Volvamos a la estética cosmética
es norma imperativa del milenio
que todas las mujeres sean bellas
estoy con la hermosura 100%
manifiesta el futuro sin ambages
aún a costa de ser malentendido
por sectas de feísmo impenitente
puritanos y/o neo platónicos
de incierto porvenir hay que decirlo
sí que todas las evas sean hermosas
se les pide lo mismo que a las flores
y lo mismo que a la naturaleza
en verano en invierno cuando sea
belleza juvenil belleza llena de años
lo feo es una cosa dolorosa
lo digo con respeto no se crean
fealdad prohibida respeto por la vista pulchrum quod visum placet
y las feas qué harán qué harán las fellas?
que se vuelvan hermosas a fuerza de virtud
pulchrum verum bonum unidad del ser
la ciencia metafísica me apoya
oh buen dar con las damas testarudas
se les dice que deben ser fermosas
y ellas dale que dale con ser feas
dirá algún moralista qué culpa tienen ellas
lo que natura non da ni la virtud lo presta
lo dirán ellas mismas es injusto horroroso
no es injusto señor no enteramente
pues no quedamos en que la mujer
era tan pero tan psicosomática
y más aún tan ético místicosomática?
después de cierta edad no demasiada
cada uno responde de su cara
no recuerdo quién dijo cosa tal
en cincuenta por ciento la suscribo
cada uno es el artista de su rostro
el material sin duda viene dado
pero algo de la forma es imputable
el rostro humano no es como una roca
cada uno moldea ciertos rasgos
lo afea o embellece según sus pensamientos
su conducta secreta sus estados de ánimo
todo el mundo interior se somatiza
se convierte en mirada turbia o clara
en nariz de usurero o de madonna
hay arrugas que indican pura envidia
hay pestañas que crecen a fuerza de candor
el adulterio marca las ojeras
el mirar limpio o sucio es puro espíritu
qué recónditos mundos no delata
el que no da los ojos frente a frente
puede darse por casi comprobado
que está ya poseído por Satán
hasta el sueño se imprime en la mirada
el optimismo afina el labio superior
enojo y mansedumbre dibujan el perfil
lo que se piensa al quedarse dormido
moldea con los años nuestra frente
el espíritu es cóncavo o convexo
un rostro hermoso es obra del espíritu
que labora con lenta inmemorial experiencia
[...]
jueves, 30 de noviembre de 2006
Dos erratas
o, mejor dicho, errores, en la presentación de ayer de Oficio. En mi intervención, recordé la primera vez que se habló de antologar a Ibáñez Langlois. Y recordé mal. Efectivamente fue en El Puerto y en el 2001, pero dije que los contertulios éramos Fidel Villegas, Pablo Moreno, un desconocido y yo. Ya podía haberme olvidado de mí mismo, porque luego, ayudados por la cerveza y el tinto de verano, caímos en la cuenta de que el presunto desconocido era, nada más y nada menos, que Alejandro Martín Navarro. Y el otro error fue que el poema de Futurologías que yo creía haberles recitado en aquella ocasión era el 71. Después, ayudados por más cervezas y otro tinto de verano, descubrimos que había sido el 99:
miércoles, 29 de noviembre de 2006
Una abuela insólita
Como están de actualidad los abuelos de unos y de otros, tengo excusa para hablar de mi abuela paterna, que es la que hoy me interesa. Unos versos de Alberti, de Marinero en tierra, podrían estarle dirigidos: “Yo te hablaba con banderas,/ hija de la panadera,/ la que siempre eras de pan/ entre la grey marinera.” Coinciden el lugar (El Puerto de Santa María), el tiempo (los felices veinte del siglo pasado) y las circunstancias: su madre había heredado el negocio familiar de la panadería, mientras que su padre, además de médico, era armador de pesca.
Con independencia de esa temprana e hipotética entrada en la literatura, ella fue labrándose una leyenda por méritos propios. De jovencita, a la vez que acababa su carrera de piano, Meme Máiquez se atrevía a practicar el piragüismo por el río Guadalete. También el ciclismo, a pesar de los perros y la chiquillería, que celosos guardianes de un machismo cerril, salían a ladrarle “¡Machota, machota!” y a tirarle piedras. Sus indignados nietos le preguntábamos qué hacía ella entonces. Contestaba sonriendo: “Soltar patadas desde la bicicleta…”
La vida no le permitió acomodarse a lo establecido. Cuando señora felizmente casada y madre de tres hijos, enviudó pronto y tuvo que ponerse al frente de la panadería. A principios de los sesenta, una empresaria era una rareza. Si después le venían con la modernidad y la liberación de la mujer, no hacía más que un guiño suyo de ojos muy particular, que a mí me gustaría haber heredado.
De la brega, junto al ejemplo que nos dejó, le quedó la costumbre profesional de llamar al pan, pan. Y otra, muy extraña en una abuela, de alabarnos el trabajo constante en lugar de insistir en efusiones sentimentales. Ella, lúcida y aficionada a la lectura, alguna vez me confesó que, si escribiésemos entre los dos sus recuerdos, habría que titularlos: Memorias de una abuela insólita. Tan insólita que celebró el nacimiento de su primer nieto sacándose el carné de conducir para visitarlo a menudo. Teniendo en cuenta que aquel nieto era yo y que no se ha cansado de verme, el paciente lector puede hacerse cargo de lo insólita que es; aunque tal vez no tanto como presume, y en secreto sea una abuela tan sentimental como la que más.
Ahora, muy mayor y enferma, desde la fe que enseñó a sus hijos, se va acercando a la plenitud descrita por el poeta Ángel Martínez Baigorri en similares circunstancias: “Voy llegando a la edad perfecta: eterno”. Pero no va a llegar, fiel a sí misma, sin dejarnos antes otro ejemplo: el de cómo se realiza bien el trabajo último. Y mientras, como si fuese en una bicicleta, le irá soltando alguna que otra patada a la enfermedad, sin perder casi nunca la sonrisa.
Con independencia de esa temprana e hipotética entrada en la literatura, ella fue labrándose una leyenda por méritos propios. De jovencita, a la vez que acababa su carrera de piano, Meme Máiquez se atrevía a practicar el piragüismo por el río Guadalete. También el ciclismo, a pesar de los perros y la chiquillería, que celosos guardianes de un machismo cerril, salían a ladrarle “¡Machota, machota!” y a tirarle piedras. Sus indignados nietos le preguntábamos qué hacía ella entonces. Contestaba sonriendo: “Soltar patadas desde la bicicleta…”
La vida no le permitió acomodarse a lo establecido. Cuando señora felizmente casada y madre de tres hijos, enviudó pronto y tuvo que ponerse al frente de la panadería. A principios de los sesenta, una empresaria era una rareza. Si después le venían con la modernidad y la liberación de la mujer, no hacía más que un guiño suyo de ojos muy particular, que a mí me gustaría haber heredado.
De la brega, junto al ejemplo que nos dejó, le quedó la costumbre profesional de llamar al pan, pan. Y otra, muy extraña en una abuela, de alabarnos el trabajo constante en lugar de insistir en efusiones sentimentales. Ella, lúcida y aficionada a la lectura, alguna vez me confesó que, si escribiésemos entre los dos sus recuerdos, habría que titularlos: Memorias de una abuela insólita. Tan insólita que celebró el nacimiento de su primer nieto sacándose el carné de conducir para visitarlo a menudo. Teniendo en cuenta que aquel nieto era yo y que no se ha cansado de verme, el paciente lector puede hacerse cargo de lo insólita que es; aunque tal vez no tanto como presume, y en secreto sea una abuela tan sentimental como la que más.
Ahora, muy mayor y enferma, desde la fe que enseñó a sus hijos, se va acercando a la plenitud descrita por el poeta Ángel Martínez Baigorri en similares circunstancias: “Voy llegando a la edad perfecta: eterno”. Pero no va a llegar, fiel a sí misma, sin dejarnos antes otro ejemplo: el de cómo se realiza bien el trabajo último. Y mientras, como si fuese en una bicicleta, le irá soltando alguna que otra patada a la enfermedad, sin perder casi nunca la sonrisa.
[En el Grupo Joly, hoy]
martes, 28 de noviembre de 2006
La guasa de la musa
Lo tengo experimentado, pero siempre consuela (a mí, no a usted, inteligentísimo lector) ver que el mal es de muchos. Diego Reche, mi anfitrión almeriense, además de la invitación, me regaló sus libros, a los que volveremos. En uno de ellos, El autobús de septiembre, que va sobre el dichoso mes famoso, tan melancólico-poético, escribe este poemita, en el que se fotografía la sonrisa juguetona de la musa, tan puñetera y graciosa:
CAPRICHOS DEL VERSOY los mejores versos
sobre septiembre
siempre nacen por julio
o por diciembre.
lunes, 27 de noviembre de 2006
Baú de espantos
Si lo llega a saber, no sale del baúl. Y ahora se estará revolviendo en su tumba. A Pessoa, que es uno (o varios) de los grandes poetas del siglo XX los pequeños y decimonónicos nacionalistas vascos le han cogido una frase para decir, catetos, todo lo contrario. Álvaro de Campos diría, no sé si en portugués o en inglés: "La fama siempre es mala y peor cuando es buena y te pone al alcance de los tontos, que se hacen con ella un capirote", y Ricardo Reis asentiría en latín. Seguro que en vascuence no, porque ninguno de ellos era buena persona...
Quitando el pésame a Pessoa, yo estoy satisfecho con la campaña, que me reafirma en mi amor por el inglés y en mis aventuras con el portugués, hacia el que me empujaron cosas como ésta. Y para colmo de dicha, compruebo que por la boca muere el euskaldun: en su misma campaña se retratan.
Ellos sí.
domingo, 26 de noviembre de 2006
Volubles opiniones
Ayer por la mañana pensé que en la entrada de hoy me lamentaría de mi escaso futuro como crítico. Andrés Trapiello había dado a entender que leyó los miles de versos de Pere Gimferrer para llegar a la tremenda conclusión de que el verso desmemoriado es el mejor de los suyos (de P. G.). Yo soy incapaz de avanzar por un poemario malo o, para ser más posmoderno, por uno que subjetivamente no me gusta. Se me cae de las manos. Si hablé una vez del Manual de Infractores de J.M.C.B., fue porque medió el encargo de una revista y ya sabía Quevedo que poderoso caballero es etc. Pero si no empuja el vil elemento, releo a Dante. Y así no hay manera de construir una crítica sólida, avisada.
A media tarde, empecé a sospechar de Trapiello. ¿Se habría metido de verdad entre pecho y espalda los miles de fersos de Gimverrer? ¿O habrá afilado sus frases a medias entre la intuición y la hipérbole? A veces ("por qué no", me susurraba la esperanza) es posible conocer a un poeta leyendo sólo una parte de su obra, sobre todo cuando el poeta no es gran cosa.
Ya por la noche levanté los ojos al cielo, del que todavía caían algunas gotas escurridas, y, entre dos nubes, vi tres o cuatro estrellas. Y me oí susurrando lo de Juan Carlos Mestre:
A media tarde, empecé a sospechar de Trapiello. ¿Se habría metido de verdad entre pecho y espalda los miles de fersos de Gimverrer? ¿O habrá afilado sus frases a medias entre la intuición y la hipérbole? A veces ("por qué no", me susurraba la esperanza) es posible conocer a un poeta leyendo sólo una parte de su obra, sobre todo cuando el poeta no es gran cosa.
Ya por la noche levanté los ojos al cielo, del que todavía caían algunas gotas escurridas, y, entre dos nubes, vi tres o cuatro estrellas. Y me oí susurrando lo de Juan Carlos Mestre:
Las estrellas para quien las trabajay supe que ése era el mejor verso de los cientos suyos. Aunque algún otro valioso tendrá el hombre y aunque yo no lo haya leído apenas, ése es su mejor verso, sin duda.
sábado, 25 de noviembre de 2006
Los duendes y el ángel
Querría yo saber quién es el duende maléfico, si el de las imprentas o el mismísimo Trapiello. O preguntándolo con menos rodeos: ¿será verdad lo que nos cuenta A. T. en su El arca de las palabras del famoso verso de P. Gimferrer?
Se ha hablado mucho del célebre duende de las imprentas. Si se le tiene a favor, qué duda cabe, nos beneficiará con erratas que mejorarán nuestro texto original. Cierto poeta debía el único verso de valor que escribió entre los miles suyos a una errata. El original decía "Si pierdo la memoria, qué pereza"; pero al linotipista se le deslizó el hallazgo: "Si pierdo la memoria, qué pureza", y el poeta no restituyó desde luego ese acierto que no era suyo, porque en ese caso se hubiera quedado, tras larga vida, con las manos vacías.De todas maneras, con ese verso controvertido, lo mejor lo hace el ángel de Feu. Abel, que es justo y no debe de tener remordimientos y le sobra sentido común, cuando escucha lo de Gimferrer, propone esta corrección:
Si pierdo la memoria, qué putada.
viernes, 24 de noviembre de 2006
Caos
Y, en medio de todo, la consulto y lo veo claro: mi agenda pertenece al género de la literatura fantástica.
jueves, 23 de noviembre de 2006
Privilegio
Hay privilegios, en cambio, que, para colmo de dicha, llevan aparejado el gustoso deber de divulgarlos. Hablando por teléfono, Miguel d'Ors me ha regalado un verso (otro uni-verso) del navarro-nicaragüense Ángel Martínez Baigorri. El verso es magnífico por lo que dice y por cómo lo dice, como tiene que ser. Fíjense en los acentos: al principio están puestos a salta de mata y sólo por sorpresa el de "edad" cae en sexta, pero a partir de ahí todo va cuadrando, alcanzando la plenitud. Pertenece a un poema escrito cuando el hombre, ya muy mayor, se entera de que padece una grave enfermedad.
Voy llegando a la edad perfecta: eterno.
miércoles, 22 de noviembre de 2006
Patas arriba
Hegel vio que el hombre moderno había sustituido la oración de la mañana por la lectura del periódico. El hecho es tan indudable como que en el pecado llevamos la penitencia, pues, en vez de amanecer con la paz interior que produce el contacto con el Absoluto, empezamos el día con el pesimismo y la inquietud que, por regla general, suelen producir las últimas noticias.
Cunde la sensación, que se acelera por días, de que todo anda al revés. Los jueces son, dicen, los que entorpecen el proceso, mientras que De Juana Chaos (veinticinco asesinatos) es un hombre de paz; las víctimas molestan y los batasunos son interlocutores necesarios; los alumnos amedrentan a sus profesores y golpean a sus compañeros; el cambio climático caldea los polos; la gente honesta, con la inseguridad ciudadana, se siente perseguida; los perros muerden a sus amos; se puede uno cambiar el sexo en el Registro Civil y/o en el quirófano; el matrimonio es a la carta y los divorcios a la carrera… No se me escapa, desde luego, que estas revoluciones no son equiparables entre sí y que cada una tiene sus peculiaridades; pero lo indiscutible es que el cuadro general es de mucha inestabilidad y que su denominador común es la inversión. Los griegos ya describieron estas épocas hablando de sus efectos colaterales y contagiosos: de hijos que se rebelan contra sus padres y de animales que se revuelven contra sus dueños.
Asomados al balcón del periódico nuestro de cada día, viendo el panorama, parece que se cumplió al pie de la letra aquel poema de José Agustín Goytisolo, que cantaba Paco Ibáñez y que ha acunado la adolescencia de los progres de la generación de, entre otros, el presidente Zapatero: “Érase una vez/ un lobito bueno/ al que maltrataban/ todos los corderos./ Y había también/ un príncipe malo,/ una bruja hermosa/ y un pirata honrado./ Todas estas cosas/ había una vez,/ cuando yo soñaba/ un mundo al revés”. El irrenunciable poeta Javier Salvago, hablando de sus aspiraciones a maldito, nos había advertido “que hay que tener cuidado con los sueños/ porque, a veces, resulta que se cumplen”.
Cumplidos esos ideales del sesenta y ocho, algunos van despertando y se frotan los ojos incrédulos. Otros siguen pensando que soñar no hace daño y se disponen a expandir sus gráciles fantasías por todas las civilizaciones. Yo sigo fiándome del experto Salvago, que lo explicó de forma definitiva en el poema “Epílogo”: “Soñar es gratis, dicen. Sin embargo,/ quien ha soñado sabe que los sueños/ se suelen pagar caros”. Y lo peor es la sospecha de que la factura nos la van a pasar a mi generación y a las siguientes.
Cunde la sensación, que se acelera por días, de que todo anda al revés. Los jueces son, dicen, los que entorpecen el proceso, mientras que De Juana Chaos (veinticinco asesinatos) es un hombre de paz; las víctimas molestan y los batasunos son interlocutores necesarios; los alumnos amedrentan a sus profesores y golpean a sus compañeros; el cambio climático caldea los polos; la gente honesta, con la inseguridad ciudadana, se siente perseguida; los perros muerden a sus amos; se puede uno cambiar el sexo en el Registro Civil y/o en el quirófano; el matrimonio es a la carta y los divorcios a la carrera… No se me escapa, desde luego, que estas revoluciones no son equiparables entre sí y que cada una tiene sus peculiaridades; pero lo indiscutible es que el cuadro general es de mucha inestabilidad y que su denominador común es la inversión. Los griegos ya describieron estas épocas hablando de sus efectos colaterales y contagiosos: de hijos que se rebelan contra sus padres y de animales que se revuelven contra sus dueños.
Asomados al balcón del periódico nuestro de cada día, viendo el panorama, parece que se cumplió al pie de la letra aquel poema de José Agustín Goytisolo, que cantaba Paco Ibáñez y que ha acunado la adolescencia de los progres de la generación de, entre otros, el presidente Zapatero: “Érase una vez/ un lobito bueno/ al que maltrataban/ todos los corderos./ Y había también/ un príncipe malo,/ una bruja hermosa/ y un pirata honrado./ Todas estas cosas/ había una vez,/ cuando yo soñaba/ un mundo al revés”. El irrenunciable poeta Javier Salvago, hablando de sus aspiraciones a maldito, nos había advertido “que hay que tener cuidado con los sueños/ porque, a veces, resulta que se cumplen”.
Cumplidos esos ideales del sesenta y ocho, algunos van despertando y se frotan los ojos incrédulos. Otros siguen pensando que soñar no hace daño y se disponen a expandir sus gráciles fantasías por todas las civilizaciones. Yo sigo fiándome del experto Salvago, que lo explicó de forma definitiva en el poema “Epílogo”: “Soñar es gratis, dicen. Sin embargo,/ quien ha soñado sabe que los sueños/ se suelen pagar caros”. Y lo peor es la sospecha de que la factura nos la van a pasar a mi generación y a las siguientes.
[Aviso: en la edición digital, al artículo le han puesto los puntos y aparte puestos al voleo, por lo de patas arriba, supongo.]
martes, 21 de noviembre de 2006
En Almería
Exageré: no estaba a setecientos kilómetros sino a más de novecientos, contando ida y vuelta, que todos hay que conducirlos. El acto poético en Roquetas de Mar resultó bien. Un alumno, la criaturita, me preguntó si no sentía que muchos de los aplausos eran por compromiso. Otra, aprovechando que el motivo de mi visita era hablar de las relaciones entre el poeta y su lector, a raíz del poema aquel, inquirió, más ladina, si escribía por gusto o para que le gustara a la gente. Decidí buscar la querencia, e hice un juego de palabras: "me gusta que guste lo que me gusta". Luego, por darme un respiro, una chica angelical quiso saber, llena de buenas intenciones, si de joven yo imaginé que llegaría a donde lo he hecho [sic] y que influiría tanto [sic, sic] en la juventud [sic, sic, sic]... Contesté lo que pude, embargado por la melancolía: "Qué extraña y breve fue la juventud", pensaba. La lectura de poemas había sido más apacible, creo. El que más gustó fue "Variación Berceuse", supongo que porque, a través de mis variaciones, Juan Ramón Jiménez, autor del original, se abrió camino. Para terminar, recité otro poema a petición, naturalmente, del amable anfitrión. El acto se cerró con una cerrada ovación, valga la redundancia y la rima interna. ¡Y el muchacho del compromiso, que me fijé, cómo aplaudía!
lunes, 20 de noviembre de 2006
Qu'e raro
Qu'e raro es internet. Uno est'a en el Puerto, entra en blogger, y est'a en Holanda, en Buenos Aires o incluso en las ant'ipodas, esto es, en Sevilla (Fernando Villalón dixit). Y hoy, en cambio, que estoy a setecientos kil'ometros, hago click y ya: otra vez en casa.
domingo, 19 de noviembre de 2006
Dudar jamás se pudo
Mi abuela está en el hospital, muy malita. Aunque le cuesta trabajo hablar, me mira, clava los ojos a media altura y me pregunta qué libro es el que traigo en la mano. Tras oír el nombre del autor, suele hacer un gesto de aprobación. Quién sabe si es azul, pero por mis venas corre tinta, pienso orgulloso. El otro día llevaba la antología de José Luis Tejada. Me pidió que se la leyese y, entre poema y poema, me contaba lo buena persona que él era y sus extraordinarias dotes poéticas. Mientras leía en voz alta, yo me iba dando cuenta de la gran influencia que Tejada ha tenido sobre mi propia poesía y me enorgullecía también de este antepasado literario. Lo difícil, en ambos casos, como siempre, es estar a la altura de la genealogía.
HOY POR HOY
Hoy me siento feliz... por nada. ¿Un libro?
¿Una visita? ¿Un grato sueño?
Para ser feliz basta
ver sin angustia deslizarse el tiempo.
Hoy tengo paz. Había
olvidado su rostro blanco, inmenso.
Una mujer que vuelve
a quererme. Que ha vuelto.
Vengan hoy los amigos
que para todos tengo
el silencio bastante y la palabra
encendedora del entendimiento.
Me vaga una sonrisa
muy cerca de la cara. No me atrevo
a sorber, a asumir su mañanía.
Está más cerca Dios... ¿o está más lejos?
Si hoy me llega una tórtola y me canta
despacito, seguro que la entiendo.
Si hoy busco la esmeralda
mayor del mar, la encuentro.
Ha sido una sonrisa,
media lástima, un verso...
Un ángel-niña que se entró en mi casa
y me ha puesto de amor como me ha puesto.
sábado, 18 de noviembre de 2006
Rehacer mi vida
Cada vez que escucho: “Tengo derecho a rehacer mi vida”, me muerdo bien la lengua. Si no, replicaría: “lo que tú tienes es el deber de rehacértela, como todos”. Pero no me entenderían, porque ese derecho no ampara una conversión interior, qué va. Desde los viudos más veloces hasta el cuarentón o cuarentona que sufrió y/o hizo sufrir rupturas y divorcios exprés, clásicos o civilizados, todos lo usan para justificar, como si fuese la panacea universal, un cambio de pareja.
Como cada caso es un mundo, no puedo criticar más que la cursilería de la expresión. Y no del todo, porque, aunque empalagosa, reconoce de alguna manera que una vida se construye sobre el amor. Lo cual es, en el fondo, bonito y, al final, cierto.
Además, ponerme ahora a luchar contra lo cursi sería peor que lo de don Quijote y los molinos, que aquí de la horterada edulcorada no se libra, de Zapatero abajo, ninguno. Así que dejémosles con su derecho a rehacer (una y mil veces) sus frases hechas, y volvámonos nosotros (quiero decir, yo) a nuestros deberes, o sea, a lo que importa.
A mí me vendría bastante bien una manita de restauración. Claro que apenas si me atrevo a mentar lo de “rehacer mi vida”, no vaya a leerlo mi mujer y me malinterprete. En realidad, es todo lo contrario: la relación que más nos cambia es la que menos cambia, porque las reformas bien entendidas empiezan por uno mismo y no tienen fin y lo demás distrae. Fíjense que no hay nada más revolucionario ni transformante que el amor de Dios, que es el Motor Inmóvil.
Como cada caso es un mundo, no puedo criticar más que la cursilería de la expresión. Y no del todo, porque, aunque empalagosa, reconoce de alguna manera que una vida se construye sobre el amor. Lo cual es, en el fondo, bonito y, al final, cierto.
Además, ponerme ahora a luchar contra lo cursi sería peor que lo de don Quijote y los molinos, que aquí de la horterada edulcorada no se libra, de Zapatero abajo, ninguno. Así que dejémosles con su derecho a rehacer (una y mil veces) sus frases hechas, y volvámonos nosotros (quiero decir, yo) a nuestros deberes, o sea, a lo que importa.
A mí me vendría bastante bien una manita de restauración. Claro que apenas si me atrevo a mentar lo de “rehacer mi vida”, no vaya a leerlo mi mujer y me malinterprete. En realidad, es todo lo contrario: la relación que más nos cambia es la que menos cambia, porque las reformas bien entendidas empiezan por uno mismo y no tienen fin y lo demás distrae. Fíjense que no hay nada más revolucionario ni transformante que el amor de Dios, que es el Motor Inmóvil.
[En el semanario Alba]
viernes, 17 de noviembre de 2006
Acertijo
Me llevé la alegría de ver que está página había recibido 17 entradas desde Méjico. Yo, tan sensible (sentimental y sensitivo) a las realidades nacionales del otro lado del Atlántico, estaba radiante. Pero la curiosidad mató al gato, y trasteando en las estadísticas del blogg, vi que todos los mejicanos habían buscado "adivinanza rayos y truenos". Vaya, dije desilusionado, en algún colegio de allá un profesor les habrá encargado un trabajo sobre adivinanzas, y la corriente del golfo de google los arrastró a mi bahía. Luego, pensé en aquellos muchachos, que se habrán llevado también su chasco al hacer click aquick [sick] esperando una ayudita de estos Rayos y truenos. Por si aún estoy a tiempo, les propongo este sencillo acertijo. No es gran cosa, aunque, con suerte, para un trabajo escolar quizá les sirva:
Con su grave voz el true...
no llega a anunciarlo no.
En cambio, aunque él corra, yo
ya te lo he dicho. Y brilló.
jueves, 16 de noviembre de 2006
aPLAuso
Yo no me opongo a que la gente progrese. ¡Peor para ella!
[Josep Pla, en Sentencias y aforismos, pág 120, a]
Día de perros
No se me oculta que la expresión puede tener otro origen, mucho más triste, basado en la suerte de los perros callejeros. Pero (¡un rompimiento de gloria en este día de rayos y truenos!) de pronto he caído en que es posible que el primero que inventó la expresión pensara que un día de perros lo es para sus dueños, porque con la lluvia los perros no pueden salir y saltan histéricos por la casa y, cuando uno se cansa y los saca, arañan la puerta y gimen y se los deja entrar y se han metido en algún charco y llenan de barro el salón y te ponen las patitas --qué cariñosos-- en tu pantalón nuevo, que lleva estampadas ya todo el día, para regocijo de tus alumnos, unas huellecitas como de ciento y un dálmatas...
miércoles, 15 de noviembre de 2006
Divagaciones del vago estío (en pleno y ocupado otoño)
TEMPORADA OTOÑO/INVIERNO
Aprovechando que mis colegas de columnismo están cantándole las cuarenta a Zapatero por sus declaraciones sobre De Juana —que dice que es un hombre de paz—, sobre los jueces —que dice que entorpecen el proceso— y sobre el robo etarra de pistolas en Francia —del que no dice nada—, hoy me puedo permitir el lujo de mirar a la calle sin mayores pretensiones.
Y la calle es extraordinaria, con sus viandantes, que cambian cada temporada. Mi afición por la ropa es relativa, casi una excusa para la contemplación, aunque un poco más: me atrae mucho esa cosa abstracta e inasible, cada vez más rara, que se llama “elegancia”. De lo que no soy muy partidario es de las filosofías alrededor del vestir. La moda es una alegre frivolidad: si nos ponemos muy graves, la rebajamos, haciéndola aburrida y pretenciosa.
Yo últimamente prefiero el otoño/invierno. En verano, hay chicas que creen que siguen la moda y es la moda la que las persigue y atropella. Quiero decir, que van a la última, pero olvidan el principio de que no todo favorece a todo el mundo. Deberían mirar menos revistas y más espejos. En verano, con la ropa entalladita y los ombligos por los aires, algunas no van bien, dicho sea con respeto. (Algunos tampoco, pero eso me afecta menos.) Con la fresca, en invierno, los chalecos, las bufandas, los abrigos abrazan mejor cualquier anatomía. La calle pierde emociones fuertes, pero también se evitan sobresaltos.
Otra ventaja es que los tatuajes hibernan. No es que no me interesen, sino que lo hacen demasiado. Fuerzo mi vista de miope por descifrar los caracteres chinos o góticos que se grabó esa buena chica en su tersa espalda y acabo siempre descubierto, por ella o por su atento novio, que es peor. Lo más extravagante de los tatuajes es que estén de moda, porque moda es lo que pasa de moda, mientras que un tatuaje es imborrable, permanente. Más apropiadas a las mudanzas de lo fashion parecerían las efímeras calcamonías. Los tatuajes tradicionalmente se reservaban para lo más sólido, como el amor de madre o el Cristo de la Legión.
Y acaba uno reflexionando sobre el hecho de que nuestros adolescentes imiten en sus hábitos (de vestir; no de actuar, espero) a grupos marginales o fuera de la ley. ¿Será casual eso de llevar los pantalones sucios, sin cinturón, caídos, y los zapatos sin cordones, como los presidiarios norteamericanos? ¿Los piercings qué quieren decir? Ya confesé que hoy no toca hablar de política, así que no recitaré ahora los proféticos versos de Antonio Machado: “Qué difícil es / cuando todo baja / no bajar también”.
Y, además, aún nos quedan las magníficas, las clásicas treintañeras.
Aprovechando que mis colegas de columnismo están cantándole las cuarenta a Zapatero por sus declaraciones sobre De Juana —que dice que es un hombre de paz—, sobre los jueces —que dice que entorpecen el proceso— y sobre el robo etarra de pistolas en Francia —del que no dice nada—, hoy me puedo permitir el lujo de mirar a la calle sin mayores pretensiones.
Y la calle es extraordinaria, con sus viandantes, que cambian cada temporada. Mi afición por la ropa es relativa, casi una excusa para la contemplación, aunque un poco más: me atrae mucho esa cosa abstracta e inasible, cada vez más rara, que se llama “elegancia”. De lo que no soy muy partidario es de las filosofías alrededor del vestir. La moda es una alegre frivolidad: si nos ponemos muy graves, la rebajamos, haciéndola aburrida y pretenciosa.
Yo últimamente prefiero el otoño/invierno. En verano, hay chicas que creen que siguen la moda y es la moda la que las persigue y atropella. Quiero decir, que van a la última, pero olvidan el principio de que no todo favorece a todo el mundo. Deberían mirar menos revistas y más espejos. En verano, con la ropa entalladita y los ombligos por los aires, algunas no van bien, dicho sea con respeto. (Algunos tampoco, pero eso me afecta menos.) Con la fresca, en invierno, los chalecos, las bufandas, los abrigos abrazan mejor cualquier anatomía. La calle pierde emociones fuertes, pero también se evitan sobresaltos.
Otra ventaja es que los tatuajes hibernan. No es que no me interesen, sino que lo hacen demasiado. Fuerzo mi vista de miope por descifrar los caracteres chinos o góticos que se grabó esa buena chica en su tersa espalda y acabo siempre descubierto, por ella o por su atento novio, que es peor. Lo más extravagante de los tatuajes es que estén de moda, porque moda es lo que pasa de moda, mientras que un tatuaje es imborrable, permanente. Más apropiadas a las mudanzas de lo fashion parecerían las efímeras calcamonías. Los tatuajes tradicionalmente se reservaban para lo más sólido, como el amor de madre o el Cristo de la Legión.
Y acaba uno reflexionando sobre el hecho de que nuestros adolescentes imiten en sus hábitos (de vestir; no de actuar, espero) a grupos marginales o fuera de la ley. ¿Será casual eso de llevar los pantalones sucios, sin cinturón, caídos, y los zapatos sin cordones, como los presidiarios norteamericanos? ¿Los piercings qué quieren decir? Ya confesé que hoy no toca hablar de política, así que no recitaré ahora los proféticos versos de Antonio Machado: “Qué difícil es / cuando todo baja / no bajar también”.
Y, además, aún nos quedan las magníficas, las clásicas treintañeras.
[Publicado en el Grupo Joly]
martes, 14 de noviembre de 2006
Chasco y recompensa
Después de varias semanas en las que apenas he podido leer por gusto ocupado en escribir, entre otros encargos, un prólogo; abro por fin un libro. Y de pronto me doy cuenta de que he empezado directamente por la página 103, saltándome con agilidad el extenso estudio preliminar, ¡con el esfuerzo que le habrá costado al pobre Jaime Siles...! Y cae sobre mí, como un jarro de agua fría, la inutilidad de mis desvelos. Aunque enseguida lo olvido, reconfortado por la voz de José Luis Tejada, cuyos primeros versos no conocía. Éstos, por ejemplo:
Dicen que sigo siendo un niño...
Que no he vivido, que no sé.
Yo, alguna vez, pienso lo mismo:
Que soy un niño, ¡bueno y qué!
lunes, 13 de noviembre de 2006
Elogio breve del divorcio exprés
Ayer, antes de almorzar, acababa mi próxima colaboración con Alba, donde me dejaré caer --con la levedad de una hoja otoñal-- contra el divorcio. Mi mujer me llamó cuando la comida estuvo lista [Nota para los vigilantes de lo políticamente correcto: entre semana cocino yo]. Tuvo doble mérito su sesión de restauración, porque ella estaba desganada y sólo tomó fruta. Yo comí como siempre, esto es, por los dos. A la media hora, la cabeza me estallaba y el estómago se derrumbaba como el Estado de Derecho. Algo me había sentado mal, muy mal. Acostado, con la cama dando vueltas en el vacío, por un momento recordé el divorcio exprés con gratitud. No porque yo pensara divorciarme, eso no; sino porque su mera existencia hacía inverosímil un asesinato con cianuro.
domingo, 12 de noviembre de 2006
Se le Silva y aplaude
Los asiduos de este blogg [Dios se lo pague] ya leyeron que con una mano pegué a Alberto Silva un tironcete de orejas por su traducción del haiku del deshielo y que con la otra le di unas condescendientes palmaditas en la espalda cuando el barbero. Para ius suum cuique tribuere, ahora golpeo ambas manos y le dedico un merecido aplauso en mi crítica a la parte ídem de su libro, El ídem del haiku.
Y como sí hay tres sin cuatro (y más en el haiku) prometo dejar descansar a Silva por mucho tiempo en la paz de mis estanterías.
Y como sí hay tres sin cuatro (y más en el haiku) prometo dejar descansar a Silva por mucho tiempo en la paz de mis estanterías.
sábado, 11 de noviembre de 2006
Bomba va
Hoy pensaba enlazar con mi reseña sobre los haikus en Poesía Digital, pero lo dejaremos para mañana. Y enlazaré con Poesía Digital el adelanto de mi prólogo sobre Ibáñez Langlois. ¿El motivo del cambio de planes? Que Ignacio, la voz crítica más culta y ponderada de este blogg, también la más valiente, porque hay algún usuario anónimo que no tira mal, pero, como lo hace con máscara, cuesta cogerle cariño, Ignacio, decía, me preguntaba en los comentarios de ayer qué pensaba de mi tiempo, que a él le entusiasma. Y aunque la famosa cita de Ortega no está mal, yo prefiero este fragmento dogmático de Ibáñez, con el que estoy tan identificado que puede servir de respuesta mía. ¡Bomba va!:
[…]
pero este hombre dirán este cristiano
este hombre no es amante de su tiempo
sólo sabe escupir al siglo XX
tiempo mío
o tempora o mores
tiempo mío mi amor
yo no te escupiré pues tú eres yo
los tiempos dijo Agustín somos nosotros
mi amado siglo XX
no eres bueno pero eres mi persona
una mierda serás pero eres yo
eres todos mis ego uno por uno
eres todos los cristos mis hermanos
I love you 20th century sincerely
I am crazy about you my dearest time
oui je t'aime dans la joie ou la douleur
ti voglio tanto bene o tempo o sole mio
si quieres te declaro en sánscrito mi amor
en esdrújulo adorote mi tempora
en estructuralista si lo entiendes mejor
lo cual es para mí la peor humillación[…]
viernes, 10 de noviembre de 2006
Bibliafilia
Pregunto a mis alumnos que, si leyeran o leyesen, qué libros les gustarían. Uno apunta Romeo y Julieta, y todos (adolescentes, al fin y al cabo) se suman entusiasmados a la romántica propuesta. A la ocasión la pintan calva, y yo les halago el gusto y entono mis loas al Bardo. Y sumo y sigo: hay libros que uno tiene que leer antes de morirse: Shakespeare, por supuesto, y las Coplas a la muerte de su padre, la Iliada, el Quijote, la Comedia, la Biblia... Cuando nombro la Biblia, dan un respingo; pero como son buenas personas y no están todavía dispuestos a pensar que he perdido la cabeza, tratan de encontrar alguna explicación. Uno, más reflexivo, musita:
--Claro, si la Biblia se lee sin rollos religiosos, como un libro de aventuras, tipo El señor de los anillos, puede estar bien...
Todos suspiran aliviados. El respingo ahora lo doy yo.
Antes de que me dé tiempo a quejarme de la LOGSE y ESO, me encuentro por la tarde con un amigo. Está literalmente deslumbrado con las Radiaciones de Jünger. Me intereso y me cuenta que, además, no sale de su asombro por las extrañas coincidencias entre el alemán y él. Me intereso más y me cuenta más:
--Por ejemplo, afinidades curiosísimas, como que Jünger, igual que yo hace algunos años, leía todos las mañanas la Biblia. ¡Fíjate qué cosa! Era un hombre cultísimo, capaz de citar, no sé, el Eclesiastés o los Salmos...
¿Notaría mi respingo?
--Claro, si la Biblia se lee sin rollos religiosos, como un libro de aventuras, tipo El señor de los anillos, puede estar bien...
Todos suspiran aliviados. El respingo ahora lo doy yo.
Antes de que me dé tiempo a quejarme de la LOGSE y ESO, me encuentro por la tarde con un amigo. Está literalmente deslumbrado con las Radiaciones de Jünger. Me intereso y me cuenta que, además, no sale de su asombro por las extrañas coincidencias entre el alemán y él. Me intereso más y me cuenta más:
--Por ejemplo, afinidades curiosísimas, como que Jünger, igual que yo hace algunos años, leía todos las mañanas la Biblia. ¡Fíjate qué cosa! Era un hombre cultísimo, capaz de citar, no sé, el Eclesiastés o los Salmos...
¿Notaría mi respingo?
jueves, 9 de noviembre de 2006
Privilegios
Quien protesta contra los privilegios es porque no los ha tenido jamás. Y quien entienda la frase anterior como un regate cínico es porque no los ha tenido jamás. Quien ha gozado de algún privilegio alguna vez sabe, como explicaba Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, que el privilegio, mucho antes que cualquier otra cosa, es una exigencia. Hay que mantenerlo: mantenerse a su altura. A mí, un magnífico poeta me manda sus inéditos. Asisto así, desde la primera fila, al trabajo de un grande, lo cual es muy instructivo y apasionante. A cambio, sin embargo, tengo que hacer los comentarios justos, que no es fácil. No me los manda para que le aplauda, como es lógico, pero una crítica que se pase es peor, como en el juego de las siete y media. Con todo, lo más duro, desde que mantengo este blogg, es el silencio sacramental: no poder colgar aquí algunos de esos poemas, que tanto os gustarían.
*Hecha mi queja, os recuerdo que todos tenemos nuestro buen puñado de privilegios; sólo que la primera exigencia de un privilegio es saber verlo como tal. Así que abrid bien los ojos.
miércoles, 8 de noviembre de 2006
Algo huele a podrido
En Dinamarca, sí, es donde lo huelen; pero el hedor les llega desde España. Un reportaje de la televisión pública danesa ha puesto al descubierto que en Barcelona se realizan abortos a mujeres embarazadas de hasta más de siete meses que cumplan con la exigencia de soltar la pasta (4000 €). Las otros requisitos legales son meros formalismos para cubrir las espaldas al boyante negocio.
En Dinamarca la noticia ha escocido mucho; aquí, tal vez porque estamos hechos al olor, ha dado igual. No es extraño: tampoco preocupó demasiado saber que superamos las noventa mil interrupciones voluntarias del embarazo por año, que es una cada cinco minutos. Al Ministerio de Sanidad le preocupa más el tabaco.
Mientras tanto, las inquietudes de los educados ciudadanos son el precio de la vivienda y el paro, aunque las que uno percibe en la calle son los resultados del Cádiz C.F. y el pronóstico del tiempo para el próximo fin de semana. De esta atonía general apenas se sale para protestar airadamente contra la crispación que provocan algunos medios de comunicación. Sin ánimo de molestar a nadie, para mí que crispan poco y por muy pocas cosas.
Está bien ver fatal el proceso de desguace de la Constitución, la negociación con la ETA y el ascenso de los nacionalismos insolidarios; pero aún estaría mejor si se cayese en la cuenta de que la ley del aborto ya en 1985 se pasó por el arco del triunfo el artículo 15 de la Carta Magna, que el Tribunal Constitucional ya miró para otro lado y que la práctica de aquella ley desde hace años es un continuo fraude de ley. Ni al PSOE ni al PP ni a casi nadie nada de esto le ha quitado nunca el sueño.
En Dakota del Sur se celebró ayer un referéndum sobre el aborto. Allí la vitalidad del movimiento pro-vida es arrolladora, pero nosotros de Estados Unidos sólo importamos lo que menos importa: el Halloween y la comida basura. Cuestión de gusto, desde luego. Y un indicio de nuestro nivel cultural, social y moral. En las elecciones catalanas, arrasó la abstención, que todos se apresuran a interpretar según su conveniencia. En realidad, la abstención es un voto a favor del nihilismo, nuestro partido mayoritario.
No estoy defendiendo que, ante las tremendas cifras del aborto, dejen de importarnos el paro, la conservación del lince ibérico, el futuro de la nación española, el buen tiempo para el fin de semana, la pobreza en el mundo o los goles que le meten al Cádiz. En el corazón del hombre, si se ordena bien, cabe todo y, además, todo eso, junto, es la vida, esta aventura difícil y vibrante, esta pasión de la que se priva, en España, a una criatura cada cinco minutos.
En Dinamarca la noticia ha escocido mucho; aquí, tal vez porque estamos hechos al olor, ha dado igual. No es extraño: tampoco preocupó demasiado saber que superamos las noventa mil interrupciones voluntarias del embarazo por año, que es una cada cinco minutos. Al Ministerio de Sanidad le preocupa más el tabaco.
Mientras tanto, las inquietudes de los educados ciudadanos son el precio de la vivienda y el paro, aunque las que uno percibe en la calle son los resultados del Cádiz C.F. y el pronóstico del tiempo para el próximo fin de semana. De esta atonía general apenas se sale para protestar airadamente contra la crispación que provocan algunos medios de comunicación. Sin ánimo de molestar a nadie, para mí que crispan poco y por muy pocas cosas.
Está bien ver fatal el proceso de desguace de la Constitución, la negociación con la ETA y el ascenso de los nacionalismos insolidarios; pero aún estaría mejor si se cayese en la cuenta de que la ley del aborto ya en 1985 se pasó por el arco del triunfo el artículo 15 de la Carta Magna, que el Tribunal Constitucional ya miró para otro lado y que la práctica de aquella ley desde hace años es un continuo fraude de ley. Ni al PSOE ni al PP ni a casi nadie nada de esto le ha quitado nunca el sueño.
En Dakota del Sur se celebró ayer un referéndum sobre el aborto. Allí la vitalidad del movimiento pro-vida es arrolladora, pero nosotros de Estados Unidos sólo importamos lo que menos importa: el Halloween y la comida basura. Cuestión de gusto, desde luego. Y un indicio de nuestro nivel cultural, social y moral. En las elecciones catalanas, arrasó la abstención, que todos se apresuran a interpretar según su conveniencia. En realidad, la abstención es un voto a favor del nihilismo, nuestro partido mayoritario.
No estoy defendiendo que, ante las tremendas cifras del aborto, dejen de importarnos el paro, la conservación del lince ibérico, el futuro de la nación española, el buen tiempo para el fin de semana, la pobreza en el mundo o los goles que le meten al Cádiz. En el corazón del hombre, si se ordena bien, cabe todo y, además, todo eso, junto, es la vida, esta aventura difícil y vibrante, esta pasión de la que se priva, en España, a una criatura cada cinco minutos.
[Publicada en el Grupo Joly, cuyo enlace sí enlaza]
ACTUALIZACIÓN.- En Dakota del Sur perdió el sí a la vida, desgraciadamente. Aprovechando mi chasco, alguna buena amiga me volverá a reprochar mi fe en la democracia, que es un tema que ya discutiremos otro día. Hoy sólo hay que reconocer la derrota y, a la vez, seguir admirando a los pro-vida que han dado, como don Quijote, la batalla, que la han perdido por un margen estrecho y que en la pelea, razonando y defendiéndose, habrán convencido a mucha gente y salvado vidas, que no hay que contar, porque una, para mí, es diez mil.
martes, 7 de noviembre de 2006
Anda jaleo
Por puro goce estético (versión esperpento) estoy entusiasmado con el segundo Tripartito, aunque para hacer honor (si la palabra no les ofende) a su nombre, deberían repetirlo una vez más, o sea, dar el tripartito salto mortal, con otros dos Estatuts y todo. Puede que en mi visión eufórica del espectáculo tenga algo que ver, amén de la ciclotimia, mi recién adquirido orgullo por la realiá nasioná: ver al cordobés Montilla de Molt Honorable enciende mi fervor y hasta mis ansias expansionistas. De aquí a unos años, será un fundamento histórico (de más fuste que otros) para pedir Cataluña como territorio de los paízeh béticoh. Montilla, para acomodarse a lo que viene, podría empezar por entonar un nuevo himno:
Yo me alivié a un pino verde
por ver si la divisaba,
y sólo divisé el polvo
del coche que la llevaba.
Anda jaleo, jaleo:
ya se acabó el alboroto
y vamos al tiroteo.
lunes, 6 de noviembre de 2006
Ciclotímico
La famosa vanidad del escritor, tan justamente ridiculizada, es un necesario intrumento de trabajo. Si uno no pensase --cegado por la euforia-- que tiene algo que aportar, para qué hablar. Lo digo por experiencias.
domingo, 5 de noviembre de 2006
En realidad, la realidad
Pues vaya,va a resultar que, en realidad, uno es andaluz hasta la médula y de primera y sin enterarse. Yo, con la mano en el pecho, lo que me considero es español (de ambos hemisferios), aunque luego espere mucho de Europa (la de Jaime) y, en el fondo del alma, sea universal, i. e., romano. Sin embargo, uno lee el primer párrafo de esto y recuerda estotro, y dice eso: "pues vaya", a esta realidad andaluza me parece que sí pertenezco.
Y luego están los tópicos, como el de la superstición. Me cruzo un gato negro y me quedo igual que si fuera albino: para mí, todos son pardos. Las escaleras —si no hay que subirlas— me dejan indiferente. Y un espejo roto me trae a la cabeza a Mario Quintana, que exclamó, encantado: “Os espelhos partidos tem muito mais luas”. Sin embargo, ayer, colgué mi entrada sobre Pemán y pasó una cosa muy extraña que me puso los pelos (figurados, supersticiosos y andaluces) de punta: salía en la pantalla, pero cuando entraba en blogger para corregir algo no había huella de ella ni tampoco se podían hacer comentarios. Estaba en el limbo de la blogosfera; y yo, que pretendía ayudar a evitarle el purgatorio a la obra pemaniana, empecé a verlo como una señal. “Malo”, me dije. Por la noche, todo se arregló y ahí está la entrada, perfectamente puesta en el blogg y en blogger, y me hago la ilusión de que he roto mi lanza por el autor de La bestia y el ángel.
Pero jamás volveré a fardar de que no soy supersticioso, ay, ni andaluz, olé.
Y luego están los tópicos, como el de la superstición. Me cruzo un gato negro y me quedo igual que si fuera albino: para mí, todos son pardos. Las escaleras —si no hay que subirlas— me dejan indiferente. Y un espejo roto me trae a la cabeza a Mario Quintana, que exclamó, encantado: “Os espelhos partidos tem muito mais luas”. Sin embargo, ayer, colgué mi entrada sobre Pemán y pasó una cosa muy extraña que me puso los pelos (figurados, supersticiosos y andaluces) de punta: salía en la pantalla, pero cuando entraba en blogger para corregir algo no había huella de ella ni tampoco se podían hacer comentarios. Estaba en el limbo de la blogosfera; y yo, que pretendía ayudar a evitarle el purgatorio a la obra pemaniana, empecé a verlo como una señal. “Malo”, me dije. Por la noche, todo se arregló y ahí está la entrada, perfectamente puesta en el blogg y en blogger, y me hago la ilusión de que he roto mi lanza por el autor de La bestia y el ángel.
Pero jamás volveré a fardar de que no soy supersticioso, ay, ni andaluz, olé.
Pen-man
El apellido de don José María Pemán podría tener la misma raíz que Superman o Spiderman: o sea, que sería Penman, el hombre estilográfica. Sus muchos libros le hacen merecedor de esa etimología que lo empareja a los héroes. Para empezar, en vida logró una hazaña increíble: vivir de la escritura. Ahora, que se cumplen veinticinco años de su muerte, está por ver si logra otra: que su escritura siga coleando. Como el Cid Campeador, los escritores tienen que librar la batalla más importante después de muertos.
Su capacidad de trabajo, con la que fizo la primera hazaña, forjó una obra completa un tanto titánica. Sin embargo, al trabajo unió una levedad y una chispa únicas, que hacen que sus mejores artículos se lean hoy con el mismo placer que entonces.. El humor es el gran conservante de la literatura.
Andaba yo leyéndole cuando me encontré con la frase más famosa de Chesterton, que paradójicamente —como en su caso es lógico— Chesterton no dijo jamás: “Cuando deja de creer en Dios, el hombre cree en cualquier cosa”. Pemán, para mi sorpresa, sí la había dicho con sus palabras: “Cuando decimos de una persona que ‘no cree’ lo que sucede es que cree demasiadas cosas”.
Por mucho que los españoles tendamos a no valorar lo nuestro (por eso, los nacionalistas son una españolada exasperada), y a pesar de que Pemán desarrolló buena parte de su obra en un ambiente favorable, entre aplausos, que es algo que quita nervio a una escritura, no podemos renunciar ni a su gracia ni a su pensamiento. Chesterton nos lo aconsejaría vivamente.
Su capacidad de trabajo, con la que fizo la primera hazaña, forjó una obra completa un tanto titánica. Sin embargo, al trabajo unió una levedad y una chispa únicas, que hacen que sus mejores artículos se lean hoy con el mismo placer que entonces.. El humor es el gran conservante de la literatura.
Andaba yo leyéndole cuando me encontré con la frase más famosa de Chesterton, que paradójicamente —como en su caso es lógico— Chesterton no dijo jamás: “Cuando deja de creer en Dios, el hombre cree en cualquier cosa”. Pemán, para mi sorpresa, sí la había dicho con sus palabras: “Cuando decimos de una persona que ‘no cree’ lo que sucede es que cree demasiadas cosas”.
Por mucho que los españoles tendamos a no valorar lo nuestro (por eso, los nacionalistas son una españolada exasperada), y a pesar de que Pemán desarrolló buena parte de su obra en un ambiente favorable, entre aplausos, que es algo que quita nervio a una escritura, no podemos renunciar ni a su gracia ni a su pensamiento. Chesterton nos lo aconsejaría vivamente.
[En Alba]
viernes, 3 de noviembre de 2006
No lo arregles, que es peor
Rajoy, para justificar su apoyo al Ejtatuto del reality show, no se le ocurre otra cosa que decir que "la realidad nacional" [sic] andaluza es una cuestión "meramente estética que puede gustar o disgustar pero que carece de relevancia política porque no significa nada".
En la frase el hombre se retrata. Y retrata a la derecha que padecemos, su desdén por la estética ["que puede gustar o no gustar pero que carece de relevancia política porque no significa nada"], su absoluta ignorancia de la fuerza que la belleza esconde, el desinterés por todo lo que no sea fungible. Y luego se extrañan de que los artistas y los intelectuales los desprecien. Meramente es mutuo, don Mariano.
Mutuo, aunque algunos nos quedemos en medio, mustios, recordando al Marqués de Tamarón: "En España no hay conservadores, sino conservaeuros".
En la frase el hombre se retrata. Y retrata a la derecha que padecemos, su desdén por la estética ["que puede gustar o no gustar pero que carece de relevancia política porque no significa nada"], su absoluta ignorancia de la fuerza que la belleza esconde, el desinterés por todo lo que no sea fungible. Y luego se extrañan de que los artistas y los intelectuales los desprecien. Meramente es mutuo, don Mariano.
Mutuo, aunque algunos nos quedemos en medio, mustios, recordando al Marqués de Tamarón: "En España no hay conservadores, sino conservaeuros".
jueves, 2 de noviembre de 2006
Hipálage
Así, en el DRAE, queda muy frío:
¿Que por qué me acuerdo hoy de esto? Pues porque me he despertado pensando que el buen Bécquer no estaba hablando de los muertos cuando supiró aquello de:
Figura consistente en referir un complemento a una palabra distinta de aquella a la cual debería referirse lógicamente. El público llenaba las ruidosas gradas.Incluso el ejemplo, de espectáculo de masas, es mejorable. Luego, uno escucha a Borges citar de nuevo a Virgilio
Ibant obscuri sola sub nocte per umbraso al árido camello del Lunario, y se empieza a reconciliar con la figura retórica. Y cuando te fijas más, terminas sospechando que es la figura principal de la poesía, pues en ella todo habla de nosotros aunque se nos cuente otra cosa. El "correlato objetivo" del elusivo Eliot es, tal vez, una cáscara de la hipálage.
¿Que por qué me acuerdo hoy de esto? Pues porque me he despertado pensando que el buen Bécquer no estaba hablando de los muertos cuando supiró aquello de:
De un reloj se oíaEstaba hablando de nosotros, que somos los que nos quedamos.
compasado el péndulo
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba
que pensé un momento:
“¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!”
miércoles, 1 de noviembre de 2006
Treat or trick?
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