 700 aniversario de la muerte de Dante (14 de septiembre de 2021) con un librito más que sumar a la inacabable bibliografía sobre la Comedia, titulado Cien ensayitos dantescos. Si no en la ventura, al menos en el esfuerzo y el ánimo y los grandes planes, sí seguiré, polizón del ultramundo, a mi maestro y guía.

domingo, 5 de febrero de 2012

La busca basta


(Mc 1, 36-39) Simón y sus compañeros salieron a buscarle; y, cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te buscan». Y les dijo: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que se predique también allí, pues para esto he venido». Y pasó por toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Este Evangelio nos dice brevemente, casi sin decirlo, algo fundamental: a Jesús le basta con que le busquen. No es que se tenga la mitad del camino andado por buscarle, sino casi todo, por lo visto. A fin de cuentas, Él, por Dios, es infinito, y nos pasaremos la eternidad buscándole, y hallándole, para descubrir, encantados, que hemos de seguir buscándole, del deseo a la sorpresa y más, con el corazón a mil. Jesús no puede ser más claro: "¿Todos me buscan? Bien, pues ya está: misión cumplida. Vamos rápido a predicar a otro sitio, que para eso he venido, o sea, para que me busquen". Y ese remate del narrador, casi con la lengua fuera, "pasó por toda Galilea" implica que no se entretenía mucho... 

No como el sacerdote de la homilía de hoy, durante la cual he pensado, entre otras muchas cosas, esta entrada.

FP friki

Me temo que el interés de mi artíuculo de hoy es muy limitado. Para ahorraros un clic innecesario, previamente aviso: hablo de la FP y la reforma de Wert. Sé (¡por experiencia!) que hay temas más apasionantes, pero mis alumnos se merecen una defensa y el asunto una propuesta. Por mí que no quede.

sábado, 4 de febrero de 2012

Inferno, V, 129


Dejan caer el libro, porque ya saben
que son las personas del libro.
(Lo serán de otro, el máximo,
pero eso qué puede importarles.)
Ahora son Paolo y Francesca,
no dos amigos que comparten
el sabor de una fábula.
Se miran con incrédula maravilla.
Las manos no se tocan.
Han descubierto el único tesoro;
han encontrado al otro.
No traicionan a Malatesta,
porque la traición requiere un tercero
y sólo existen ellos dos en el mundo.
Son Paolo y Francesca
y también la reina y su amante
y todos los amantes que han sido
desde aquel Adán y su Eva
en el pasto del Paraíso.
Un libro, un sueño les revela
que son formas de un sueño que fue soñado
en tierras de Bretaña.
Otro libro hará que los hombres,
sueños también, los sueñen.



Técnicamente este poema de JLB es muy interesante porque su verdadero golpe de poesía auténtica está camuflado en medio del poema: “Han descubierto el único tesoro;/ han encontrado al otro”. Lo que le precede es pura preparación; lo que sigue es o simple consecuencia lógica o vaga metafísica de camuflaje. Borges es un púdico poeta amoroso, que es, justamente, lo que él admiraba más de Dante. 

viernes, 3 de febrero de 2012

Sordello, cara A y cara B

CARA A
Cuando Browning publicó su poema Sordello, nos cuenta GKC en su biografía del poeta, Carlyle le escribió para decirle que su mujer lo había leído con gran interés y deseaba saber si Sordello era un hombre, un animal o un libro. Tennyson comentó que el primer verso (“Quien quiera, oirá contar la historia de Sordello”) y el último (“Quien quiso, oyó contar la historia de Sordello”) eran los únicos que había entendido, y los dos eran mentira. Douglas Jerrold empezó a leerlo después de una enfermedad y exclamó, pálido: “¡Dios mío, me he quedado idiota, no entiendo nada!”. Sólo cuando su familia le certificó que ellos tampoco entenderían ni j suspiró tranquilo. Hoy tampoco entendemos muchas cosas, pero nos cuesta mucho ser, ay, tan sinceros como entonces. 

CARA B
Una vez preguntaron a Browning, nos vuelve a contar GKC en su biografía del poeta, qué había querido decir con tal verso. Contestó que, cuando lo escribió, sólo él y Dios sabían lo que aquello significaba, pero que ahora, pasado el tiempo, ya sólo lo sabía Dios. Me parece una contestación espléndida, y que marca un límite máximo a la incomprensibilidad de un verso. Siempre me preguntaré ante un verso si yo lo entiendo o no, claro, pero para denostarlo sé que tengo que preguntarme y el poeta debería preguntarse: ¿Lo entiende Dios, al menos? Si Él lo hace, por mucho que a mí me guste entender, vale. Si no, no. 

Sigo flipando


Flipaba con mis alumnos. Y sigo.

Eso sí, creo que el profesor que le dijo aquello de que cualquier libro vale no fui yo, espero (aunque nunca se sabe qué se le puede escapar a uno en tres horas seguidas de clase). Y con lo que más flipo es con el hermosísimo párrafo cervantino-reaccionario que ha subrayado mi alumna de La española inglesa. Qué buen gusto. Y leyéndolo bien, no me extraña nada que el sistema (quizá inconscientemente, como el consenso de MacLuhan y en defensa propia) boicoteé el acceso a esos libros, tan maravillosa y políticamente incorrectos... 

jueves, 2 de febrero de 2012

Conversación en el Paraíso



—¡¿Qué alboroto es éste?!
—Jolgorio, querrás decir. Una poeta polaca que acaba de llegar...
—¿Poeta y tanto jolgorio? ¿Y polaca, dices?
—Sí, sí, pero qué poeta, Madre de Dios...
—¿Quién es?
—No la conocía. Se llama Wislawa Szymborska
—Vaya por Dios. Repite, anda, que no he cogido el nombre.
—Wislawa Szymborska
—¿Bis.. wodska?
vʲisˈwava ʂɨmˈbɔrska —apunta Twardowski, que pasaba por allí, más orgulloso que nadie.
—Entonces, ¿Bisgüaba Sinwodska...?
—Bueno, tú, da igual; lo importante es leerla.
—¡Vamos volando!