miércoles, 19 de abril de 2017

El viento, el viento


A la salida de la reunión de planificación educativa, un levante furioso me quería arrastrar. Daba hasta miedo. No lo había visto así de enfadado desde hacía mucho. Bastaba el mástil del velero para que éste escorase, y las palmeras andaban locas, revoleadas. Hice una foto:



Un golpe de viento se llevó mi pensamiento, lo que me vino bien, porque salía dándome golpes de pecho. "Qué poco me importa lo que importa", me decía, porque mira que es trascendente la planificación educativa; y cuánto esfuerzo psicológico había tenido que hacer para estar atento.

La mente se me iba volando a dos cosas de anoche y de mis niños. Por reírse de mí, que soy muy riñón, decían en la cena que su madre es un ángel y que yo soy un... escorpión. Me encanta, aunque ponía cara de ídem. Primero, porque tienen claro que con el demonio no se juega y además se han buscado una metáfora perfecta para eludir la simetría. Más tarde, el escorpión les leyó en la cama y como tenía que avanzar con Troilo y Crésida, les recité a Shakespeare. Se quedaron prendados de unos versos, que entenderían a medias, pero que les tuve que repetir, a volandas de su entusiasmo, seis o siete veces. Estaban embrujados. Shakespeare se abrió camino a través de la traducción, de la infancia, del sueño y del fragmentarismo. Eran éstos:



Riéndome como un loco por eso de "más bobo que la ignorancia", he entrado en un bar buscando un refugio y un café. Un viejo muy viejo que estaba allí ha dicho: "El levante está como nunca", y yo lo he oído con alivio, porque tenía miedo de ser un jovencito reblandecido e impresionable. Pero no: ese hombre con pinta de curtido lobo de mar también andaba pasmado por la fuerza del viento. Entonces, se ha producido el milagro poético de la mañana. Se me han volado el sobre de azúcar y el de sacarina. Y he dicho: "Vaya". Él ha glosado: "Hoy se vuela hasta el baúl de los recuerdos". Qué maravilla, porque cualquier baúl pesa lo suyo, pero, si es el de los recuerdos, ni te digo, y los recuerdos de una vida tan larga, más, que tienen que ser muchísimos. No sé si será una frase hecha, pero es un poema y tiene dentro (dentro del baúl) una novela.

Cuando he pagado, me han devuelto dos billetes, y el de 10 euros se me ha caído al suelo, a la puerta del bar. Increíblemente, no se lo ha llevado el viento (el viento de hoy, véase la foto supra). Me he agachado a recogerlo ceremoniosamente, haciendo una honda reverencia. Seguro de que mi ángel de la guarda le había puesto el pie encima por mí. No porque le importen nada a él 10 euros, sino para evitarme el ridículo de trotar detrás de un billete. Tengo que pensar ahora con mucho cuidado en qué me gasto ese billete bendecido.

Y ya en el coche, repasando la reunión, me he reído recordando una frase que es dos recursos poéticos en tres palabras: "Predecir con precisión". Una aliteración y un oxímoron.







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