miércoles, 28 de febrero de 2018

Lieta


Ha querido mi buena suerte que, leyendo el canto XXIV del Purgatorio, me encontrase con una muy interesante curiosidad con su moraleja inquietante. Os desgrano mi suerte:

1) La entrada de ayer, a piñón tostado, generó una amable tertulia, como en los viejos tiempos de gloria de la blogosfera, sobre la traducción y sus límites. Estaba, por tanto, predispuesto.

2) Estoy escribiendo un artículo largo sobre el sentido y la literatura y en él llamo la atención sobre el hecho de que Dante no para quieto. Digo:
El sentido para Dante Alighieri es fijo y claro, por el contrario. El autor no se mueve un ápice de su concepción aristotélico-tomista del universo. Sin embargo, él no para un instante. La Divina Comedia es vertiginosa. Nos enseña algo básico: el sentido hallado no agota la búsqueda. No basta conocer la meta, hay que alcanzarla: bajando a la izquierda, trepando a la derecha y ascendiendo en un vuelo hasta las estrellas, aquéllas que —tampoco quietas jamás— mueve el amor. La lección de Dante deshace el tópico de que quien conoce la verdad se cuenta entre los aburridos, los intolerantes, los inmovilistas. Qué va. Ha de alzarse a ser, con cuánto esfuerzo, digno del sentido poseído.

3) Para el reto #Dante2018, estaba leyendo la Divina Comedia por primera vez en la traducción de Fernando Gutiérrez de Plaza & Janés que siempre recomienda Eloy Sánchez Rosillo y que me estaba encantado. Pero mi casa y yo somos así, un caos, y he perdido el volumen, así que me tuve que volver a la de Abilio Echeverría.

Y tras estas explicaciones llega el golpe de fortuna: en el verso 14 del canto XXIV del Purgatorio, se habla de Piccarda Donati, y la traducción de Echeverría dice: “ya goza, quieta”. Ese “quieta”, teniendo en cuenta mi ensayo, me dolió en el alma, pero no me rendí y me fui a la versión original que reza: “trinfa, lieta”. Oh. Para el traductor que va, además, intentando mantener la rima parece un cambio menor y necesario y tiene el oficio admirable de pasar el contento del “lieta” al verbo “gozar”, encima, pero con los grandes cada palabra pesa y encierra un universo de significación. Naturalemente Piccarda está abslutamente contenta o goza en el Paraíso, sí, pero ¿quieta?, ay, no, no, eso es imposible.




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