jueves, 16 de marzo de 2017

Gordiano de madrugada


Un subcapítulo de este blogg, podría ser mi madrugón. El madrugón, que me ha dado tanto. Y tanto. Y lo que no me ha dado ha sido porque yo no he sabido tomarlo.

Un clásico, dentro del madrugón nuestro de cada día, es el pan. No que haya que salir a buscarlo, también en invierno. Lo malo es el nudo. Viene en una bolsa de plástico con un nudo tan apretado como si el panadero soñase con envasarlo al vacío. Yo, tan de Alejandro Magno, soy partidario de aplicarle al nudo el expediente de los gordianos y rasgar el plástico, pero mi mujer me chista: "Noooo". Entonces, según los días, o lo intento desatar o le paso la bolsa. 

Pienso, entonces, melancólicamente, en que para ser un Alejandro Magno el matrimonio no ayuda tanto. Hoy, sin embargo, he tenido, a las 6:30, una iluminación: ahí estriba, precisamente, una desgracia de mi vida que trasciende de los madrugones y los desayunos: mi afición a desatar nudos gordianos por alejandrinos, cuando la gente prefiere que uno se deje los dedos y los nervios en la minucia de desanudar las naderías. Mi mujer, tan buena, está entrenándome para el día que me espera, cada día.


2 comentarios:

Pablo75 dijo...

¿Para cuándo un "Poema del nudo gordiano" como el del poeta brasileño Fernando Ferreira de Loanda (1924-2002)?

POEMA DEL NUDO GORDIANO

Las grandes ciudades industrializan la soledad.
Frustrada está la búsqueda de amores fragmentados
para justificarse, justificar,
un desajuste o una insuficiencia.

Las grandes fábricas de cigarros continúan facturando
sobre la soledad,
y no se declaran en quiebra las fábricas de bebidas.
Los hombres y los autobuses se roznan y se desgastan;
los árboles sin paisaje, se desfiguran, y sus raíces
como ataduras,
bajo el asfalto, agonizan sin un lamento.

Se licúa la burguesía y se diluye
en la límpida linfa: la enturbia,
y el áspero paladar estimula mi grito.
Golpea con fuerza el viento los verdes frutos;
maduros, caen.

Hay quien procure la vida en las plazas, en la orla
marítima, en los hospitales
—algunos, ya condenados, se pudren, otros vegetan. La muerte —¿quién la dice inverosímil como un
premio de la lotería?—
llega puntual,
por telex o teléfono.

Mueren todos los pasajeros de un avión que cae;
un edificio se derrumba y vuelve antorcha humana a la
mujer del corneta.

Mil niños, cifra redonda, mueren diariamente de
hambre:
jugamos fútbol, queremos dormir con la aeromoza,
vamos al cine,
restregamos los pies en la playa.
—¿Me dejo el bigote o no?

Nuestra tragedia sólo a nosotros llega:
para los demás, es encabezado de periódico.

(Traducción de Maricela Terán)

Anónimo dijo...

Alguna vez has intentado con un viejo truco que me enseñó un panadero, que es soplando el nudo mientras aplicas los dedos al nudo