lunes, 31 de julio de 2006

Cien años y un día

Ayer Mario Quintana cumplió o cumpliría (según se mire) cien años. Nació, qué casualidad, el mismo día que Leonor, aunque muchísimo-muchísimo antes. Por esas cosas del ordo caritatis y porque el brasileño es un caballero, dediqué la entrada de ayer a mi mujer. Hoy le toca a él. Había pensado escoger alguno de sus poemas, pero me he acordado de esta prosa donde se presenta y, puestos a celebrar su centenario, me parece más apropiado. Para sus poemas tendremos, como él sabía bien, todo el tiempo del mundo:

Nací en Alegrete, el 30 de julio de 1906. Creo que fue lo más importante que me ha pasado. Y ahora me piden que hable de mí mismo. Bien, yo siempre hallé que toda confesión no transfigurada por el arte es indecente. Mi vida está en mis poemas, mis poemas son yo mismo, nunca escribí una coma que no fuese una confesión. Ah, pero lo que quieren son detalles, pesares, anécdotas… Ahí van. Tengo 78 años, pero no edad. Edades sólo hay dos: o se está vivo o se está muerto. En este último caso, la edad está de más, pues nos fue prometida la Eternidad. Nací en el rigor del invierno, temperatura: 1º; y, además, encima, prematuramente, lo que me tenía medio acomplejado, pues pensaba que no estaba entero. Hasta que descubrí que alguien tan completo como Winston Churchill fue prematuro —lo mismo le pasó a Sir Isaac Newton. Excusez du peu… Prefiero citar la opinión de los otros sobre mí. Dicen que soy modesto. Todo lo contrario, soy tan orgulloso que nunca encuentro lo que escribí a mi altura. Porque la poesía es insatisfacción, un ansia de superación. Un poeta satisfecho no satisface. Dicen que soy tímido. Nada de eso, soy callado, introspectivo. No sé porque ponen bajo tratamiento a los instrospectivos. ¿Sólo porque no pueden ser pesados como los otros?
Exactamente por execrar del aburrimiento y de la extensión, adoro la síntesis. Otro elemento de la poesía es la búsqueda de la forma (no de la Oh forma), la dosificación de las palabras.

domingo, 30 de julio de 2006

Regalo de cumpleaños

EL DIAMANTE

Este diamante, Leo, adornará
efímeras bellezas del futuro;
mientras tanto, a ti siempre, ya inmortal,
te adornará mi verso: todo tuyo.

Nota: El diamante lo he comprado en la joyería de Hilarie Belloc [This diamond, Juliet, will adorn/ Ephemeral beauties yet unborn./ While my strong verse, for ever new,/ Shall still adorn inmortal you.]

sábado, 29 de julio de 2006

"La bellota"

“La bellota” es un nombre bonito para chalé (precisamente en la calle Encina) y, además, sería un título gracioso para una novela protoganizada por una extremeña muy guapa, a la que llamaran así sus amigos y pretendientes, con una ironía defensiva. Del contraste entre el comienzo de la palabra, que evoca la belleza, y su final sorpresivo, saltan chispas.

viernes, 28 de julio de 2006

Sandalias

A mi madre le gustan las sandalias doradas que Leonor se compró en el mercadillo. A Leonor le gusta que a mi madre le gusten las sandalias doradas que se compró en el mercadillo. A mí me gusta que a Leonor le guste que a mi madre le gusten las sandalias doradas que se compró en el mercadillo…

Con esta entrada de reflejos o círculos concéntricos no hago más que constatar un hecho: el bien es difusivo, incluso en algo tan pequeño y a ras de suelo como unas sandalias doradas compradas en el mercadillo.

jueves, 27 de julio de 2006

Haiku

Murió Haiku, el perro de los Feu, un beagle pequeño y fuerte, de tres colores, que además era mi paisano, porque había nacido, hace sólo tres años, en el Puerto. Se llevaba muy bien con Carbón, o sea, que gastaba una paciencia de santo. Haiku sabía saludarte a la entrada y luego, discretamente, se quedaba fuera, en el jardín. Qué diferencia con mis perros, que obsequiosos hacen la visita de un modo excesivo o, si se les saca, exigen entrar arañando la puerta. He tratado de escribirle un epitafio:
Fiel a su nombre,
fue silencioso y breve,
inolvidable.

miércoles, 26 de julio de 2006

Memoria histórica

Con su memoria selectiva, Zapatero quiere ganar la guerra civil. Ni ustedes ni yo sabíamos que las hostilidades seguían su curso. Nos habíamos creído el discurso de la reconciliación nacional, de la construcción de un futuro común y de la modélica transición. Desde sus tumbas, Sun-Tzu, Maquiavelo y Clausewitz se retuercen de risa: si les hubiésemos leído, dicen, sabríamos que la mejor arma de destrucción masiva es engañar al adversario, que el fin justifica los medios de comunicación y que la política es la continuación de la guerra por otros miedos.

lunes, 24 de julio de 2006

Otro "Currículum vitae"

Este poema de Blanca Varela es inolvidable, y no precisamente por su sencillez. Además, aunque sea mucho más hondo, para coger impulso en un nuevo lunes viene muy bien:
CURRÍCULUM VITAE

digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera.

domingo, 23 de julio de 2006

Nuevo ensayo dantesco (VI)

Mi admiración por la Divina Commedia no me impide ver sus fallos (si los hubiera). Para demostrarlo, dedicaré mi dantesca entrada de hoy a comentar un pequeño error técnico, que Dante hubiese solucionado sin mayor dificultad, pero que no se le ocurrió.

Su obra, a pesar de dividida en las tres canticas que están en la mente de todos, es una unidad: un solo viaje, una evolución espiritual de un mismo personaje y una concepción unitaria e indivisible del universo. Ósip Mandelstam lo ha visto claro en su pequeño ensayo sobre la Commedia, donde lo ha visto todo.

Pues bien, para reflejar mejor esa unidad, el poeta debería haber enlazado cada canto con el siguiente. Hubiese sido tan fácil como seguir encadenando los tercetos (que tan bien nos señalan que todo es una realidad entretejida) por encima de los diferentes cantos, en vez de terminar cada uno con ese cuarteto donde el último verso se vuelve contra corriente y cierra de sopetón la serie.

Dante lo habría visto más claro si hubiese podido leer El Quijote, donde Cervantes hace un espléndido uso del zeugma, incluso para enlazar un capítulo con otro, desbordando así las convenciones literarias.

Así habría llegado Dante al final de la Divina Commedia sin crear —ni en las rimas— compartimentos estancos. En el final tampoco convenía ese verso cerrado como un broche, porque allá se nos está diciendo que la bienaventuranza en el Paraíso es inacabable y dinámica. No quiero dar a entender que el final no sea inmejorable, un prodigio:
l’amor che move il sol e l’altre stelle
, sino sólo que el cuarteto final, cerrado herméticamente, es una mala solución técnica para el sentido trascendente de los versos, un molesto contrasentido.

Tal vez si Dante hubiese podido leer a Manuel Machado habría encontrado una salida extraordinaria para no dejar el último eslabón vuelto sobre sí ni tampoco el penúltimo suelto o cojo. La solución era una rima interna, como en el poema “Felipe IV”, que conjura ambos peligros con un leve toque elegante:
con desmayo galán un guante de ante

sábado, 22 de julio de 2006

Happy New Ear

Dentro de nada saldré a la calle con un baciyelmo, porque lo que leo me empuja a lo que hago cada vez con más fuerza. Ayer fui a un concierto de jazz, en buena parte con la idea de escribir algo tan profundo como Mora-Fandos, o unas notas ramonianas a lo Rodríguez Morales o, con suerte, esas cosas tan bonitas que escribe Arp en Compostela, o tan entusiastas como Beades.

Pero no. Del concierto de Atomic se podría decir aquello de Bernard Shaw sobre un libro que tenía mucho de original y de bueno, pero lo bueno no era original y lo original no era bueno. El título de su disco más famoso: Happy New Ear!, permite el mismo juego: lo que era happy no era new y lo que era new era very unhappy.

El ear lo pusimos nosotros, y es bastante ignorante. Con el atrevimiento que da eso, pienso que mientras que tocaban melodías con anclaje en la tradición, reconocibles incluso por mí, la cosa funcionaba y había belleza. Entonces, como avergonzados, se sentían en la obligación de ser ellos mismos y destrozaban el ritmo. Estridían (sic) tanto los sonidos que parecía que estaban sacrificando un gato en el altar de la Originalidad para que les perdonase sus inconscientes recaídas en la música auténtica.

Pronto la emoción pasó del escenario a los asientos. Como mandan los cánones de la actual elegancia (new but no happy), las parejas nos habíamos sentado separadas. Yo caí en medio de un matrimonio amigo: amigo mío, porque entre ellos ayer no reinaba la armonía. Él se trajo puesto el entusiasmo jazzístico desde su casa: y antes de empezar ya estaba aplaudiendo (¡!), silbando (¡¡!!) y gritando: “yeah!” (¡¡¡!!!). Ella también se trajo la pereza puesta, y enseguida empezó a protestar con frenesí sólo igualado por el gato del de la trompeta: “¿Cuándo acaba esto?, -Ya está bien, -Vale”… Y, de pronto, le decía al marido: “Esta noche, cada vez que lloren los niños, te levantas tú, ya que te gustan tanto los berridos”.

Ahora que lo pienso, podría haber sentido -al menos por una vez en la vida- el selecto placer del centrismo, pues estaba en medio y, además, mi juicio crítico era ponderado y de consenso. Me impidió ese gusto un mozo con una camiseta de mangas recortadas para mostrar los músculos, sentado justo detrás, que estaba visible y audible y crecientemente molesto con los comentarios de mis amigos.

Cuando el concierto terminó, me fui --siguiendo la querencia-- al extremo, donde estaba Leonor. Me recibió con una sonrisa porque había pasado la medianoche y hoy es nuestro aniversario (6 bravos años 6). Happy new year, me dijo al oído.

viernes, 21 de julio de 2006

Arrepentimiento

Esta mañana, al despertar, regresé de una pesadilla, y se me ocurrió un haiku. Lo colgué en el blogg. Error. La poesía es lenta, hecha de impulsos y arrepentimientos, donde tan importante es una cosa como la otra. Propósito firme: no poner poemas inéditos (ni siquiera haikus) en estas páginas virtuales. Recordar a Horacio que aconsejaba nueve años de paciencia a los poetas.

jueves, 20 de julio de 2006

Pepito Grillo

Pepito se ha encontrado con este dicho popular que ha hecho tambalear sus profundísimas convicciones democráticas. Dice:
Els llibres son mestres que no renyen i amics que no demanen.
¿Pero qué libros ha leído el autor del dicho que no le han interpelado, que no le han demandado un cambio, una mejora? ¿Qué tiene de malo que un maestro riña, si es su obligación? ¿Y qué es un amigo que no exige sino un coleguita? Pedro Salinas, que para algo era un poeta-profesor, exigía sin rodeos lo que todo poema verdadero:
Perdóname el dolor, alguna vez. / Es que quiero sacar / de ti tu mejor tú. / Ése que no te viste y que yo veo, / nadador por tu fondo, preciosísimo...”
Y Emilio Quintana escribió este homenaje a los libros que sí le parece bien (y tanto) a Pepito:

LAS HORAS SOLITARIAS

La Eneida
en doce claras y eglogales
mañanas de septiembre, en el salón
de casa, burgués y cómodo.
Blaise Cendrars, en cafés de Cracovia,
con gusto a galaretka y a café Murzynek,
a títeres antiguos y a peluche
(y, entre las páginas,
la carta de lector
del "Institut Français de Cracovie").
Leopardi en una pura madrugada en Tetuán.
Gombrowicz, Contro i poeti,
en un cuartucho estrecho y diminuto
--Pensión Eva (Milán)--,
esperando el avión de Barcelona.
La caverna del humorismo en el Hotel
Aguadulce de Almeria: levante, playa, brisa,
arena entre las páginas y protector solar
pringando la portada...

Serían incontables las horas solitarias,
esas felices horas en que yo
fui más bueno, más hermoso, más justo,
fui mejor.
Grillo objeta (¡cómo no!) que las horas que uno dedica a leer no son solitarias, pero entiende que desde fuera lo parecen y lo disculpa como recurso literario, como contraste.

miércoles, 19 de julio de 2006

Por añadidura

Ayer logré levantarme y desayunamos juntos, luego rematé mi traducción para "Matador" sobre joven poesía neoyorquina, leí a san Pablo (fundamental, según Leon Bloy, para saber qué pasa en el mundo), fui a misa, comulgué, oí un disco de Jordi Savall y mandé mi artículo al Grupo Joly, esta vez bastante combatido por el viento sofocante y racheado de levante. Todo eso antes de las doce.

De modo que a mediodía yo ya había cumplido con la devoción y hasta con la obligación. Todo lo demás se me daría por añadidura. Y vaya si se me dio. Fuimos a Sevilla a comer a casa de los Duque. El viaje en coche lo hice con José Mateos. Nuestras santas esposas se quedaron trabajando: consecuencias de la liberación de la mujer. En el viaje, hablamos un poco de todo, como tiene que ser, pero bastante de no perder la fe en la poesía, que es el peligro que acecha a los poetas según se van cumpliendo años.

En Sevilla hacía calor, así que bañándonos en la piscina de Viñamarina, a la sombra de un árbol del paraíso, hablando de Portugal y contemplando como los perros dormitaban con los gatos en una armonía que recordaba a los leones paciendo con los corderos, uno tenía tentaciones de proponer lo de las tres tiendas...

Si en la piscina se habló de Portugal, en la comida de Italia. Aquilino había cocinado una gallina de Guinea según una receta napolitana. A las gallinas guineanas las llaman en Italia "faraonas" que tiene toda la grandilocuencia un poco gallinácea de los italianos, tierna por tremebunda. Mateos se acordó, con oportunidad, de Las gallinas del licenciado de José Jiménez Lozano.

Comía con nosotros una amiga americana de Sally. Había sido alumna en Stamford University de Flannery O'Connor, pero, como entonces era muy jovencita, sólo se acordaba de que le puso la máxima nota. La vanidad tiene una memoria portentosa: lo sé bien por experiencia. Luego nos habló de sus investigaciones sociológicas con la tribu mejicana de los zapotecas. Parece que las mujeres usaban con frenesí la píldora anticonceptiva, a escondidas de los hombres. Lo cuento aquí para que cuando nos vengan con que los españoles extinguimos a los índigenas zapotecas, podamos defender el honor de nuestros abuelos, los colonizadores, con datos incontrovertibles.

A media tarde, llegó a Abel Feu, que sí trabaja. Hablamos de edición y de un desconocido poeta alemán que ha empezado a traducir Aquilino y de cuyo nombre no puedo acordarme, aunque estoy casi seguro de que no era un tal Alzheimer. Habría que ir a estas reuniones de amigos con una grabadora, para estudiar luego. Muy natural , sin embargo, no quedaría.

Caía la tarde y empezaban a borrarse nuestros rostros. Éramos voces que charlaban. Resfrescaba. Con Abel, habrían hecho falta cuatro tiendas, que no teníamos. Además, estaban nuestras mujeres. Haciendo un esfuerzo, nos despedimos.

martes, 18 de julio de 2006

Y dale con las fotos


Ni actor ni modelo ni figurín de revista de colorín. Yo sólo quiero ser escritor. Y, sin embargo, cada vez que me solicitan un artículo o unos poemas lo primero que reclaman es una foto.

No hay rosa sin espinas y José María de la Flor, que está a la última, no podía dejar de seguir la dichosa moda fotográfica. Después de darme la alegría de contar conmigo para esta serie de artículos veraniegos, me da el soponcio de pedirme una. Una foto en la que salga, además, sonriente.

Yo me río poco. La cosas no están para jolgorios, como explico en mi columna de los miércoles. Si en la foto de allí apareciese tan contento, el sensato lector se preguntaría, pero este tío ¿de qué se ríe? A veces, por no llorar, sonrío. Pero si entonces saliera a mandíbula batiente, resultaría tan patoso como el que empieza a contar el chiste y, antes del final, empieza a desternillarse...

Ahora, a pesar de todo, me envío en una fotografía ligeramente sonreído, porque ¿quién se niega a lo que amablemente le piden? Mi mérito es doble: de amistad y porque tengo los dientes separados, de modo que se me puede aplicar el delicado aforismo de Mario Quintana: “Las sonrisas desdentadas son las más sinceras”. Así es. Quien tiene una sonrisa de anuncio la muestra todo cuanto puede. A nosotros, o las cosas nos hacen verdadera gracia o en boca cerrada no entran moscas.

Para hacerme perdonar, me mando elegante y en el marco incomparable del Recreo de las Cadenas, tomándome —lo que explica la felicidad— una copa de jerez.

Cumplido el trance, déjenme protestar contra esta cultura de la imagen que exige al escritor una sonrisa, al político que exhale carisma, al cantante que encandile a la cámara y a la periodista que sea bellísima, en vez de que cada cual haga bien lo suyo: escribir, gobernar, cantar o informar… Uno lo piensa y se le hiela la sonrisa.
[Publicado hoy en la página de verano del Diario de Jerez. Vendrán otros]

lunes, 17 de julio de 2006

Escribiendo el currículum

Cuando explico a mis alumnos el tema del currículum dedicamos una hora de clase a analizar este poema de la Szymborska. Les sorprende la petición de que se vea la oreja en la fotografía. Respondo que tal vez se trate de una teoría muy científica que estuviera de moda entonces según la cual se podrían sacar conclusiones sobre la personalidad de alguien según la forma de su oreja. Se ríen, porque en toda clase que se precie hay, además de un "cabeza", un "moro" y un "enano", un "orejas" al que decirle a gritos que él sí que tiene una gran personalidad. Qué delicados los adolescentes, ¿verdad? También se consigue -sigo cuando se restablece el orden-, que la foto salga de medio perfil, que es más significativa. Y por último, hay una razón de técnica poética: prepara el melancólico y redondo final del poema.

Lo que no les digo es que estudiamos este poema como una vacuna. Quiero prevenirles el disgusto de ver su raquítico currículum y de los primeros e inevitables fracasos a la hora de insertarse en el mundo laboral. Wislawa Szymborska, en realidad, está haciendo una defensa de la intimidad, hasta de la intrahistoria, con mucha más gracia que el adusto Unamuno. Lo que yo no sabía es que este poema, que ofrecía a mis alumnos como una secreta poción mágica, me iba a servir hoy a mí, que ando actualizando melancólicamente mi propio currículum...
ESCRIBIENDO EL CURRÍCULUM

¿Qué hay que hacer?
Presentar una instancia
y adjuntar el currículum.

Sea cual sea el tiempo de una vida
el currículum debe ser breve.

Se ruega ser conciso y seleccionar los datos,
convertir paisajes en direcciones
y recuerdos confusos en fechas concretas.

De todos los amores basta con el conyugal,
los hijos: sólo los nacidos.

Importa quiénes te conocen, no a quiénes conozcas.
Viajes, sólo al extranjero.
Militancia en qué, pero no por qué.
Condecoraciones sin mencionar a qué méritos.

Escribe como si jamás hubieras dialogado contigo mismo
y hubieras impuesto entre tú y tú la debida distancia.

Deja en blanco perros, gatos y pájaros,
bagatelas cargadas de recuerdos, amigos y sueños.

Importa el precio, no el valor.
Interesa el título, no el contenido.
El número de calzado no hacia dónde va
quien se supone que eres.
Adjuntar una fotografía con la oreja visible:
lo que cuenta es su forma, no lo que oye.
¿Qué oye?
El fragor de las trituradoras de papel.

[De Hombres en el puente (1986), en Paisaje con grano de arena, Editorial Lumen. Trad. de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Slawomirski]

domingo, 16 de julio de 2006

El Barbero del Rey de Suecia

Cumpliendo su palabra, el Barbero nos trae hoy un libro que no es una colección de aforismos. Esta vez se atreve con la poesía, con un libro de Álvaro García, El río de agua, que para colmo es un largo poema. El Barbero pretendía también explicarlo, comentando, por ejemplo, como el pleonasmo que le da título es, sin embargo, lo mejor de la entrega. Se lo he prohibido, pues sería competencia desleal. Yo escribo mis reseñas, que me dan el dinero para comprar nuevos libros que reseñar. Si el Barbero echa arena en las ruedas dentadas de este círculo vicioso mi biblioteca dejaría de crecer monstruosamente. Los análisis, pues, los haré yo, cuando me los encarguen, y él cumplirá con su trabajo -quizá más importante- de entresacar lo esencial, el nervio del poema:

EL RÍO DE AGUA

[...]
y es música que suena a controlada
demolición del tiempo, del espacio
[...]
Parece que descansan las estrellas.
Escucho el disco y miro la ciudad.
[...]
o quien sabe si no existe la muerte
con sólo no temerla ni quererla,
[...]
A lo real le damos realidad.
[...]
Y por qué no vivir así el presente.
La flexibilidad del tiempo mismo.
Mirar un rato un pino de cien años.
Nadar y, después de nadar, nadar.
La vespa del cartero es amarilla,
[...]
a rose is a rose is a rose
[...]
Los niños no han tejido en una fórmula
las dos velocidades, puro instinto
al arrojar naranjas a las ruedas
de los coches que pasan aplastándolas.
Todo lo que has vivido permanece.
Tiene que estar ahora en algún sitio.
[...]
perros que ladran al oír ladridos,
[...]
Todo lo entiende esta salud que es música.
Todo lo que se apaga en el olvido
reaparece de un modo sigiloso,
[...]
mirar las caras en el autobús,
el paso de fachadas y de árboles,
los anuncios, las casas, ver las casas,
entrar a mundos cálidos y ajenos,
[...]
En el centro psiquiátrico hay un piano
y el joven teclea en él su identidad,
[...]
Sólo se acuerda de él una sonata.
[...]
alguien es operado por la noche
[...]
con el afilador y su silbido,
flauta o piedra,
yo confundo un oficio y su reclamo,
la música afilada
[...]
Un silbido ambulante rasga el aire,
la rúbrica afilada de un trabajo.
[...]
es el presente en sí, como tus ojos,
magia de lo concreto.
[...]
kilómetros de playa, siempre el agua,
el líquido en que pasas nueve meses
[...]
En verano la buscas, algo amniótico.
Milagro es todo, dijo aquel cubista,
meterse en la bañera y no fundirse.
[...]
y de la lágrima,
su diminuto fuego en la mejilla,
[...]
y el palpitar sanguíneo de las fresas.
[...]
y se refugia aquí la eternidad.

sábado, 15 de julio de 2006

Salir

Ayer salimos con unos amigos hasta las tontas. No vengo aquí a protestar ahora, porque la pose de torrero de marfil no es la mía, ni menos a fardar de bohemio, que tampoco es el caso. Simplemente constato que el problema de las salidas son las entradas. Lo que cuesta volver. Con la cerradura de casa no tuve grandes problemas, que yo lo del boozy halo of Catholicism me lo tomo casi metafóricamente. Pero cuesta más acertar a meter la llave en la cerradura del castillo interior. Será porque la llave es de cristal y silencio.

viernes, 14 de julio de 2006

Sólo eso

Leyendo, me encuentro con este fragmento de Chaucer, de muy sorprendente adjetivación:
A very horsely horse
Inmediatamente me acuerdo de otro de Rocío Arana que siempre había achacado a la influencia de un padre filósofo:
El arcear del arce
No sé a qué se dedicaba el progenitor A de Chaucer, pero casi seguro que no era catedrático de metafísica y, sin duda, no era experto en Leibniz; pero ahí está el poeta, como Rocío Arana, poniéndonos delante del misterio de que las cosas, los animales, los árboles, incluso nosotros, seamos lo que somos. Creo que fue Joseph Brodsky el que esculpió la frase de que "La poesía es un atajo". A veces, un atajo para la contemplación filosófica, sin necesidad de facultades ni de desarrollos silogísticos. Yo ahora veo, a través del tiempo, un caballo pastando a la sombra de un arce. Sólo eso, ese milagro.

jueves, 13 de julio de 2006

Metablogg

La metaliteratura es tan natural en un escritor como la metametalurgia en un herrero. Es lógico reflexionar sobre lo que nos traemos entre manos. Ahora toca metablogg.

Paralelamente al V Encuentro Mundial de las Familias, tuvo lugar en Valencia el II Congreso de Bloggs, con dos participantes: Mora-Fandos y yo. Y ayer, otro congreso, el III, por teleconversación, entre Beades y yo, con don Fernando do Vale, que andaba por allí, apuntando algo de vez en cuando.

Tenemos claros varios asuntos, más que nada, los problemas. Para empezar, lo suyo es pensar que los bloggs son una conversación interminable, una tertulia 24 horas. El fallo es que uno escribe cosas con la misma despreocupación que habla y luego no viene el viento y se las lleva. Lo que me recuerda a mi viejo amigo Enrique Lobatón de la Guardia (al que aprovecho para felicitar por su santo) que, con una memoria funesca, recuerda al detalle todo lo que hemos dicho en su presencia desde los doce o trece años en adelante. El resultado es que avergüenza al grupo de amigos muy a menudo. Yo querría que lo que escribo en el blogg se tomara de forma muy provisional, como una intervención en una tormenta de ideas.

Otro asunto: ¿conviene o no mezclar mis inquietudes (literarias, políticas, teológicas, sociales, caninas…) en un mismo espacio? El “totum revolutum” puede hacerse incómodo para los visitantes que compartan una afición pero no otra devoción o viceversa. El remedio sería mantener varios bloggs monotemáticos, aunque eso es peor que la enfermedad.

Hablando de demasiado, ¿es excesivo escribir casi todos los días? Estoy casi convencido por Mora-Fandos y por Beades de que sí. Baja la calidad y se pierde mucho tiempo. Encima, los debates abiertos se van quedando atrás, en algunos casos como heridas, supurando. Y, para colmo, se apabulla a los que no te visitan cada día, que de pronto se encuentran con mucha lectura pendiente. En cambio, me incomoda pensar en que los que sí entran: parece un poco grosero que no se encuentren ni un breve saludo. Resulta duro darse con la misma entrada en las narices día tras día. Lo digo por experiencia, perezosos colegas.

Otro día seguiremos con asuntos más técnicos, como precisamente que las entradas del blogg no deben ser muy largas.

martes, 11 de julio de 2006

Sobre la felicidad

Con acierto, en su creciente blogg, Dal contrapone estos dos sonetos:

1964

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

Jorge Luis Borges


DEL AMOR, DE LA GUERRA

Sé que seré feliz. Y a quién le importa
el miedo, los escollos de este mundo,
si un instante contigo es más profundo
que todos los océanos. Es corta
la duda y es muy largo el olvido
para cada derrota. Las batallas
son seguras, pues allá donde vayas
contigo chocarás. Dios ha querido
que en esta vida amemos con empeño,
con paciencia y tesón, pues es oscuro
el bosque que amenaza al amor puro.
Que el amor que es más libre tiene dueño,
un amor decidido, amor que canta,
que a fuerza de minucias se levanta.

Jesús Beades


El soneto de Beades es lo que podíamos calificar como una variación respondona. Las variaciones son un género literario, muy consciente, que viene a demostrarnos que la literatura es una conversación con los difuntos o distantes, como avisó Quevedo. Lo de las variaciones respondonas es un subgénero entrañable, de las que Dal también nos ofreció recientemente otro ejemplo de ida y vuelta.

Julio Martínez Mesanza, por su parte, tiene una variación más cercana al mismo poema de Borges, aunque inconfundiblemente suya:

NÍNIVE

No soy feliz, ni lo seré venciendo.
Ya no quiero vencer. Lanzo la flecha,
pero la estéril ansiedad persiste.
Mando romper el nervio de los arcos
y la ansiedad persiste. Ya me hiere
todo rumor y escucho predicciones
sobre eclipses e imperios. El insomnio
me devuelve un pretérito manchado.
La vejez de los dioses es inmensa,
y mil generaciones de los hombres
alcanzan lo que alcanza su agonía.
Los crímenes de un dios jamás prescriben,
se arrastran como siglos por los siglos
ensuciando los ojos de lo eterno.
Todo lo que alcancé ya no me sirve.
No quiero ver a la mujer gozada.
No quiero ver el campo victorioso.
No quiero ver las torres ni los templos.
Ni las palabras dichas ya me sirven:
escapan sin sentido de mi boca.
Todo lo que contemplo se empobrece.
Ningún alivio encuentro en los paisajes
que los hombres aprecian. Ha salido
muchas veces el sol, muchas ha muerto.

Luis Alberto de Cuenca replicó al poema de su amigo, con la alada frivolidad que le caracteriza:

SOBRE UN TEMA DE J. M. M.

No quiero ser feliz. Estoy enfermo
de haberlo sido tanto. Me fastidia
que la gente me quiera y que los dioses
me protejan. Renuncio a ser el centro
de las fiestas y a todos los poderes
que el dinero y la sangre proporcionan.
No quiero verte al lado, en la cabina
de mi coche, dorada y sonriente,
previendo mis deseos más ocultos.
No me divierte ya que mis amigos
celebren la blancura de tus manos.
Detesto las victorias, y los viajes
al más allá, y la daga del ingenio,
y el amor, y el jardín de la alegría.
Quiero la opacidad y la tristeza
que da el dolor, y la desesperanza.
Me está matando tanta dicha junta.

Lo más reseñable es que el poema de Borges, a pesar de su entreguismo y cierta pose, tiene una categoría y una verdad que explica tantas y tan buenas secuelas. Por otra parte, hay una fuerza en el poema original que marca a los demás, incluso en aspectos formales. Por ejemplo en el sabio uso de los encabalgamientos que todos practican; en que los mejores versos de cada poema son el primero; y en la presencia del amor como médula emotiva. También en una economía expresiva que otorga sobriedad ética a los poemas. Y, finalmente, resulta instructivo comprobar que los poemas se recrean cada vez con más insistencia en la voluntad de la infelicidad (con excepción de la heroica protesta de Beades); lo que sirve para subrayar el casi secreto papel protagonista que la delectación en la tristeza tenía en el poema borgiano: "Sólo me queda el goce de estar triste" .

Prosa de la experiencia


El hombre, con ochenta y tantos años, y unos cuantos ataques de corazón y alguna lesión cerebral, me decía al comentarme una extravagante anécdota que le acaba de ocurrir: “Al menos me servirá de experiencia”.

lunes, 10 de julio de 2006

Sic

En mi reseña a la antología Alzar el Vuelo, en la muy recomendable revista Poesía Digital, me han corregido la ortografía y ahora parece que mantengo que Rocío Arana es una hereje. Eso, como están las cosas, es toda una bendición y le vendría estupendamente a la carrera literaria de nuestra amiga, pero en realidad lo que Rocío Arana hace es discrepar de Miguel d'Ors afirmando que Miguel d'Ors le parece un poeta extraordinario. O sea que ella es heterod'orsxa; como yo, neologizando, escribí.

Vanitas

Vanitatis; más que nada por la compañía.

Inscripción para el portón de un cementario

La misma lápida ostenta
–según entiende la gente–
cuando se nace, una estrella,
y una cruz cuando se muere.

Mas cuántos que aquí reposan
no nos dirían así:
“¡Pongan la cruz al principio,
la luz de la estrella al fin!”

[Mario Quintana. Trad. de un servidor prometida a Juan Ignacio y dedicada a Inma Rodríguez-Moranta]

Paradojas valencianas II

Una vez allí, se da uno cuenta de que tampoco era para tanto su paradoja y que Gilbert Siempre Chesterton ya la había explicado, muy análogamente, al entonar su elogio del celibato como la gran institución que ampara al matrimonio. Allí, en el Encuentro Mundial de las Familias, abundaban, junto a los célibes, junto a los novios o no todavía, y junto a los matrimonios sin hijos, las familias numerosas con niños incansables, sudados y rientes. Las abuelas incansables también reían.

Al final me he acordado mucho del anónimo comentarista que entró a saco en mi entrada del viernes pasado. Y mira que a lo mejor él tenía más razón que yo. La verdadera paradoja valenciana es que el mensaje de Benedicto XVI, tan sereno y positivo --se comparta o no--, pueda generar una reacción en contra tan virulenta y grosera (Jo no t'espere) en algunos. "¿Qué tiene la Iglesia que escuece así?": podría ser una pieza nueva para mi colección de paradojas.

viernes, 7 de julio de 2006

Paradoja en Valencia

Una de las muchas secuelas que deja la lectura de Chesterton es el gusto por las paradojas, su coleccionismo casi. Otras secuelas son el amor por el vino y la cerveza --the boozy halo of Catholicism, que dijo Shaw o Wells--, la risa con que enfrentamos los tópicos del mundo, el agradecimiento universal, etc.

Acabo de recoger una nueva paradoja para mi colección. Esta tarde partimos hacia Valencia, al encuentro con las familias, justo los cuatro matrimonios de nuestro grupo de amigos que no tenemos hijos. Los que son progenitores se quedan aquí. Hay, por supuesto, una explicación obvia: para ellos es más difícil moverse. Pero hasta con la explicación, no deja de ser una paradoja, que repite lo que pasó con la manifestación en Madrid en defensa de la familia, a la que acudimos prácticamente los mismos.

Como las paradojas que me gustan, esconde su moraleja. No asustaros: la guardaré para mí.

jueves, 6 de julio de 2006

Ars moriendi

Ayer publiqué un artículo en "La Gaceta de los Negocios" acerca del accidente de Valencia. Me fijaba en cómo cuando pasa algo así todos, incluso el político que sistemáticamente ataca a la familia o el ciudadano que se enchufa a "Aquí hay tomate", todos pensamos en los familiares de las víctimas. Con el subconsciente o con el supraconsciente, estamos de acuerdo en que el sitio de morirse es la familia. El pensamiento entonces se me fue hacia la muerte de don Rodrigo, el padre de las Coplas, que para mí es el epítome de muerte ideal.
[...]
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta,

diciendo, "Buen caballero
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.

[...]

Así, con tal entender
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma al que se la dio,
(la cual la dio en el cielo,
en su gloria),
que aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.

Qué educada la Muerte, llamando a la puerta antes de entrar y retratándose, humildemente, como un "trago" y una "afrenta". Muy significativo que ella haga una argumentación pagana, y que sean don Rodrigo y Jorge Manrique los que rectifican y vuelven los ojos a Dios. Y qué serenidad dolida en todos los versos. El papel consolador de la memoria emociona y queda resonando más allá del final del poema. (A propósito de la importancia de recordar, visítese esta entrada memorable.)

Probablemente, Las coplas a la muerte de su padre influyeron en la muerte de don Quijote, esa otra cumbre. Hay un punto de rebaja (no mujer, sino Sancho; no hijos, sino sobrina; no criados, sino ama; no hermanos, sino cura y barbero...) y un quiebro de pudor ("quiero decir, que se murió"), pero eso, que humaniza y enternece, lo puede hacer Cervantes porque escribe sobre el telón de fondo de la muerte manriqueña.

Y además no aplicó a don Quijote ni una gota de guasa que no apurase él mismo en su famosa y propia despedida del prólogo del Persiles y Segismunda:

¡A Dios, gracias; a Dios, donaires; a Dios, regocijados amigos: que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!

Además de las polisemias del "a Dios", aquí en la superficie, y del "gracias", lo de "donaires"tiene su chufla, ¿no? ¿Y qué decís de lo de "regocijados"? De este modo Cervantes le va quitando tensión a lo de irse muriendo, que tiene que hacerlo porque la mujer, los hijos, los hermanos y criados somos nosotros, los lectores. Pero lo mejor es eso de veros presto en la otra vida. Te entran ganas de replicar: "Hombre, prisa no hay..." Aunque reconocemos que es una chufla tiernísima y llena de buenos deseos: "veros presto contentos". Pues eso.

miércoles, 5 de julio de 2006

Enlace para forofos

Pacientes lectores de mi blogg, ustedes ya me han oído comentar el asunto que trato en el artículo del Grupo Joly. Les parecerá que insisto, y eso no estaría bien: "Si dices la verdad, no la repitas, / sólo el que miente insiste" como nos avisó una vez el entrevistado Aquilino. Pero es que todavía no lo había tratado en la prensa, que es donde tiene interés combativo. Dejo el enlace, sólo para los muy forofos. Hoy mi recomendación es que acudan a uno de estos dos conciertos. O a los dos.

martes, 4 de julio de 2006

Salir en la foto

Tengo una relación pésima con mis fotos. Los espejos, sobre todo los de casa, son de la familia y acaban devolviéndote una imagen dulcificada; pero las fotos dan fe con la misma frialdad que un notario y te pasan la inexorable minuta del paso del tiempo. Últimamente la cosa había empeorado y yo le echaba la culpa a los kilos y a los años.

Que la tienen y, sin embargo, he caído en la cuenta de que el problema de fondo es que salía sólo medio yo, y así no hay manera. Desde que me casé, cualquier fotografía en solitario es como de perfil. De frente, para salir entero, tengo que posar con mi mujer. Llegado a esta conclusión, y sin pedirle permiso —no me lo daría—, mando al periódico una foto completa. Además, como vengo a escribir mis artículos sobre la familia, está justificado que aparezca una foto de la nuestra, ¿no?

La mayoría de mis lectores, quitando a alguna top-model que siga la Gaceta de los Negocios, estarán de acuerdo conmigo en la práctica imposibilidad de salir bien en un primer plano. Habrá algún cenizo que piense que no damos para más, pero yo creo que no. Fíjense que en las fotos de familia, en cambio, todos salimos mejor, de más lejos, sin cara de pose, con una sonrisa natural, felices y acompañados.

Uno de los problemas de esta sociedad es que prefiere las fotos carné.

lunes, 3 de julio de 2006

Ojo de Dios

El otro día, en un comentario, habló Arp de la mirada de Dios como culminación del amor. Era una idea a la que yo no le tenía especial cariño, creo que porque el símbolo del Ojo de Dios, ese triángulo con un ojo dentro, no me atrae nada en absoluto. Algo en mí lo rechaza, y no debo de estar muy equivocado teniendo en cuenta cuánto gusta a los masones.

Pero como Arp tiene a su favor el argumento de autoridad, lo he pensado dos veces y he llegado a la conclusión de que mi problema es el medio del mensaje. Esto es, que el rechazo es a la representación iconográfica del concepto: al reflejar un ojo exento y una geometría estricta tiene un punto macabro. Sin embargo, en palabras, en poesía, la idea es hermosa y precisa, verdadera.
Justamente, Arp citaba como ilustración de su idea el magistral poema "Esposa" de Miguel d'Ors:

Con tu mirada tibia
alguien que no eres tú me está mirando, siento
confundido en el tuyo otro amor indecible.
Alguien me quiere en tus te quiero, alguien
acaricia mi vida con tus manos y pone
en cada beso tuyo su latido.
Alguien que está fuera del tiempo, siempre
detrás del invisible umbral del aire.

En cambio, esta coplilla, grabada en su cuadro de la Catedral de Segovia por Ignacio de Ries, está todavía un poco contagiada del género pictórico:

Mira que te as de morir
mira que no sabes quando
mira que te mira Dios
mira que te está mirando.
Antonio Machado retomó el asunto, dándole un giro metafísico de mucho interés:

Dijo Dios: Brote la nada.
Y alzó la mano derecha
hasta ocultar su mirada.
Y quedó la nada hecha.

Nadie elige su voz, y Julio Martínez Mesanza prefiere una forma épica y un trasfondo ético, que complementan la intimidad trascendida de d'Ors:

Tus ojos, los que veo en el combate,
los que me miran cuando me ensangriento,
los que antes de acusar me han perdonado.
No sé por qué me espían esos ojos
que están en todo, vigilando siempre.

Mario Míguez, último deslumbramiento mío, mira esa mirada con la hondura de una oración y el ritmo de una letanía:

Tu mirada está en mí desde que existo
y cómo me sostiene tiernamente:
me dan vida tus ojos invisibles.
Sólo soy lo que soy porque me miras.
Sólo porque me miras sigo siendo.
La raíz de mi ser es tu mirada:
es el centro de mi alma, aunque tus ojos
mientras dure mi vida estén ocultos
siempre a infinitos sueños de distancia.

Ahora lo tengo claro. La representación gráfica olvida que los ojos de Dios están ocultos. Y otra cosa que nos recordó el indispensable Machado: los ojos no son ojos porque los vemos, son ojos porque nos ven.

domingo, 2 de julio de 2006

El Barbero del Rey de Suecia (V)

Porque tiene la plaza fija o algo, últimamente el Barbero está un poco funcionario. Hoy nos trae, para que nos consolemos de lo poco que nos deja leer la vida, una antología de aforismos de Antoine de Rivarol. Le he reñido porque eso es muy fácil: trabaja ya sobre fragmentos y, encima, ya antologados. Me ha dicho que espere y lea, que merecen la pena. Y me ha prometido que el próximo libro que siente en su sillón será un poemario o un ensayo. Veremos. Veamos.
Hay que matar el orgullo sin herirlo, pues si lo herimos no muere.
*
No mientas a alguien con quien deseas tener confianza. Desde que le digas la primera mentira, te costará mucho creerle.
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El ingenio malvado y el buen corazón: ésta es la mejor especie de hombres. Escribo un epigrama contra un tonto y doy una moneda a un pobre.
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Un poco de filosofía aleja de la religión; y mucha hace volver.
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El ejército del que uno se vale para sojuzgar está él mismo sojuzgado, y el martillo recibe tantos golpes como el yunque.
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Un hombre inteligente parece por lo general feliz, como un hombre bien hecho para por lo general hábil.
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Los buenos versos son ésos que se exhalan como los sonidos y los perfumes.
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Cambiar el sentido de las palabras de una lengua es alterar el valor de las monedas de un imperio; es sembrar la confusión, la oscuridad y la desconfianza con los instrumentos del orden, de la claridad y de la fe pública: si se desordenan los muebles de la habitación de un ciego, se le condena a forjarse una nueva memoria.
*
El arte debe darse una meta que se aleje sin cesar.
*
¡Para amar suficiente hay que amar demasiado!

sábado, 1 de julio de 2006

Podemos hacer algo

Y nos lo recuerda, en el momento justo, Álvaro García en su impresionante Poesía sin estatua (Pre-Textos, 2005):
Un gran poema, por el hecho de serlo, es crítica civil implícita: poderosa afirmación contra la falsedad y la componenda.
¡Manos a la obra!