sábado, 31 de agosto de 2013

Educación personalizada (homenaje)


"Carmen, para, espera". 

"Enrique, corre, ¡venga!"

Eso digo, grito, volviéndome a un lado y a otro, continuamente. 

Y, de pronto, la certeza de que si mil hijos tuviera, como dijo Shakespeare, habría mil órdenes distintas que darles, una para cada uno. Qué admiración entreverada de nostalgia por mis amigos con ocho hijos, teniendo ellos que desplegar tanta variedad pedagógica: ocho sistemas en el aire, cambiando además con la edad, malabaristas de la buena educación. 






viernes, 30 de agosto de 2013

Pasado por agua


El verano ha dado para mucho, pero, visto ya con una mirada retrospectiva, el hilo conductor han sido mis libros, si no siempre leídos, siempre pasados por agua. Ahora no recuerdo el nombre del inglés que escribió aquel librito delicioso, tan de Peyró, que tampoco encuentro, sobre los enemigos de las bibliotecas. Espero que no se le olvidase incluir también el desorden De lo que no tengo duda es que, junto al fuego, ponía el agua. Yo le podría haber escrito ese capítulo este verano. 

Todo empezó, no sé si recuerdan, con el riego. A las dos semanas o así, mi hermano Nicolás tuvo el detalle de llevarnos con un buen puñado de amigos y de niños  a la playa desierta de un parque natural en su fuera borda. Encallaba la lancha a unos 20 metros de la orilla y nosotros bajábamos los bultos como en las películas de Tarzán, andando con el agua por la cintura. Nos dejó allí todo el día y luego volvió a recogernos por la tarde, repitiendo la operación. Encima nos ayudaba con los bultos. Yo me resistí a darle las sillas, sombrillas y la bolsa con los libros, pero se empeñó para que fuera a recoger a algún niño. Le encomendé gran cuidado con los libros, donde también iban mi cartera y mi móvil. Fue volverme y, plas, de todo lo que le había dado, que era casi todo acuático, se le fue a caer, precisamente, mi mini-biblioteca. Ya tenía experiencia en secar libros (móviles, no), pero con el agua salada era peor. 

También se me han mojado dos libros de agua de piscina. Mi hermano Jaime me ayudó solícito a guardar todos los avíos en la cesta de mimbre, pero metió los libros justo debajo de los bañadores mojados de los niños y de las toallas empapadas. El resultado no tenía nada que envidiar al riego y al mar, quizá por el cloro, quizá porque era agua reconcentrada, con mala idea, en el caldo de sopa de la cesta. 

Estas dos últimas experiencias no pensaba contarlas. En ambos casos mis hermanos habían sido encantadores y no era plan que llegase yo con la quijada a lo Caín. Por otra parte, no tengo más hermanos y mi hermana María es delicada y cuidadosa, con lo que la biblioteca podía respirar tranquila. Pero esta tarde nos ha sorprendido un espléndido chaparrón de agosto, como unos fuegos artificiales (pero al revés, de arriba a abajo) para ir despidiendo la fiesta del verano. Y yo estaba embobado, mirando y casi aplaudiendo, cuando recordé que, porque están pintando el dormitorio, habían sacado a la terraza la pequeña estantería que guardo arriba, de pequeños volúmenes queridos. Cuando he subido, ya estaban calados.

Teniendo en cuenta que  sólo falta en mi colección el granizo y la nieve, que son altamente improbables aquí, y que he pasado por agua mi biblioteca en todas las posibilidades a mi alcance, sin contar con la Coca Cola Zero que se me derramó sobre otro libro, he dejado fuera mis prejuicios fraternales y os describo el truculento verano que he pasado, tan exhaustivo. No creo que se repita jamás. Espero. 

jueves, 29 de agosto de 2013

Papá, ¿por qué...


El suelo que piso no es parqué sino porqués. No paran los pequeños. Pero todo tiene su premio. Carmen preguntóme anoche, en la solitaria casa, cuando su madre había salido a hacer el turno de noche en la bodega, por eso de la vendimia, me preguntó, digo:

—Papá, ¿por qué me quieres tanto?

—Ah. Oh. Siéntate. ¿Estás cómoda? Me alegra que me hagas esa pregunta...


miércoles, 28 de agosto de 2013

Jogging


Ayer, por una serie feliz de circunstancias, a las 19: 15 había leído todo lo que tenía planificado. No lo podía creer. Eso no me pasaba desde hace cinco años. Me sentía eufórico. El día, además, estaba precioso. Decidí salir a correr un poco. Mis zapatos de deporte —¡los encontré!— tienen lo menos quince años, pues los compré cuando opositaba. No puedo presumir diciendo que están como nuevos, pero sí que yo soy inocente de su desastrosa condición física: los he prestado a veces a mi cuñado, que olvida los suyos en Madrid de vez en cuando cuando nos visita de vez en cuando.  

Antes de salir, me despedí de Corina. Estaba hablando por teléfono. Colgó y vino a la puerta, corriendo, con los ojos muy abiertos, a preguntarme, incrédula, si iba a hacer deporte. "Sí, sí", dije, aparentando una inmensa naturalidad. 

Ya en la calle, mi trotecillo fue más digno de lo que yo esperaba. Me fijé en los coches y nadie sacaba la cabeza del coche, desternillándose. Mantenía cierto anonimato digno. Bien. Los riñones respondieron. 

Llegué a casa a los 40 minutos, sudando como hacía siglos. Enriquito señala los zapatos de deporte con una enorme fijación. Mi hermano Jaime, al oírme la voz jadeante por teléfono y enterarse de la causa, se frotó los ojos con tal ímpetu que lo oí por el móvil. Luego llamé a mi padre. Al enterarse, aparentó naturalidad, aunque espero que yo lo hiciera mejor con Corina. La dulce Carmencita sí disimulaba bien una gran naturalidad, la única. 

A las 2 de la madrugada, Leonor me dijo: "¿Estás despierto?" "Sí, sí". "Oye, ¿te ha entrado ahora la crisis de los cuarenta, eh?" 

Lástima hoy de agujetas, porque, con tanta repercusión, dan ganas de echarse a la calle otra vez. 

martes, 27 de agosto de 2013

Cuatro trazos


I
Observo los cuentos infantiles que ven mis hijos y son la base de su educación y quedo pasmado de un detalle. ¿Qué pasa en Hänsel und Gretel, en Cenicienta, en Blancanieves...? Sí, la madrastra, pero qué me dicen del padre natural, que es un calzonazos desnaturalizado. Vaya, con los cuentos tradicionales, cómo se nota que los contaban las abuelas, esto es, las suegras. Luego me extraña que llamen por las noches a mamá

II
Ya he asumido que hay años que no escribo y otros que sí escribo poesía. Bien, vale, de acuerdo. Y ahora me pregunto, ¿cuándo estoy en crisis, cuando sí, cuando no, siempre, nunca?

III
Hay una convención de las novelas policíacas que es una maravilla. Todos los personajes principales han de tener un peso final en la conclusión del caso para mal o para bien. El asesinato del Orient Express es paradigmático, pero debe pasar en todas las narraciones redondas. Lo cual tiene una lectura mística de profundo calado, elemental, querido Watson. 

IV
Y he tenido que asumir otra cosa este verano. No soy un narrador, en absoluto, ni un año ni en los venideros. He ahí una gracia que no quiso darme el cielo, Dios sabrá por qué. Y yo, sin saber por qué, le doy las gracias, como de todo, que ya sé que aquí, como en las novelas policíacas pero mejor, después del muerto, todo encajará. Lo malo es que yo pensaba contar algunas cosillas de golpe, pero disimulando tras la máscara de la narración, y ahora las tendré que contar, si las cuento, poco a poco, a tumba abierta. 


lunes, 26 de agosto de 2013

Descompensación


Hay quienes se consideran muy conocidos porque les conoce todo el mundo... que ellos conocen. Esto, en la vida social, tiene gracia y puede ser un consuelo o incluso un motivo de orgullo no muy legítimo, pero no más falso que otros menos simpáticos. En la vida literaria es igual de común, pero ya no tiene gracia. 


domingo, 25 de agosto de 2013

Compensación


Nunca, por mucho que los adolescentes hablen entre ellos de sus padres, mal y bien, equilibrarán la balanza: cenas enteras nuestras hablando con los amigos de nuestros hijos respectivos, bien y mal. 






sábado, 24 de agosto de 2013

Un motivao


Un encanto más de cenar con mis amigos de siempre son sus hijos. Como yo les di diez años de ventaja, ellos tienen ya a las criaturas en la pre-adolescencia mientras mis hijos están dejando de ser bebés. Me interesa mucho ver cómo manejan ellos la cosa, por si aprovecho la experiencia ajena. Y, encima, me río. 

Me cuentan que hay un nuevo insulto de última moda: "motivao". Es fascinante esta habilidad de los adolescentes de reconvertir los eufemismos y las neo palabras de los mayores en los viejos insultos que encubren o en la realidad que decoran. Con estos oídos, en mi instituto escuché a una llamar a otro: "diversificao" como si lo llamase "bobo". Se refería a los programas de diversificación, que son la manera como la nueva pedagogía llama al pasar la mano de toda la vida. Lo de "motivao" me hace aún más gracia, pues ridiculiza esta fascinación tan futbolera por las técnicas de motivación, la autoestima, el querer es poder y toda la pesca. Y eso que yo, lo reconozco, soy un "motivao" en bastantes ocasiones. 


viernes, 23 de agosto de 2013

El más potente afrodisíaco.


El otro día un lector hizo la obra de caridad de alabar de mis reseñas el factor "Barbero del Rey de Suecia". Yo, que no me pongo jamás crema protectora, en cambio recuerdo más los elogios que los insultos. Me alegró más de una tarde y hasta ahora (¡gracias!). En mi última reseña a dos libros de Szerb (véase a la derecha el Trampolínk), se me escaparon estos dos deliciosos flequillos. Van:
La característica básicas de todos los don juanes es que son fáciles de agradar.  
* 
Los libros son el más potente de los afrodisiacos, como se dieron cuenta de sobra Paolo y Francesca, y sin duda —para no llevar las cosas demasiado lejos— quizá también Abelardo y Eloísa. 

Por cierto, que en otra página nos ofrece una advertencia indispensable: un escritor tenía un defecto fatal: "Nunca entendió la importancia de lo que no se dice". Oh. 


jueves, 22 de agosto de 2013

Todo epitafio es un suspiro


Epitafio "provisional" de Mme de Montbazon recogido por Chateaubriand en Vida de Rancé (vía @lavaraverde):

Dicen que Olimpia en esta tumba mora  
Si no fuese verdad, cual deseamos  
Escrito ya dejamos su epitafio  
Que un día morirá, si vive ahora. 
Propuesta mía de variación: "Epitafio corregido", lo he titulado, aunque es tan provisional o más que chateaubriandesco, con la ventaja de que sirve tanto para Olimpia como para cualquiera:

EPITAFIO CORREGIDO 

Dicen que Olimpia en esta tumba mora. 
Si, como es lógico, es verdad, 
sólo es verdad apenas por ahora: 
que Olimpia un día resucitará.

"Claro", contesta La vara verde, y me regala esta estupendo especimen: 

Resting Here Until Day Breaks 
And Shadows Fall and Darkness Disappears 
Is Quanah Parker 
Last Chief of the Comanches.

Presa ya de la inspiración, deduzco: "Todo epitafio es un suspiro", y contento con su doble llama, corro a apuntarlo en m cuaderno de aforismo. Pero me paro: ¿se entenderá sin todo lo que le precede? Um, suspiro.   

miércoles, 21 de agosto de 2013

Elogio de la angustia de la página en blanco
















Broma aparte, ayer por fin lo vi claro, no blanco, claro. Si uno se pasa un tiempo sin escribir porque no le visita la musa, ya puede estar seguro de que sus poemas anteriores fueron inspirados. Ah, qué bien, celebré sinceramente, asombrado. 

Y, renglón seguido, recordé este poema juvenil de Felipe Benítez Reyes, que nunca me apliqué del todo a las penas de amor, pero que aquí y ahora viene al caso como un guante: 
ADVERTENCIA 

Si alguna vez sufres –y lo harás– 
por alguien que te amó y que te abandona, 
no le guardes rencor ni le perdones: 
deforma su memoria el rencoroso 
y en el amor el perdón es sólo una palabra 
que no se aviene nunca a un sentimiento. 
Soporta tu dolor en soledad, 
porque el merecimiento aun de la adversidad mayor 
está justificado si fuiste 
desleal a tu conciencia, no apostando 
sólo por el amor que te entregaba 
su esplendor inocente, sus intocados mundos. 
Así que cuando sufras –y lo harás– 
por alguien que te amó, procura siempre 
acusarte a ti mismo de su olvido 
porque fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato. 
Y aprende que la vida tiene un precio 
que no puedes pagar continuamente. 
Y aprende dignidad en tu derrota 
agradeciendo a quien te quiso 
el regalo fugaz de su hermosura.

martes, 20 de agosto de 2013

¡Estoy callado!


Trato de que duerman la siesta Carmen y Enrique. Así que echo una hora chistando. Lo interesante es que Enriquito levanta la cabeza cada cinco minutos e informa a voz en grito: "Estoy callado". Gómez de la Serna, Wislawa Szymborska y Miguel d'Ors han caído en que el silencio, si se dice, se destruye. "Estoy callado" es una frase con la que Zenón de Elea podría haber hecho algo, desde luego. Pero a la vez, en la tórrida media tarde, veo que no hace más que subrayar muy honestamente su silencio y quizá, con la delicadeza de la ingenuidad, no lo destruya en absoluto. Tampoco las cigarras lo hacen, sino que le dan otra densidad. Quizá esta misma entrada no sea una más que una forma burda de estarme bien callado. 


lunes, 19 de agosto de 2013

Acuarela


El poema citado en el artículo



................Mas ¿qué importan a mi vida las playas del mundo?
                Es ésta solamente quien clava mi memoria.
Luis Cernuda

La playa de siempre
se ha vuelto más tímida.
La luz de septiembre

tersa, tenue, tibia,
cansada se acuesta
cerca de la orilla.

Baja la marea.
El mar se desnuda.
El sol se avergüenza.

En Cádiz, la cúpula
dorada se apaga.
Y el faro, que cruza

la noche, se alarga...

sábado, 17 de agosto de 2013

Finzi-Contini


No sé el motivo, pero este verano tengo una punzante nostalgia de mi lectura de El jardín de los Finzi-Contini. Es muy raro, aunque bonito, porque la música del libro es la nostalgia, de modo que tengo una nostalgia en segundo o tercer o cuarto grado. Con la peculiaridad de que la nostalgia, cuanto más vaga, más propia. 


viernes, 16 de agosto de 2013

El nombre exacto


Cuando les digo "venid volando" o "os voy a comer a besos" y Carmen me recuerda que ni tiene alas ni es comestible, yo les explico que se trata, efectivamente, de una metáfora. En principio, no parecían muy impactados por el dato, pero ayer, ante la frase "si te caes te vas a partir los cuernos", Carmen diagnóstico, para asombro de todos y orgullo paterno: "¡Eso es una mostaza!"

No quiero poner medallas a Carmen que no le corresponden. Lo de los cuernos era otro ejemplo que yo le había puesto de metáfora; pero ya está bien que me oyese y, sobre todo, que la convierta en "mostaza". Hay que tener en cuenta para entender mi satisfacción que para mí la metáfora también es un condimento bastante espeso y muy picante, del que no conviene abusar si uno no quiere cargarse el sabor auténtico de una literatura. 


jueves, 15 de agosto de 2013

Serio


Uno de los más maridos de las amigas de mi mujer me dice dos o tres veces al año sin falta que la solución de los problemas de la Iglesia es que los curas puedan casarse. Y, ni corto ni perezoso, para rematar el argumento, lo corona: "Fíjate qué cura tan estupendo serías tú". Yo no sé qué me escuece más si la heterodoxia o la falta de comprensión del espíritu laical. Pero creo que de esto ya me he desahogado aquí en otra ocasión y además no deja de ser un argumento más a favor del celibato sacerdotal servido en bandeja. Éste marca la frontera en las distintas vocaciones, como debe ser, y no en los grados de fe o compromiso. Lo recuento porque ayer me dijo: "Cené con tu hermano Nicolás, y no puede haber, a pesar del parecido físico [esto era un cumplido galante, porque Nico es famoso por guapo], dos hermanos más distintos: nos reímos muchísimo con él". Ah, ya —pienso yo, riéndome por no llorar— yo es que soy serio como un abad". 




miércoles, 14 de agosto de 2013

Paulina


Carmen a veces se porta mal, pero me compensa. Cuando le preguntas por qué hizo esto o no hizo lo otro o deshizo aquello o se hizo la sueca, explica, con voz de pena: "Es que estaba cansada". El cansancio es su cobertura moral, y a mí me parece inmejorable. Primero, porque asume la preciosa lección paulina de que a menudo hacemos lo que no queremos y no hacemos lo que queremos, que es esencial para entenderse un poco en la vida. Segundo, porque el mal es, más que nada, una falta de energía. 

martes, 13 de agosto de 2013

Gurb y Cabodevilla


¡Qué profunda lectura La jirafa tiene ideas muy elevadas (Ediciones Paulinas, 1989), de José María Cabodevilla! Si no convoco aquí al Barbero del Rey de Suecia no es por las vacaciones, que él, con mucho gusto, no se toma jamás, si puede evitarlo, sino porque pienso rentar este libro en cómodos plazos, aquí y allá. 

Aunque sí quiero soltar aquí una sospecha. Para mí que Eduardo Mendoza manejó mucho este volumen antes de escribir su archifamoso Sin noticias de Gurb (Anagrama, 1991), que por un feliz azar he leído en paralelo a Cabodevilla, para mi disfrute mutuo y pasmo cruzado. La idea central de Gurb está más que apuntada en el ensayo sobre el humor de Cabodevilla. Que no sería nada extraño que alguien tan interesado en la materia como Eduardo Mendoza hubiese estudiado a fondo. 

¡A ver esas pruebas! Cabodevilla escribe: 


La distancia suficiente es la clave del humor […] el humor como catalejo.  [p. 13] 
* 
Nadie mejor dotado que un extraterrestre para el humor [p. 22] 
* 
El informe elaborado por un alienígena sobre la vida de los humanos sería un dechado de humor. [p. 23] 
* 
Desgraciadamente, no ha llegado a nuestras manos ningún informe elaborado por un marciano […] Desgraciadamente, sólo poseemos muestras de humor doméstico, de humor humano. [p. 153] 
* 
Me pregunto qué hará falta para encontar risible el modo general de proceder y de pensar de los hombres. Quizá una de estas dos cosas: o bien tener una naturaleza superior al hombre o bien tener una confianza total en algo que sea superior al hombre. En cuanto a lo primero confieso que no me es fácil concebir las carcajadas de un marciano que acaso carezca de rostro, pero esto no prueba nada contra la risa de tal individuo, sino tan sólo contra mi mezquina idea de lo que es la risa, un fenómeno para nosotros siempre asociado con la contracción de quince músculos faciales. [p. 161]


Claro que, a pesar de las fechas —fíjense— y de la curiosa y ferviente religiosidad católica de Gurb, puede ser también una coincidencia por la misma naturaleza del humor, que se impone. ¿Acaso no dice José María Cabodevilla que "el sentido del humor no sería otra cosa que sentido de la realidad"? Y yo no lo había leído hasta hoy, eh. 


lunes, 12 de agosto de 2013

domingo, 11 de agosto de 2013

Elegía


Ayer, al paso, oí a una señora mayor diciendo a unos hombres con los que tomaba el fresco en la tórrida terraza de una heladería: "Ese árbol —señalaba— lo plantó vuestro padre y, mirarlo, da ya unos caquis así", y abría las manos con el tamaño de un melón. Me pareció un poema. 


sábado, 10 de agosto de 2013

Juicio final


No viví poco. 
Tampoco demasiado. 
¿Quizá lo justo? 


[Aprovechando que hablábamos de mi hipocondría, el papel que quiero que me encuentren en el bolsillo cuando me muera. Como soy muy despistado cuando me cambio de pantalones y puede que se me traspapele, lo dejo aquí. Si hay suerte, y paso de los setenta —véanse la Biblia y Dante—, ya me buscaré otro haiku, pero por ahora...]

jueves, 8 de agosto de 2013

Palomas y serpientes


En el último, aunque estará al salir el próximo, número de Clarín publico, con el título evangélico de "Palomas y serpientes" estos aforismos: 


Yo siempre me doy por aludido. Es un tic de lector.
*
Desde que muere tu madre la muerte es tu hermana.          
*
Si aplauden tu rebeldía y tu inconformismo, no eres rebelde ni inconformista.
*
Una mañana de invierno con un cielo tan azul que, si no fuese por la claridad, sería una noche de verano.
*
Las rosas, con sus espinas, son la encarnación botánica del "Sed cándidos como palomas y astutos como serpientes".
*
Se reconoce a los grandes porque siguen creciendo.
*
La música me redime de las matemáticas que no sé, de los idiomas que no hablo, de lo espiritual que no soy.
*
Se comienza a ser un maniático del orden cuando lo que gusta no es tanto hallar las cosas en su sitio como dejarlas en su sitio.
*
Ofensivo o inofensivo, esta odiosa disyuntiva…
*
Mi hiponcondría hace las veces de la calavera que los barrocos se ponían sobre la mesa de su estudio.
*
Mi verso libre es la prosa.
*
Las comparaciones no son odiosas casi nunca, pero los odios son comparativos casi siempre.
*
Cuando uno se arrepiente de haber sido bueno, es que fue tonto, no bueno.
*
La ironía no se anda con bromas.
*
Los que leen buscando faltas de ortografía son los liniers de la literatura.
*
Cuando caigo en los brazos de la melancolía, me siento adúltero.
*
Hay que ser muy famoso para que te cite un tonto.
*
La hipocresía es la ordinariez de los finos.
*
La muerte no me asusta, me estresa.
*
Ya quisiéramos que se llamase "regocíjese", pero se llama "pene".
*
Las alas de la mariposa son Narciso y su reflejo.
*
El optimismo goza, además, de muy mala reputación.
*
Las personas inteligentes escasean; y a las que hay las diezma la vanidad.
*
Envidia: cuando nuestro amor propio nos pone los cuernos con otro.
*
El lucero del alba tiene luz bastante para compensarnos cualquier madrugón.
*
El poeta que reza el Veni Creator antes de sentarse a escribir no va a ponerse luego quisquilloso con los derechos de autor.
*
Los relojes de arena entusiasman a los conservadores porque, si nos dejamos de revueltas, el tiempo no corre.
*
Lengua materna, porque nos concibe. ¡Aunque mucho cuidado, que aquí sí que abundan los complejos de Edipo!
*
El plagiario nos da liebre por gato.
*
Los tontos admiran a los listos que envidian a los inteligentes que aprecian a los sabios que aman a los tontos.
*
Sostengo que la poesía no es estética por la suntuosa belleza de la idea.
*
Cualquier silencio no vale, sino el que lo dice mejor que las palabras.


miércoles, 7 de agosto de 2013

La noche es muy mala


Carmen suele despertarse por las noches. Clama: "Mamá, mamá", pero su madre, muy moderna e igualitaria, quiere que una noche baje yo, y otra ella, al fifty, fifty, como se dice y recomienda. Y hasta ahí estoy de acuerdo. La que no lo está es Carmen, que nada más ver aparecer mi inconfundible silueta rompe a llorar desconsoladamente: "Mamá, mamá". Y más fuerte: "Mamá, mamá". Yo estaría de acuerdo en que hubiese bajado su madre y, además, le alabo el gusto, pero ya estoy yo aquí; así que cuando su madre baja enseguida, me vuelvo a la cama con un enfado tridimensional. Primero, por la educación de Carmen, a la que no se le pueden conceder todos los caprichos; segundo, por el inútil despertar de cada dos noches, breve pero intenso y que termina desvelándome; y tercero y último y más triste, por esa constatación en noches alternas de que la niña prefiere a su madre, cosa que durante el día disimula más. 

lunes, 5 de agosto de 2013

Broma privada


En el artículo de hoy hay una broma familiar que qué menos que explicar a los lectores agosteños del blogg, tan íntimos. La gasto cuando llamo a Inglaterra: la isla. Y la historia por detrás arranca de cuando un viejo amigo nos descubrió, en plena apoteosis de bodas familiares, un sastre de la Marina que, en sus ratos libres, hacía trabajos para los civiles a buen precio. Vivía en San Fernando, o sea, en la Isla, y allá nos fuimos todos a encargarnos nuestros chaqués y eso. Luego, nos aprendimos el camino y nos hicimos algún traje que otro. Todo muy bien. 

Así las cosas, mi hermano Nicolás fue a una fiesta. Dióle una palmada en la espalda a un amigo de Jerez, de genealogía de marca registrada, como diría Foxá, y, en ese leve toque, notó que la tela era palpablemente suave y ligera. Se lo dijo: "Eh, tú, qué maravilla de traje y cómo te cae". El jerezano replicó: "Claro, ¡y no va a caer si es de la isla!" Mi hermano se emocionó entonces con la complicidad sobrevenida y celebró: "Anda, tú, como el mío, de Manolo, el sastre de San Fernando..." "Qué Manolo ni qué Fernando, coño", saltó muy ofendido el otro, "de Inglaterra, joder, ¡de la isla, de la isla!"

domingo, 4 de agosto de 2013

Piedad




Jamás diría que esta foto bien vale una misa, como aquel Enrique parisino, tan poco sustancioso, pero la actitud piadosa de mi Enriquito sí que compensa, pienso, algunas cosas. La fotografía lo inmortaliza, pero duró un segundo; el resto del tiempo estuvo —lo confieso— corriendo por la parte de atrás de la pradera donde se celebra la misa, jugando con su prima Beatriz y su hermana. A la salida, un amigo con tres niños pequeños me contaba, compungido y quejumbroso, que en un momento dado el sacerdote, que no quiere que los niños se acerquen a él, mientras celebra al menos, había parado su sermón y había preguntado sin piedad ninguna: "¡Esos niños, ¿es que no tienen padre?!" Ante mi alarma, me asegura que no lo dijo por los míos, qué va, aunque yo no las tengo todas conmigo. El caso es que no me enteré, seguramente porque estaba pendiente de ellos. Si fue por mis hijos, y algunos se volvieron a mirarme, como acostumbran, habrán quedado asombrados de mi total indiferencia a la regañina del sacerdote. "Más chulo que un ocho", pensarán, cuando fue "más sordo que una tapia". 


viernes, 2 de agosto de 2013

Más More


Está bien que en Suma Cultural hayan bajado el ritmo de tribunas durante el mes de agosto, en el que publicaré sólo quincenalmente. Así puedo ir purgando aquí mi obsesión moreana. La tribuna tiene que ser muy variada y a mí en todo lo que leo últimamente me salen motivos para seguir hablando del Tomás Moro de Shakespeare. Enumero los casos de mi caso.

Entusiasmado con las citas de Ángel de El cielo en palabras terrenas, he tratado de conseguir ese libro de Cabodevilla, pero, por más que he estirado mi cuello buscándolo, lo más alto que he llegado ha sido a La jirafa tiene ideas muy elevadas. El libro, que ya me dio para un tuit [Me preguntan en la playa: "¿Qué lees?". "La jirafa tiene ideas muy elevadas" (Cabodevilla). "Oh, suena a un libro muy profundo" [sic]], es un tratado sobre el humor tan gracioso como bien tratado. Allí, de pronto, se explica: que "en las películas de Charlot siempre son representantes de la autoridad los que tropiezan con una farola o se caen en una alcantarilla. ¿Por qué? Porque ellos, según explicaba el mismo Charlot, ostentan la dignidad del poder y sus desventuras hacen reír mucho más que si se tratara de simples ciudadanos". Yo inmediatamente recordé esas palabras de Moro en la obra, que tendrían que ser mucho más hilarantes para el público de entonces, más sensible a la autoridad de la autoridad y sin el cansancio de tanta broma de Charlot y de tanta revolución. Es cuando Tomás Moro dice:
La antorcha de la gloria se porta con triunfo, 
pero a veces se apaga a mediodía, 
para chanza del pueblo. 
Otro recuerdo irresistible del Tomás Moro es cuando se lee la dedicatoria que Robert Southwell dirigió "a su querido primo", que podemos suponer que era W. S., su primo. En ella, además de una frase que habría que grabar en oro: "How well verse and virtue suit together", se habla mucho de la importancia del tema escogido, que en los tiempos que corrrían, por la frivolidad circundante, termina haciendo de los nombres de poeta, amante y mentiroso "palabras con un mismo significado". Cómo no recordar entonces de inmediato el salto avergonzado que da en la obra el conde de Surrey cuando se le llama "poeta":
Oh, milord, al llamarme «poeta» me acusáis 
de ingente ociosidad. Es un estudio 
que a pobres nos destina; y se nos tiene 
de siempre por inútiles para la cosa pública.
Y sobre todo la respuesta de Moro (o sea, de Shakespeare), tan cercana en espíritu y casi en la letra, a la dedicatoria de Southwell:

MORO
No abandonéis la hermosa poesía, dulce lord, 
a tal desprecio. Con el corazón hablando, es la más dulce heráldica del arte, 
la que distingue el duro, áspero acebo 
del airoso laurel.  
SURREY 
Sin embargo, milord, 
se ha quedado la última, detrás de las ciencias mecánicas. 
MORO 
Yo os mostraré por qué 
no es tiempo de poetas. Deberían 
cantar según el fuerte canon heroica facta: 
Qui faciunt reges heroica carmina laudant. 
 Pero decaen los grandes temas, y así las plumas  
privadas de ejercicio, languidecen. 
Claro que eso era una preocupación de la época, como he visto en la estupenda obra de Waugh, Edmund Campion. En 1566 Isabel I viaja a Oxford, donde conocerá a Edmund Campion —que le causó la mejor de las impresiones—. Allí la reina escuchó a las puertas de Christ Church, el discurso de Mr. Kingsmill, el Orador de la Universidad, al que expresó su reconocimiento con estas palabras: "lo hubiese hecho usted muy bien, de haber tenido mejor tema".

No ha sido el único recuerdo al Tomás Moro que me ha despertado la biografía del jesuíta. Allí se nos cuenta del English College de Douai, fundado y sostenido por esa figura fascinante que es William Allen (dice Waugh: "El hecho de que el catolicismo sobreviviera en Inglaterra se debe, más que a nadie a William Allen"). Tuvo grandísimos problemas con la población autóctona, que no terminaba de aceptarlos y los veía como una sucursal del poder español, y los atosigaba. ¿No es otro eco discernible en la preocupación de Tomás Moro en Tomás Moro?

… id a Francia, a Flandes, a cualquier  
provincia de Alemania, a España, a Portugal 
a un sitio que no sea aliado de Inglaterra, 
y allí tendréis que ser extranjeros. ¿Querríais  
dar en una nación de carácter tan bárbaro  
que, revolviéndose en atroz violencia 
no os dejase encontrar un cobijo en su suelo, 
sus odiosos cuchillos afilase 
contra vuestras gargantas, despreciándoos  
como a perros, lo mismo que si Dios 
no os hubiese creado y no os reconociera; 
y como si no fuesen los elementos útiles  
para vuestra existencia, sino una propiedad  
para ellos reservada? ¿Qué diríais 
si os tratasen así? Así 
tratáis vosotros a los extranjeros 
y así es vuestra oceánica falta de humanidad. 

También, cuando habla Campion en el final de su muy emocionante Alarde: "encomiendo vuestras conciencias y la mía a Dios Todopoderoso, el Escrutador de los Corazones, para que nos envíe Su gracia y nos ponga de acuerdo antes del día de la satisfacción, de modo que al fin podamos ser amigos en el Cielo, donde toda injuria será olvidada"; yo me quedo de una pieza, porque hay otro eco en la obra de teatro prácticamente textual:
Yo te diré por qué. La Corte nunca escruta 
como el Cielo la indignación del príncipe, 
sino que estando frágilmente constituida 
de una tierra dorada, brilla apenas 
sobre esos sobre los que brilla el rey, 
sonríe si él sonríe, se eclipsa si él se eclipsa. 
Mas siendo ambos mortales —Corte y rey—, 
no sueltes ni una lágrima por las cosas terrenas. 



jueves, 1 de agosto de 2013

Escenas de playa


He solucionado el problema de la educación bilingüe. Al bajar las escaleras de la playa contamos los escalones en español, al subirlas en inglés. ¿Imagen subconsciente de decadencia y ascenso? Dios nos libre: de facilidad natural y de leve esfuerzo sostenido, espero. 

Enrique me abraza por detrás de la silla y me dice: "Eres listo sin parar". Se equivoca, naturalmente, pero no se lo discuto: no va a estar uno corrigiendo siempre a sus hijos, siendo pesado sin parar. 

Las preadolescentes acuden en banda a ver a los niños, sobre todo a Enrique. Hace unos años lo hubiese imaginado como una situación inmejorable. Ahora me inquietan un poco las inevitables comparaciones genéticas. Quizá por eso, quizá por la novedad, me ha hecho mucha más gracia el interés de tres amigos como de veintimuchos, que se reían con cariño de los andares de Enriquito, al que veían, tan chulín, como un colega en potencia. 


La que corre como una vigilante de la playa es Carmen. El niño de la tabla que dormita indolente, sin ilusiones en la vida, dejándose llevar y traer manuelmachadianamente por las olas no es hijo mío.  

Mi suegra les ha enseñado algo que les decía su abuela cuando se peleaban: "Juego de manos; juego de villanos". También en mi casa se decía mucho. Pero les digo a mis hijos cuando empiezan a cascarse: "¡Juego de manos...;" y contestan: "juego de indios!". Nuevo examen tipo test. ¿Por qué los indios? 
A- Porque efectivamente están jugando a los indios.
B- Por reírse un poco de su abuela y de mí.  
C- Por simple asociación del juego con los indios 
D- Porque el racismo les impone más que el clasismo, que todavía les pilla demasiado abstracto. 
A la hora de subir (¡en inglés!) a Carmen le faltan manos para cubito, pala y rastrillo y sus manguitos. Le pregunto con intención: "¿Te gustaría tener tres (three) manos (hands)?". Como había imaginado, apuesta por la normalidad, que es un concepto que se le va haciendo fuerte: "No, dos". Contraataco con una estrategia que me han enseñado ellos: "¿Por qué?" "Porque las arañas tienen tres manos... Y pican". Nada que objetar.